Marcos Uribe Andrade
Profesor de Filosofía, Castro, Chiloé.
El aplastante triunfo de la disidencia, hoy legítimamente elevada
a directriz oficial del gremio, no es el resultado de ningún
caudillismo, sino la consolidación del sentir generalizado de los
profesionales de la educación, que buscan reinstalarse como fuerza
fundamental, articuladora de las bases culturales del
re-direccionamiento social, a fin de frenar el avance desbocado de la
sociedad chilena hacia la frustración, la violencia, la corrupción, el
desencanto, la segregación, la híper-concentración de la riqueza y la
infelicidad que nos devasta.
Ante los resultados de las elecciones del Colegio de Profesores,
resulta relevante comprender que la nueva Dirección Nacional del Colegio
de Profesores constituye la expresión de lo más grueso del amplio movimiento articulado del gremio.
El aplastante triunfo de la disidencia, hoy legítimamente elevada a
directriz oficial del gremio, no es el resultado de ningún caudillismo, sino la consolidación del sentir generalizado de los profesionales de la educación,
que buscan reinstalarse como fuerza fundamental, articuladora de las
bases culturales del re-direccionamiento social, a fin de frenar el
avance desbocado de la sociedad chilena hacia la frustración, la
violencia, la corrupción, el desencanto de la patria, la segregación, la
híper-concentración de la riqueza y la infelicidad que nos devasta.
Este resultado constituye una poderosa señal de que ante las
prácticas antidemocráticas y obstinadas, que pretenden falsear la
realidad e instrumentalizar las organizaciones gremiales y sociales para
estrategias no deseadas, la sociedad en su conjunto, comienza
progresivamente a definir un nuevo camino de consenso de base; enciende
una luz de alerta para las direcciones políticas de las tradiciones
orgánicas partidarias; su iluminación endosa toda la responsabilidad
histórica de no leer adecuadamente las condiciones objetivas, en función
de facilitar el curso adecuado de la subjetividad de las fuerzas de
cambio. En otras palabras, apunta con el dedo de la evidencia histórica,
las graves responsabilidades en la profundización del quiebre de la
continuidad orgánica necesaria, entre las articulaciones partidarias y
su razón de ser, que no puede ser otra que la representación del
sustrato social necesario y estratégico.
Estos novedosos pero no sorpresivos ni sorprendentes resultados
electorales, se agregan a otras conquistas de las fuerzas renovadoras de
la acción política y social de la realidad nacional, que se debaten
entre la acción y la abstención, en un momento en que resulta necesario y
urgente sacudirse de esquematismos, sectarismos, prejuicios y
desplazamiento histórico de conceptos rígidos y pobres de la dinámica de
la historia.
Se abre un nuevo escenario y un nuevo desafío para los docentes de
nuestro país: instalar al gremio y a sus nuevos dirigentes en la misión
de dar los pasos necesarios para reinstalar la debida posición del
magisterio en la construcción histórica y demanda – principalmente –
zafarse de las deformaciones y manipulaciones corruptas, que amenaza los
esfuerzos democratizadores, que suelen caer en la trampa
segregacionista, en la funcionalidad a prejuicios políticos sesgados y
ajenos a la esencia liberadora de la pedagogía.
A los docentes, nos queda poder sumarnos a la acción unificadora de
la reconstrucción de una mirada humanista, necesaria de la función
pedagógica, identificando y suprimiendo las desviaciones
instrumentalizadoras hacia la porfiada construcción de una realidad
social patológica: el triunfo de la gran mayoría docente que busca la
recuperación de su función constructiva histórica, viene a recomponer la
base de acción para sanar la sistemática destrucción de su fuerza
esencial, iniciada conjuntamente con la instalación de los cimientos de
un modelo que ha conducido a condiciones extremas de disociación de los
elementos identitarios, propios de una comunidad nacional, fundada en el
respeto, el reconocimiento, la solidaridad, la legitimidad de la sana
diversidad, contribuyente y engrandecedora de la esencialidad de un
pueblo unificado.
A los nuevos dirigentes les queda demostrar, con una lección histórica, que no serán más de lo mismo.
Y a todos nos corresponde derrotar la soberbia y poner por delante la
autocrítica suficiente y la inteligencia constructiva en torno a los
intereses mayores, tanto del gremio, como de la sociedad. En este
sentido, no es un buen camino partir de una lectura parcial y
emocionalmente afectada como la de afirmar que la derrota de Gajardo –en
palabras de él mismo- está marcada por el afán de alejar al PC de la
Nueva Mayoría para “reducirlo al mundo social”. Esto marca la esencia
del imaginario y de la estrategia de conducción que le llevó a la
derrota. Lo que sí podría interpretarse es que el mundo social quiere al
PC sumado a la vereda de las demandas sociales y no a la administración
de la minucia en el marco de una alianza que le aísla gravemente de su
única fuente de sustento histórico: los trabajadores y el campo popular,
de los cuales, sin duda, los educadores somos parte.
En estas jornadas electorales no se ha derrotado a ningún enemigo. Es
simplemente una instancia de superación de un camino que no supo
interpretar adecuadamente el sentir de sus bases y no supo conducir con
certeza táctica y estratégica a un gremio que tiene en sus manos una
fuerza fundamental, capaz de facilitar la dirección correcta de la
historia.
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