PROYECTO QUE LOS SACA DEL SISTEMA LLEVA UN AÑO Y CUATRO MESES PARALIZADO
Publicado: 11.11.2013
En
abril de 2012, el entonces ministro de Educación Harald Beyer anunció
una reforma al sistema de financiamiento de la educación superior y la
desaparición de los bancos como intermediarios del CAE. A más de 16
meses de que el proyecto ingresara al Congreso, la reforma concentra
críticas pero está paralizada. Mientras, los bancos siguen participando
de un sistema que les reporta millonarias ganancias y que les tiene
reservados en la Ley de Presupuesto 2014 en trámite, más de $362.000
millones. Y ello a pesar de que la Contraloría detectó graves
irregularidades las que serán investigadas.
El miércoles 23 de
octubre, el directorio del Consorcio de Universidades del Estado (CUECH)
se reunió para analizar la propuesta presupuestaria del gobierno del
sector para el 2014. Lo que les interesaba eran los fondos fiscales que
se destinarían para el financiamiento de la educación superior. El
desagrado que les provocó la información entregada quedó reflejada en la
declaración que hizo al término de la reunión el presidente de la
organización y rector de la Universidad de Valparaíso, Aldo Valle : “Se
engaña al país cuando se dice que gastamos tanto o más en educación
superior y, en realidad, lo que estamos haciendo es comprar una cartera
con un sobreprecio enorme para pagar los intereses que cobran los bancos
por el llamado crédito CAE, que dejó de ser un crédito con aval del
Estado para transformarse en un subsidio directo que se hace con
recursos públicos a una oferta privada desregulada”.
A lo que Valle se refería era a la “recarga”, un ítem poco conocido del Crédito con Aval del Estado (CAE) y que –como lo reveló una investigación de CIPER–,
incluso antes de que la primera camada de estudiantes comenzara a
saldar su deuda, ya le había reportado a los bancos que participan del
sistema ganancias por más de $150.000 millones. La
“recarga” implica que los bancos le prestan los recursos a los
estudiantes que financian su educación superior usando CAE, a cambio de
que luego el Fisco compre algunos de esos créditos con un sobreprecio.
Es decir, si un banco le da a un estudiante un crédito por $1.000.000,
esa institución tiene derecho, unos meses después, a vender ese crédito
al Fisco por $1.200.000. En este ejemplo, la recarga es de un 20%, una
cifra moderada si se considera que durante los primeros seis años de
vida del sistema se registraron recargas de hasta 69%.
Ese tipo de operaciones se ha convertido en uno los puntos más cuestionados del sistema, luego de que una auditoría de la Contraloría General de la República
(CGR) detectara millonarios recargos y reventas sin tope de los
créditos con garantía estatal por parte de los bancos hacia el Fisco.
Según el informe que la CGR envió a la Fiscalía Nacional Económica y a la Superintendencia de Bancos para que evalúen la posible presencia de irregularidades, “no
constan las razones de la fluctuación del porcentaje de recargo o
descuento que debió pagar la Tesorería General de la República por la
compra de la cartera de créditos licitados y renovados, el que ha
fluctuado entre -2% y 90% (…), lo que ha significado para el Fisco efectuar desembolsos por recargos ascendentes a $144.405.076.000 (US$ 288 millones) entre 2006 y 2011” (ver recuadro).
De los documentos publicados en la Dirección de Presupuestos
con el detalle de las partidas fiscales para 2014 del Ministerio de
Educación propuestas por el Ejecutivo, se desprende que para la
administración del CAE, el proyecto del gobierno contempla un
presupuesto que supera los $362.000 millones. De ese monto, según el análisis que hizo el CEUCH, más
de $355.000 millones se destinarán para la compra de títulos y valores,
es decir, la recompra de las carteras del CAE a los bancos.
Según explicó Aldo Valle a CIPER, lo anterior es una clara muestra del desequilibrio del sistema, ya que implica que más
del 40% del presupuesto para el financiamiento de la educación superior
se convierte en “un subsidio estatal al mercado de capitales”, al estar
reservado para la banca privada. Al mismo tiempo, los aportes
fiscales contemplados en el proyecto para el Fondo Solidario de Crédito
Universitario (FSCU), el préstamo que otorga el Estado para beneficiar a
estudiantes de las universidades del Consejo de Rectores (CRUCH) –donde
se concentra sólo el 28% de la matrícula de educación superior–,
bordean los $75.000 millones, es decir, casi un 80% menos.
