Víctor Herrero | Lunes 28 de diciembre 2015 8:30 hrs.
El mayor movimiento social desde los años 80,
el de los estudiantes en 2011, terminó en nada. Es verdad, algunos de
los dirigentes estudiantiles y sociales ahora están en el Congreso. Y el
lema de “No al Lucro” caló hondo. Pero también es verdad que,
transcurridos más de cuatro años desde esa explosión ciudadana, nada ha
cambiado de manera sustancial.
Este año a la élite chilena se le cayó definitivamente la
máscara. Congresistas y ex ministros que aceptaron dinero de grandes
empresas para financiar campañas políticas y, en algunos casos, legislar
a favor de los intereses de sus prestamistas. Grandes empresarios,
entre ellos el mayor de todos, coludidos para estafar a todos los
chilenos.
Los jerarcas de la Iglesia Católica confabulando para ocultar abusos y
proteger a los victimarios de sotana. Altos miembros del Ejército
dándose festines con las platas estatales provenientes del cobre.
Dirigentes del fútbol profesional coimeados y que se enriquecieron
ilícitamente. Una presidenta cuya cariñocracia se desplomó por siempre
gracias a las maquinaciones inmobiliarias de su nuera e hijo.
En definitiva, en 2015 se comenzó a transparentar la manera en que se
ha construido y ha operado nuestro modelo político, económico y social
en las últimas décadas. Resulta que en vez de ser unos gráciles Eloi,
nuestra dirigencia y nuestro país se parece más bien a los horrendos
Morlocks de la novela “La máquina del tiempo” de H.G. Wells.
Sin embargo, esta dirigencia tan golpeada durante este año puede
contemplar con cierto optimismo el 2016. Después de todo, la olla ya se
destapó y si bien es probable que surjan más casos de colusión política
y empresarial, el olor emanado ya es conocido. Más de lo mismo no
constituye novedad.
Al final de cuentas, ningún representante de la élite involucrada en
prácticas ilegales teme pasar algunos años en la cárcel. La reciente
cuasi-absolución de Pablo Alcalde, el máximo ejecutivo de La Polar que
estafó a millones de consumidores, o la sentencia irrisoria que recibió
Jovino Novoa (una clara ilustración de que la Fiscalía Nacional, siendo
un león, decidió no morder), o el hecho de que senadores como Ena von
Baer e Iván Moreira ejerzan su función legisladora sin chistar, pese a
haber recibido financiamiento ilegal y, más encima, haber mentido
públicamente acerca de ello en el caso de Ena, son ejemplos claros que
ilustran que los incentivos para continuar haciendo lo mismo de siempre
siguen intactos. En la literatura económica ello se denomina “Riesgo
Moral”.
Mejor aún, los engranajes clave para sostener el modelo Morlock
siguen intactos: el Tribunal Constitucional que se encarga de resguardar
una carta fundamental antidemocrática, partidos políticos tradicionales
que se niegan a cualquier cambio que cuestione sus privilegios, una
prensa pro-sistema que sigue dando cobertura sesgada a favor de sus
intereses, y la visión de mundo conservadora que tiene el duopolio del
poder político, desde la UDI al Partido Comunista.
Las buenas noticias para los que nos gobiernan en muchos ámbitos de
nuestras vidas no terminan ahí. Ellos y ellas también saben que, en
general, gran parte de los ciudadanos podrá ser reclamona, pero nunca
tanto como para enojarse e incendiar sus santuarios. Después de todo, el
mayor movimiento social desde los años 80, el de los estudiantes en
2011, terminó en nada.
Es verdad, algunos de los dirigentes estudiantiles y sociales ahora
están en el Congreso. Es verdad que el lema de “No al Lucro” caló hondo.
Pero también es verdad que, transcurridos más de cuatro años desde esa
explosión ciudadana, nada ha cambiado de manera sustancial. La gratuidad
en la educación superior, la mejora de la educación pública, y la
calidad de la enseñanza, están muy, pero muy lejos de convertirse en
realidad.
En contraste, el relativamente tibio movimiento de los indignados en
España logró en dos años crear un conglomerado de izquierda –Podemos–
que se convirtió en la tercera fuerza política de ese país.
A no ser que las fuerzas estudiantiles vuelvan a despertar en 2016,
aunque sea para refregarle en la cara la frustrante política de
gratuidad del gobierno, o que los débiles sindicatos de este país
estallen en ira por el maltrato laboral, o los consumidores tiren
“bombas molotov” a las empresas estafadoras, el próximo año será muy
bueno para la élite tradicional.
Para colmo de dicha habrá elecciones municipales; es decir, los
partidos serán los protagonistas, mientras que los candidatos
presidenciables, todos rostros conocidos y defensores del ancien regime, se pasearán por el país como si nada hubiera sucedido. Y, en verdad, nada ha sucedido.
Como dijo una vez, en privado, un editor de un importante medio de
prensa: “Cuando en Argentina hay cortes de luz por racionamiento de
energía, la gente sale a la calle a formar barricadas; pocas horas
después vuelve la luz. Pero cuando ello ocurre en Chile, la gente sale a
comprar velas, y sigue a oscuras”.
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