Patricia Muñoz Garcìa

Patricia Muñoz Garcìa
Departamento Nacional Profesores Jubilados DEPROJ

martes, 26 de abril de 2011

ESTA CUT NO HARÁ ‘HUESOS VIEJOS' NI PASARÁ A LA HISTORIA DEL SINDICALISMO

 ARTURO ALEJANDRO MUÑOZ
A los trabajadores nada les ha sido regalado, todo lo han logrado a través de la unidad, la lucha sindical y la fe en sus propias fuerzas. Pero la actual CUT considera que lo anterior es simple Historia y se contenta con obtener algunas migajas que caen de la mesa del poder
LA DERECHA AMA la puesta en escena de "los testigos sin rostros" en nuestro inefable sistema judicial porque ella misma esconde su cara ante la ciudadanía, ya que siempre opta por sacar las castañas del fuego con la mano del gato, y en política, esa ‘mano y ese gato' no son sino las Fuerzas Armadas, el gobierno de los Estados Unidos y un montón de desquiciados delincuentes que los dueños del capital contratan para volar oleoductos y puentes, como ocurrió en el duro período 1970-73.
Haciendo un símil con el aserto anterior, nuestra actual Central Unitaria de Trabajadores -CUT- ha sido dirigida desde hace más de dos décadas por un grupo de personas adictas al poder, o a las migajas que de ese poder escapen mesa abajo, pero con no poca habilidad sus máximos dirigentes han logrado embaucar a las masas trabajadoras con el cuento de "la lucha del obrero contra la injusticia patronal", sin que tal grito haya tenido correspondencia en los hechos mismos. Por el contrario, hoy es posible corroborar la calidad de obsecuentes serviles que distingue a tales directivos de la central mencionada,  para contentamiento del empresariado expoliador y sus representantes en el gobierno.
Lo que trato de decir es que varios enriquecidos financistas y bolicheros que circulan por Casa Piedra aseguran poseer "ayudistas anónimos" en la CUT, los cuales trabajan inocente y torpemente en beneficio del gran capital. No me asfixio ideológicamente al susurrar que Arturo Martínez pueda ser uno de ellos, lo cual me hace pensar que carece de capacidad y de entendimiento para administrar la que fuera alguna vez una gran organización de los trabajadores.
El miedo a la libertad (asunto sobre el cual escribió de manera brillante Erich Fromm) ha alcanzado su expresión máxima en nuestro país, no solamente en algunas tiendas políticas otrora izquierdistas y hoy entregadas a los aromas del aceite neoliberal, sino, también, en la mismísima principal organización de los trabajadores de Chile, la CUT. Soy consciente de armar tal vez una trifulca con lo que escribiré a continuación, pero me asiste la experticia en el tema y mi propia participación en estos asuntos, años ha.
La CUT ya ni siquiera se ha transformado en una correa de transmisión de alguna tienda partidista, como ocurrió durante el período de Luis Figueroa durante la Unidad Popular, sino que, definitivamente, Martínez y sus asesores han arriado banderas que no les pertenecen -ellas son entregadas por la masa laboral en calidad de préstamo y representación- dejando campo libre al avance sin contención de escasos pero poderosos grupos económicos dispuestos a transformar nuestro país en una especie de "far-west" empresarial, donde el más fuerte (léase ‘más rico') impone los términos de la convivencia...siempre a su favor, por supuesto.
Entre 1983-1985 pertenecí a la llamada "mesa de trabajo del Comando Nacional de Trabajadores", y tuve fuertes encontronazos con Manuel Bustos y con  Arturo Martínez por ciertos hechos que en esa época ya anunciaban lo que ocurre hoy:: que la naciente CUT (1987-88) sería no ya una organización DE los trabajadores y PARA ellos, sino una simple correa de transmisión para el nuevo referente democrático, La Concertación, y de ese modo a pudiese haber un gobierno tranquilo después de Pinochet.
'Gobierno tranquilo' en cuanto a que los trabajadores no mosquearan con la sindicalización, la negociación colectiva, la capacitación laboral, la previsión social, la jubilación digna y asuntos de esa índole, ya que para la Concertación lo imperioso era (y siguió siéndolo durante 20 años) la perfecta administración del modelo económico impuesto por la dictadura.
Manuel Bustos y Rodolfo Seguel recibieron posteriormente la gratificación de su tienda política -el PDC- por los favores recibidos en cuanto a "no mosquear" y obedecer a ultranza las órdenes partidistas (como muy bien se los exigió en Punta de Tralca el año 1983 Andrés Zaldívar), y habida esa consideración 'ideológica' se les entregó a cada uno de ellos una diputación. Manuel Bustos resistió años la presión; logró rearmar la CUT pero, finalmente, también entregó la oreja y ‘disciplinó' la organización de los trabajadores según le impetraba su partido político.
Hoy, Arturo Martínez cree que su labor de 'apoyo políticamente correcto' al duopolio (el PS es parte activa, festiva y consciente de él) amerita que se le entregue también un puesto en la Cámara de Diputados...no por nada lleva ya ¿cuántos años?, ¿quince?...a cargo de una CUT que le ha puesto freno a las demandas  de los trabajadores, permitiendo con su pasividad que la sindicalización cayese a niveles inimaginables 20 años atrás.
Hoy, el sindicalismo prácticamente no existe en Chile. No posee peso específico y ningún sector de la vida nacional -NINGUNO- lo considera medianamente significativo. Y eso es producto exclusivo de la actual directiva CUT y de sus patrones concertacionistas entregados al amansamiento económico de la derecha neoliberal. Y si ello no  es 'incapacidad' del compañero Martínez y su directiva, entonces se trata, simplemente, de 'traición' a las bases, a la historia y a las luchas del sindicalismo chileno que tuvo momentos gloriosos con la FOCH, la CTCH, la vieja CUT y el Comando Nacional.
Por cierto, los actuales dirigentes de la CUT negarán estas afirmaciones. Quizá sea sólo palabra contra palabra...pero la mía es también opinión basada en hechos acontecidos en el pasado cercano y que hoy estructuran un presente negrísimo para los trabajadores. Mucha y turbia agua ha corrido bajo los puentes del sindicalismo desde el año 1987 al día de hoy.
Entre una y otra fecha, Arturo Martínez ha estado siempre presente como directivo de la CUT. Entre una y otra fecha falleció el tripartismo laboral. Entre una y otra fecha se asfixió la historia del sindicalismo,  y se ahogó la presión que el mundo del trabajo sabía ponerle a los gobiernos de turno, en beneficio de la dignidad laboral y de mejoras salariales que -se supone a través de Negociaciones Colectivas (hoy en absoluta retirada)- permitían estrechar la brecha económica y mejorar la distribución del ingreso.
La actual CUT nunca quiso eso.
Para Arturo Martínez y la actual CUT, el otrora vital "tripartismo laboral" (gobierno, empresa, trabajadores) es mérito sólo de interjecciones a la hora de conseguir prebendas personales, ya que se le usa cual moneda de cambio para acrecentar el propio poder y/o incrementar algunos privilegios para determinados compañeros dirigentes, mismos que jamás dan la cara y que, con seguridad, deben formar parte de aquellos ‘testigos sin rostros' que, en este caso y en este asunto, trabajan  a favor del explotador y en detrimento del trabajador. Lo que nadie en la CUT puede negar, es que definitivamente la directiva encabezada por Arturo Martínez cedió dócilmente a los requerimientos de la Concertación, bloque político que como bien sabemos se jugó a rajatabla en contra de los trabajadores para preservar el modelo económico y tener un puesto en la mesa de las repartijas que atiende, sirve y administra la derecha dura.
Muerto Clotario Blest, muerto el ‘huaso' Bustos (aquel querido compañero Manuel Bustos Huerta, con quien tuve coincidencias y desencuentros), la CUT deambuló del entreguismo a la nada misma, que es lo que hoy representa en el concierto nacional gracias a la meliflua administración de un pusilánime (supongo que es eso, y no traidor) Arturo Martínez.
Es hora ya de que los actuales dirigentes den un  paso o un salto al costado, y dejen que las nuevas generaciones directivas asuman el mando de las trincheras laborales para reiniciar la lucha por esas conquistas indispensables, oxigenantes y democráticas, que los trabajadores -aun sin expresarlas-consideran imprescindibles para continuar en la brecha de la inacabada riña por lograr el desarrollo armonioso y la justicia social.
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