domingo, 13 de junio de 2010
La desigualdad se consolida: fracaso de las políticas asistenciales
domingo, 13 de junio de 2010
La educación consolida las diferencias sociales. Esta es la conclusión que surge tras observar los resultados de la última prueba SIMCE para estudiantes de Cuarto y Octavo Básico. Si la función de la educación es reducir la brecha social heredada desde la cuna y aumentar las oportunidades, la chilena parece apuntar hacia la dirección opuesta: si en Cuarto Básico la diferencia promedio entre los niños del nivel socioeconómico más alto respecto al más bajo es de 65 puntos, en Octavo este margen sube a 73 puntos. Y si atendemos a Matemáticas, esta diferencia es aún mayor: 72 puntos en Cuarto Básico y 98 en Octavo. A mayor educación, mayor es la desigualdad.
Aquí algo parece haber fracasado de manera rotunda. No sólo un proyecto educacional, sino un proyecto de país. Aquella nación recientemente admitida en el club de los países desarrollados –o con pretensiones de serlo- que es la OCDE, exhibe de manera casi impúdica sus falencias para avanzar hacia aquel deseado desarrollo. Porque la OCDE no sólo está formada por naciones industrializadas, sino por países que han hecho del capitalismo un modelo que intenta la cohesión social, la creación de una sociedad de oportunidades, la reducción de las diferencias que genera el libre juego del mercado.
La educación chilena está en crisis. Otro de los palmarios resultados del SIMCE demuestra que los alumnos de Cuarto y Octavo Básico tienen un rezago en su nivel de aprendizaje de dos cursos. En Matemáticas, el 34 por ciento de los alumnos de Cuarto sólo tienen conocimientos de contenidos de Segundo y parte de Tercero básico, en tanto un 37 por ciento no tiene ni los conocimiento de Segundo básico. Y si es así en los niños de Cuarto, aún peor es el panorama en los chicos de Octavo: el 62 por ciento no tiene conocimientos de Sexto, en tanto el 25 por ciento apenas conoce los contenidos de Sexto y Séptimo.
La dramática información sobre el nivel de la educación chilena aparece de manera simultánea con otros datos, éstos de carácter económico, lo que apunta en la misma dirección para reforzar la desigualdad. Las grandes corporaciones aumentaron sus utilidades en un 43 por ciento promedio durante el primer trimestre del año. Resultados sobresalientes, sin duda, en un país golpeado por la crisis y por un reciente cataclismo. Por cierto, puede ser una gran noticia para los directores y accionistas de estas empresas, pero no es una gran información para el resto del país. Como la educación, la gran economía chilena trabaja consolidando las desigualdades.
El efecto de las políticas mercantilistas, empujadas a toda marcha durante los últimos treinta años, ha creado un patrón económico y social que ha generado la mayor desigualdad en la distribución de la riqueza en la moderna historia económica de Chile. Una distorsión que no han logrado torcer diez años de políticas asistenciales impulsadas por la Concertación y tampoco logrará el gobierno de derecha de Sebastián Piñera.
Los resultados están a la vista. Aun cuando el peor momento en la distribución de la riqueza se produjo tras la gran oleada globalizadora de la década de los noventa, los resultados de las políticas públicas que han buscado amortiguar los efectos del libre mercado y de la mercantilización de todas las actividades económicas –desde el transporte, las comunicaciones a la salud y la educación- han sido mínimos. La desigualdad en la distribución de la riqueza en Chile, tras haber llegado a niveles de escándalo hacia finales de los años noventa y comienzos de la recién pasada década, se ha mantenido. Diez años de políticas asistenciales exhiben no sólo su fracaso, sino la consolidación de una sociedad basada no en la inclusión ni en la cohesión social, sino en la diferencia, la discriminación, la desigualdad.
La CEPAL acabada de publicar “La hora de la Igualdad”, un informe preparado para el Trigésimo Tercer periodo de sesiones del organismo, que tuvo lugar entre el 30 de mayo y el 1 de junio en Brasilia. En el documento se recoge la realidad económica y social latinoamericana, golpeada nuevamente por la fuerte crisis mundial. Tras la recesión internacional, que afectó los flujos de inversión y las exportaciones de la región, Latinoamérica es más pobre que antes. La pobreza pasó entre el 2008 y el 2009 de un 33 al 34,1 por ciento, lo que en números absolutos se traduce en nueve millones de pobres más.
Latinoamérica: la región más desigual del mundo
Para la CEPAL, Latinoamérica es la región más desigual en la distribución de la riqueza del mundo. “El ingreso medio por persona de los hogares ubicados en el décimo decil (diez por ciento más rico) supera alrededor de 17 veces al del 40 por ciento más pobre”. Esta relación –explica el organismo- es altamente variable de un país a otro. Va de alrededor de nueve veces en la República Bolivariana de Venezuela y el Uruguay, hasta 25 veces en Colombia. Por su parte, el ingreso per cápita del quintil (20 por ciento) más rico supera, en promedio, 19 veces el del más pobre, con un rango que va desde menos de diez veces en los países ya señalados a unas 33 veces en Honduras.
Comparativamente con los inicios de la década recién pasada, la CEPAL estima avances. Porque entre 1990 y 2002 la región mostró una marcada rigidez en la distribución del ingreso, luego de haber elevado los valores históricos en la década de 1980. “El período 2003 a 2008, en cambio, no sólo se caracterizó por un crecimiento económico sostenido, sino por una tendencia, leve pero evidente, hacia una menor concentración del ingreso”. El índice de desigualdad –dice la institución- cayó un cinco por ciento a nivel regional con el nivel que tenía el 2002, empujado principalmente por las disminuciones en Argentina, Bolivia, Panamá y la República Bolivariana de Venezuela, todas con caídas superiores al diez por ciento.
Pero también hubo disminuciones, aunque menores, en Brasil, Chile, Ecuador, Nicaragua y Paraguay, en estos casos a tasas en torno a un siete por ciento.
Lo que puede deducirse de estas cifras es el grado de impacto que tienen las políticas públicas para suavizar el libre juego del mercado, que tiende naturalmente a la desigualdad, el que es mayor en aquellos países que han impulsado políticas para empoderar a la ciudadanía y restarle espacio, no sin grandes tensiones, a las grandes corporaciones. Entre ellos está Venezuela y Bolivia, pero también Argentina.
La participación de Chile en este grupo de países, que aparece incluido entre naciones latinoamericanas con sistemas políticos que han levantado como bandera el rechazo al mercantilismo impuesto por las grandes empresas de la producción y los servicios, obliga a otra interpretación. Es el único país, junto a Uruguay -nación cuyos indicadores sociales han sido tradicionalmente diferentes al del resto de Latinoamérica- cuyas políticas económicas se rigen bajo el libre mercado. Chile logra moderados avances en la lucha contra la desigualdad bajo un sistema económico de corte neoliberal, patrón económico en vigor desde hace ya treinta años y consolidado bajo consenso por la institucionalidad política vigente.
El actual gobierno, así como los anteriores, argumenta que bajo este sistema Chile puede alcanzar el desarrollo en los próximos ocho años. Puede lograr situarse entre los países de la OCDE con un capitalismo y, supuestamente, sistemas de bienestar social desarrollados. Un proyecto que ha sido puesta en duda al considerar que está basado en la baja recaudación fiscal obtenida por el crecimiento económico, lo que relativiza las posibilidades de alcanzar en el plazo establecido la meta. Porque desde el primer gobierno de la Concertación los chilenos hemos venido escuchando de las autoridades la misma promesa, con los efectos por toda la ciudadanía conocidos y padecidos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario