El experto en educación, Mario Waissbluth, conversó con Juan
Pablo Cárdenas sobre su último libro “Cambio de rumbo, una nueva vía
chilena a la educación", en el cual se plantean los principales
problemas y desafíos del sistema educacional en el país. A su juicio, el
abuso de los test estandarizados, como el Simce, es uno de los
principales responsables de la segregación.
En una edición especial del Departamento de Prensa de Radio
Universidad de Chile dedicada a la educación, Juan Pablo Cárdenas
conversó con el profesor Mario Waissbluth, ingeniero civil de la
Universidad de Chile y Coordinador Nacional de Educación 2020, sobre los
temas incluidos en su nuevo libro “Cambio de rumbo, una nueva vía
chilena a la educación”, que diagnostica la situación educacional de
nuestro país, analizando comparativamente lo que sucede en otros países
del mundo respecto de este tema.
Todo el mundo dice que Chile vive una crisis de su sistema
educacional, lugar común al que siempre se le agrega el prejuicio de que
tuvimos alguna vez un pasado exitoso en la educación pública, un
compromiso del Estado en esta tarea gigantesca de educar a los chilenos.
¿Por qué podemos decir que estamos en crisis cuando en varios aspectos
tenemos una situación mejor que la de otros países en materia
educacional?
Yo no le pondría ese nombre. El sistema entró en crisis política
cuando los estudiantes el 2011 entraron a cuestionar la raíz del modelo
educativo y con toda razón. Pero en términos de resultados, de
desarrollo del sistema, yo creo que el hecho de que tengamos una
cobertura educativa, y me estoy refiriendo a la materia escolar y
preescolar, no estoy hablando del escándalo y el negociado de la
educación superior y el libro de hecho no se refiere a ese tema, el
hecho de que tengamos una tasa de completación de estudios de media
superior a la de Estados Unidos y la de muchos países de la OCDE, es una
buena noticia, así como el hecho de que nuestro test de PISA sea el
mejor de América Latina. Entonces no podemos decir que esto es una
crisis y esto va de mal en peor. Mi expresión favorita es que esto tocó
techo. Por donde vamos, por el rumbo que vamos, dado los espantosos
niveles de segregación social y académica del sistema, inéditos en el
mundo, y frente a la destrucción pública que no nos va a permitir
reintegrar el sistema educativo tampoco, frente a la destrucción a la
que ha sido sometida la carrera docente a lo largo de 30 años, no vamos a
seguir. Me temo que en el próximo test de PISA no es que vayamos a
caer, pero ya estamos tocando techo.
Ahora, en el libro que estamos comentando se habla de que Chile es
uno de los países que ha logrado mayor cobertura, pero también se deja
muy claro que la calidad de nuestra educación está fallando. Cuando uno
escucha de esta encuesta que habla de que más del 40% de los chilenos
son analfabetos funcionales, uno claramente tiene que deducir que la
educación está en crisis.
Bueno, es correcto. El sistema, en el fondo, se expandió brutalmente,
pero la elite de Chile decidió que le alcanzaba la convicción y el
bolsillo para ampliar la cobertura, pero no para tener la cantidad de
profesores en la calidad necesaria como para tener una educación de
calidad, privada o pública. Esto se fue al chancho a partir incluso del
gobierno de Eduardo Frei padre. Ahí es cuando comienza la producción de
lo que se llamó en esa época los “profesores Marmicoc”, como la olla de
vapor. Se instaló un sistema de mercado que no existe en ninguna parte
del mundo, que produjo la peor segregación del mundo en forma
estructural. No es casualidad que donde tengamos el modelo más
mercantilizado del mundo y más basado en la competencia en base a
indicadores cuantitativos estandarizados como el famoso Simce, lo que se
produce automáticamente es la segregación. Nos lo dice Nueva Zelanda,
China, muchos países. Pero aquí se persiste en un cierto modelo. Y esto
me lleva al tema de la calidad. ¿Qué es calidad? ¿Es contestar una
hojita con respuestas múltiples? ¿Eso es calidad de la educación? Yo no
digo que no hay que hacer estos test. Pero esto se llevó al extremo de
la obsesión. Los profesores y los alumnos están en una jaula de
ardillas, todo el día pasando materia para que la pregunten en el Simce.
¿Cuál es el resultado de esto? Que en los test estandarizados a lo
mejor a la gente le va bien, regular o mal. ¿Pero salen los chicos con
conciencia crítica, capacidad de discutir, capacidad de objetarle al
profesor, capacidad de expresión oral y escrita? Esta es una especie de
locura tecnocrática que se apoderó del sistema educativo, que ya no es
de izquierda o de derecha. Esto es tontera.
