La
ley lo dice específicamente: las universidades no deben lucrar. Pero
las autoridades que deben fiscalizarlas han querido entender que la ley
no es suficientemente clara y que los negocios que se hacen con ellas,
que aparecen en los medios y que atraen a grandes empresas y fondos de
inversión, no vulneran la ley. CIPER ahondó en el modelo y transacciones
de dos grandes del negocio: Santo Tomás, cuya venta se discutió
profusamente en los medios de prensa; y Las Américas que hoy pertenece
al grupo Laureate. Sus cifras son apabullantes; tanto como el
endeudamiento de miles de jóvenes.
Natalia Carrizo (26
años) estudió arquitectura en la Universidad Las Américas y debe $11
millones. El pago de su crédito lo pactó en 143 cuotas mensuales de $153
mil, que deberá pagar hasta el 2021. Natalia tendrá 36 años para esa
fecha y si no se atrasa, habrá pagado el doble de su deuda inicial: $21
millones. Ella cree que no podrá mantener el ritmo. Ahora está cesante y
ya figura en Dicom, igual que su padre quien la avaló en ese crédito.
Por si fuera poco tiene una segunda deuda, con CORFO, la que adquirió
para pagar el primer año de su carrera. De ese préstamo prefiere no
saber nada porque después de cancelar $1 millón 200 mil, le dijeron que
solo había pagado los intereses y que la deuda seguía siendo de $2
millones 900 mil, como al principio.
La historia económica de Natalia es una de las explicaciones de por
qué el movimiento estudiantil tiene una vitalidad que no amaina pese a
que ya se prolonga por tres meses. Muchos estudiantes viven situaciones
parecidas a las de Natalia: deudas millonarias que se han vuelto
impagables por los intereses y porque la promesa de conseguir mejores
ingresos al terminar sus carreras no se ha concretado.
El monto del endeudamiento de la actual generación solo se conoce en
sus trazos generales. La Superintendencia de Bancos consigna que más de
370 mil estudiantes deben $ 1.118.179.288.131 pesos (un billón ciento
dieciocho mil millones). Eso hace un promedio de $3 millones por alumno.
Sin embargo, esa cifra gruesa no incluye a los que estudian con el
Fondo Solidario (según dijo el ex ministro Joaquín Lavín, entre ellos
había 110 mil morosos que acumulaban una deuda de $300 mil millones).
Además, no hay distingo entre jóvenes que se endeudaron por un año de
universidad y desertaron y otros, como Natalia, que egresan con mochilas
que se convierten en impagables.
La discusión sobre el lucro se ha debido hacer sin las cifras exactas de la población afectada.
Para Natalia, no es sólo el problema de su endeudamiento actual sino
también del futuro, pues ella tiene otros dos hermanos y su familia, que
se ha deslomado para pagar su universidad, difícilmente podrá hacer el
mismo sacrificio dos veces más. Natalia piensa que tiene que haber otro
mecanismo. Eso es lo que reclama en la calle. “Me da rabia haberme
metido en todo esto sólo por querer estudiar. Estoy con todas las
protestas porque yo fui súper perjudicada, pero también porque pienso
qué va a pasar con mis hermanos y con la gente que viene después”.
La
Universidad las Américas (UDLA), en la que estudió Natalia es parte de
del consorcio internacional “Laureate Education”, una compañía
propietaria y gestora de un centenar de universidades en el mundo. Las
Américas, como todas las universidades chilenas, debiese ser una
corporación de derecho privado, sin fines de lucro, lo que en esencia
quiere decir que todo su excedente debiese reinvertirse en la misma
universidad. Por ejemplo, en mejorar su infraestructura, en tener
mejores profesores, e incluso, en hacer investigación. CIPER accedió a
información contable de esa institución que hoy tiene 25 mil alumnos y
un contador auditor que ha trabajado en grandes compañías analizó las
cifras. El cuadro que emerge es distinto a lo que se esperaría encontrar
en una institución sin fines de lucro.
A juicio del experto, un asunto muy llamativo es el enorme activo
circulante que tiene la UDLA: $38 mil 900 millones. Parte de ese activo
($7 mil millones) está en valores negociables, que es el dinero que una
empresa invierte en instrumentos financieros para obtener más
utilidades. Otros $2 mil 504 millones aparecen como “disponibles”,
término que en contabilidad se refiere al dinero que la empresa tiene en
el banco.
