OPINIÓN
Luces e interrogantes del programa educacional de Michelle Bachelet
Para
hablar de reformas educativas de fondo y de cómo estas pueden
naufragar, pocos están más autorizados que Juan Eduardo García-Huidobro.
En 2006 fue la cabeza de una comisión presidencial convocada por
Michelle Bachelet que llegó a proponer el fin del lucro en la educación.
Más tarde las presiones de la derecha y de la iglesia llevaron a
retirar esa y otras reformas que hoy vuelven como eje del segundo
mandato de Bachelet. En este texto, García-Huidobro junto a Carlos
Concha y Lilia Concha analizan a fondo el programa presidencial que hoy
es la hoja de ruta de lo que debería ocurrir en los próximos años. Ven
puntos luminosos, pero también grandes incertidumbres y zonas de
conflicto con los poderes que por ahora se han replegado, pero que
siguen ahí.
¿HACIA DÓNDE MIRA EL PROGRAMA EDUCACIONAL?
Lo más luminoso del Programa de Michelle Bachelet es su orientación
general. El programa ubica a la educación entre los principales desafíos
que Chile debe enfrentar para ser una sociedad desarrollada, integrada y
más plenamente democrática. La perspectiva para enfrentar la política
educativa es clara; reduce sustantivamente el espacio del mercado
educativo y sitúa a la educación como un derecho social de todos y
todas, con independencia de su situación social, étnica o del lugar del
país que habite.
Reconociendo los logros conseguidos en educación, diagnostica tres
puntos críticos: la desigualdad educacional, la segregación y la crisis
de la educación pública. A ello añade una gran deuda de calidad,
entendida integralmente y no limitada solo a los aspectos evaluables en
pruebas estandarizadas como el Simce. El concepto de calidad propuesto
es exigente y se retoma poco en el resto del Programa. Alude a asegurar
que todos tendrán derecho de integrarse a un proceso educativo donde
serán reconocidos y accederán a “experiencias de aprendizaje que les
permitan desplegar talentos y lograr las competencias requeridas por la
sociedad actual, promoviendo un desarrollo ciudadano a escala humana y
basado en el bien común”.
En ese marco, se reposiciona al Estado como responsable de garantizar
el derecho a una educación de calidad, entregando a todos los
chilenos/as garantías explícitas y exigibles, y fortaleciendo la
educación pública, para que tenga presencia relevante en todo el
territorio y sea de tal calidad que fije los estándares para el resto
del sistema.
Se subraya también la importancia y el aporte creativo que deben
hacer los establecimientos educacionales y los profesores. Para ello la
profesión docente debe estar entre las más valoradas y exigentes, y se
debe entregar espacios de autonomía y participación para que los
profesores puedan desarrollar responsablemente su labor.
El programa propicia la gratuidad universal de la educación y el fin
al lucro en todo el sistema educativo con aporte público. De hecho, lo
que se promete es extender la norma que prohíbe el lucro en las
universidades al resto de la educación superior y prohibir el lucro con
recursos públicos en la educación particular subvencionada. Se es
cuidadoso en señalar que para implementar esta medida se considerarán
los plazos y mecanismos que permitan a los establecimientos particulares
subvencionados realizar los ajustes necesarios.
La excepción será la educación particular pagada, en la que se
mantiene la posibilidad de lucrar. Sobre ello vale la pena dejar
establecido que esta modalidad es la expresión más antigua y evidente de
segmentación social de la educación en nuestro país. Es un tema que
queda abierto: ¿debe seguir existiendo la educación pagada tal como la
conocemos? Si este tema no se discute se introduce un doble estándar
difícil de sostener: se toman medidas para hacer más integrada la
educación de “los otros”, pero la elite política, que toma estas
medidas, mantiene una educación distinta para su prole.
REFORMA DE LA EDUCACIÓN PARVULARIA
La reforma a la educación de párvulos propuesta contempla aumento de
cobertura, mejora de la calidad y fortalecimiento institucional.