Sabemos que el Estado hizo en el pasado esfuerzos enormes por
importar profesores. Trajo grandes educadores, destinó recursos para
formar profesores. Parece ser que en ese ítem es donde más hemos
fallado.
No es sólo en la formación, desgraciadamente es más grave y más
profundo. Es que la élite de chile, una élite que casi en forma inmoral,
de todos los colores políticos, decidió que la profesión docente no era
relevante, exactamente lo contrario que se ha hecho en otras partes del
mundo, donde la esencia de los países desarrollados son los profesores y
los directores. Una vez que los tengas, no necesitas Simce, evaluación
docente, no necesitas currículo. El documento curricular finlandés tiene
40 veces menos grosor que el chileno y eso es porque se han preocupado
que sea una de las carreras más relevantes en el país, con unos filtros
en el ingreso feroces. Desde ahí para adelante arreglaron el problema y
les dan libertad, que es exactamente lo contrario a lo que hemos hecho.
Acá no hay libertad, hay libertinaje en la educación, en el cual, hasta
el día de hoy, hay escuelas de pedagogía recibiendo chiquillos que no
entienden lo que leen y pasándoles un cartón a chicos que no entienden
lo que leen y de pasada cobrándoles 4 millones de pesos.
Deduzco de tu libro que hay que ponerle un incentivo a la
formación de profesores, que deben ganar más dinero para que los
estudiantes se sientan atraídos por la pedagogía. Y veo en los últimos
años que estos temas se están denunciando, pero todavía no aparece una
iniciativa certera para fortalecer la enseñanza de la pedagogía.
Nuevamente hay una cuestión que es un desafío comunicacional para
nosotros, que es que la cosa se “sloganiza”. En el libro menciono ocho
ejes estratégicos, sino abordamos los ocho, no hay salida, y yo lo que
veo son programas presidenciales que tiran bombitas, pero no hay una
aproximación sistémica, que es lo que pretende plantear este libro. Yo
no puedo decir que soy el dueño de la verdad, pero por lo menos
discutamos un programa coherente, pero no esta cosa de tirar bombitas de
soluciones. En el caso particular de crear capacidades humanas en
materia docente, aquí hay siete propuestas, una de ellas es la referida
al proyecto de ley corta en materia docente, que no es la ley larga de
carrera docente, la cual apunta en la dirección correcta, pero que tiene
fuertes deficiencias en lo técnico. Podemos discutirlo, pero se
necesita una ley de carrera docente integral, desde el ingreso a la
pedagogía, hasta el retiro, pasando por todo los ámbitos. Se requiere
mejorar mucho en la concursabilidad de los directivos escolares, ahí se
juega la mitad del partido. Cuando tienes un directivo decidido en sacar
a los chicos adelante…
Te refieres a los rectores de los colegios… ¿Cómo se los recluta?
Ahí nuevamente están las miopías que a mí me desesperan. En países
capitalistas avanzados, no te estoy hablando de estados comunistas, hay
centros nacionales de liderazgo educativo que se dedican a la detección
temprana de futuros directores de escuela, encargándose de su selección,
entrenamiento, de darles apoyo cuando están en la pega Aquí se dejó el
tema al mercado, el sacrosanto dios mercado proveerá a los buenos directores de escuela.
¿Qué puede ser más importante que tener un buen equipo directivo en las
escuelas? He visto cabros excelentes salidos de las escuelas de
pedagogía, que llegan a un colegio donde hay un director burócrata y ese
cabro no dura tres años ahí. Tenemos una tasa de 40% de deserción de la
carrera docente, que no es solo por condiciones laborales, no es solo
por condiciones remuneracionales, sino porque están trabajando con
directores burócratas que no están interesados en sacar a los chicos
adelante.
Me gusta una confesión que haces en tu libro, donde dices que
efectivamente eres un social demócrata, a pesar de que yo deduzco de la
lectura que se trata de una propuesta revolucionaria. Quizás el énfasis
que pones es que, claro, puede haber mercado, puede servir para muchas
cosas, pero tajantemente no sirve para la educación.