-Esta empresa tienen $7 mil millones en valores negociables y los
valores negociables significan exceso de liquidez -dice el especialista.
Al calcular el ratio financiero (dividiendo $38 mil 928 millones de
activo circulante por el pasivo circulante, que son $28 mil 655
millones) da 1.4, que indica muchas liquidez, pues normalmente a una
empresa que le va bien tiene un valor de “1”. Esto implica que durante
varios años esta universidad ha ganando mucha plata. Una liquidez así es
propia de un banco o de un negocio muy bueno.
El documento indica además que la UDLA está invirtiendo en “pactos”,
instrumentos donde se le traspasan recursos a un banco a cambio de un
interés asegurado que llega hasta el 4 % anual. “Las empresas utilizan
este tipo de inversiones principalmente por la seguridad del instrumento
y porque hay disponibilidad inmediata de recuperar el dinero”.
Constando la solvencia del negocio, llama la atención que según la
Información que la UDLA le entregó a la autoridad pública, haya
registrado pérdidas por $11 mil 604 millones en el año 2009. Esas
pérdidas se repiten en 2010, donde UDLA anota un balance negativo de $5
mil 387 millones. Sin embargo, el que una empresa refleje pérdidas no
significa que no esté ganando dinero. El contador auditor lo corrobora:
-Para
saber qué pasa de verdad hay que analizar hacía dónde va dirigido el
gasto. Las formas de evacuar las utilidades son múltiples y acá se pasa
por “cuentas por pagar”: por ejemplo, los $22 mil 435 millones que
agrupa en el item de pagos a empresas relacionadas los montos con los
que genera ingresos a la Inmobiliaria e Inversiones San Genaro,
Inversiones Matgar Limitada, Inversiones Seyca Limitada e Inversiones
Delfos Limitada, entre otras.
Una de las mayores “inversiones” que incluye en su documento contable la UDLA son los $24 mil 131 millones que destina a la Inmobiliaria Educacional S.A.
Esta empresa fue creada el año 2010 y surgió de la división de Campvs
Mater, otra de sus empresas relacionadas. El último cambio que
experimentó la Inmobiliaria Educacional tuvo lugar en enero de este año
cuando sus socios, Pvscam S.A., otra de sus empresas relacionadas y
Desarrollo del Conocimiento S.A., la empresa matriz del holding,
aumentaron su capital de $500 millones a $90 mil millones y la
transformaron en una sociedad por acciones. Su objeto, según consigna el
Diario Oficial respectivo señala: “el desarrollo de proyectos
inmobiliarios con fines educacionales, compra y venta de bienes raíces,
su administración, explotación y percepción de sus frutos, inversión en
sociedades inmobiliarias; la asesoría de proyectos inmobiliarios
educacionales, urbanización, loteo, remodelación, construcción de toda
clase de bienes raíces encargando su gestión a terceros y la inversión
en toda clase de bienes inmuebles,. Muebles corporales e incorporales
dentro y fuera del país incluyendo establecimientos de educación
superior, administrarlos y percibir sus frutos”.
Otro de los item de pagos importantes es el de $2 mil millones a
Laureate por “consultoría”. Fuentes internas de la universidad explican
en off que este pago es un royalty que se le cancela a Laureate y que
permite a los estudiantes de la UDLA acceder a los beneficios de la red,
como bibliotecas y programas de intercambio. El departamento de
comunicaciones de la universidad señala, sin entrar en detalles, que
“los servicios que presta Laureate a las instituciones educacionales a
las cuáles se incorpora, incluyendo UDLA, deben ser realmente necesarios
para el proyecto educativo de la institución y prestarse a valores de
mercado”.
Sin embargo, en atención a los montos mencionados, el detalle de
estos pagos debiese ser revisado por la autoridad encargada de velar por
que estas entidades no lucren. Esa fiscalización nunca se ha hecho,
como afirman más adelante cuatro ex ministros de Educación.
Similar cosa ocurre con una serie de pagos que la UDLA hace a
empresas que la misma corporación identifica como “relacionadas”; Por
ejemplo, por concepto de arriendo le paga $6 mil 314 millones a la
inmobiliaria San Genaro S.A. y $ 83 millones a San Genaro Dos, además de
$ 829 millones que figuran como costos de arriendos a terceros. En
varias de estas empresas aparece como socia la empresa Desarrollo del
Conocimiento (Decon) que es la que controla la Universidad Las Américas.