“¿Debe seguir existiendo la educación pagada tal como la conocemos? Si este tema no se discute se introduce un doble estándar difícil de sostener: se toman medidas para hacer más integrada la educación de “los otros”, pero la elite política, que toma estas medidas, mantiene una educación distinta para su prole.”
Se recibirá a 90.000 niños más de 0 a 2 años, para lo que se requiere
4.500 nuevas salas cunas; de ellas, 500 se construirán en 2014. En el
tramo 2 a 4 años, el aumento de matrícula será de 34.000 niños. También
se contempla programas educativos complementarios para fortalecer el rol
educador de la familia en zonas aisladas donde las modalidades
convencionales no son viables. Además se asegurará el acceso a sala cuna
o jardín infantil de jornada extendida a todo hijo de madre
trabajadora.
Para mejorar la calidad se incrementará la relación de profesionales y
técnicos, sin embargo no hay un compromiso explícito de la proporción
niños/profesionales a la que se pretende llegar. En todo caso, la gran
estrategia de progreso cualitativo es el mejoramiento del personal que
trabaja en este nivel, para lograrlo se anuncia una acreditación más
exigente a las carreras de educación parvularia y programas de
perfeccionamiento de directoras, educadoras y técnicas. Al respecto
llama la atención el silencio sobre el tema salarial y las condiciones
de trabajo de las educadoras de párvulos. Hoy el salario es muy bajo, lo
que pone en riesgo la renovación de estas profesionales, máxime si se
pretende una formación más exigente. Es urgente incorporar estos
profesionales a una futura ley de carrera docente.
Respecto a nueva institucionalidad se propone crear una Subsecretaría
de Educación Parvularia que asuma rol político del sector y situar el
rol fiscalizador en la Superintendencia de Educación. En fiscalización
un punto crítico que hoy está poco regulado son las exigencias para
autorizar la apertura de nuevos jardines, sin embargo el programa no se
pronuncia al respecto. Se mantiene Integra y Junji como instituciones
con oferta pública, junto a los municipios. Queda la tarea de igualar
los estándares de calidad de los dos servicios y resolver la dependencia
de Integra. Parece aconsejable su traspaso desde la Presidencia a una
entidad pública más sectorial y especializada, como el Ministerio de
Educación. Finalmente, todavía en lo institucional, es preciso revisar y
mejorar los estándares de calidad y funcionamiento de los jardines de
“transferencia municipal”, que han soportado gran parte del esfuerzo de
ampliación de cobertura pública para menores de 4 años.
REFORMA A LA EDUCACIÓN GENERAL
La reforma a la educación general contempla aspectos institucionales,
un núcleo de medidas para mejorar la calidad de la práctica docente, de
la formación docente y de la carrera docente y, algunas disposiciones
específicas respecto a la educación técnica.
En lo institucional se contempla tres cambios profundos y complejos.
El primero es el término de toda forma de selección de estudiantes por
motivos económicos, sociales, académicos y conductuales. Se supone que
la norma se aplicará desde pre-kinder a cuarto medio, aunque no se es
explícito. Parece una medida simple, sin embargo implica un cambio de
mentalidad muy profundo, tanto en los colegios particulares
subvencionados, como en los de dependencia municipal que seleccionan. De
hecho, la selección ya está prohibida hasta sexto básico en la Ley
General de Educación, pero existen variados testimonios que señalan que
esta prescripción no se cumple. Los otros dos cambios remecen las
actuales bases institucionales del sistema: la supresión del
financiamiento compartido, que afecta a la mayor parte de la educación
particular subvencionada (aproximadamente a un 80% de ella), y la
desmunicipalización de la educación pública, la que atiende al 38 % de
la matrícula del sistema escolar.
En reemplazo de la administración municipal de la educación pública
se propone la creación de un Servicio Nacional de Educación Pública
descentralizado, cuya función será el apoyo técnico-pedagógico,
administrativo y financiero de los establecimientos públicos y la
creación de Servicios Locales de Educación Pública de los cuales
dependerán los establecimientos. Estos servicios contarán con
personalidad jurídica y patrimonio propio, y tendrá un Consejo
Consultivo integrado por miembros de la comunidad educativa y por
representantes de las facultades de Educación de instituciones públicas
de la región.