Eso no lo digo yo, lo dicen los informes de la OCDE sobre Chile. Si
aquí la obcecación ideológica es algo alucinante, los informes de la
OCDE sobre Chile dicen: Chile le pone un énfasis excesivo a la
competencia de mercado en la educación, eso no funciona. No te lo está
diciendo la URSS, no lo está diciendo Corea del Norte, te lo están
diciendo los países a los cuales quieres pertenecer. En esos países
dicen, el mercado si funciona en los automóviles, si funciona en los
cepillos de dientes, pero no funciona en la educación. Pero nosotros,
los ideólogos de la subsidiariedad, los “Jaime Guzmanistas”, por decirlo
de alguna forma, les vamos a enseñar a estos chicos en Holanda, en
Singapur cómo se hacen las cosas.
Algo me ha dejado preocupado de la lectura de tu libro, de esta
convicción que muchos tienen de que hacer un esfuerzo en lo económico
para poner a sus hijos en un buen colegio, puede ser determinante para
su futuro. Me da la impresión de que los profesores son los mismos y que
no tiene que ver con los colegios, sino con las condiciones
socioeconómicas de las familias. Esto me lleva a entender que no se saca
nada con reformas en materia de educación si es que no se avanza en
equidad económica en el país.
Yo creo que hay que ser bien claro en que no va a ser la educación,
únicamente, la que resuelva los problemas sociales de Chile, pero no
queremos que el sistema educativo las agrave y ahora las está agravando.
Cuando estableces un funesto sistema de financiamiento compartido,
inventado por la Concertación, que por esencia te dice “si usted tiene
para pagar 400 mil pesos mensuales lo pone en el colegio privado más
caro, si tiene 200 en el siguiente, si tiene 100 en el siguiente” y lo
pone con niños que pueden pagar 400, 200 o 100 mil pesos, y después
pasamos al financiamiento compartido, si alguien me dice que eso no
estratifica socialmente yo no sé qué fumó. Es como que te dijera ¿dame
una manera de estratificar y clasificar socioeconomicamente en Chile? Y
te respondo “a ver, déjame ver… financiamiento compartido”. Era la
receta perfecta, esto lo hizo el ministro Arrate, de la izquierda
extraparlamentaria, una de las mayores paradojas de la historia. Ahora,
hay que destacar que la integración escolar no es solamente por un
problema ético o por un problema de cohesión social. Cuando tienes a los
chicos segregados desde que tienen tres años de edad, que no conocen
los rubiecitos a los castañitos, los castañitos a los morenitos, no
esperes cohesión social. Pero aparte, quiero destacar que todos los
experimentos de integración escolar que se están haciendo en el mundo
demuestran que no sólo es bueno para los niños de escasos recursos, sino
que también para los de mejores recursos. O sea, cuando tú integras das
una educación más comprensiva, aprenden a convivir y a relacionarse en
distintos estratos.
Me quedó una sensación amarga en la lectura del libro, porque
pensé que aquí había una profunda dosis de cinismo o de profundo error
de los familiares, de los padres. Con mucha frecuencia he escuchado a
padres que dicen que no les importa el colegio que sea, sino que se
junte con niños que en el futuro tendrán poder.
Yo no critico a los padres, los apoderados han sido puestos en un
sistema y un padre quiere que a los hijos les vaya mejor en la vida. Y
si a ti te ponen en un sistema segregado, es comprensible que los padres
digan que quieren estar en un colegio que tenga mejor Simce. Lo que
pasa es que con eso le estamos pudriendo el alma a Chile. Ahora, quiero
transmitir la señal que aquí no se trata de integrar a patadas las
escuelas, de obligar a los padres a reintegrarse, porque no es lo
razonable. ¿Cuál es para nosotros uno de los elementos centrales?
Primero, eliminar los incentivos segregadores, el financiamiento
compartido, los incentivos de segregación académica que son feroces. A
las escuelas les convienes deshacerse de los niños menos aventajados,
aún de familias de buenos ingresos. ¿Para qué? Para descremar y quedarte
con la crema. Eso no pasa en ningún país del mundo, pero pasa en Chile.
El sistema pone el incentivo del lucro en la educación y ahí puede
estar el origen de mucho de esto.¿Habría que terminar con el lucro,
pero en forma radical, también en la etapa escolar?
