Aprovechando el contexto de las movilizaciones
estudiantiles, un grupo de estudiantes secundarios agrupados en el
Colectivo Lemebel viene realizando performances trans en los liceos en
toma de la capital. Surgidos el 2013 en el mismo establecimiento donde
estudió el escritor, se definen como una fraternidad de secundarios
feministas, que luchan por eliminar la transfobia, la homofobia y el
machismo de las salas de clases. Aquí, estos adolescentes cuentan su
historia, critican al capitalismo y a los “machitos de izquierda”.
La escena parte así: Evelyn Matthei camina despreocupada y presumida
frente a la Municipalidad de Santiago, haciendo repicar sus tacos sobre
el cemento de la Plaza de Armas. Rodeada de un arco de flores rojas como
su chaqueta, la excandidata presidencial UDI toma del pelo a una
estudiante y, señalando su brevísimo jumper, le confiesa: “ambas somos
esclavas de la depilación”.
Eso hasta que alguien se acerca y le arranca la peluca. “¡Tú no eres
mujer, nadie aquí lo es. Ser mujer es un proyecto frustrado!”.
Pero Matthei no profiere insulto alguno. La exministra, representada
por un escolar furioso, era parte de una performance del Colectivo
Lemebel, un grupo feminista de estudiantes de educación media, compuesto
mayoritariamente por adolescentes transgénero, y cuyo objetivo
autoimpuesto es la “eliminación de la transfobia, la homofobia y el
machismo de las salas de clases”.
Además de Matthei, el grupo lo componían enfermos portadores de VIH y
una caricatura algo hipster e hipercomercializada de Frida Kahlo, quien
declaraba a “todas las academicistas” que el bicho neoliberal la había
picado a ella primero. Los performers vociferaron frente a las oficinas
de Carolina Tohá, luego de que la alcaldesa prohibiera un homenaje
convocado a un año de la muerte del mismo Lemebel: “Ahora que te veo en
la tele, con ese vestido tan parlamentario, me doy cuenta que tal vez
nunca fuiste de las nuestras, ni siquiera con el puño en alto”.
Las decenas de improvisados asistentes, entre ellos Irina la Loca,
aplaudieron a rabiar. Lo que no sabían era que, si bien estos jóvenes de
entre 14 y 17 años tenían pensados los roles que cumplirían en la
performance, prácticamente todas las líneas las fueron pensando en la
micro que tomaron desde el Parque O’Higgins hasta Plaza de Armas, esa
calurosa tarde de enero de este año.
***
El origen del Colectivo se remonta a los puchos después de clases y
las conversaciones en los baños del liceo de hombres Barros Borgoño
–mismo establecimiento donde estudió Lemebel-, en el año 2013. “Las
chiquillas de ese tiempo estaban chatas de que las otras agrupaciones de
izquierda las marginaran de las discusiones políticas por ser colas”,
cuenta Fernanda Acevedo, estudiante del Liceo N°7 de Providencia. “El
colectivo entonces surgió como respuesta a un problema inmediato de ese
momento, que era el autoritarismo, la homofobia y la persecución de las
autoridades a las colas del Borgoño en esos años”, complementa.
Partieron con acciones performáticas, como dejar condones con manjar
–semejando condones con caca- fuera de la inspectoría del liceo.
“Claramente Lemebel fue un punto de partida para luego adentrarse al
pensamiento del feminismo y la disidencia”, relata Fernanda.
Actualmente, el Colectivo tiene presencia en más de una decena de
establecimientos de la capital, algunos incluso particulares y
católicos.
Entre sus referentes se cuentan las Yeguas del Apocalipsis, la
fallecida Hija de Perra y un antecedente más cercano: las Putas
Babilónicas, el primer colectivo de estudiantes homosexuales de Chile
proveniente del liceo Lastarria, de quienes sin embargo se distancian:
“Es que las Putas nacieron viejas, po’, todas iban en tercero y cuarto
medio. Y como era una cosa local de su liceo, no prosperó. Tenían un
súper buen discurso y lograron generar un activismo disidente, pero
nosotras queremos expandir esto a todos los establecimientos que
podamos”, sostiene Iván Figueroa, alumno de 4to medio del Instituto
Alonso de Ercilla, un colegio particular católico de la congregación de
los Maristas.
