Las organizaciones convocantes cifraron en 150 mil los
asistentes a esta marcha. Todo esto en medio de la ola de tomas y
paralizaciones que han habido a lo largo de Chile para reclamar por una
educación no sexista e intentar frenar la violencia y discriminación
hacia la mujer.
Quedaban 20 minutos para que se diera inicio a la marcha
nacional por una educación no sexista –convocada por la Confederación de
Estudiantes de Chile (Confech)– y Carabineros bloqueó una de las
esquinas de Plaza Italia. Había un maletín abandonado en uno de los
paraderos de Vicuña Mackenna, y no faltó el uniformado que dijo que
aquello “podía ser una bomba”. No era nada, y luego de retirar el
objeto, se compactó el grupo que descendería hasta calle Echaurren, que
hasta ese momento se dividía en dos.
Las dirigentas estudiantiles encabezaban la caminata, y alrededor de
ellas se formó un cordón humano de protección, compuesto esencialmente
por hombres: un despropósito que corrigieron rápidamente.
Por ahí, en la mitad de la marcha, saltaban y gritaban consignas las
integrantes de la Secretaría Feminista de la Universidad Adolfo Ibáñez.
Su coordinadora externa, Magdalena Davanzo, explicó que esta orgánica se
creó recién la semana pasada, ante una necesidad que se viene
repitiendo a nivel nacional.
“Nos miran en menos totalmente, tanto en la política, en las
organizaciones, en las mismas clases, siempre. En la UAI salió un
protocolo el año pasado, pero es ineficiente, no está cumpliendo, ni
siquiera los pescan las autoridades. Estamos luchando para cambiarlo,
pero creo que el protocolo todavía no es suficiente para luchar contra
el acoso”, dijo.
No es nada nuevo que los planteles privados y públicos se encuentran
al debe en términos de asegurar igualdad entre hombres y mujeres. Eso es
lo que demuestran las más de 15 universidades que, al día de hoy,
mantienen facultades paralizadas y tomadas por grupos feministas. Eso, a
su vez, fue lo que transmitió la movilización de este miércoles.
Más atrás de la marcha estaba Javiera, una joven que en su espalda
desnuda escribió, con témpera y pincel, la siguiente frase: “No quiero
ser valiente, quiero ser libre”. En unos pocos segundos, contó que en la
carrera que estudia –Terapia Ocupacional en la Universidad Mayor– hubo
un caso de abuso sexual que no fue sancionado por la institución.
“No se hizo nada. Lo único fue que la compañera pudo faltar a clases y
le justificaban la asistencia, o no le tomaban ramos con el agresor.
Por eso se formó un grupo al interior de la institución, y ellos están
peleando para que podamos sacar un protocolo y le puedan hacer algo.
Ella tiene que estar conviviendo con él en la misma universidad. Ella lo
que quiere es no verlo en la universidad, porque le hizo mucho daño”.
A por Henríquez
Amanda Opazo, vocera nacional de la Coordinadora Nacional de
Estudiantes Secundarios (Cones), comentó que el primer piso para
sentarse a conversar con el Gobierno es la desvinculación de Tomás
Henríquez, asesor jurídico del Ministerio de Educación y conocido
abogado del mundo ultra conservador. “Es anti mujeres, anti diversidad
sexual, no tiene capacidades mentales para estar ahí. Esta es la
verdadera cara del gobierno, que dice que se preocupa de nuestros niños y
en nuestros espacios nos están violentando”, afirmó.
La vocera explicó que acá hay una razón de fondo que tiene que ver
con la actualidad dispar entre hombres y mujeres, y que “claramente
vemos que está presente el machismo en la educación, y no podemos hacer
oídos sordos a eso, invisibilizarlo y normalizarlo cuando hoy en día se
violenta en los espacios donde pasamos más tiempo. La educación es la
base principal para todos los países y creemos que es necesario empezar
el cambio, obviamente dentro de los espacios universitarios desde donde
salen en nuestros docentes, porque esto se transforma en un ciclo de
machismo”.
Acorde a las organizaciones convocantes, la concurrencia fue de 150
mil personas, lo que estaría transformando a esta movilización en una de
las más abultadas del año. A esa misma hora, el ministro de Educación,
Gerardo Varela, calificaba ciertos episodios de acoso y discriminación
como “pequeñas humillaciones”.
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