Yo creo que hay que distinguir un sistema de competencia de mercado,
de un sistema de mercado con lucro y con financiamiento compartido, son
tres dimensiones. La sola competencia de mercado aunque sea entre ONG y
la competencia es porque yo te robo el chico y se trae la subvención
conmigo, o sea, esa sola subvención, esa competencia ya te induce a
descremar. Deshagámonos de los peores alumnos, tratemos de conseguir los
alumnos más ricos posible porque así aún sin mejorar a los profesores
ni los programas nos sube el resultado. Eso está construido por el sólo
hecho de la competencia de mercado. Agrégale a eso el lucro, que
queremos ganar más plata, descrememos, nos conviene descremar, conseguir
a los chicos de mejor ingreso posible, eliminar los peores alumnos cada
año, porque eso nos cubre los resultados de la PSU aún sin mejorar los
profesores y por lo tanto entran más alumnos, ganamos más plata, esa es
la segunda tuerca. La tercera es el financiamiento compartido que te
segrega por definición. Vuelvo a insistir, el tema es sistemáticamente
complejo. ¿Es el lucro lo primero que hay que terminar? Yo creo que no,
hay que terminarlo muy gradualmente. En primer lugar, porque no me
pueden expropiar cuatro mil escuelas con fines de lucro, tendrías que
gastarte 4 mil o 5 mil millones de dólares para expropiar 4 mil o 5 mil
escuelas. No podemos andar tirando al boleo. Hay escuelas con fines de
lucro que son serias, que son decentes, que hacen bien su pega, que no
segregan, que hacen esfuerzos por integrar alumnos y que no tratan de
ganar en forma exorbitante. Pero también las hay de las otras, de las
chantas en este sistema de libertinaje que hemos creado.
¿Todo esto fue un cúmulo de torpeza, de equivocaciones, o solo
hubo intención? Lo digo porque varias décadas atrás la dictadura empezó a
suprimir todas las escuelas agrícolas de este país y los patrones de
fundo decían esto es muy bueno porque es importante que los
campesinos sean inquilinos, porque a la hora que estudian van a cobrar
más por su trabajo, lo que era una visión muy chata, cuando se
demuestra que la formación es tan importante para el buen cumplimiento
de las labores agrícolas también. ¿Qué conclusión tiene tú respecto de
eso?
Yo diría que hay tres vertientes. Una es el ideologismo obsesionado
del modelo chileno subsidiarista, ideologizado, mercantilizado. Hay
gente que no es que sea maligna, lo cree de corazón, no le importa la
evidencia, no le importa lo que diga la OCDE, es como una convicción
religiosa en el modelo: se creen el cuento y eso lo hace más difícil,
porque es una convicción y le puedes mostrar todos los datos que quieras
y es como la convicción en la Virgen María, no te la puedo discutir con
evidencia, es un problema de fe ideológica. Luego están los malignos,
que dicen ¡y vamos a pagar impuestos para esta lesera! Pero hay
una tercera que es la que más me preocupa, que es la de la complicidad
pasiva. Aquí hay en la elite complicidad pasiva de este tipo de
agresiones sociales que se aplica a millones, entonces es una violación
de derechos humanos mucho menor, pero que se aplica a millones. En esto
hay complicidad pasiva de la elite y dicen que están saliendo 150 mil
chiquillos al año que no entienden lo que leen.
En este caso esta complicidad pasiva habría comprometido mucho a
los Gobiernos de la Concertación. ¿Cuál es la evaluación que se puede
hacer ahora respecto de los que se hizo?
Durante mucho tiempo yo me trague el cuento. En algún momento fui de
la Concertación, ahora no soy de nadie, soy presidente de Educación
2020. Las cosas hay que decirlas por su nombre, este modelo lo invento
Pinochet en la esencia y en la Concertación no sólo hubo complicidad
pasiva con el modelo, sino que algunos se empezaron hasta entusiasmar
con él. Ya no me trago el cuento de que aquí no pudimos hacer más
reformas porque no nos dejaba la derecha en el Congreso. Hay gente que
auténticamente dentro de la Concertación trato de modificar el modelo y
que muchas veces la derecha lo paró, pero hay ex ministros de Educación
que realmente estaban fascinados con este modelo y que lo andaban
difundiendo por el mundo como la gran gracia de Chile.
¿Se está a tiempo de hacer una reforma en educación superior para que pueda mejorar?
Yo diría que nuevamente no puede uno “sloganizar” la educación
superior, el conjunto de medidas es amplio. Me da pena que ayer apareció
el programa de medidas inmediatas de la Nueva Mayoría, que son muy
fáciles. La primera es una Ley de Transparencia del Sistema Educativo,
la apruebas en 15 días y está propuesta por senadores desde hace 3 años,
muy simple, pero feroz en sus consecuencias. Cada institución de
educación superior, escolar, media, preescolar, de todo tipo, va a tener
que poner un sitio web en forma activa con sus ingresos, sus egresos,
sus transacciones con entes relacionados de manera que estén a la vista
de todo el mundo. Si esto se hubiera hecho en 2011 el conflicto hubiera
tenido otra historia. ¿Por qué no se hizo cuando lo propusieron los
senadores Lily Pérez, Francisco Chahuán, Camilo Escalona? Porque no
quisieron hacerla. No es que vaya a resolver todos los problemas del
sector educativo, pero le va a meter una cantidad de oxígenos a toda
esta discusión feroz. ¿Porque no proponen parar de raíz una ley de
acreditación de la educación superior en este momento? Es realmente
patético el proyecto de ley que está en el Congreso. Hay una gran
cantidad de medidas que tomar en la educación pública, hay que
reconstruir.
