Que nos comemos las letras, que nos cuesta decir las cosas directamente y que somos expertos en inventar palabras son algunas de las cosas que se dicen de la forma en que hablamos. Unas más verdad que otras, sepa que usted se expresa estupendamente y que, como el lenguaje está en permanente cambio, quizás lo que hoy cree decir bien, mañana puede sonar mal.
por Tania Opazo y José Miguel Jaque - 20/09/2014 - 02:00
En junio del año pasado y en plena campaña presidencial, la actual
Presidenta de la República estrenó su spot radial. Ahí se le escuchó
decir “soy Mishelle Bashelet [sic]” con una pronunciación poco natural
(para lo que estamos acostumbrados a escuchar), a lo que las redes
sociales reaccionaron de inmediato. “¿Por qué ahora en su anuncio radial
Michelle Bachelet se refiere a sí misma como “Mishelle Bashelet”?,
decía un tuitero descolocado. La entonces candidata reconoció que le
salió “siútico”. “La gente me dice Michelle no más”, agregó.
Pero la verdad es que hoy la mayoría de la gente dice algo como
“Mitchelle Batchelet”, lo que en fonética, la ciencia que se dedica a
estudiar los sonidos del lenguaje, se llama “fonema africado”. ¿Le suena
Tshile y Tshicureo? Si usted tiene educación superior y vive en una
ciudad grande, lo más probable es que pronuncie así, porque hoy es esta
la variante de prestigio en nuestro país, la que hace parecer más
poderosa y educada a la gente, mientras que “Shile” tradicionalmente ha
sido asumido como una forma más propia de los estratos más populares
(¿recuerda el laboratorio de idiomas del Instituto Aplaplac que aparecía
en el programa Plan Z donde se practicaba con ahínco la palabra
“otcho”? Búsquelo en YouTube).
Pero como nada es tan sencillo, arrastrar con fuerza la “ch” también pueda ser, como se excusó la presidenta, algo “siútico”.
Tal como demuestra el hecho de que mucha gente reaccionara a la
manera en que la candidata pronunciaba su propio nombre, la forma en que
se habla en este país no es nada de irrelevante. “Abrir la boca en
Chile equivale a entregarle tu ficha Casen al interlocutor”, explica
Scott Sadowsky, lingüista norteamericano y académico de la Universidad
de La Frontera. Por eso, a veces sin pensarlo, tratamos de pronunciar
las palabras de cierta forma y ocupar unas por sobre otras. “Tengo
grabaciones de mujeres rurales de estrato socioeconómico E (el más bajo)
que usan esta ‘tch’ cuica. Muy posiblemente será la única pronunciación
que quede en Chile dentro de dos o tres generaciones”, agrega.
Algo similar, pero que es tema hace menos tiempo, sucede con otro
sonido, el llamado “grupo tr”, que Stefan Kramer puso en evidencia
cuando imitaba al ex candidado UDI Pablo Longueira y su “tcentrho
tchochial”. Aquí el ejercicio es el siguiente: si usted hace énfasis en
la “t”, o sea, “cenTrho” (sonido oclusivo) está utilizando la norma
prestigiosa (o para decirlo en simple, cuica). Si hace énfasis en el
“rh”, es decir algo como “centRHo” (sonido fricativo) su forma de hablar
se asociará a la de sectores más populares.
PASE USTED
El asunto del habla se ha ido complicando con los años y no todo se
trata de cómo suenan las palabras. Muchas veces determinar qué es “lo
prestigioso” es más enredado de lo que parece. Si hace 20 o 30 años los
grupos sociales estaban altamente estratificados y era muy sencillo
dilucidar a quién se trataba de “tú” y a quién de “usted” en base a
criterios de poder, edad o cercanía, hoy las fronteras son más difusas.
“Tengo la impresión de que el sistema está en crisis y hoy es mucho más
complejo. Las decisiones son más de poder local, de las tradiciones de
cada empresa, grupo social, familia, etc.”, dice el profesor de la
Universidad de Chile, Guillermo Soto.