Es difícil emitir una opinión fundada sobre la propuesta, ya que ella
se enuncia de un modo muy general. Pese a ello caben preguntas. La
primera respecto al andamiaje institucional que, al parecer, no se
ajusta al sistema administrativo existente (nivel nacional, regiones,
provincias, municipios), sino que crea otra clasificación territorial.
¿No sería más simple pensar en un Servicio Nacional de Educación Pública
constituido por Servicios Provinciales de los que dependan y reciban
apoyo pedagógico y administrativo los establecimientos? Se lograría así
40 a 50 equipos de alta calidad pedagógica y administrativa para apoyar
a los establecimientos. Si esta función de apoyo financiero,
administrativo y pedagógico se va a dar desde el Servicio Nacional de
Educación Pública, no se entiende cuál sería el rol de los Servicios
Locales.
“Llama la atención el silencio sobre el tema salarial en la educación parvularia y las condiciones de trabajo de las educadoras de párvulos. Hoy el salario es muy bajo, lo que pone en riesgo la renovación de estas profesionales, máxime si se pretende una formación más exigente. Es urgente incorporar estos profesionales a una futura ley de carrera docente”.
La segunda cuestión dice relación con la participación de las
facultades de educación en los consejos de los servicios. Se trata de
una idea interesante que tiene potencialidades tanto para las facultades
de educación que mantendrían un vínculo permanente con el mundo escolar
para el cual forman y para las escuelas, que podrían beneficiarse de
apoyo técnico. Pero no se entiende qué se está queriendo decir por
“instituciones públicas de la región”. Si se entiende por “públicas” a
las instituciones que funcionan bajo el régimen de lo público (al
servicio de un sistema educativo que responde al derecho social a la
educación), todas las facultades de educación deben ser públicas o
cerrarse; si al decir “público” se quiso decir estatal, dígase estatal y
justifíquese la restricción.
Respecto al término del financiamiento compartido, la explicación del
procedimiento no queda muy clara, pero sí que su disminución será
gradual y al ritmo en que aumente el monto de la subvención. Se debiera
ser claro en que esto no será suficiente para eliminar la segregación
social de la educación y que se requiere otras medidas compensatorias y
la revisión y perfeccionamiento del régimen de Subvención Escolar
Preferencial (SEP).
La gran carencia o, al menos, el mayor silencio en el plano
institucional es el de la educación particular. Es urgente regular la
creación de nuevos establecimientos particulares subvencionados, de modo
que ellos respondan a las necesidades del sistema, ya porque hay una
demanda no satisfecha, ya porque un grupo de familias quiere promover
una oferta educativa particular (en lo cultural, religioso, pedagógico,
etc.), caso en el cual debe haber un procedimiento y un compromiso en
relación a la cantidad de estudiantes que atenderán.
Un cambio de foco importante de la reforma propuesta, que es preciso
enfatizar, es su concepción participativa: “La Reforma debe emprenderse
con la participación activa de todos los docentes, directivos y personal
asistente de la educación”. La reforma de los 90 partió con la
apelación a tres valores: equidad, calidad y participación; al poco
andar se restringió al lema “una educación de calidad para todos”.
Es muy importante recuperar la convicción de que un cambio en
educación es una tarea colectiva: son comunidades escolares integradas
por docentes, estudiantes, apoderados, asistentes que trabajan en pos de
metas y proyectos compartidos. Las autoridades que dirigen una reforma
deben creer esto y actuar en consecuencia: dar confianza, crear
espacios, fomentar más la cooperación y el apoyo y menos la presión
externa por los resultados, como sucede hoy con el excesivo número de
pruebas del Simce. Entender la calidad y la mejora de la escuela como
una tarea de las comunidades, implica avanzar hacia proyectos educativos
claros, rigurosos e integrales, que las comunidades acuerdan, en
coherencia con la identidad de la escuela.