Según
el especialista consultado por CIPER el concepto empresas relacionadas
(E.R.) es muy importante en esta documentación de la UDLA pues en el
activo circulante de la empresa hay un ítem llamado “cuentas y
documentos por cobrar (E.R)” que asciende a $17 mil 451 millones,
mientras que en el pasivo circulante está el ítem “cuentas por pagar
E.R” con un valor de $22 mil 435 millones. “Lo que ocurre acá es que
como se trata de empresas del mismo dueño, el activo circulante es en
realidad $21 mil 477 millones y el pasivo $6 mil 220 millones. Y el
ratio financiero que antes era 1.4 ahora da 3.45 y muestra a una empresa
mucho más líquida de lo que pensábamos”, explica el auditor experto.
Según el especialista, falta la información financiera del resto de
las universidades para poner está liquidez de Las Américas en contexto.
“Podría tratarse del común denominador, o tal vez está empresa tiene
menos que otras, o más” dice. De todos modos, este 3.5 indica que la
ganancia es excesiva.
Respecto de los ingresos que recibe la universidad, están
constituidos básicamente por los pagos mensuales de alumnos como
Natalia. Recibe $19 mil 237 millones de alumnos que tienen (CAE) Crédito
con Aval del Estado (un préstamo que tiene un interés del 5 % y que hoy
el gobierno ha ofrecido bajar al 2 por ciento). También recibe $1 mil
742 millones de estudiantes a quienes la UDLA les da financiamiento
interno y $2 mil 308 millones por intereses de repactación de
estudiantes: un poco menos que los $ 3 mil millones que la UDLA gastó en
publicidad en 2010.
¿Cuánto ha afectado a Natalia esta forma en que el Estado ha
permitido que se financie la educación superior? ¿El endeudamiento
millonario que reclaman los estudiantes en estos días es sólo producto
de las tasas de interés que cobran los bancos?
Imposible saberlo ahora, porque esta información no ha sido revisada
debidamente por los organismos públicos que debiesen garantizar que se
cumpla la ley que prohíbe el lucro en las universidades. Como se verá a
continuación, la desaparición de la regulación y fiscalización de las
autoridades, que ha sido una constante por décadas, hace perfectamente
posible hoy pensar que toda institución “sin fines de lucro” funcione
con operaciones como las vistas en el caso de la UDLA. Porque – y eso es
una de las cosas que hay que tener claro aunque sorprenda- esta forma
de operar se ajusta perfectamente a la ley. Es decir, después de todo lo
que usted ha leído hasta aquí, se puede decir que esta universidad no
lucra. Y así lo sostiene la Universidad de Las Américas en las
respuestas que hizo a las preguntas de CIPER. (Ver documento)
NOS CONVIENE QUE LUCREN
El problema del lucro en las universidades chilenas estalló con
fuerza en Chile a partir del año 2000 cuando la empresa norteamericana
Sylvan International Universities -que luego pasó a llamarse Laureate
International- compró la Universidad de Las Américas (UDLA) en US$26,0
millones.
Diversas fuentes aseguran que antes de ese año el problema del lucro
era muy restringido pues la mayoría de las universidades aún estaban en
crecimiento. Las universidades eran poco más que una casa y un pizarrón y
no era ningún negocio retirar dinero ahí. En la primera etapa, hasta
conseguir la autonomía y un buen volumen, parecen haber reinvertido sino
todo, buena parte de los excedentes que recibían.
Según
un ex directivo del Mineduc, cuando obtenían la autonomía les ocurría
un cambio clave a las universidades. “A partir de ese momento pueden
abrir todas las carreras y todas las sedes que quieran sin consultarle
ni al ministerio ni a nadie. Entonces, si una universidad fue de buena
calidad los primeros años, con la autonomía puede transformarse en
mercenaria y sus posibilidades de negocio son enormes”.
