Escenario 1. Michelle Bachelet anuncia una reforma en educación
que aumenta las becas hasta un 70%. Se selecciona algunas Universidades
(que ya no lucran) y que se comprometen a seguir no lucrando, mientras
se mantiene el negociado para las Universidades del Mar, los Laureate y
qué decir de la históricamente abandonada educación técnica. La
Educación Pública sigue su lento decaimiento en todos los niveles.
Escenario 2. Michelle Bachelet anuncia una reforma en educación que
asegura que ninguna institución que tenga a su cargo la educación de
niños y jóvenes sea un negocio. Para ir garantizando el derecho a la
educación de calidad para todos, se va incrementando la oferta de
educación pública en todos los niveles (escolar y superior,
universitario y técnico) y los aportes directos del Estado a sus
instituciones, y de este modo avanzamos con paso firme hacia la
gratuidad.
Increíblemente, ambos escenarios son lecturas posibles del programa
de Michelle Bachelet. La famosa ambigüedad que se le ha reclamado no es
capricho, sino que se expresa en los elementos más importantes de
eventual reforma educacional. Veamos aquellos ejemplos más
trascendentes.
Una sección del programa se titula “Fin al lucro en todo el sistema educativo”. Sin embargo, a renglón seguido se explica que aquellas instituciones que lucran no recibirán fondos públicos.
La contradicción no solamente molesta porque es mentirosa, entre
ambos enunciados hay formas diferentes de concebir la educación.
Dejar abierta la posibilidad de lucrar como palanca para
recibir o no recursos públicos constituye solamente cuidar un poco mejor
el tesoro del Estado, pero educación y negocio siguen siendo palabras
compatibles (basta que el empresario a cargo considere que sigue siendo
rentable la Universidad o el colegio incluso sin recursos públicos, o
compensando estos con aranceles más altos).
En cambio, prohibir el lucro en todo el sistema es asegurar que todo
establecimiento tenga como única prioridad entregar la mejor educación
posible, condición básica para que se entienda realmente como un
derecho. Resulta impresentable que como país permitamos que existan más
casos como la Universidad del Mar, reciban o no recursos del Fisco. La
educación debe ser un derecho para todos, no solamente para aquellos
estudiantes que estudien en establecimientos ligados al Estado.
Todos vimos miles de letreros de Michelle Bachelet anunciando con
letra enorme “Educación Gratuita”. Sin embargo, en ningún momento se ha
hecho explícito cual será el mecanismo, lo que es equivalente a no decir
nada.
El cambio en el financiamiento no es solamente para no endeudarnos,
es para cambiar las lógicas con las cuales funciona el sistema.
Reducir la “gratuidad” a una cobertura universalizada de
becas es simplemente meter dinero a un saco roto, es continuar regalando
plata a instituciones que no invierten en calidad, es seguir
priorizando que las Universidades compitan entre sí y que prefieran
gastar el dinero en publicidad en vez de profesores a jornada completa o
material de biblioteca.
Significa que el próximo año quizá ya no será una requintilización la
que quite la posibilidad de estudiar a muchos, pero una
“redecilización” (ajustar los deciles en vez de los quintiles) sí podría
hacerlo. Significa, básicamente, que seguiremos entendiendo el
educarnos como una inversión individual para aumentar las rentas y no
como una forma de desarrollar nuestro país.
A nivel de educación escolar, se ha explicitado el compromiso de
terminar con el financiamiento compartido (buena cosa), así como también
que uno de los pilares será el fortalecimiento de la educación pública.
Sin embargo, el último año nos desayunamos en las noticias con
numerosos casos, tanto de alcaldes de la Alianza como de la Nueva
Mayoría, que se dedicaron sistemáticamente a cerrar liceos públicos.
Queda entonces como un misterio si la voluntad de fortalecer
la educación pública que tanto se declara en el discurso no acabará
chocando con la porfía de los hechos como lo ha hecho en los últimos
años a nivel comunal.Para tener la certeza que no será así, es
necesario saber qué significará en concreto dicho “fortalecimiento”,
pero a la luz de las definiciones programáticas existentes, éste no es
más que un slogan.
En definitiva, son muchas las ambigüedades e indefiniciones. Esto no
representó un problema para una campaña destinada a ganar, incluso esta
falta de claridad hasta resultaba útil para mantener las tropas
alineadas, y que desde Ignacio Walker hasta Guillermo Tellier se
pudieran sentir identificados con el programa.
Pero llegada la hora de asumir el gobierno las definiciones deben ser
concretas, tan concretas como lo es el endeudamiento, la estafa, la
segregación, la mala calidad. Ya no caben medias tintas: la educación es
un derecho o es un negocio. ¿Cuál postura tomará el gobierno de
Bachelet?
Si hace un mes no se sabía, la designación de Eyzaguirre y el
silencio sepulcral que ha mantenido ya parecen casi una
burla.Especialmente para los estudiantes de las instituciones que
pertenecen al grupo Laureate, que ven como sus Universidades (Andrés
Bello y de las Américas) hacen escándalo en los diarios por lucrar, pero
desconocen si al futuro Ministro le importa siquiera.
El escándalo Peirano quizá explicó algo más, pues en el
enfrentamiento entre los ex dirigentes estudiantiles y los constructores
y defensores del actual y fracasado modelo educativo (Brunner, Mariana
Aylwin, Patricia Matte, etc.), Michelle Bachelet no dudó en tomar parte
por estos últimos al respaldar a la renunciada Subsecretaria.
Esto es un hecho imposible de desconocer, independiente de que la
postura de la Presidenta finalmente no haya sido triunfante. Como
tampoco se puede desconocer que finalmente Peirano fue reemplazada por
Valentina Quiroga, de un perfil bastante distinto, cuestión que refleja
un hecho claro: la única claridad que posee hoy el futuro gobierno es el
mantener equilibrios de poder para tener la casa ordenada.
En ese contexto, los únicos actores que desde un comienzo hasta hoy
han sido capaces de mantener un norte claro, coherente y permanente, son
quienes lograron que la educación tome la centralidad que hoy tiene
para el país.
Son los universitarios, los secundarios, los profesores y
trabajadores de la educación. La única garantía para una reforma
profunda y coherente con lo que Chile ha exigido es su participación
protagónica.
El problema educacional es muy grande, y su solución no cabe en los
estrechos pasillos del Congreso binominal de Pinochet ni de la ambigua
Nueva Mayoría.
Se acabó entonces el tiempo de las ambigüedades.Llegó la hora de
decidir si se quiere una segunda LGE, o una transformación que haga
realmente de la educación un derecho.
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