Aunque la ministra Carolina Schmidt desmintió al presidente del CUECH
y aseguró que “dentro del gasto de Educación del Presupuesto 2014 no
existe ningún sólo peso que vaya a los bancos”, lo cierto es que gran
parte de esos fondos terminarán favoreciendo a las instituciones
financieras que han operado como intermediarias del CAE desde 2006.
Porque a pesar de que el gobierno ha anunciado desde 2011 una completa
reforma al sistema de créditos con garantía estatal, y ha prometido
sacar a la banca privada de por medio, a más de un año y cuatro meses
desde que el proyecto ingresara al Congreso, todo sigue prácticamente
igual.
LA REBAJA QUE ALZÓ EL GASTO FISCAL
La única modificación que ha tenido hasta el momento el sistema de
financiamiento de la educación superior es la que vino con la aprobación
de la Ley Nº 20.634, que otorga beneficios a los deudores del CAE.
El principal cambio que introdujo la nueva norma, apenas entró en
vigencia el 1 de marzo de 2013, prometía reducir considerablemente la
carga económica de los más de 365.000 alumnos que a esa fecha
financiaban sus carreras con el CAE. Todos ellos, al firmar el contrato
con los distintos bancos para adquirir el crédito, habían acordado
cancelar su deuda con una tasa de interés anual que fluctuaba entre
4,91% y 6,09%. Pero la nueva ley modificó esa cláusula y redujo la tasa
de interés a sólo un 2%, un beneficio que regiría a contar del 1 de
enero de 2012 tanto para los nuevos como antiguos deudores del CAE, que actualmente superan los 443.000 estudiantes.
Según el sitio web de la Comisión Ingresa
–encargada por ley de administrar el crédito–, los primeros favorecidos
serían los 52.300 deudores que ya se encontraban pagando el
financiamiento que les fue entregado para costear sus estudios
superiores. Eso significaba que ninguno de ellos seguiría cancelando la
tasa original estipulada en los contratos que firmaron al momento de
adquirir el préstamo: sólo pagarían un 2% de intereses. Lo mismo
ocurriría después con los demás beneficiarios que accedieron al crédito
antes del 31 de diciembre de 2011 y que todavía están estudiando o que
están en el período de gracia que estipula la ley (sin cobro hasta 18
meses después de ser declarado el egreso). Además, la norma les
permitiría pagar el CAE de forma contingente a sus ingresos, de manera
que las cuotas no superen el 10% de sus remuneraciones.
La rebaja comienza a aplicarse desde el momento en que los deudores
inicien su cuadro de pagos. De esa manera, aquellos que aún están
estudiando siguen capitalizando la tasa de interés original hasta que
comiencen a saldar la cuenta. Por ejemplo, si un alumno solicitó un
crédito por $1.000.000 a una tasa de interés anual de 5,8%, su deuda
crecerá de acuerdo a ese porcentaje hasta el momento en que comience a
pagar. Recién entonces la rebaja se hará efectiva para las cuotas
sucesivas durante el tiempo que le quede para saldar su obligación con
el banco que le otorgó el préstamo.
En
todo caso, la rebaja en la tasa de interés no es válida para todos los
deudores del CAE. El único requisito legal para que aquellos que
accedieron al crédito entre 2006 y 2011 se acojan a los beneficios, es
no encontrarse en mora. El problema es que son muy pocos los que están
en esa condición. Según el Banco Mundial, los mecanismos de cobro del
Crédito con Aval del Estado han generado un nivel de morosidad que
supera el 50%. Y de acuerdo a los datos que la Comisión Ingresa entregó a
la CGR para la elaboración de su informe, la morosidad de los egresados
es del orden de un 30%, mientras que en el caso de los desertores
alcanza aproximadamente a un 70%. Eso se ha traducido en que, a
octubre de 2013, sólo 45.214 deudores se hayan podido acoger a la
rebaja, es decir, cerca de un 41% de aquellos que ya comenzaron a pagar. El 59% restante deberá cancelar su deuda de acuerdo a las condiciones originales estipuladas en sus contratos.