Para el 2000 ya había 300 mil matriculados en las universidades
autónomas. El crecimiento y las posibilidades de expansión atrajeron a
los inversionistas de Sylvan. Por supuesto, como las universidades en
Chile debían ser sin fines de lucro, no pueden venderse: por eso se
habló pública y oficialmente de una “alianza estratégica” entre Sylvan y
Las Américas. Pero al informar de esta operación a la Securities and
Exchange Commission de los Estados Unidos (agencia que tiene la
responsabilidad principal de hacer cumplir las leyes federales de los
valores y regular industria de los valores), debieron usar las palabras
precisas. Por ello, en el reporte anual de la empresa el 2004 (ver pág.17) Sylvan uso los verbos “comprar” y “adquirir”:
“El 12 de diciembre 2000, la Compañía adquirió al contado el
control en Desarrollo del Conocimiento S.A, un holding que controla y
opera la Universidad de Las Américas (“UDLA”) en Chile. El precio de
compra ascendió a US$ 26 millones, incluyendo los costos de adquisición
de $ 1,7 millones. De esos US$ 26 millones, $13 millones se pagaron en
2001 después de la finalización de los resultados de operación de la
UDLA 2000”.
Por esos años, Sylvan ya era conocida en el mercado educacional por
liderar su negocio con la máxima de mirar al estudiante como cliente.
Aquella era la fórmula- según el gerente general Douglas Becker- que
hizo de la educación superior un mercado exitoso en Estados Unidos. Y el
objetivo de Sylvan era replicar acá su pujante estrategia de negocios,
encontrando a sus clientes en la clase media. Así lo dijo Becker en una
entrevista que dio en 2002 al Diario Financiero, durante uno de sus viajes a Chile.
-Esa es nuestra estrategia de negocios, las tendencias que estamos
viendo nos muestran una ampliación de las clases medias en todas partes y
la expansión de oportunidades educativas para la clase media. Creo que
esa estrategia ha demostrado ser la correcta, si uno ve las tasas de
crecimiento de la Universidad de Las Américas en comparación a las tasas
de crecimiento de instituciones que sólo se fijan en un estrato
socioeconómico más alto, se puede comprobar esta tendencia.
Con
los objetivos claros, Sylvan fue por más y el 2003 concretó la compra
del 80% de la Universidad Nacional Andrés Bello (UNAB) -que hoy tiene 34
mil estudiantes- además del Instituto Profesional AIEP que cuenta con
35 mil estudiantes. La operación se detalla en la página 49 del reporte anual.
“A partir de mayo 30 de 2003, la Compañía adquirió una
participación accionaria del 80% en la Universidad Andrés Bello
(“UNAB”), una universidad ubicada en Chile, y la Academia de Idiomas y
Estudios Profesionales (“AIEP”), un instituto de formación técnico /
profesional ubicado en Chile, adquisición realizada a inversionistas
chilenos. El precio de compra en efectivo de U$ 37 millones incluye
pagos en efectivo al vendedor de U$ 34 millones dólares. La adquisición
permite a la compañía proporcionar ofertas de productos adicionales y un
mayor acceso a los estudios superiores a otros segmentos del mercado en
Chile. Además, esta adquisición amplía la población de estudiantes de
la Compañía, permitiendo una mejor utilización de la infraestructura de
gestión existente en Chile”.
Ambas ventas fueron de conocimiento público. Los reportes anuales de
Laureate han estado disponibles en la web, sin que el Ministerio de
Educación, durante casi una década los haya mirado para pedir
explicaciones respecto a cómo se vende y genera utilidades algo que
según la ley no tiene lucro.
CIPER consultó a cuatro ex ministros de Educación de los gobiernos de
la Concertación que estaban en ejercicio cuando estos balances estaban
disponibles. ¿Por qué no se investigó?
Mariana Aylwin, ministra entre el año 2000 y 2003, señala: “No es que
no hayamos sabido que eso existió, yo creo que todos saben que existió,
lo que pasa es que se ajustaba a la ley. Además, la información que
llega al Ministerio se refiere a los cambios de estatutos, y aquí lo que
hubo fue un cambio de socios. Y no hay en la legislación vigente la
obligación de que se informe eso al ministerio. Es un tema muy difícil
de fiscalizar, porque en rigor los traspasos que se hicieron cumplieron
con la ley, no hubo retiro de excedentes sino que hubo cambio de socios,
y la verdad es que en ese momento nuestra preocupación fundamental
tenía que ver con crear un sistema de acreditación que resguardara la
calidad”.
Sergio Bitar, jefe de la cartera entre el 2003 y 2005, afirma: “En
los análisis que hicimos no había forma legal de contener aquello. Hice
varias denuncias públicas que había que detener esto porque estaba
violando el espíritu de la ley. Incluso en un momento pensamos en hacer
alguna acción judicial. Pero en ese tiempo la preocupación era la ley de
acreditación de calidad y ampliar el acceso de los jóvenes a las
universidades”. Y concluye: “No había bases legales para poder actuar,
no había mucho sustento si no cambiábamos las leyes.”
