Por una norma vigente desde hace 33 años, estos docentes son los únicos en Chile obligados a garantizar su "idoneidad moral" a través de un permiso de una autoridad religiosa.
En su primer día cursando Licenciatura en Ciencias Religiosas en la
Universidad Católica de Valparaíso, Consuelo Valencia (25) le contó a
sus compañeros y profesores que era anglicana. “Al principio se
sorprendieron, pero me acogieron bien”, cuenta. Aunque era la primera de
su credo en ingresar a la carrera, jamás imaginó que después de cinco
años estudiando no podría ejercer como profesora.
“Iba a entrevistas de trabajo y en todas me exigían un mismo
permiso”. Fue así como llegó al Departamento de Educación Católica para
solicitar el documento y se enteró de la noticia: “El encargado me dijo
que a ellos nunca les informaron que había entrado una anglicana a
estudiar y que no podían autorizarme, porque la iglesia es quien te
envía a los colegios y ellos no podían enviarme, porque yo no los
representaba”.
La respuesta que le entregaron a Consuelo se basa en una norma que
desde 1983 funciona en Chile y establece que los profesores de religión,
para impartir clases, deben poseer un “certificado de idoneidad moral”
otorgado por una autoridad religiosa. Este decreto, que opera tanto para
colegios confesionales como laicos, es el 924, artículo 9 del
Ministerio de Educación (Mineduc) y añade que la iglesia
correspondiente podrá revocar el permiso si lo considera adecuado.
En un documento de la Conferencia Episcopal, denominado “Legislación
Complementaria”, se agrega que “la norma pretende evitar que los
profesores de religión realicen su labor a modo de funcionario
independiente, sin preocuparse de vivir la comunión eclesial”.
Carlos Abrigo, decano de la Facultad de Ciencias Religiosas de la
Universidad Católica Silva Henríquez, explica que “las universidades
tienen la obligación de decirles a los estudiantes de Pedagogía en
Religión que el título profesional no los habilita necesariamente para
hacer clases, sino que eso debe acompañarse por el certificado, que
entrega la autoridad de su religión”.
Como en Chile sólo existen universidades católicas que imparten
esta carrera, la situación se replica para los estudiantes de otros
credos, como por ejemplo de iglesias evangélicas. El pastor Emiliano
Soto, presidente de la Mesa Ampliada de Entidades Evangélicas, explica
que han planteado el problema al Mineduc. “Una de las posibilidades que
han surgido es que la Universidad de Valparaíso imparta Pedagogía en
Religión y los alumnos opten por la mención católica o evangélica”,
señala.
La moral de los profesores
La norma también es criticada por los mismos profesores católicos,
quienes deben obtener el certificado por parte de un obispo que
acredita que son “moralmente idóneos”.
“Lo encuentro injusto, porque tu título no te avala completamente y
necesitas una aprobación adicional, que incluso puede resultar
discriminadora. En mi caso, por ejemplo, una profesora de religión
católica no debería convivir con su pareja, no debería ser mamá soltera.
Lamentablemente uno tiene que tener cuidado porque te lo pueden
quitar”, dice Virginia, quien trabaja desde hace seis meses como
profesora de religión.
En el caso de la Iglesia Católica, el permiso dura entre 1 y 4 años.
Victoria Quezada, que recientemente tuvo que renovarlo, cuenta que “uno
paga aproximadamente $ 3.000 por cada certificado. Si es que uno trabaja
en tres colegios ya son $ 9.000 para poder hacer clases. Es totalmente
injusto porque no valoran los años que estudiamos”, opina.
Según Eugenio Yáñez, académico de la Universidad San Sebastián y
vocero de Voces Católicas, el profesor de religión católica “no puede
separarse de lo que está enseñando, debe creer firmemente en ello, tener
una vida activa sacramental y participar de la actividad parroquial (…)
Lo que está en juego en la clase de religión es la fe misma”.
En ese sentido, monseñor Héctor Vargas, obispo de Temuco y presidente
del área de Educación de la Conferencia Episcopal, afirma que estos
docentes son representantes de la Iglesia en los colegios. “No basta
con obtener un título de profesor de religión. Tiene que tener un
testimonio de vida personal cristiana, que da quien enseña los
contenidos de la fe”, señala.
La norma en colegios laicos
El decreto se aplica desde hace 33 años tanto para colegios
municipales como privados, independiente de si son privados, particular
subvencionados o municipales. El jefe de la División de Educación
General del Mineduc, Juan Eduardo García Huidobro, señala que “el Estado
llegó hace años a un acuerdo con los diversos credos religiosos, para
que sean ellos quienes determinen la idoneidad de quienes enseñan
religión (...) Hay que recordar además que, si bien los establecimientos
(públicos o privados) deben ofrecer la clase de religión, las familias
tienen el derecho de decidir si quieren o no que sus hijos e hijas
asistan a éstas”.
“En mi colegio no hago religión católica, hago cultura religiosa que
es diferente”, cuenta Virginia, y opina que “debería cambiar el enfoque y
así no tendríamos que pedirle permiso a ninguna iglesia específica”.
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