El publicista y columnista Marcelo Con explica que esto se hace
evidente en la publicidad. Esta en general trata de reflejar lo
cotidiano y recoger lo que pasa en la calle, apropiándose de un lenguaje
más confianzudo y horizontal. “Al consumidor ya casi no se le trata de
usted, pero hace una década atrás redacté muchas frases de radio donde
hablaban dos jóvenes y más de un gerente de marketing me corregía el
texto si yo escribía ‘¿cómo estai?’”, afirma.
Así, frente a jerarquías que se diluyen, hay que ser más hábil que
nunca para el trato entre las personas. Hay que tantear para decidir
cómo se trata a cada persona, permanentemente. Un buen ejemplo de esto
es la misma Presidenta Bachelet. “Bachelet neutraliza todo a través del
usted, sabiendo que así puede establecer un vínculo con el otro de igual
a igual. Uno sabe que la relación es asimétrica, que uno nunca va a
poder tratar de tú a la Presidenta y por lo mismo ella lo atenúa usando
siempre el usted”, explica el profesor de pragmática y cortesía de la
Universidad Católica, Lesmer Montecinos.
La “atenuación” es un concepto de la lingüista Juana Puga que apunta a
nuestra dificultad para ser “directos”. Incluye el uso de diminutivos,
eufemismos o rodeos, disculpas, condicionales, preguntas y sugerencias,
la tendencia a deformar y acortar palabras, todo con tal de no decirle
“al pan, pan, y al vino, vino”.
Según Marcelo Ortiz, creador del Twitter @LosChilenismos, somos una
sociedad a la que le cuesta decir las cosas de frente. “En Chile el que
dice la verdad directa y franca es mal visto, por eso se ocupa mucho
humor y se inventan palabras para decirlo sin decirlo, como por ejemplo,
estar ‘entradito en carne’ cuando se quiere decir gordo”, afirma. A los
extranjeros les llama la atención. El español Jorge Martín González,
quien dicta el curso “Inducción a la Cultura Chilena” que la Cámara
Oficial Española de Comercio le da a españoles jóvenes que llegan al
país, comenta que le parece muy llamativo que acá se critique a través
de la broma, el sarcasmo o fórmulas indirectas. “Se nota que hay
incomodidad en comunicar directamente algo negativo”, dice. ¿La razón?
No quedar mal con el otro y cuidar las relaciones a largo plazo porque
este es un país chico y aclanado.
Sin embargo, Juana Puga admite que aunque sea lentamente las cosas
están cambiando. “Como profesora universitaria tengo la percepción de
que los estudiantes están más ‘empoderados’ y ‘relajados’ y es cada vez
más frecuente que ‘tuteen’ a los profesores. Eso implica, en ciertos
ámbitos, que la necesidad de atenuar el lenguaje ha disminuido porque la
relación entre los interlocutores ha dejado de ser tan jerárquica.
Seguramente han contribuido a nuestra ‘mayor asertividad’ la
globalización y las situaciones político-históricas”.
HABLEMOS EN SPANGLISH, PANA
Internet tiene un rol clave en cómo nuestras relaciones y lenguaje
han evolucionado. Para Ricardo Martínez, profesor de lingüística de la
UDP, su influencia es incluso más fuerte que la de la televisión entre
quienes tienen acceso a la web. Allí, bajo el velo del anonimato, los
chilenos han sacado ese personaje menos cortés que llevan dentro, en una
competencia por ser el más irónico para parecer inteligentes y cool.
¿Llegará ese chileno más agresivo al mundo real? Él cree que no.
Además de ser un medio de “destape”, internet es una ventana al
mundo. Un estudiante de primera generación universitaria accede a
conocimientos que sus padres jamás habrían imaginado y a nuevos
referentes que, hace un par de décadas, eran impensados.
Antes, el ícono a alcanzar era el “cuico” chileno; hoy, su figura en
cambio, puede ser objeto de burla, dice Josefina Reutter, creadora de un
blog llamado Cuicoterapia, que intenta describir las prácticas de la
clase alta chilena. Ella habla de cuicos que intentan pasar
inadvertidos, para lo que modifican su lenguaje: “Un cuico abajista
seguramente va a hablar de ‘el’ Juan, ‘el’ Pablo, a diferencia de los
cuicos que no usan ‘el’ antes de los nombres de hombre. Seguramente va a
decir ‘disculpa’ en vez de ‘perdón’. Va a decir todas las cosas que no
dicen los cuicos”, explica.