Martín Zilic, quien asumió el 11 de marzo de 2006 y solo estuvo
cuatro meses en el cargo, señala que se reunió con todos los rectores de
las universidades privadas para explicarles que “había que hacer un
cambio de la legislación, porque hoy se estaba torciendo la ley, se
estaba trasgrediendo la ley en una forma legal, hoy día sigue así. Esto
no sólo le compete al ministerio, cualquier persona podría haber ido a
los tribunales de justicia y haber dicho ‘mire sabe que…’ El problema es
que la forma como se hace, está muy bien pensada para evadir la ley”.
Yasna Provoste, quien estuvo dos años en esa cartera desde 2006,
dice: “Lo más probable es que esto haya quedado radicado en la División
de Educación Superior y por lo menos a mí en ese momento no se me
comentó nada. Además, durante mi período nosotros estuvimos radicados
una buena parte de nuestro tiempo a la reforma legislativa en el
Parlamento, producto de la derogación de la LOCE, entonces yo por lo
menos no tuve conocimiento. Ni el jefe de la división educación superior
ni la subsecretaria me informaron porque tú comprenderás que el
ministro no está viendo por Internet las cosas. No son esos sus canales
de información habituales”.
Así como los ministros encargados de hacer cumplir la ley de que las
universidades no tuvieran fines de lucro fueron pasando, la ley siguió
intacta y vulnerada en su espíritu.
María José Lemaitre, secretaria ejecutiva del Consejo Superior de
Educación hasta 1998 aporta un par de razones para que esto ocurriera.
Dice que a mediados de los ‘90 el Consejo ya tenía antecedentes de que
estas instituciones sin fines de lucro estaban haciendo lo que no debían
y recurrieron a especialistas para ver qué hacer.
-Tuvimos una reunión con el Servicio de Impuestos Internos (SII) y la
Superintendencia de Valores (SVS) y otra gente más que no recuerdo. Les
dijimos: qué hacemos con éstas instituciones que claramente están
sacando plata y la respuesta fue que todo lo que estaban haciendo era
legal. Pero no sólo eso. Nos argumentaron que desde el punto de vista de
las finanzas públicas nos conviene que la plata salga de las
universidades y se vaya a una inmobiliaria, porque la inmobiliaria paga
impuestos y la universidad no. ¡Yo quedé plop! Ese fue el argumento: no
tiene sentido que nos pongamos parados de la hilacha cuando desde el
punto de vista del fisco nos conviene que nos paguen impuestos.
Lemaitre
agrega otro antecedente que ilustra el negocio de Laureate: supo de una
conversación que alguien sostuvo en el Consejo Superior de Educación
con un representante de Laureate sobre cómo iban a recuperar el dinero
invertido.
-El representante de Laureate dijo “bueno, la inversión está
recuperada, porque al comprar esta universidad que tiene tantos
estudiantes, nuestras acciones subieron varios puntos en la Bolsa estadounidense y eso ya recuperó la inversión”.
La ex secretaria ejecutiva del Consejo Superior de Educación da
cuenta del otro argumento que se desprende la explicación que dio el
representante de Laureate: si el dueño de la universidad tiene una
sociedad anónima cuyas acciones se transaran en la Bolsa, eso no hace
que la universidad tenga fines de lucro, porque son dos personas
jurídicas distintas. Entonces tú dices: “pero perdón, si yo soy dueño de
una universidad y tengo fines de lucro, ¿cómo se separan las aguas? Lo
que ocurre es que claramente la ley dice que no deben tener fines de
lucro, pero hay una falta de voluntad política para entrarle al tema.
Porque esto no es un asunto de Concertación o Alianza. Hay gente de los
dos lados que quieren que siga así porque es un negocio redondo.
Para graficar la rentabilidad del negocio, Lemaitre recuerda una
última anécdota: “Un rector de una universidad privada, que es
economista, me dijo hace unos 10 años: “mira, este es un negocio tan
espectacular, que no puede durar”. Hace como quince días me vino a ver
de nuevo y le dije, “bueno, ¿y cómo va el negocio? Tú dijiste que se iba
a desinflar”. Su respuesta fue: “Sigue igual de bueno”.
