El Ministerio de Educación comenzó la aplicación de la prueba
SIMCE referida al dominio escolar de las Tecnologías de la Información y
la Comunicación, cuyos resultados se conocen, según la ministra
Carolina Schmidt, en abril de 2014. A las críticas a este sistema de
medición en general se suma que esta evaluación en específico, según los
expertos, es demasiado básica y no atiende a la permanente innovación
tecnológica y al cambio en los usos de estas tecnologías ligadas a
internet.
Más de un millón 200 mil estudiantes de enseñanza básica y media de todo el país rinden a partir de este lunes la prueba del Sistema Nacional de Evaluación de Aprendizajes (SIMCE),
referida a Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), sobre
el mundo de la computación e internet. Esta prueba se aplica en 473
establecimientos y consiste en un evaluación muestral que busca
“focalizar las políticas públicas que apunten a mejorar la cultura
informática” en Chile.
Luego que un grupo de 12 connotados académicos, encabezados por la
reciente Premio Nacional de Educación, Beatrice, Ávalos, criticara que
esta prueba se aplicara a la totalidad de los establecimientos y
recomendara evaluar solo a muestras representativas de estudiantes, la
ministra de Educación, Carolina Schmidt, respondió que “matar al Simce
es como matar al mensajero si no nos gusta la información que nos trae”.
Además, la secretaria de Estado se refirió a los tres pilares de esta
prueba SIMCE sobre TIC: “El SIMCE 2013 cuyo resultado lo conoceremos en
abril de 2014 y que evalúa el uso de las tecnologías de la información
en tres áreas relevantes. Que sepan utilizar la tecnología de la
información para poder comunicarse adecuadamente, saber recoger la
información de manera adecuada y para que conozcan y utilicen
adecuadamente las tecnologías y el impacto que estas tienen en la vida
de otras personas”.
A este respecto, el
académico del Departamento de Ciencias de la Computación, de la Facultad
de Ciencias Físicas y Matemáticas (FCFM) de la Universidad de Chile,
José Miguel Piquer, cuestiona que esta evaluación es -en su opinión-
demasiado simple, puesto que pregunta incluso cómo encender un
computador o abrir un archivo del programa Word, cuando en realidad las
Tecnologías de la Información y la Comunicación están en permanente
renovación. Según Piquer, Chile debería filtrar otros contenidos
innecesarios del currículo escolar, para así incorporar la programación.
En este sentido, el académico de nuestra casa de estudios señaló que
“un contenido que yo agregaría es programación, lo que es bastante
discutido en el mundo porque la gente considera que es muy avanzado,
pero es de mucha importancia desde el punto de vista de entender toda la
lógica que hay detrás de programas como Excel. Si la persona tuviera
esa visión mental cuando se dan las instrucciones a un computador y el
computador las cumple, es un poco como aprender a escribir cuentos, la
computación un poco cumple esa misma magia, programas abre los ojos para
muchas cosas que después van a ser cruciales en la vida”.
Piquer agregó que ““En el caso del SIMCE, yo creo que se quedaron el
algo muy básico y antiguo, como usar el mouse, cuando en realidad todo
eso ha ido pasando y la tecnología ha evolucionado, pues la gente usa
teléfonos móviles, que en la práctica es también un computador. Lo que
se necesita es más capacidad de abstracción para entender qué estamos
viendo y recibiendo como información y así distinguir la validez de un
dato en relación con otro. Por eso creo que el SIMCE se queda atrasado,
porque todo esto evoluciona muy rápido, y el Ministerio de Educación no
está midiendo lo necesario ni fomentando las capacidades y habilidades
realmente importantes”.
Entre los diversos tipos de segregación o brecha social en el uso de
las Tecnologías de la Información y la Comunicación resalta, según el
Estudio de Alfabetización Digital del Servicio Nacional de la Mujer
(SERNAM), que el 60% de hombres y apenas el 34% de mujeres se encuentran alfabetizados digitalmente. Esto se suma a brechas por origen étnico, región, edad y por supuesto clase social.
Lo anterior, mientras en países como Noruega y Estonia, e incluso Costa Rica y Uruguay,
se avanza en definir al acceso a internet como un derecho humano, sobre
la base de que no se trata sólo de una tecnología, sino de un “espacio
social”, que permite acceso a otros derechos, tales trabajo, educación,
participación ciudadana, y comunicación.