Otro aspecto en que internet y la televisión por cable son muy
influyentes, y que no sólo afectan a Chile, es en la entrada de vocablos
de países latinoamericanos, lo que va de la mano con el aumento de
inmigrantes. Por ejemplo, a “al tiro” se ha sumado “al toque”, que es
peruano, los amigos son “panas” (venezolano) y para los adolescentes
involucrarse con alguien es “fajar” (mexicano). Hoy los niños hablan de
la patineta, recámara o de las palomitas de maíz.
Para algunos este fenómeno es visto como una pérdida para nuestra
propia lengua chilena. Los expertos no lo ven así. “No es que la canica
vaya a reemplazar a la bolita, sino que puede ser otra palabra para
decir lo mismo. Es un fenómeno de enriquecimiento. Algunos años atrás,
cuando quería entrar una teleserie española nadie la seguía. Ahora
podemos entender distintas variedades dialectales, antes estábamos mucho
más encerrados”, afirma Natalia Castillo, profesora de la Facultad de
Letras de la UC.
Ni qué hablar de las palabras que vienen del inglés (anglicismos).
“Si uno revisa el Urban Dictionary (un diccionario urbano online que
recoge la jerga de palabras y frases en inglés) pilla muchas cosas que
se inventan en inglés y pasan rápidamente al depósito lingüístico
universal. Un ejemplo es la construcción -liber por los Beliebers, los
seguidores de Justin Bieber. En Chile están los Bachelibers y los
Piñeraliebers”, comenta el lingüista Ricardo Martínez. A Eileen Smith,
lingüista y escritora estadounidense radicada en el país en 2004 y que
en su blog Bearshapedsphere.com describe sus experiencias como
inmigrante, dice que le llama la atención que cada vez haya más palabras
en inglés intercaladas en frases en español: necesito tu feedback, cuál
es tu deadline o hagamos un break, sobre todo en las oficinas. “Puede
ser arribismo o querer encajar bien, pero a mí no me gusta porque parece
una debilidad de tu idioma usar una palabra en inglés cuando existe una
en español. Tal vez yo defiendo más el uso del castellano puro”.
El tema es que a los chilenos nos gusta incorporar novedades en el habla.
PURA CHISPEZA
“Los chilenos somos inventivos por naturaleza, vivarachos y cuando
una frase se viraliza, pasa a ser parte de nuestro lenguaje cotidiano”,
dice el creador de la cuenta en Twitter @LosChilenismos, Marcelo Ortiz.
¿Ejemplos? El “hablamiento” del Zafrada o el sueldo “reguleque”. La
pregunta es entonces, ¿qué es un chilenismo? ¿Son todas las palabras que
decimos en Chile, las que se dicen exclusivamente aquí o las que fueron
creadas en nuestro país? Los expertos aún no se ponen de acuerdo y la
consecuencia de la falta de acuerdo sobre lo que es propiamente chileno o
no, en términos de lenguaje, es que tampoco lo hay sobre nuestro grado
de creatividad y la “chispeza” en el habla.
En un estudio, la profesora Natalia Castillo analizó el léxico básico
del español de Chile que contenía 500 mil palabras. Casi el 80% eran
vocablos que se utilizaban tanto en Chile como en Puerto Rico y
probablemente en otros países hispanohablantes. ¿Significa eso que somos
más comunes y corrientes de lo que pensamos? Un ejemplo que dice lo
contrario es que de los 19 mil americanismos que entraron al Diccionario
de la Real Academia Española en su edición 2014, más de dos mil son
chilenismos, como cacharriento y nana.
“Para mí, lo más destacable del castellano de Chile es la tremenda
creatividad lingüística de sus hablantes. Todos, desde futbolistas hasta
filólogos, acuñan nuevos términos y construyen nuevas locuciones según
su ánimo o necesidad. Algunas de estas creaciones son flor de un día,
mientras que otras pasan a formar parte del léxico nacional estable,
como ‘no estar ni ahí’, pero todas enriquecen enormemente la lengua”,
agrega Scott Sadowsky, quien confiesa que escogió a su último ayudante
porque con los evaluadores consideraron que era el que tenía más
“chispeza intelectual”. “Semanas después de que Gary Medel popularizara
el término y gran parte del país se burlara de él ya estaba usándose en
la academia de manera natural”, comenta entusiasmado. Eso mismo
demuestra que los referentes del hablar “prestigioso” están en
permanente movimiento. Probablemente un niño de 10 años prefiere hablar
como Alexis Sánchez que como el ex presidente de RN Carlos Larraín.