LAS GANANCIAS DE HALCÓN
Con una ley que prohibía el lucro pero con autoridades convencidas de
que no se prohibía, o que aún prohibiéndolo no era clara la negativa,
lo cierto es que se volvió natural que universidades creadas como
corporaciones se transaran al mejor postor. El impulso comercial vino
porque se hizo evidente que la cantidad de alumnos interesados en llegar
a la educación superior crecería. Hoy hay un millón de estudiantes de
los cuales más de 600 mil son universitarios y más de 300 mil estudian
en centros de formación técnica o institutos profesionales. Según
“Educación 2020” ese millón corresponde a cerca del 50 por ciento de los
jóvenes de entre 18 y 24 años (que son el grupo que mayoritariamente
cursa la educación superior).
En los países de la OCED la cobertura llega al 65 %, por lo que el
mercado aún puede crecer más. Y todos saben que el crecimiento vendrá en
las clases medias bajas, pues la mayoría de los jóvenes de los otros
grupos sociales ya asisten a la educación superior.
¿En
qué universidades estudiarán estos muchachos? Es bastante obvio. Los
jóvenes de menos recursos, como Natalia, no cumplen los requisitos de
ingreso de las universidades más prestigiosas y deben acudir a
instituciones donde la única gran condición para estar ahí es pagar.
Natalia, por ejemplo, intentó postular a la Universidad de Santiago,
pero sólo quedó en las listas de espera. “En Las Américas, en cambio,
tenía un puntaje alto y me hacían descuento. Y los edificios me parecían
a todo trapo. Sin pensarlo me inscribí. Pero además no tenía otra
opción”.
Estas perspectivas de expansión del negocio educativo chileno
empezaron a interesar no sólo a grandes empresas sino a fondos de
inversión: es decir, a grupos de empresarios que se reúnen para invertir
en un negocio que les parece prometedor. Usualmente lo hacen por un
período que va entre los cinco y los 10 años. El fondo espera que la
empresa crezca y se haga rentable. Al vender, esperan obtener el triple
de lo que invirtieron.
En 2007, el Fondo norteamericano Kohlberg Kraviz & Roberts (KKR)
compró acciones en Laureate. El fondo KKR ocupa el 4to lugar en el
ranking de la Asociación de Capital Privado (PEI) que clasifica los
fondos que más dinero han logrado levantar en estrategias de
inversiones. KKR invierte en Estados Unidos, Asia y Europa. Y su cartera
va desde participaciones en empresas de salud, sector energético,
hoteles, tecnología, retail y educación. Sólo en esta área KKR invierte a
través de Laureate, que el año 2009 reportó -como expresa la página web
de KKR- una ganancia de US$ 2 mil 300 millones. El fondo describe a la empresa como el “proveedor principal de educación postsecundaria con fines de lucro en más de 20 países en todo el mundo,
sirviendo aproximadamente a 500 mil estudiantes de universidades
localizadas en América Latina, Europa, y Asia, y de universidades on
line situadas en EEUU”.
A principios de junio, cuando más de 20 mil estudiantes copaban la
Alameda pidiendo el fin del lucro en la educación superior, Henry Kravis
-uno de los dueños del fondo KKR- estuvo en Chile. Kravis, uno de los
hombres más ricos del mundo según la revista Forbes (ocupa el
lugar 88), viajó a dar una charla invitado por la LAVCA (Asociación
Latinoamericana de Capital de Riesgo) sobre fondos de inversión. En
medio de las protestas, El Mercurio lo entrevistó.
Era la primera vez que visitaba el país. Kraviz dijo que se había
reunido con autoridades de gobierno y que había quedado muy
impresionado.
-Hablamos mucho sobre las necesidades de infraestructura y de
educación que requiere Chile. Nosotros tenemos tres universidades en
Chile a través de Laureate Education: Andrés Bello, Universidad de Las
Américas y el Instituto AIEP. La educación es un elemento importante
para Chile. Esa industria nos parece muy interesante -dijo.
Hoy Laureate además de la UNAB y de la UDLA tiene a la Universidad de
Viña del Mar, que junto a AIEP y la Escuela Moderna de Música suman en
total 100 mil alumnos.
Cuando al ministro Felipe Bulnes se le mencionó en el programa
Tolerancia Cero que había fondos de inversión como KKR lucrando con las
universidades, dijo: “yo vi a una persona cuyo apellido era
americano o inglés, que decía que una de sus inversiones más rentables
eran algunas universidades que tenía acá en Chile. Eso, derechamente, no
puede ser. La ley dice sin fines de lucro y se tiene que fiscalizar”.
