Patricia Muñoz Garcìa

Patricia Muñoz Garcìa
Departamento Nacional Profesores Jubilados DEPROJ

martes, 17 de agosto de 2010

LA FÁBULA DEL VIEJO,EL NIÑO Y EL ASNO

Queridos colegas,en estos últimos días he sido criticada,por todos lados,"yo lo hubiese hecho así" opinan unos,"yo lo habría hecho de esta otra manera" opinan otros,"no los de más allá lo hubiésemos realizado de tal forma","se cree importante opina otra" y así,hasta escuché sin que ellos supieran y por mera casualidad, las opiniones que se expresaron en una reunión donde quedé como "chaleco de mono" y todos opinaban para sacarme un trocito,(los mismos que a escondidas se sirven de mi trabajo).....
Bueno todo motivado por el afán gremial,por intentar ayudar,para que esos pequeños tiranos que pululan en educación, se humanicen y no se juegue con la dignidad de las personas.
Se ha formado tal batahola y se han inventado tantas cosas, para ocultar egoísmos y egos que se sintieron atropellados por decir la verdad,por buscar lo justo.
Por eso me sentí como el viejo de la siguiente antiquísima fábula que pertenece a la tradición popular y que de alguna manera grafica lo que vivimos.

Un buen día, el viejo molinero y su nieto iban camino al pueblo. Los acompañaba el asno, trotando alegremente.
Habían andado un corto trecho cuando se cruzaron con un grupo de muchachas.
-Miren eso -dijo una de ellas, riendo-. ¡Qué par de tontos! Tienen un burro y van a pie...
El viejo entonces le pidió al nieto que montara en el animal y siguieron el viaje.
Más adelante, pasaron junto a unos ancianos que discutían acaloradamente.
-¡Aquí está la prueba de que tengo razón! -dijo uno de ellos señalando al molinero y compañía-. Ya no se respeta a los mayores. ¡Miren si no a ese niño, tan cómodo sobre el burro, y el pobre viejo, camina que camina!
Entonces el molinero hizo bajar al nieto y se acomodó sobre el asno.
Al rato, se toparon con un grupo de mujeres y niños. Y escucharon un coro de protestas:
-¡Dónde se ha visto!
-¡Qué viejo perezoso y egoísta!
-Él va muy cómodo, mientras al pobre niño no le dan las piernas para seguir el trote del burro...
El molinero, con santa paciencia, le dijo al chico que se acomodara detrás de él, en la grupa del animal.
Cerca del pueblo, un hombre le preguntó:
-Ese burro, ¿es suyo?
-Así es, señor.
-Pues no lo parece, por la forma en que lo ha cargado. Más lógico sería que ustedes dos cargaran con él, y no él con ustedes.
-Trataremos de complacerlo -dijo el molinero.
Desmontaron ambos, ataron las patas del asno con unas cuerdas, las ensartaron con un palo y, sosteniendo el palo sobre sus hombros, siguieron camino.
La gente jamás había visto algo tan ridículo y empezó a seguirlos.
Al llegar a un puente, el ruido de la multitud asustó al animal que empezó a forcejear hasta librarse de las ataduras. Tanto hizo que rodó por el puente y cayó en el río. Cuando se repuso, nadó hasta la orilla y fue a buscar refugio en los montes cercanos.
El molinero, triste, se dio cuenta de que, en su afán por quedar bien con todos, había actuado sin el menor seso y, lo que es peor, había perdido a su querido burro.

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