-El informe de la CGR señala que sólo un 6% de los deudores puede
acceder a los beneficios. Pero eso no es correcto, ya que considera a
todos los deudores del CAE, pero no todos han podido acceder porque no
les ha llegado el momento de comenzar el pago de sus cuotas. Quienes sí
podrían haber accedido hasta el momento a la rebaja son las 109.705
personas que están con cuadro de pagos activos, de los cuales un 41% ha
hecho efectivo el beneficio –explicó a CIPER Alejandra Contreras,
directora ejecutiva de la Comisión Ingresa.
Un dato relevante habría que rescatar de toda esta ecuación: la
modificación en la tasa no significa una pérdida de ganancias para los
bancos que otorgan los préstamos, ya que en el caso de aquellos que sí
accedan a la rebaja de la tasa, la diferencia será pagada por el Estado. Así lo indica el informe de la CGR: “La
reducción de la tasa en comento, se transformará finalmente en un alza
del gasto fiscal, toda vez que el Estado, por intermedio de la Tesorería
General de la República, pagará a los bancos una subvención implícita
por la nueva tasa de interés, en el marco conceptual del recargo”.
Lo concreto es que, hasta la fecha, la reducción de la tasa de
interés del CAE ha tenido impacto sólo sobre unos pocos estudiantes que
se han podido acoger al beneficio; pero ha hecho que el CAE se convierta
en un subsidio (a los bancos) aun más caro para el Estado.
Cuando el sistema comenzó en 2006, el presupuesto fiscal contemplaba
$10.300 millones para la compra con recarga de las carteras de estos
crédito a los bancos. Para 2011, ese monto ya había aumentado 25 veces y
superaba los $253.262 millones. En 2013, la rebaja de la tasa de
interés implicó un nuevo ítem en el presupuesto para pagar a los bancos
los intereses que se les descuentan a los estudiantes. Para ello, el
Estado destinó más de $11.000 millones del presupuesto de Educación.
Eso, en todo caso, no implicó una reducción en los fondos reservados
para el pago de recargas, que para este año cerró en más de $310.000
millones.
En el proyecto del gobierno para 2014, el monto para aplicar los
beneficios de la rebaja en la tasa de interés supera los $6.233
millones. A eso se suman los más de $355.000 millones reservados para la
recompra de créditos a los bancos. Un ítem que, si se cumple la promesa
del gobierno, en poco tiempo debiera desaparecer.
LA LEY QUE DUERME EN EL CONGRESO
En junio de 2012, cuatro meses antes de que se aprobara la ley que
rebajó la tasa de interés del CAE, el gobierno ingresó al Congreso otro
proyecto, uno mucho más ambicioso, con el que pretende reformar por
completo el sistema de créditos para la educación superior y que
incluye, entre otras cosas, la eliminación de los bancos como
intermediarios (ver proyecto).
En el mensaje que encabeza el proyecto, el Presidente Sebastián
Piñera justifica los cambios propuestos diciendo que “el sistema
crediticio vigente es, en la práctica, una fuente de discriminación”, ya
que las condiciones del CAE son mucho menos convenientes que las del
FSCU, lo que implica que “estudiantes de igual necesidad económica y
mérito académico son tratados de forma diferente, aun cuando asistan a
una institución con el mismo nivel de acreditación, por el solo hecho de
que ésta fue fundada con anterioridad a 1981”.
Para el Mandatario, a lo anterior se suma el alto nivel de riesgo al
que quedan expuestas las personas que acceden al CAE, las que no tienen
la garantía de obtener ingresos suficientes que les permitan pagar y al
mismo tiempo evitar el sobreendeudamiento. También la brecha que queda
entre lo que cubren ambos créditos y lo que terminan pagando los
estudiantes, o sea, la diferencia entre el arancel de referencia y el
arancel efectivo. Una brecha que, según Piñera, perjudica especialmente a
los alumnos de las familias más vulnerables, “atentando contra la
igualdad de oportunidades”. Por último, se afirma que los mecanismos de
cobro son inadecuados, lo que ha generado altísimos niveles de
morosidad, que en el caso del FSCU alcanzan el 35% y, en el CAE, a la
mitad de los deudores.