Antes
que KKR apareciera la pujanza del negocio había interesado al fondo
Southerncross, que ingresó a la propiedad de la Universidad Del Mar y al
Fondo de Inversión Halcón, que en 2005 entró a la Universidad Santo
Tomás (creada por el tristemente famoso Gerardo Rocha) Y lo cierto es
que Halcón fue el primero en participar del negocio en Chile.
Rodrigo Alarcón, ingeniero civil y máster de la Universidad de
Chicago, fue presidente ejecutivo de la Corporación Santo Tomás S.A, y
dice que a él se le ocurrió invitar al fondo Halcón. Desde su oficina en
la comuna de Las Condes, Alarcón explica que para entender cómo es que
Halcón participó del negocio hay que aclarar que la Corporación Santo
Tomás S.A y la Universidad son dos figuras jurídicas distintas.
-Es lo mismo que si Copec S.A cambiará el nombre a Corporación Copec
S.A. Rocha le puso el nombre de fantasía de Corporación Santo Tomás S.A
al holding, que es la sociedad anónima y que tenía 10 mil alumnos en
Institutos Profesionales (IP), Centros de Formación Técnica (CFT),
además de una inmobiliaria grandota: todos con fines de lucro. Y fue la
Corporación Santo Tomás S.A, que era una sociedad anónima como podría
ser Copec S.A, la que decidió hacer una universidad en 1989 que se llamó
“Universidad Santo Tomás” conforme a la ley que dice que hay que
constituirlas sin fines de lucro -aclara.
Diez años después, Alarcón llegó a hacerse cargo de ambas entidades
cuando “todo tenía dificultades horrorosas”, según señala. Había
problemas financieros, no se tenía claridad sobre el número de alumnos
regulares, entre otros. Por eso, Alarcón dice que su tarea fue “ordenar
la casa”. Organizó la información y les puso a los institutos y los CFT
“Santo Tomás” para potenciar una sola marca. Luego se dedicó a obtener
la autonomía para cada uno de los establecimientos, incluida la
Universidad Santo Tomás, que la obtuvo el 2003.
El 2004 la Universidad Santo Tomás inició sus actividades en regiones
abriendo 10 sedes. Pero no era suficiente. Alarcón quería crecer más
rápido y le faltaba dinero. “La universidad no tenía plata todavía como
para crecer en serio. Y yo tenía claro los proyectos que quería hacer,
pero los bancos no me prestaban la plata. Entonces se me ocurrió invitar
al Fondo Halcón”.
Según informó en su momento La Tercera, el Fondo Halcón lo
constituyeron en 2003 Eduardo Fernández León (socio del Consorcio
Financiero y del grupo inmobiliario FFV), José Antonio Garcés (Consorcio
Financiero Andina), José Yuraszeck (propietario Sal Lobos), Marcelo
Brito (ex ejecutivo de Enersis), Álvaro Saieh (accionista Corp Banca y
presidente de Copesa), sociedades de inversiones de la Cámara Chilena de
la Construcción y la Compañía de Seguros de Vida La Construcción, CORFO
y la administradora de fondos de inversiones Econsult.
Su representante, José Ramón Valente, explicó entonces que el fondo
se enfocaría en empresas con una facturación anual entre US$ 2 millones y
US$20 millones. “La idea es crear un vehículo para que los grandes
empresarios participen de la inversión en empresas riesgosas de tamaño
medio que necesitan capital (…) La idea es que a fines de este año
tengamos ya participación en unas dos compañías, para luego, hasta en un
máximo de tres años, completar el portafolio que sería de unas cinco o
seis firmas de un universo de 50 ó 60 empresas que serán estudiadas”,
sostuvo Valente.
Halcón invirtió en el negocio de Rocha $ 3.516 millones de pesos (Ver documento). Y lo que ellos compraron- dice Alarcón- fue un 15% del holding “que sí tenía fines de lucro” aclara.
José Ramón Valente encabezó la junta directiva del holding y al mismo
tiempo se incorporó a la junta de la universidad. Su presencia se
atribuía a la política del fondo, que era participar en la gestión y la
administración de las empresas para potenciar su valor. Así lo
refrendaba José Antonio Garcés a pocos meses de entrar a Santo Tomás S.A
en El Mercurio: “a nosotros no nos importa el porcentaje, aquí hay un involucramiento total en la inversión”.
