En entrevista con Radio Universidad de
Chile el nuevo presidente de la Comisión Nacional de Investigación
Científica y Tecnológica (Conicyt), Francisco Brieva, se refirió a los
desafíos y los cambios que se deben efectuar al interior de la
institución, como también al rol que debería jugar el conocimiento en un
país que busca el desarrollo.
A la entrada de su oficina, lo primero que dice Francisco
Brieva, el nuevo presidente de la Comisión Nacional de Investigación
Científica y Tecnológica, es que en los pocos días que lleva liderando
la institución le ha tocado “apagar puros incendios”. Lo dice con una
sonrisa amplia porque ha aceptado el desafío confiado en sus 67 años de
experiencia, de los cuales 45 han sido dedicados a la Universidad de
Chile.
Brieva, es ingeniero y ex decano de la Facultad de Ciencias Físicas y
Matemáticas de la Casa de Bello, institución a la cual regreso en medio
de la dictadura militar. Delgado y alto, inspira una calma que lo hace
ajeno al mundo político, al que acusa de temeroso a la hora de invertir
en conocimiento, un tema que disfruta, más allá de la ciencia y la
tecnología. Hoy, enfrenta el desafío de restaurar la credibilidad de
Conicyt y hacer que la ciencia se transforme en un tema estratégico para
el país.
La institución ha estado marcada por los reclamos de los estudiantes
becados que se han transformado en deudores, que por una u otra razón se
atrasaron en el plazo de cierre de sus procesos académicos. Brieva
asegura que la situación en torno a las Becas Chile debe cambiar y que
el problema va más allá de los plazos incumplidos, sino que a una
deficiencia de diseño y entorno.
-Esta institución ha sido criticada por pasar de otorgar
becas a transformarse en cobradora de los recursos que entregó ¿Por qué
ocurre eso?
Hay que ser claro con la situación, en Conicyt se dan becas, no
créditos. Si ( los becados) cumplen con las reglas no pasa nada. Si es
un doctorado por ejemplo, son hasta cuatro años de beca y te dan dos
años de gracia para recibir tu grado. Pasado ese período, si no
cumpliste tu compromiso y no terminaste, estas obligado a devolverle al
Estado los recurso que invirtió en ti.
Ahí hay una dificultad, es un mal diseño que conduce a una situación
indeseable. Es el mal diseño de los plazos. Las personas cumplen sus
tareas no solo dependiendo de sus capacidades, sino también del entorno
en las cuales ellas trabajan. Por ejemplo, necesitan colaborar con otras
personas, necesitan trabajar con su tutor, quienes a veces no están
disponibles por lo que aquí hay culpas compartidas. Sin embargo aparece
el estudiante como el culpable y lo tratan de ejecutar y eso no está muy
bien, va a haber que arreglarlo. Y no es tan fácil porque hay una
legalidad de cumplir.
-¿Ha hablado con la Presidenta de esta situación?
No, no he tenido oportunidad de hablar con la Presidenta.
-O sea que le dijeron “tome este caballo y llévelo”.
Por supuesto, si hay tantos otros problemas…
-¿Entonces podríamos decir que no hay un plan definitivo para lo que va ser Conicyt?
Todo es perfectible y hay que evitar estos dramas que se generan por
acciones un poco apuradas y descriterios. Todo puede marchar mejor de lo
que parece. Ahora, desde el punto de vista más central, uno llega a
esta institución con algunas directrices en general, que se deben afinar
y transformarlas en líneas de acción.
-¿Cuáles son esas tareas?
Son tres grandes ámbitos. Primero la operatividad del sistema.
Conicyt tiene que funcionar bien para que la ciencia tenga las
oportunidades y se desarrolle en el país, eso quiere decir mejorar los
procesos internos, ver cómo se responde, cómo se hace llegar los
recursos a los investigadores, a las universidades y que los planes de
Formación de Recursos Humanos Avanzados sean algo positivo que genere
alegrías y no tensiones.
Subiendo de rango, hay un rol para Conicyt que ha estado en el tiempo
olvidado: Que sea capaz de proponer las líneas de desarrollo que el
país requiere en este ámbito. Cómo se prioriza; qué tipo de conocimiento
en nuestra sociedad no existe. Conicyt es el conducto natural, para
canalizar a las instancias de toma de decisiones de esas ideas, rol que
no ha cumplido históricamente. Es un laboratorio donde hay que construir
ideas con la comunidad, para pasársela a las capas políticas
(directivas) que terminan priorizando lo que el país necesita.
Una tercera “pata” que está en discusión tiene que ver con la
institucionalidad, cómo organiza y cómo se inserta Conicyt en los
aparatos de gobierno del sistema, o sea cómo la ciencia y la tecnología
se articulan con otros conceptos que se manejan y otras instituciones
que lo promueven. Cómo todo el tema de innovación, emprendimiento, que
cae bajo la responsabilidad de Corfo por ejemplo, son todos ángulos que
tratan de converger en la solución de problemas para la sociedad y eso
requiere una institucionalidad que tampoco está aclarada. Normalmente
esa duplicidad significa carencia en los mecanismos de toma de decisión
que atasca el sistema.
El rol del conocimiento
Francisco Brieva nunca pensó que iba a estar en Conicyt, aunque
siempre creyó que podría hacer algún aporte. Su nombramiento oficial lo
supo por la prensa, aunque de alguna forma ya era algo que todos sabían,
incluso él. La noticia no la recibió en un sobre, ni por una llamada
por teléfono. Lo leyó en un diario.