RAYOS Y CENTELLAS
Los garabatos son otro tema ineludible. “Nuestro garabato emblemático
es el ‘huevón’ y sólo en este país ha adquirido tantas variantes y
significados. Se usa como verbo, sustantivo o adjetivo, es como el gran
comodín de nuestra lengua”, dice Tito Matamala, periodista y creador del
libro Chile Garabato. “Probablemente cualquier chileno promedio
entenderá si le dicen “para la hueá, hueón, que la hueá no es hueveo”,
agrega Con, advirtiendo que actualmente nota un exceso de groserías en
nuestra sociedad. Su naturalización en la tele sería en parte culpable
de esto. “Demostramos poder según la cantidad de garabatos que podemos
decir. Somos más simpáticos, más choros, pero una cosa es que el
Profesor Rosa diga algunos garabatos a que pronuncie uno cada tres
palabras”, critica Lésmer Montecino.
Y aunque para nosotros es fácil entendernos, quienes hablan otro
idioma sufren. Nadie ha escrito un libro que se llame “Cómo sobrevivir a
la jungla argentina, colombiana, peruana...” , pero sí se escribió en
1996 How to Survive in the Chilean Jungle: An English Lexicon of Chilean
Slang & Spanish Sayings, que tuvo tanto éxito que 10 años después
sacó una segunda parte. La antropóloga Margaret Snook, que llegó a Chile
en 1991 y creó el blog www.cachandochile.com, en el que tiene un
glosario de más de mil seiscientas palabras y frases locales, dice que
una buena escuela es el diario La Cuarta para ir más alla del español
estándar que se habla en Chile. “Ahí aprendí que mi marido es mi pierna
‘pelúa’. Se lo dije y se mató de la risa. Me contó del futbolista
(Francisco Huaiquipán) que dijo que su ‘pierna’ estaba en la casa
cuidando a los hijos. Me encanta esa historia”, explica.
Snook y la escritora Eileen Smith coinciden en que los chilenos
tienen la capacidad de adaptar el lenguaje para cada situación: en la
calle, la oficina, con los amigos y con la abuela. Para los
hispanoparlantes también es difícil entendernos, pero no es porque
pronunciemos “mal” o nos comamos palabras. En su curso para españoles
recién llegados, Jorge Martín enseña que en Chile es más importante el
cómo se dice que el qué se dice. “Un ‘yaaa’ puede ser de desconfianza,
de interés o de ‘te pasaste’”. Por eso les dice a los alumnos que en una
conversación se fijen en la comunicación no verbal y en las emociones
de guata más que en el mensaje mismo.
¿Quiere decir esto que hablamos mal? No. Como explicó el director de
la RAE, José Manuel Blecua, en su reciente visita a Chile, los
diccionarios están para recoger el lenguaje en uso y no al revés, y lo
que puede ser un error hoy, podría ser correcto mañana, ya que el
lenguaje está en permanente cambio. Por eso no tenga dudas: en la medida
en que usted sea capaz de adecuarse al contexto en que se encuentra y
comunicarse efectivamente, como dicen los expertos, usted habla MUY bien
el español... de Chile (aunque el 29,3% de los chilenos crea lo
contrario, según un estudio de la Universidad de Chile). Si un
estudiante postea en Facebook “quedé moto con mis viexos después del
carrete”, no necesariamente significa que vaya a usar el mismo
vocabulario en sus trabajos universitarios. Cuando se trata de lenguaje,
los chilenos podemos ser unos “chaqueteros”. En el buen sentido, claro
está. Si cree que “comerse letras” es un signo de los tiempos, de la
gente floja y los jóvenes que hablan pésimo, sepa que los chilenos
llevamos 500 años haciéndolo.
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