La
plata que ellos invirtieron -dice Alarcón- sirvió para hacer edificios,
laboratorios, comprar computadores. “Y en vez de demorarme 15 años como
me habría demorado creciendo de a poco, me demoré 2 ó 3 porque con la
plata que recibí de Halcón fui a los bancos y dupliqué la plata y con
ese cerro de plata logré equipar esta cuestión”
Halcón estuvo en Santo Tomás entre 2005 y 2009 y la universidad se
expandió enormemente. Según las cifras del Consejo Nacional de Educación
pasó de tener 48.903 metros cuadrados construidos en el 2005 a 74.623
en el 2009; los laboratorios aumentaron de 132 a 219 y el número total
de alumnos alcanzó los 22 mil. Por su parte, el holding también creció.
El 2009 entre IP y el CFT había 26 mil alumnos, 41 sedes distribuidas
por todo Chile; 7 colegios Santo Tomás y un 54% de los estudiantes
entraron al holding con crédito CAE.
Alarcón habla con orgullo sobre el imperio que ayudó a construir,
mientras miles de estudiantes se movilizan en las calles justamente en
contra de quienes se han enriquecido en este negocio. Alarcón reconoce
que hay gente que está ganando dinero con las universidades, pero no es
del modo en que los estudiantes creen. Tal como lo cuenta él, nadie se
dañaría con el lucro en las Universidades.
Alarcón habla del mercado de la educación y pide que la palabra
mercado se ponga “entre comillas”. Dice que cuando este “mercado” está
creciendo al 6% y al 8% como ocurre ahora, nadie quiere sacar dinero:
“yo conozco los proyectos más o menos de todas las instituciones y todos
están metiendo plata, porque esto crece y crece. Se va a estancar
cuando cubramos al 60% de los alumnos que pueden entrar a la ecuación
superior. Pero ahora estamos en el 40%, es decir, todavía deben llegar
300 mil alumnos y para educarlos falta una inversión gigantesca.
Entonces, nadie se ha llevado la plata para la casa todavía. ¿Cuándo la
gente se va a llevar la plata? Cuando vendan el proyecto”.
Es por esta razón que precisa Rodrigo Alarcón que la venta de la
Universidad Santo Tomás el 2009 fue tan peleada. Rocha había muerto y
sus herederos tuvieron fuertes discusiones con los representantes de
Halcón para decidir a quién vender. El grupo norteamericano Apollo, que
ya era dueña de la UNIACC, ofrecía $58 mil millones para comprar el 100%
de Santo Tomás; mientras que Juan Hurtado Vicuña y el fondo de
inversión Linzor Capital un 15% menos. Halcón quería vender a Apollo;
mientras que los Rocha -los accionistas mayoritarios- preferían a
Hurtado porque prometía continuar con la orientación religiosa del
proyecto.
A José Ramón Valente- representante de Halcón- le molestaba que los Rocha opinaran de la venta si no todos querían vender.
-Lo que nosotros y otros minoritarios planteamos es que no es justo
que habiendo un comprador que ofrece un 15% más, siendo nosotros los
vendedores, quien se queda y no vende (Los Rocha), le imponga al resto
venderle a alguien que paga menos -dijo Valente a La Tercera el 12 de mayo del 2009.
Juan Hurtado y Linzor Capital acogieron los llamados de Valente y
cerraron la negociación comprando el 57% de la empresa en $38 mil
millones. Ese dinero por el cual compraron el holding les daba derecho
-dice Alarcón- a entrar a la universidad como socios y nombrar a la
junta directiva que la administraba. Y puntualiza:
-¡La plata que le metieron los Hurtado y Linzor Capital es una
locura! Y como corrieron muchos riesgos, legítimamente deben estar
aspirando a obtener una tasa de rentabilidad un poquito más grande que
la del Banco Central: 8,5%. Y es lógico, porque sí a un privado yo le
digo “ponme 2 millones de dólares para hacer un edificio”, y yo instalo
ahí una universidad o una institución de educación superior cualquiera,
el tipo obviamente espera su retorno. O sino, ¿por qué me va a pasar el
dinero? ¿Por filántropo? No, así no funcionan las cosas.
En efecto, Halcón se retiró de Santo Tomás S.A y también de la
universidad el 11 de agosto del 2009 vendiendo su 15% en $10.640
millones, triplicando los $3.516 millones de pesos que había invertido. (Vea documento SVS).