A los 14 años, Iván, quien tiene el pelo castaño bien peinado y usa
un grueso delineador negro para sus pestañas y ojos, salió con su primer
novio, un joven que superaba la mayoría de edad. Él le decía “hueón, yo
te puedo ayudar para que no se te note lo cola”, e Iván, quien recién
ingresaba a la adolescencia, le hacía caso.
Tiempo después, husmeando en la biblioteca de su casa, encontró por
casualidad un libro en el estante de su abuela. “Leí en la tapa Tengo
miedo torero y dije ‘mi abuela de nuevo está leyendo hueás’. Por
curiosidad empecé a hojearlo y me di cuenta de que Lemebel hablaba de mi
ciudad y mis lugares; identidades con las que yo me reconocía y que
pensaba estaban prohibidas”, cuenta. Al poco tiempo se deshizo de su
novio, y comenzó a internarse en el mundo del activismo trans.
“Después de leer a Lemebel me di cuenta que la lucha LGBT no es un
cuento de colores como te la pinta el Movilh; es más una deconstrucción
de la identidad. Una búsqueda de encontrar tu lugar en el mundo”.
Junto al Colectivo se ha hecho presente en marchas estudiantiles y por
la diversidad sexual. “Cuando eres bien cola, los pacos tienen miedo a
tocarte. Nosotros aprovechamos eso y cuando marchamos usamos jeringas
con sangre falsa, y nos acercamos gritando ‘¡vamos a infectarlos a
todos!’. Los muy hueones salen cagando, piensan que les vamos a
contagiar sida”.
Aprovechando el contexto de las movilizaciones estudiantiles,
actualmente el colectivo se encuentra presentando su última performance
en los liceos en toma de la capital. Cada vez que deben presentarse,
Figueroa sencillamente hace la cimarra.
***
Es viernes de la semana pasada en el Liceo Amunátegui de Santiago
Centro, ubicado en los márgenes del Barrio Yungay. El cielo nublado no
es la única amenaza sobre el establecimiento. Hace días que la alcaldesa
Tohá solicitó el desalojo de los colegios de la comuna, y el rumor que
corre es que en cualquier minuto el Amunátegui será el siguiente. Pero
eso no parece importarle a las decenas de asistentes -entre ellos dos
grupos de documentalistas, algunos periodistas y varios estudiantes de
otros liceos- quienes vinieron a presenciar en vivo al Colectivo
Lemebel.
Encumbrado sobre una tarima de madera, y enfundado con una apretada
camiseta negra con el rostro de Mickey Mouse, Cristóbal Ceballos, alumno
de 16 años del Barros Borgoño, grita con todas sus fuerzas: “¡Basta con
el american way of life!”.
La línea pertenece a Objetos Perdidos, performance que el Colectivo
se encuentra presentando en los liceos en toma de la capital. Su origen
se remonta a comienzos de este año, cuando gracias a fondos de la
Coordinadora Universitaria de Diversidad Sexual (CUDS) y al apoyo de
personalidades trans como Irina la Loca y Wincy Oyarce (director del
emblemático filme “Empanada de Pino”, protagonizada por Hija de Perra)
lograron montar una obra con una ácida crítica al capitalismo y a la
violencia de género ejercida por el sistema educacional.
La obra comienza con los acordes en piano de “El pueblo unido”, y
durante su transcurso, vemos a estudiantes envueltos en vistosas
bufandas rosadas tocándose la entrepierna, proponiendo posiciones
sexuales entre ellos y jugando con la doble lectura en el discurso de
una anticuada profesora de biología, personificada por Vicente Roda, a
quienes sus compañeros llaman sencillamente “La Roda”.
La Roda ingresó al colectivo el año pasado, luego de fundar la
Secretaría de Sexualidad y Género en su liceo, el Alessandri. “Yo me
daba cuenta que el Alessandri era un espacio súper machista, pero
siempre hubo un grupo de maricones que se juntaban entre ellos. Vi que
ese era un espacio súper trabajable, porque eran cabras que estaban
politizadas y que, a pesar del ambiente, ya tenían su espacio dentro del
colegio. Entonces empezamos a trabajar, a leer y a hacer acciones en el
colegio. A los profes les chocó mucho en un comienzo, les costó más
aceptarnos que a nuestros propios compañeros”, afirma.