Es posible complementar lo anterior con las propuestas de perfeccionamiento docente y de liderazgo directivo que hace el programa. Respecto al perfeccionamiento, se propone potenciar la Red de Maestros de Maestros; poner en práctica mentorías para la inducción de los docentes principiantes; constituir en cada región un Comité de Desarrollo Profesional Docente, para coordinar acciones de formación continua; ofrecer oportunidades de perfeccionamiento docente gratuito cada cuatro años y programas de postítulos para distintos tipos de docentes.
Es posible complementar lo anterior con las propuestas de perfeccionamiento docente y de liderazgo directivo que hace el programa. Respecto al perfeccionamiento, se propone potenciar la Red de Maestros de Maestros; poner en práctica mentorías para la inducción de los docentes principiantes; constituir en cada región un Comité de Desarrollo Profesional Docente, para coordinar acciones de formación continua; ofrecer oportunidades de perfeccionamiento docente gratuito cada cuatro años y programas de postítulos para distintos tipos de docentes.
Tal vez la mayor crítica que se puede hacer a estas propuestas es su
convencionalidad. Falta novedad. Falta repensar a fondo la educación
continua: mucho de lo que se propone se ha hecho y no siempre ha
generado el impacto esperado. Tal vez, dar facilidades y recursos para
innovar en programas complementarios internos a las escuelas o de redes
de escuelas, o en redes con universidades; programas que vinculen la
formación continua con el acompañamiento al cambio de las prácticas de
trabajo de los docentes, directivos o asistentes de la educación.
Para mejorar la formación docente se propone medidas que se han
venido realizando: programas de reformulación curricular,
perfeccionamiento de académicos, más exigencias para la acreditación y
examen obligatorio y habilitante de egreso y más recursos para
investigación en temas pedagógicos. El punto a discutir acá es el examen
de egreso. Hace algunos años, cuando se propuso el examen habilitante
de egreso, se pensó que era imposible poner exigencias fuertes de
ingreso, vale decir seleccionar al inicio de la carrera y no al fin de
ella, cuando ya todo está jugado, Hoy esto ha cambiado y hemos visto que
es posible legislar sobre las características de entrada de los futuros
docentes.
“Es muy importante recuperar la convicción de que un cambio en educación es una tarea colectiva: son comunidades escolares integradas por docentes, estudiantes, apoderados, asistentes que trabajan en pos de metas y proyectos compartidos. Las autoridades que dirigen una reforma deben creer esto y actuar en consecuencia”.
Adicionalmente ha madurado la idea de una acreditación mucho más
exigente. Lo anterior: exigencias altas para estudiar pedagogía y para
la acreditación, permite evitar el examen de egreso que es inconveniente
y contraproducente. En efecto ya hemos visto cómo la Prueba Inicia pasa
a generar los mismos vicios que el Simce: se estudia para preparar el
examen y el curriculum corre el riesgo de adelgazarse y uniformarse al
perfil Inicia. Además tiene poca lógica el que un estudiante que egresó
exitosamente de una pedagogía, después de haber sido seleccionado, de
haber estudiado en una universidad autorizada por el Estado, con una
beca o préstamo estatal, en una carrera debidamente acreditada, no pueda
ejercer porque le fue mal en un examen. De mantenerse el examen debe
ser con fines de evaluar y apoyar a las carreras y sin efectos para los
estudiantes, lo que significa que no se entreguen resultados
individuales.
Se propone una carrera docente para mejorar remuneraciones,
incorporar incentivos, aumentar la proporción de horas de trabajo fuera
del aula y la reducción gradual del número máximo de estudiantes por
curso. Pese a este listado, lo de carrera docente está pobre. No hay
compromisos ni de montos, ni de hacerla extensiva al sector particular
subvencionado. Esto debe ser remediado por la importancia del tema,
porque se viene postergando peligrosamente, porque no tiene sentido
“atraer” buenos estudiantes a la carrera docente si al terminar sus
estudios su profesión sigue estando entre las peores pagadas y las menos
reconocidas socialmente. Además hay avances consensuados que habría que
incorporar en el marco de una nueva carrera, por ejemplo, un fuerte
aumento de las remuneraciones al inicio de la carrera, la formación
continua, la inducción inicial del docente, redes de mentores, trabajo
en equipo, la evaluación de desempeño y las compensaciones asociadas al
mejoramiento y a la excelencia, por señalar algunos.