“No es tan así, hay una burocracia en el sistema, pero era “vox
populi” que ya había acuerdo, que se había cerrado. Entre eso y los
papeles pasaron dos semanas pero por alguna razón, todos sabían y al
mismo tiempo nadie sabía. Cuando llegue a Conicyt, no había ninguna duda
que yo era el presidente pero no había ningún papel que lo dijera”,
explica.
-¿Le gusta Chile y su relación con la ciencia?
Este país, históricamente, es una sociedad que no ha entendido el
valor del conocimiento en su propio progreso, en el ejercicio de
practicar el saber más profundamente, en todos los ámbitos, no solo en
ciencia y tecnología, es una forma de cómo pensar y cómo usar ese
conocimiento en nuestra toma de decisiones. Esto no es propio de Chile,
es propio de los países que van en vías de desarrollo.
Chile invierte poco, tienen renuencia. El mundo académico está en
constante presión sobre el mundo político que le tiene temor a esta
historia de invertir, de saber que esa es una de sus grandes
herramientas.
Por eso hay mucha gente que tiene mucho talento elige vivir fuera del
país. Ahora cuando uno pone el hacer ciencia o desarrollar tecnología
en el contexto de una sociedad y de las apuestas que uno, como persona,
quiere hacer para ayudar a sus semejantes, yo creo que Chile es un país
muy interesante para vivir.
-¿Tuvo la opción de quedarse afuera?
A fines de 1979 estaba terminando de hacer un post doctorado en la
universidad de Oxford y estaba en el proceso de organizar mi regreso a
Chile cuando recibí una oferta para trabajar en Estados Unidos.
O me olvidaba de todo, de mis raíces y me dedicaba a la física que
era lo que me gustaba o volvía y daba las grandes peleas… finalmente me
vine.
-A un Chile en dictadura…
A un Chile en dictadura, donde era harto más duro que vivir hoy día.
Yo me perdí una década de mi vida por tratar de salvar lo que quedaba de
la Universidad de Chile.
-¿Qué cosas hacían?
Cuando regresé, rápidamente fui parte de los académicos jóvenes que
tratábamos de generar un espacio en un país que estaba muy restringido
en sus libertades. Éramos fregados en esa facultad y fuimos fuente de
mucho ruido, gran parte de las manifestaciones eran en Blanco Encalada
con Beauchef.
En todas las demás facultades impusieron a las personas pero nosotros
peleamos por nuestro espacio. Tuvimos un decano interventor, lo
nombraron el año 85… duró 4 meses porque lo echamos. Negociamos elegir a
nuestras propias autoridades. Terminé siendo vicedecano. Tenía como 36
años, ahora los jóvenes a esa edad algunos no se van ni de la casa.
La dictadura fue amarga, probablemente el quiebre más violento que he experimentado.
-¿La reforma educacional ayudará a un Chile del conocimiento?
No como lo han pensado, yo creo que les falta. Pero debería ser un
Chile desparramado, donde las comunidades se desarrollen generando micro
espacios en sus múltiples actividades, donde el conocimiento sea el
motor que tira, generando indirectamente opciones y mayor equidad en las
oportunidades, independientes de cuándo y dónde naciste. A mí me
gustaría ver a los jóvenes yendo a estudiar en pequeñas ciudades
universitarias, campus, donde también adquirieran un espacio propio.
-Aquí está todo medio mercantilizado…
Sí, pero no sólo mercantilizado, también resulta cómodo vivir a la
sombra de padres, protegidos, son un poco sobreprotegidos los jóvenes.
Ir a marchar no alcanza ni para un suspiro, aquí hay recelos a tomar
riesgos, si no se los dan armado y hechito… La vida es muy entretenida
como para no dar los pasos.
¿Siente que la ciencia y la tecnología están siendo bien utilizadas?
El conocimiento se usa también con fines destructivos o malignos,
pero en el producto final, las sociedades claramente tienen mejores
opciones, en eso no hay duda, sólo un siglo atrás las expectativas de
vida llegaban a 45 años, es un avance brutal. En los años 60 los niños
andaban a “pata pelá”, eso hoy día no ocurre, puedes tener una parca
fea, que no sea de marca, pero es suficiente para abrigarte. 50 años
atrás cuando uno iba al colegio pasaba frío. Eso es tecnología, el
último siglo ha sido brillante, pero también ha tenido su lado
siniestro.
-¿Dónde está ese lado siniestro?
El conocimiento es neutro en sí mismo, es la intencionalidad, o sea
cuando tú decides buscar el conocimiento como base de generación de
poder para dominar a otro. Eso ha estado presente en la historia, basta
mirar el desarrollo de los países en los años 40, donde la potencias
buscaron a ser el más fuerte de la cuadra (energía nuclear).
-A veces el desarrollo nos lleva a vivir en ambientes un
tanto caóticos, como ciudades con el estilo de Santiago ¿Cree que la
misma ciencia nos va ayudar encontrar un equilibrio?
Yo creo que son estilos. Vivimos en un país que no tiene que ver
mucho con la ciencia sino con cómo se han desarrollado históricamente
los centros de poder, con la incapacidad de cultivar la diversidad
inteligentemente. No tendría por qué ser así, hay muchos lugares que no
son así y algunos países deciden dividirse en sistemas más pequeños y
coordinados.
Este país sería fantástico desparramarlo, yo de hecho vengo de
provincia y era rico vivir ahí (Talca), nadie me tenía que cuidar.
-¿Y nuestra relación con la naturaleza?
Muy poco respeto, aquí se agrede hasta el vecino. Eso demuestra el
estado de desarrollo en el que un país se encuentra. Pero estamos
avanzando, yo ya que soy viejo me doy cuenta, los cambios han sido
grandes.
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