Desafíos actuales en educación (a modo de comentario a la “Reforma Educativa” del Gobierno de Sebastián Piñera).
Hace una semana, el Ministro de Educación Joaquín Lavín dio a conocer el Proyecto de Ley que establece una “nueva Reforma Educativa”, la que de ser aprobada, comenzaría a implementarse desde el próximo año.
Diversos sectores han levantado sus voces disidentes: “es poco democrático disminuir las horas de ciencias sociales y de educación tecnológica sin consulta previa a los afectados”; “las Universidades del Consejo de Rectores no deben ser tratadas del mismo modo que las que no pertenecen a esta entidad, en términos de financiamiento Estatal”; “los docentes requieren de estabilidad y mejores condiciones laborales”. Y un largo etcétera…
A nuestro modo de ver, y enfocándonos en lo que atañe directamente al ámbito escolar (desde la prebásica a la enseñanza media), la “Reforma Educativa” representa el intento más explícito en los últimos veinte años, de incorporar en las escuelas un modelo de gestión empresarial. Particularmente el conocido como total quality managment (TQM) o gestión de calidad total.
En este sentido, podemos cuestionar el alto énfasis en lo administrativo y la poca atención en lo curricular de la “Reforma”; lo que lleva a preguntarnos si el Proyecto de Ley constituye efectivamente una “Reforma Educativa”.
Al hacer esta pregunta debemos asumir el desafío de responder -o al menos intentar responder- qué se entiende por reforma educativa: ¿Es un cambio profundo en las formas de enseñar, de aprender y de gestionar el aprendizaje?, ¿es un cambio a nivel de lo que se aprende?, ¿es un cambio en las maneras de entender los fines del aprendizaje?
Tal vez una reforma educativa sea todo eso y más… pero lo cierto es que esencialmente es un cambio en el modo de concebir la sociedad y los sujetos que la componen, es decir, implica una “nueva” manera de entender la vida en su dimensión cultural, política y aún trascendente.
Retomando entonces la pregunta inicial, ¿es una Reforma Educativa lo que se está impulsando desde el Ministerio?
A nuestro modo de ver, más que ser respondida de manera afirmativa o negativa, debe ser tomada como una interpelación directa a los profesores en varios sentidos:
Por una parte, ¿podemos considerar que la anunciada “Reforma” constituye un hecho aislado y sin sustento en la realidad cotidiana de las escuelas del país?, ¿representa una “salida de libreto” en un espacio donde cada actor tiene claro su rol?
Para responder a aquello bastaría preguntar: ¿cuándo fue la última vez que se discutió profundamente en su escuela sobre el tipo de sociedad y ser humano que el sistema educativo debiera promover? ¿O acaso ese rol no corresponde a los docentes? ¿Se trata de una aspiración vana en un mundo donde los modelos de gestión han asignado al docente el rol de mero instrumento para el desarrollo de las metas productivas de la escuela?
Si es así, ¿somos víctimas de un sistema que nos sobrepasa?, ¿o tenemos alguna cuota de responsabilidad en todo esto?
Según Kaouro Ishikawa, uno de los padres del modelo de gestión de calidad total, el principal requisito para que una empresa funcione de manera relativamente eficiente, es que “todas las personas que trabajan en ésta fomenten la mejora continua de la calidad del producto o servicio que ofrece a sus clientes”. Lo que no queda tan explícito en esta fórmula, pero que resulta igualmente relevante para entenderla, es el hecho de que para que la mencionada condición se haga efectiva, resulta imprescindible que las mismas personas que trabajan en la empresa se vuelvan los clientes de ésta.
Dicho fenómeno se sintetiza en el concepto “satisfacción global”, es decir: la calidad del producto o servicio es definido en función del nivel de satisfacción alcanzado no sólo por los clientes que lo adquiren, sino también por los trabajadores que lo producen. En última instancia cliente y trabajador resultan ser un mismo sujeto.
Si analizamos la educación municipalizada y el rol del docente, en base al citado modelo, no será tan descabellado afirmar que ésta representa un sistema muy ineficiente, pues opera con bajos índices de satisfacción del trabajador y del cliente.
A modo de más argumentos a favor de nuestra hipótesis, podemos decir que el hecho que el docente (trabajador) no sea siempre cliente directo del sistema (la mayoría de los profesores no tienen a sus hijos en escuelas municipalizadas), no los inhabilita como clientes, pues bajo este modelo, los sistemas productivos poseen clientes internos y clientes externos. En este caso, los docentes estaríamos operando como clientes internos de los sistemas educativos, es decir, requerimos de la “mejora continua” de los servicios que el mismo sistema ofrece. A modo de ejemplo: los docentes requerimos de una "buena" gesti de los inspectores, y viceversa, ambos requieren de una "buena" gestion de los directivos, y viceverss y así progresivamente hasta las más altas instancias de la burocracia educativa.
A nuestro modo de ver, la descripción anterior nos entrega elementos para entender buena parte de la posición sistémica que ocupamos en las escuelas actualmente, pero al mismo tiempo nos permite pensar en maneras de subvertir dicho orden, a favor de nuevas lógicas de gestión, quizás más humanas, quizás más democráticas, quizás más pedagógicas... en fin póngale usted el adjetivo que guste, pues eso debiera ser parte de la discusión que tenemos pendiente.
Gracias por su tiempo.
Profe Moncho - Lenguaje y Comunicación.
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