Se compromete también un programa de inducción a directores nuevos y
una Escuela de Directivos para la actualización de sus capacidades de
liderazgo. Los dos anuncios son de alto interés, pero parecen
insuficientes para abordar un tema crítico para la eficacia escolar,
especialmente en relación con la ausencia de criterios comunes sobre lo
que es una buena dirección escolar.
Por último, en relación a la educación Técnico Profesional, se señala
que debe inscribirse en una trayectoria de formación que incluya la
educación superior y que debe modernizarse el curriculum. Se propone la
creación en cada región un Centro de Entrenamiento para ofrecer
formación práctica y, también, un Consejo de Formación Técnico
Profesional. Lo que se promete, avanza en la línea de articulación de la
educación técnica de nivel medio y superior. Esto abre una ventana que
debiera permitir el desarrollo de experiencias de vinculación de tercero
y cuarto medio de liceos con especialidades técnicas, con instituciones
formadoras de técnicos de nivel superior; o de instituciones de nivel
superior que promuevan el desarrollo de vocaciones técnicas desde
tercero medio.
Sin embargo, el programa avanza poco en el ordenamiento de los
distintos niveles de educación técnica y capacitación laboral del país,
vinculando los sectores productivos y de la formación y no avanza en el
diseño de sistemas e instrumentos de educación permanente para las
personas, tales como marcos de cualificación, reconocimiento de
aprendizajes previos, articulación trabajo y formación, reconocimiento
por parte del sistema formal de los certificados de competencias
laborales.
Hay otros tres temas de la Educación General, a los que el programa
no hace referencia. El cambio en la estructura del sistema escolar,
definido en la Ley General de Educación, que establece una educación
básica y media de 6 años cada una. Este cambio afectará las plantas y la
dotación de docentes y de asistentes de la educación y requerirá
ajustes a los locales escolares. Sin duda que la entrada en vigencia de
este cambio consumirá grandes esfuerzos y recursos para planificarlo y
para ejecutarlo.
El segundo tema ausente es el de educación y aprendizaje permanente
de las personas. El rezago de población joven y adulta con escolaridad
básica o media no concluidas es alto; los niveles de alfabetización en
lectura y matemáticas para población entre 15 y 65 años, están lejos de
ser satisfactorios. Esto implica recuperar la educación de jóvenes y
adultos, desarrollar modalidades flexibles de nivelación de la
escolaridad y programas de habilidades básicas para la población
laboral.
El tercer tema es el de la educación rural, que concentra la
población escolar más pobre, más aislada y de más bajos resultados. Ella
fue foco de atención y apoyo en los años ´90, pero la década pasada y
lo que va de ésta carece de políticas para asegurar su desarrollo.
REFORMA A LA EDUCACIÓN SUPERIOR
El Programa se compromete a eliminar barreras de acceso financieras y
académicas que discriminan a estudiantes pertenecientes a grupos de
mayor vulnerabilidad económica y a revertir la falta de control de la
calidad de las instituciones de educación superior (universidades
institutos profesionales y centros de formación técnica).
Para lo primero, propone avanzar gradualmente (6 años) en la
gratuidad universal de la educación superior y asegurar gratuidad al 70%
más vulnerable en el próximo gobierno. Ello para universidades que
estén acreditadas, acaten la prohibición al lucro, incorporen las nuevas
normas sobre acceso con equidad, desarrollen programas de reforzamiento
para los alumnos vulnerables y se rija por el sistema de aranceles que
determine el Mineduc. Para lo segundo, se ofrece modernizar la
institucionalidad pública creando una Subsecretaría de Educación
Superior, la Superintendencia de Educación Superior y la Agencia de la
Calidad de la Educación Superior. A esto se agrega un programa para
incrementar la equidad en el acceso de estudiantes más vulnerables, un
nuevo sistema de acreditación, dos universidades públicas regionales y
CFT vinculados a una universidad pública en todas las regiones.