Por todo lo anterior, el gobierno propuso al Congreso una ley
que elimine el FSCU y el CAE y los reemplace por un sistema único de
financiamiento estudiantil para la educación superior que no incluye a
la banca privada como intermediaria. En cambio, la
administración del sistema recaería en la Tesorería General de la
República, que se encargaría de su recaudación, cobro y reliquidación.
La nueva norma obligaría a las instituciones de educación superior cuyos
aranceles superen el arancel de referencia –un sistema de cálculo que
también sería modificado–, a asegurar a sus alumnos beneficiados con
financiamiento estatal, con créditos propios sujetos a la misma tasa de
2% o becas que les cubran la diferencia.
A pesar de llevar más de un año y cuatro meses en el Senado, el proyecto aún está en su primer trámite constitucional (ver información del proyecto). El único avance que ha tenido es el informe que la Comisión de Educación del Senado emitió en enero de 2013
aprobando en general el proyecto, con el voto a favor de los senadores
Ena Von Baer (UDI), Carlos Cantero (IND) e Ignacio Walker (DC) y, en
contra, de Alejandro Navarro (MAS) y Jaime Quintana (PPD).
Si bien el rector Aldo Valle considera que el proyecto de ley
presenta un avance importante al sacar a los bancos del sistema, señala
que también tiene debilidades que dificultarán su tramitación en el
Congreso. A su juicio, el proyecto no contempla modificaciones que
beneficien a los alumnos de las universidades públicas que financian sus
estudios con el crédito solidario. También critica que el proyecto no
establece requisitos más estrictos para las instituciones de educación
superior que pretenden recibir fondos fiscales.
-El proyecto que presentó el gobierno se refiere solamente al
financiamiento, pero no toca la institucionalidad, que es el tema de
fondo. No se pueden considerar ambas cosas por separado. En Chile
carecemos de una institucionalidad que impida que las instituciones que
lucran se apropien de recursos públicos. Debe haber un ordenamiento
público que regule la educación superior, pero sobre eso no dice nada el
proyecto que está en el Senado –dice Valle.
Independiente de las modificaciones que pueda sufrir en el camino, al
proyecto aún le queda un largo trecho antes de convertirse en ley, si
es que logra avanzar en su tramitación antes de que expire el período
del actual Congreso. Expertos consultados por CIPER aseguran que el
proyecto fue presentado sólo como una señal ante la población, sin que
existieran expectativas reales de su aprobación. Se refieren a que no
contempla mecanismos adecuados para que el Estado recupere la inversión
que, dentro de una lógica de créditos, especialmente en un sistema tan
complejo como es el CAE, son fundamentales. Por ejemplo, no establece
políticas de cobranza ni de contacto con los estudiantes y deja en manos
del Ministerio de Educación, es decir, del gobierno central, las tareas
de administración de los préstamos, lo que le generaría una sobrecarga
que le impediría funcionar. Además, externaliza la recuperación del
crédito al delegar en los empleadores la responsabilidad de descontar de
las remuneraciones las cuotas de los deudores, lo que en un mercado
laboral con alta rotación y donde la mayoría de los empleadores son
pyme, incrementa el riesgo de no pago.
Mientras la promesa de reformar el sistema se encuentra paralizada en
el Congreso, los bancos siguen siendo el pilar del sistema.
