abr 12, 2012
2 Comentarios
“La prueba Simce por fin muestra que
todos los esfuerzos que hemos hecho en materia de educación están dando
sus frutos y que nuestro sistema educacional está bien encaminado;
mejora la calidad, mejora la equidad y por tanto podemos mirar con mucha
mayor confianza el presente y con mucha mayor esperanza el futuro”.
Con estas palabras, el presidente
Sebastian Piñera junto con el ministro de educacion Harald Beyer, dieron
a conocer ayer en la Escuela Básica Francisco Ramírez, de la comuna de
San Ramón, los resultados de la prueba Simce general 2011 de 4º y 8º
Básico. No obstante ello, es valido cuestionarse qué tan legitimo es un
sistema educacional que basa su éxito bajo parámetros de medición
formales (que miden sólo una parte del fenómeno educativo) para efectos
de aseverarlo como “bien encaminado”.
¿Es este resultado un verdadero indicador de la “calidad”? ¿Qué tan deseable es un sistema educativo que mide su “calidad” mediante este tipo de pruebas?. Finalmente, lo nuclear de la inquietud es ¿De qué se esta hablando cuando con pomposidad se habla en los medios sobre la “calidad de la educación”?.
¿Es este resultado un verdadero indicador de la “calidad”? ¿Qué tan deseable es un sistema educativo que mide su “calidad” mediante este tipo de pruebas?. Finalmente, lo nuclear de la inquietud es ¿De qué se esta hablando cuando con pomposidad se habla en los medios sobre la “calidad de la educación”?.
La educación: la madre de todas las batallas ideológicas.
Uno de los más grandes mitos -más bien a
conveniencia- existentes sobre la educación, es que ésta es
“desideologizada”, ¿Es esto posible? La misma frase del gobierno sobre
el resultado de la prueba Simce nos puede dar luces sobre la respuesta
“… mejora la calidad, mejora la equidad y por tanto podemos mirar con
mucha mayor confianza el presente y con mucha mayor esperanza el
futuro”. Es claro entonces que el gobierno considera, a lo menos, como
correcto lo siguiente (en la medida que es lo que más se enfatiza
públicamente):
La calidad de lo educativo está
directamente relacionado con el resultado de una prueba estandarizada
que mide formas de conocimiento formal. El resultado que espera el
Estado de Chile de sus estudiantes (pues es lo que se mide, se publica y
sobre lo que se trabaja en esta prueba y en la PSU), se enfoca
principalmente en mejoras de su capacidad comprensiva y productiva, con
una capacidad de criticidad y de colaboración mínima.
El proyecto al largo plazo del Estado en
la materia debe seguir en la senda descrita con anterioridad (prueba de
ello son, por ejemplo, los constantes intentos por legislar sobre la
baja de horas curriculares en humanidades -historia, arte y filosofía en
especial-). Sumado a lo anterior, y a pesar de esfuerzos aislados de
los gobiernos de la concertación por un cambio curricular que permita
sacar lo educativo de la lógica meramente productiva (así por ejemplo
Sergio Bitar a inicios del 2000 con los Objetivos Fundamentales
Transversales), la estructura sobre la que funciona sigue empujando sus
objetivos al punto de limitarlo al mero conocimiento formal: en la
medida que los profesores y estudiantes se midan con la vara del SIMCE y
la PSU -sobre todo para el absurdo de otorgar financiamiento a los
colegios, profesores, directores y municipalidades según los resultados
obtenidos-, cualquier intento por desarrollar otro tipo de competencias
en los niños y niñas de Chile será en vano. La presión por rendir en las
materias evaluadas, lleva a distorsionar el fenómeno educativo, en la
medida en que éste es el proceso cultural por el que un individuo
adquiere las herramientas cognitivas y culturales necesarias para el
desarrollo intelectual, emocional y físico comprendido dentro de una
comunidad.
Podemos concluir de lo anterior, que el
Estado de Chile considera que la única estructura educativa importante
para medir la “calidad” de la educación, es el colegio y, en particular,
los resultados de pruebas estandarizadas de conocimiento formal. Así
entonces, la crítica, la reflexión, la construcción de la identidad, la
superación del fracaso, la vida en comunidad, los derechos civiles y
políticos, entre muchos otros temas, son dejados de lado para darle
prioridad a las competencias que permitan un desarrollo
científico-matemático y una comprensión lectora eficientes para hacer
del capital humano (o estudiantes como le llamamos nosotros) factores
productivos eficientes en cualquier mercado laboral (OCDE 2009) ¿Valores
que se fomentan? El individualismo como forma de convivencia social y
consumo como forma de realización espiritual. ¿No es acaso sumamente
ideológica la educación que entrega el Estado de Chile?
“Por tanto, debe esperarse que el
trabajo que él aprenda a realizar compense también en su totalidad el
gasto incurrido en su educación y genere al menos una ganancia similar a
la de un capital de igual valor” Adam Smith, La Riqueza de las
Naciones.
Es mucho más que las estructuras formales; mucho más que el colegio.
Más allá de que la tendencia a nivel
mundial es a estandarizar el desarrollo de las pruebas de conocimiento
formal como parámetros de medición (más aún en la medición
internacional), en nuestro país al parecer -a diferencia de la inmensa
mayoría de los países latinos, anglosajones y europeos- estas pruebas se
bastan a sí mismas, o sea, que del resultados que de ellas se derivan
-SIMCE y PSU- se siguen todas las políticas públicas en educación, en
donde lo que importa es mejorar los resultados en matemática y lenguaje
como si estas disciplinas bastaran para el desarrollo integral
(emocional, identitario y cognitivo) de la persona.
Éstas políticas, a la larga, han traído
como consecuencia un empobrecimiento increíble del desarrollo de las
capacidades emocionales y de los elementos identitarios-culturales de la
sociedad chilena, sobre todo en lo que significa vivir en comunidad,
pues su finalidad es la formación de capital humano y la generación de
consumidores conocedores de sus derechos que contribuyan al crecimiento
económico del país.
Para nosotros, el sistema educativo debe
ser entendido como parte de un sistema socio-político cuyos objetivos
sean definidos por la sociedad a través del estado. Un buen modelo
educativo será aquel que fomente el desarrollo integral de la persona
considerando la institución educativa, la familia y la comunidad como
parte del proceso formativo; solo así se podrán entregar las
herramientas necesarias para la constitución de un sujeto social
consiente de la realidad y capaz de autodeterminar su actuar personal,
pero comprendiendo siempre que el desarrollo de este pasa también por el
de la comunidad en donde está inserto.