Castro 1926-2016
Murío Fidel Castro y con él se va una de
las últimas figuras políticas trascendentes del convulsionado siglo XX.
Muchas lecciones nos dejan su liderazgo y la Revolución Cubana, con sus
éxitos, fracasos y circunstancias, pero solo con altura de miras podemos
aprender del proceso político cubano para construir un futuro mejor
para América Latina.
Sin duda, la Revolución Cubana en su
origen fue un proceso civilizador, donde el pueblo cubano dijo No a la
instrumentalización extranjera, no a ser un paraíso de libertinaje para
el primer mundo y optó por un camino propio y pasó a ser un actor de la
historia Mundial. Fidel Castro y la Revolución Cubana enseñaron al mundo
que un país pequeño puede levantarse frente a los poderosos y emprender
un camino de dignidad, y de solidaridad con otros muchos pueblos. Sin
embargo, las dinámicas de la Guerra Fría hicieron de este proceso un
conflicto desafortunado entre bloques, llevando el proceso
revolucionario cubano fuera de su naturaleza originaria, limitando en
muchos aspectos las libertades ciudadanas esenciales.
Cuando pensamos hoy en la Revolución
Francesa, nos quedamos con sus consignas de libertad, igualdad y
fraternidad. La historia se ha encargado de encausar los análisis y hoy
la consideramos un patrimonio de la humanidad a pesar de las
barbaridades que siguieron a la Toma de la Bastilla. Creo que con la
Revolución Cubana pasará lo mismo. Representa la caída de un viejo
modelo que dio paso a un momento de rebelión, de afirmación de la
dignidad soberana de los pueblos.
La muerte de Fidel Castro, para quienes
nos consideramos de la izquierda democrática, debe hacernos reflexionar
sobre los problemas de justicia social propios a nuestro tiempo. Vivimos
una época en que los valores de la izquierda deben complementarse con
otros provenientes del liberalismo, del ecologismo y del feminismo. Solo
de esta forma podremos representar a los ciudadanos que sufren la
desigualdad y no caer en modelos que ahoguen la democracia. Hoy, la
verdadera revolución es construir una democracia real entre todos.
Alejandro Guillier.
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