TESTIMONIOS DE PROFESORES DE LICEOS DE COMUNAS POPULARES
Aula Segura: la dura violencia escolar de la que no se habla
Tráfico
y consumo de drogas, amenazas y golpizas a profesores, ataques con arma
blanca, asaltos y abusos entre alumnos. Así describen los profesores de
liceos de cinco comunas populares la violencia cotidiana que enfrentan.
Una situación crítica que no aborda –según los docentes entrevistados
por CIPER- el proyecto Aula Segura, cuyo debate es monopolizado por los
overoles blancos y las molotov en liceos emblemáticos. Hoy sí se puede
expulsar por actos graves, pero por fallas burocráticas a veces la
sanción se anula, creando un clima de impunidad. Lo que más temen es
convertirse en receptáculo de alumnos conflictivos, agravando la
violencia que ya sufren.
En
junio de 2016, cinco alumnos del Liceo Valentín Letelier (comuna de
Recoleta), atacaron con bombas molotov a un piquete de Carabineros. El
director del establecimiento, Víctor Jofré, los expulsó. Lo hizo dos
años antes de que el gobierno enviara a trámite parlamentario la Ley de Aula Segura,
cuyo objetivo es que los directores de colegios puedan expulsar a los
alumnos que cometen faltas gravísimas. Una facultad que, como lo
demuestra el caso de Jofré, los directores ya tienen: estadísticas de la
Superintendencia de Educación, citadas por La Tercera, indican que en el último año, 745 escolares fueron expulsados en todo el país, con un promedio de seis por semana.
A pesar de la significativa cifra de alumnos castigados con la máxima
sanción, oposición y gobierno han puesto el debate del proyecto Aula
Segura en blanco y negro. De hecho, el Presidente Sebastián Piñera
difundió un tweet que puso a los senadores entre la espada y la
pared: o están del lado de los estudiantes que quieren aprender en paz o
de los “delincuentes con overol” (en referencia a los
ultraizquierdistas o anarquistas que arrojan bombas molotov en violentas
protestas sin petitorios). Así puestas las cosas, el 76% de los
consultados por una encuesta Cadem (408 personas) apoyó la iniciativa
del gobierno, bajo la errada creencia de que hoy los escolares violentos
gozan de impunidad.
CIPER recorrió liceos de cinco comunas con alta población vulnerable
(Puente Alto, La Pintana, Recoleta, Renca y Quinta Normal). Allí
preguntamos qué piensan sobre el proyecto de ley los profesores que se
enfrentan a diario con una violencia escolar dura, que no es la de las
molotov y los overoles, sino de chicos que trafican drogas en las salas,
amenazan con armas blancas, golpean a profesores, asaltan y abusan a
sus propios compañeros. Y todos rechazan el proyecto de ley, por
insuficiente.
De los 745 alumnos expulsados en 2017, el 49% de ellos lo fue por
agresiones contra sus compañeros, el 14% por violencia contra docentes o
asistentes de la educación y 37% por otros motivos de gravedad, como
porte de armas y tráfico de drogas. Pero de esa violencia, que se está
“normalizando” en los liceos de comunas populares, prácticamente nadie
ha hablado en el debate de sordos en que se ha convertido la tramitación
de Aula Segura.
Hasta ahora, tras su paso por el Senado y su ingreso a tramitación en
la Cámara, el único cambio concreto que ofrece el proyecto es que
acorta el plazo para hacer efectiva la expulsión de un alumno por actos
violentos: hoy puede tomar sobre 20 días y de aprobarse la nueva ley
quedaría en no más de 15. Un avance muy poco significativo, a juicio de
los docentes consultados por CIPER.
Aunque en La Moneda aseguran que todo aquel que está en contra de su
proyecto está del lado de los violentistas, el recorrido de CIPER por
liceos de zonas vulnerables muestra lo contrario. Todos los profesores
consultados –la mayoría pidió la reserva de sus nombres por temor a
represalias– concuerdan en que los alumnos que cometen faltan gravísimas
deben ser expulsados, pero aun así no están de acuerdo con la ley
propuesta.
Para los maestros, la principal falla del proyecto es que no
considera financiar las herramientas profesionales que corresponden para
enfrentar la creciente violencia que se vive en sus liceos, sino que
solo la castiga. En particular, estiman que la nueva norma debiese
incluir presupuesto para dos objetivos: capacitación masiva de
profesores en programas para intervenir de forma eficaz en los
conflictos y fortalecer la convivencia; y contratar personal
especializado (psicólogos, psicopedagogos y asistentes sociales) en
cantidad suficiente, porque muchos colegios ya cuentan con una “dupla
psico-social” (psicólogo y asistente social), pero que no da abasto por
la cantidad y complejidad de los casos.
Esta demanda, que se repitió en todos los liceos que recorrió CIPER,
apunta a la misma carencia histórica que muestra la catastrófica
situación de los niños que están bajo el cuidado del Estado en el
Sename.
Un segundo punto no considerado en el proyecto Aula Segura, a juicio
de los docentes, es que no incluye medidas para “reforzar” a los liceos
que terminan recibiendo a los expulsados. Los profesores consultados por
CIPER manifestaron su temor de que la ley termine simplemente
“trasladando” el problema desde los liceos emblemáticos del centro de
Santiago hacia los liceos periféricos, agravando los conflictos y la
violencia que estos últimos ya sufren.
Ejemplos ya hay: hace un par de meses el Liceo Valentín Letelier
recibió a dos expulsados provenientes del Liceo de Aplicación, uno de
los principales focos de la violencia de los “overoles blancos”. De
hecho, la situación del Aplicación, junto con la del Internado Nacional
Barros Arana (donde la brutal agresión a un carabinero y los ataques a
su rector coparon la agenda noticiosa), prácticamente ha monopolizado el
debate por el proyecto de ley Aula Segura.
Los docentes entrevistados por CIPER también hicieron hincapié en que
la normativa establezca una comunicación fluida, coherente y oportuna
con la Superintendencia de Educación. Esto, principalmente, para evitar
que ese organismo revoque las sanciones (expulsiones, suspensiones,
cancelación de matrículas) aplicadas por los liceos. Eso ha ocurrido en
varias ocasiones, obligando a que las comunidades escolares sigan
conviviendo con alumnos que cometieron faltas graves. Es allí donde los
profesores entrevistados por CIPER identifican la principal falla del
sistema educacional que genera impunidad: los castigos anulados provocan
una sensación de temor y desamparo en profesores y alumnos que han sido
víctimas de agresiones.
Las expulsiones pueden ser anuladas por la superintendencia por
discordancias entre los lineamientos de ese organismo y los reglamentos
internos de cada liceo. Este es un resquicio, plantean los profesores,
que permite a los apoderados de los estudiantes sancionados apelar con
éxito, para dejar sin efecto la sanción.
El creciente clima de violencia que se vive en esos establecimientos
educacionales es uno de los factores que explica la caída de la
matrícula en el sector municipal: en diez años –desde 2006 a 2016- bajó
de 1,5 millón de alumnos a 1,3 millón. Un detrimento que no fue peor por
la integración de las familias de inmigrantes al sistema en los últimos
años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario