Patricia Muñoz Garcìa

Patricia Muñoz Garcìa
Departamento Nacional Profesores Jubilados DEPROJ

lunes, 28 de febrero de 2011

Con la reconstrucción no se juega

Lunes 28 de Febrero 2011
Hugo Mery
Por Hugo Mery
La treintena de manifestantes que en Constitución enarbolaba banderas y globos negros frente al Presidente de la República esperó el momento preciso para hacer oír su voz. Obviamente no podía hacerlo mientras el orador exaltaba el ejemplo de la mujer que perdió a su hijo Emilio en el maremoto y que bautizó como Emilia a la niña que nació después. Pero cuando el gobernante dijo que “por eso pienso que no es el momento para la discusión”, se desataron los abucheos y gritos de protesta.
¿Cuándo es, entonces, el momento para discutir con los damnificados sobre su situación? Sí, vamos a hablar, reculó el Mandatario. Vamos a hablar hoy día. Sí, hoy día, insistió, cuando se dio cuenta que sus contradictores no le creían.
Terminó de hablar y Piñera se fue, sin conversar con los reclamantes. Sólo lo hizo la vocera Ena Baer, al  pasar por la vía pública, sin que se acordase una reunión formal. La secuencia puede tomarse como una muestra más del estilo presidencial, de declaración de apertura al diálogo, de mucha promesa, y eso fue –en definitiva- lo que marcó también el primer aniversario del terremoto y tsunami del 27 de febrero de 2010.
Mucha cifra sobre lo realizado en reconstrucción, que la Concertación anuncia que cotejará con datos propios, lo que finalmente no hace; exceso de retórica del gobierno, y falta de sustento duro en muchas de las denuncias de la oposición.
Por lo menos, al final de la jornada hubo sendos reconocimientos: la Concertación de que difícilmente podía reunir los datos dispersos en diferentes reparticiones públicas, y el oficialismo de que “creímos que sería posible un avance mayor, pero la magnitud del desastre hará que la reconstrucción sea más lenta de lo que quisiéramos” (palabras del propio Presidente en entrevista peripatética en Televisión Nacional).
“Nuestra denuncia es política”, dijo el jefe socialista Osvaldo Andrade, desechando implícitamente una presentación más técnica.”Hubo un convencimiento inicial del nuevo oficialismo -que se acercaba a la arrogancia- de que poseía mejores capacidades de lidiar con las tareas de Estado, incluida la reconstrucción, que la coalición saliente”, reflexionó el asesor gubernamental Harald Beyer.
Una encuesta de opinión de El Mercurio-Opina tabuló entre mediocre y más que regular la gestión gubernamental, asignándole mejor nota a lo avanzado en escuelas y caminos que en vivienda y salud. Tal vez quien mejor zanjó la cuestión es el jefe del partido Demócrata Cristiano, el senador Ignacio Walker, al decir “que las estadísticas del gobierno están bien, pero la gente está mal”.
Eso es justamente lo que alimentó protestas como la que tuvo lugar, con buena asistencia, el sábado 26 en el centro de Concepción, la más pequeña del día siguiente a orillas del río Maule y la actitud circunspecta, dolida de los habitantes del balneario de Dichato, que nada querían saber de más visitas de autoridades y dirigentes políticos, después que la semana pasada se practicaran allí algunas detenciones al paso del Presidente, fuertemente custodiado por efectivos de Carabineros y la Armada, antes de iniciar un discurso diciendo: “Vengo en son de paz”.
El gran despliegue de actos conmemorativos dio al gobierno la oportunidad de convertir el aniversario del drama en un momento comunicacional, con un Jefe de Estado hablando más de la cuenta (dio dos largos discursos en vez de uno, aparte de frecuentes declaraciones).
Contó para esto con la complicidad de los medios, en especial de la televisión y algunas cadenas radiales. El canal público inició una programación especial ininterrumpida de 24 horas, en que se repitieron hasta la majadería las escenas de hace un año. Obviamente se juega aquí con factores entrecruzados: la necesidad informativa, la validez del recuerdo y el recuento, del análisis y el aprendizaje de la experiencia vivida, la ritualidad fúnebre por los 524 muertos y 25 desaparecidos y la denuncia de los excesos, olvidos y postergaciones sufridas por muchos de los 800 mil damnificados.
Todo esto, sin embargo, precisa de sobriedad y mesura, sin caer en el sensacionalismo morboso con que se cubrió, por ejemplo, el incendio de la cárcel de San Miguel.
La misma Televisión Nacional dio, al final de su maratón, el ejemplo que lo que había que hacer, al exhibir el pulcro documental Mauchos, de Ricardo Larraín y Sebastián Moreno, quienes siguieron durante seis meses a las víctimas de la cuenca del Maule.
Al cabo de 24 horas, TVN recordó  –como a su manera lo reconocieron durante la larga jornada el Presidente Piñera y algunos opositores- que con la reconstrucción nos se juega.

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