Cada año, luego de que el CAE ha sido asignado a los estudiantes, la
Comisión Ingresa licita los bancos que entregarán el financiamiento a
los alumnos beneficiados. El proceso, como señala la misma comisión en su sitio web,
concluye habitualmente en mayo o junio, luego de lo cual a cada
beneficiario se le comunica el banco que le fue asignado y el plazo en
el que deberá concurrir a firmar los documentos de respaldo de su
crédito. Este año, a pesar del bajo interés por participar,
las tres instituciones que se adjudicaron la entrega del CAE fueron los
bancos Estado, Itaú y Scotiabank. Según los datos de la Comisión
Ingresa, la recarga de 2013 para la compra de los créditos por parte del
Fisco cerró en 28,9% y a octubre de 2013, han adquirido el 45% de la
cartera. Como la legislación aún no ha cambiado, una vez que los
alumnos se hayan matriculado en alguna institución de educación superior
para estudiar en 2014, y hayan postulado al CAE, se abrirá una nueva
licitación. Y entonces, para los bancos, será otro año de ganancias con
el sistema de financiamiento vigente.
Las otras observaciones a la Comisión Ingresa
El 6 de septiembre de 2013, la Contraloría emitió un informe de 93
páginas sobre “la veracidad y fidelidad de las cuentas” de la Comisión
Ingresa durante el período 2006-2011. El resultado fue demoledor, al
punto que el organismo fiscalizador derivó todos los antecedentes a la
Fiscalía Nacional Económica y a la Superintendencia de Bancos “para los
fines a los que haya lugar”.
Para la directora ejecutiva de la Comisión Ingresa, Alejandra
Contreras, la mayoría de las observaciones incluidas son errores de
cálculo o desfases en la actualización de los datos entre las
instituciones que forman parte del sistema –Comisión Ingresa, Ministerio
de Educación, bancos y casas de estudio–, pero no implican
irregularidades ni problemas que hayan significado costo fiscal. Así lo
afirmaron en una declaración pública emitida luego de que se hiciera público el informe de la CGR.
Aunque la excesiva e injustificada “recarga” fue uno de los puntos
más cuestionados en la auditoría, no fue la única irregularidad que
detectaron los funcionarios de la Contraloría. A eso se suman los más de
300 alumnos que fueron beneficiados doblemente con CAE y a la vez con
becas de educación superior del Ministerio de Educación en 2011,
generando montos a favor del estudiante por más de $87 millones. Otra
irregularidad que detectó la investigación fue la existencia en 2011 de
al menos 20 alumnos declarados desertores erróneamente, por los cuales la Tesorería volvió a pagar las garantías.
La auditoría dio cuenta de que “la Comisión Ingresa administra
información desactualizada sobre la fecha real de egreso de los alumnos,
lo que repercute directamente en la oportunidad de cobro a los
estudiantes”.
Otra de las falencias detectadas, y que afectan directamente al estudiante, es la fecha de cobro de la deuda. Dice el informe: “Si
un alumno egresó en agosto de 2008, la institución lo informa como tal
en marzo de 2009, data en que la Comisión Ingresa procede a certificarlo
al banco acreedor, el que a su vez comienza a contar el periodo de
gracia desde la última fecha indicada, situación que permite que se
aumente el lapso no cobrado e incremente la deuda por concepto de
interés capitalizado, en desmedro de los derechos del deudor”.
También se detectó que en 2011, en 13 de las 81 instituciones que
reciben los fondos del CAE no existía información actualizada de los la
clasificación de riesgo o sus estados financieros auditados que
permitieran verificar la existencia de respaldo financiero suficiente
para solventar las garantías por deserción académica. Al mismo tiempo,
se comprobó la concentración en la entrega de los créditos en
determinadas casas de estudio, la entrega de préstamos a alumnos de
instituciones con certificación por un año que imparten carreras que
duran a lo menos dos meses y la falta de evidencia de que la Comisión
Ingresa haya verificado el cumplimiento del avance curricular progresivo
de los alumnos equivalente al 70% del total de los créditos o cursos
inscritos, entre otras irregularidades.
-Creo que como comisión, interpretamos la ley en el sentido de que
teníamos pocas atribuciones para fiscalizar o supervisar más a las
instituciones de educación superior. Que estábamos mandatados para
recibir información, pero no para ir a buscarla o exigirla. Pero la CGR
criticó la falta de control. Eso nos sirve mucho, porque nos da
herramientas para fiscalizar más y exigir mayores antecedentes y así
tener un mejor control. Por un lado es una crítica, pero también es un
respaldo que nos permite tomar decisiones mucho más asertivas –dice
Alejandra Contreras.