Fortalecer la educación pública, pero por sobre todo en la edad
pre escolar y escolar. Hay avances al respecto en los últimos años.
Pero si tomas los datos, no hay datos de avance significativo. En el
Simce, yo no estoy proponiendo que desaparezca, creo que no es la
solución. Hay que disminuir la presión del Simce en forma significativa.
Los datos del Simce de 8vo básico en lectura dicen que estamos más o
menos idéntico que hace siete años atrás. Los datos que sacó el informe
de la Facultad de Economía de la U. de Chile, de David Bravo sobre
educación de adultos, si tomas el corte de 15 a 24 años que están
terminando media o salieron hace poco de media estamos exactamente igual
que hace 15 años atrás. Esos son los datos. Entonces, avance
cuantitativo en resultados, la respuesta es sorry pero más allá de los anuncios no ha habido. Y en avances de mejoras del sistema, han sido relativamente pocos.
Esto es preocupante porque lo que claramente Chile ha hecho es
subir, elevar considerablemente los recursos destinados a la educación.
Sin embargo, esto no se traduce todavía en resultados. No es un asunto
de platas, solamente.
Si mañana, sin carrera docente, sin un sistema para arreglar la
educación pública, sin hacer todo el paquete de medidas, tú mañana le
inyectaras el doble de plata al sistema, no pasa nada. Esto requiere
plata, pero requiere plata en torno a un conjunto de 33 medidas. Ahora,
esto de que se ha aumentado el gasto hay que verlo con un grano de sal.
Efectivamente, según las gráficas del ministerio de Hacienda, el gasto
ha aumentado más o menos al ritmo del Producto Interno Bruto. Pero como
esfuerzo relativo de la nación, seguimos estando casi dos puntos por
abajo en gasto en educación pública que el promedio de los países de la
OCDE. Hoy los profesores ganan un 40% menos de lo que gana un médico, un
ingeniero, un abogado. En Finlandia, Singapur o Corea ganan lo mismo.
Solo eso nos costaría 1800 millones de dólares al año o más. Todos los
presidentes han dicho “este es el gasto más alto de la historia de
Chile” y sí, es verdad. Pero hay que verlo con un granito de sal.
Finlandia y Singapur aparecen como ejemplares en materia
educacional. ¿Hay algún caso en América Latina que uno podría destacar
como bien encaminado?
Mira, desgraciadamente, Cuba no está en la OCDE. Sin embargo, todas
las referencias que tenemos de Unesco y de libros de investigadores
norteamericanos que se han ido a vivir a Cuba es que la educación cubana
está más bien a la altura de los países avanzados que de América
Latina. Se sale de la curva latinoamericana. Respecto al resto de los
países, estamos nosotros mejor que todos los otros países de América
Latina, en términos de test estandarizados.
Estamos en periodo electoral, ¿notas en la clase política mayor sensibilidad para asumir este problema?
Nosotros hemos aprendido a tener paciencia y persistencia y a ir
colocando temas. Nosotros en el año 2010 empezamos a transmitir con el
tema de la educación inicial cuando prácticamente nadie estaba
vociferando sobre el tema. El gobierno en 2010 estaba reduciendo el
presupuesto en educación inicial. Y hoy día, felizmente, no somos los
únicos pero cambiamos ese sentido común y hoy día todas las candidaturas
hablan de educación inicial. La palabra segregación no existía en el
léxico de la clase política hace tres o cuatro años atrás. Empezamos a
catetear con eso y ahora yo veo en el programa de Evelyn Matthei un
capítulo que se llama “cero segregación”. Cáspita. Hay muchas medidas
equivocadas, pero el solo hecho de que ya el programa de la Alianza
tenga un capítulo con ese nombre es un cambio inédito en Chile. La otra
cosa que hemos tenido que hacer, lamentablemente, durante estos cuatro
años, es parar proyectos de ley que eran francamente anti educación
pública o pro segregación y eso nos desgastó más de la mitad de nuestro
esfuerzo.