Con respecto a la gratuidad universal, subsisten preguntas que
requieren ser respondidas: ¿qué pasará con las universidades que no
cumplen las condiciones señaladas? ¿Funcionarán sin gratuidad o deberán
cerrarse? ¿El financiamiento de la gratuidad se hará con un impuesto
específico a los graduados universitarios o será a cargo de los
impuestos generales?
Se establece también medidas para incrementar la equidad en el acceso
a la educación superior, que contrapesen el sesgo socioeconómico de los
requisitos académicos. Así, las instituciones que opten por recibir
financiamiento público deberán suscribir un convenio en el que se
comprometen a crear “cupos de equidad” para los estudiantes del 40% más
vulnerable, equivalentes al menos al 20% de la matrícula de cada
carrera.
Junto con aplaudir la iniciativa, proponemos otra que va el mismo
sentido y que podría además disminuir la segregación en la educación
escolar. Hoy la universidades de más prestigio concentran una cantidad
desproporcionada de estudiantes de colegios pagados y muy pocos de
educación municipal. Se propone instaurar un sistema de cuotas que
obligue a destinar porcentajes determinados de vacantes para los
exalumnos de los distintos tipos de establecimientos. Por ejemplo, como
máximo el 20% de las vacantes para la educación pagada y un 40% para la
educación municipal y otro 40% de las vacantes para la educación
particular subvencionada.
En lo que respecta al financiamiento de las universidades, el
programa define un trato preferente para las universidades de propiedad
del Estado, lo que incluye un aporte basal exclusivo para las
universidades estatales y un apoyo especial a las universidades
estatales regionales. Indudablemente esto introduce dos criterios de
financiamiento y, por tanto, de calidad. Habría que justificarlo con los
“bienes públicos” que las universidades estatales estarían aportando y
que son distintos a lo que aportan las no estatales ¿Qué obligaciones
tendrán estas universidades?
Respecto a la nueva institucionalidad de la educación superior,
podría ser recomendable que la subsecretaría sea de Educación Superior y
Ciencias, para fomentar el desarrollo científico y tecnológico y la
investigación junto con la educación superior. También que la futura
acreditación de las universidades esté en manos de la agencia y no de
agencias privadas.
Finalmente, se propone la creación de los CFT públicos, idea que en
definitiva no es tan novedosa, considerando que casi todas las
universidades tienen un CFT adscrito a ellas o imparten carreras
técnicas de nivel superior; importa sí –y esto tiene que ver con el
diseño de esta línea– que esos CFT se vinculen con liceos técnicos,
generen redes y ofrezcan alternativas de trayectorias formativas para
los estudiantes, trabajen en conjunto los curricula de formación y la
vinculación con los sectores productivos. Sería interesante que el
Estado convenga esto con universidades que puedan acreditar su vocación,
tradición y calidad tecnológica y no con cualquier universidad.
DESAFÍOS Y ESPERANZA
El programa avanza en la línea de un Estado garante del derecho
social a la educación, entendida esta como un bien social. En ese marco
las propuestas de “gratuidad universal” y el fortalecimiento de la
institucionalidad pública de educación, expresan en lo concreto cómo
estas garantías tomarán forma.
La tarea es enorme, demandará gran capacidad técnica y un itinerario
claro; pero sobre todo requerirá de capacidad política para la
persuasión, el diálogo y la construcción de acuerdos; estará
permanentemente sometida al escrutinio público y a la presión y
vigilancia social. No obstante la esperanza es que en nuestro país ya
exista la madurez en la clase política para comprender cuán estratégico
es apostar por una educación para el desarrollo de todos.
Bien lo decía nuestra Gabriela, “La infancia servida abundante y
hasta excesivamente por el Estado, debería ser la única forma de lujo
–vale decir, de derroche – que una sociedad honesta se diera, para su
propia honra y su propio goce. La infancia se merece cualquier
privilegio… “.