Actualmente, la Secretaría del Alessandri se encuentra trabajando con
sus símiles de liceos como el Carmela Carvajal, el INBA y el Liceo N°1.
“Nos dimos cuenta de que en todos los petitorios existía la demanda de
una educación no sexista, pero que ésta no se entendía bien. Siento que
actualmente se está trabajando mucho esta temática desde los
secundarios”.
“Y eso era algo súper necesario para el movimiento estudiantil, que
históricamente ha sido un mundo de ‘machitos de izquierda’”, complementa
Cristóbal Ceballos. “La Jota y otras organizaciones están llenas de
ellos. José Corona, vocero de la CONES, es un ejemplo. En el discurso te
pueden defender, pero en las conversaciones de pasillo te andan
diciendo ‘¿así que te gusta vestirte de mujer, travesti culiao?’”,
afirma.
“Nos dicen que erradicar el patriarcado no es una prioridad, pero no
son capaces de ver la relación patriarcado-capitalismo del día a día.
Intentan erradicar una educación de mercado sin meterse con el machismo
que la domina”, explica Iván Figueroa.
El debut de la obra, en el Festival Contracultural por la Educación
No Sexista de Villa Grimaldi, concluyó con la exhibición de sus cuerpos
desnudos y ensangrentados, reducidos a los minúsculos espacios de las
“Casas Corvi”, cajones de un metro cuadrado donde se torturaron a
prisioneros durante la dictadura.
“El capitalismo no habría avanzado como avanzó sin un patriarcado que
lo sustentase”, afirma Iván. “O sin relaciones de poder”, complementa
Fernanda, citando al pensador francés Michel Foucault.
Según Iván, el asunto no se trata de inclusión, se trata de
transformación. “No nos interesa incluirnos en el sistema tal como está.
No queremos ser iguales. Porque lo que no saben ni Rolando Jiménez ni
Pablo Simonetti, es que ser fleto y pobre es peor”.
***
La presentación concluye sin interrupciones policiales en el
Amunátegui. Uno de los miembros del Colectivo, caracterizado como un
Augusto Pinochet en mini falda gris, enciende un cigarrillo para dar
paso a las reflexiones con los presentes.
“Queremos que los cabros sepan que pueden ser libres, y que la idea
de libertad que les venden es pura mierda. Educarse es una mierda,
porque te obliga a cumplir con ciertas expectativas laborales o
identitarias. Pensamos que hay ciertas cosas de las que hay que
deseducarse”, concluye Iván.
Para el colectivo es importante no perder el foco sobre su trabajo.
“Yo creo que ser estudiantes politizados y sexualizados nos sitúa en una
marginalidad. Cuando deconstruyes tu identidad, ya te sitúas en una
disidencia. A veces tienes que situarte en el margen para cambiar las
cosas”.
Además de la presentación de Objetos Perdidos en liceos, el Colectivo
organiza charlas y jornadas reflexivas en torno al transfeminismo en
distintos establecimientos de la periferia. Hace unas semanas visitaron
un colegio en Puente Alto, donde una profesora de filosofía organizó
una semana contra la homofobia y la transfobia. En los pasillos había
dibujos con la bandera arcoíris hechos por niños de básica. “Hay mucho
conocimiento de esto en los liceos de la periferia, sólo que no se les
ha prestado atención”, reflexiona Valentina Aguilera, estudiante de 16
años y organizadora de los conversatorios que el Colectivo realiza en
distintos espacios de Santiago.
“Una de los objetivos del colectivo, es el de invitar a la de
reeducación de otras organizaciones de izquierda sobre el feminismo.
Invitar a la deconstrucción de las estructuras rígidas de dominación”,
coinciden. Citando al famoso Poemario Trans Sudado, de la artista
argentina Sussy Shock, Iván concluye: “Al final, lo que buscamos es
reivindicar nuestro derecho – y el de todos- a ser unos monstruos”.