A
partir de la recopilación y análisis de una serie de datos en la
asignación del Crédito con Aval del Estado (CAE), durante el período
2006 – 2014 para las instituciones universitarias, se encontró evidencia
que el mecanismo genera efecto redistributivo regresivo. Es decir, una
parte importante de los recursos asignados por el CAE benefician a las
instituciones privadas de educación superior sin que exista una
correspondencia de beneficios hacia los estudiantes.
Una década cumple la implementación del Crédito con Aval del Estado (CAE).
Fue en el año 2006, durante el gobierno de Ricardo Lagos, cuando el
sistema de financiamiento comienza su operación investido como un “beneficio
del Estado que se otorga a estudiantes que acrediten mérito académico y
que necesitan financiamiento para iniciar o continuar una carrera en
instituciones de educación superior acreditadas”.
A propósito de dicho aniversario, Pilar Armanet,
quien participara en su preparación y tramitación como jefa de la
División de Educación Superior del Ministerio de Educación, lo calificó
“como uno de los mejores créditos del mundo” (Nota de la Redacción: Pilar Armanet es hoy rectora de la Universidad de Las Américas).
El financiamiento de la educación superior, como medio de
transferencia del conocimiento, es la inversión que reporta el mayor
retorno (Benjamín Franklin, 1706 – 1790). En este sentido, completar el
plan de formación de un estudiante que ingresa al sistema, es un
requisito sine qua non para asegurar la transferencia efectiva
del conocimiento. Sin embargo, existe una proporción considerable de
estudiantes que fracasa en su primer intento de obtener un título en una
carrera de nivel superior.
Para estos efectos, el diseño del CAE considera un mecanismo de
riesgo compartido en el caso de incumplimiento de pago del crédito.
Mientras la persona estudia, la institución de educación superior es la
principal garante del cumplimiento de las obligaciones crediticias por
deserción académica. El Estado, por su parte, asume como garante de la
totalidad de dicho riesgo, una vez que la persona egresa.
La garantía busca, por una parte, disminuir el costo del
financiamiento para el estudiante y, por otra, disminuir el riesgo de la
deserción académica por factores asociados a conflictos de intereses en
las decisiones que toman las instituciones de educación superior.
Uno de dichos conflictos, se origina por la asimetría de información
respecto del “mérito académico” del postulante de inicio de una carrera
de nivel superior. En efecto, cuando el Estado tiene que financiar a un
estudiante de inicio para que curse estudios superiores, no sabe si el
estudiante tiene las habilidades y/o la vocación para cumplir con éxito
las exigencias del plan de estudios de la carrera de su elección.
Si el estudiante tiene pocas habilidades y/o no tiene la vocación
para la carrera elegida, al Estado le convendría no financiarlo. Sin
embargo, para la institución con capacidad ociosa, existen incentivos en
obtener un contrato beneficioso independiente del nivel de riesgo de
deserción académica del postulante. Es más, es posible que aquellos que
opten por matricularse en dichas instituciones sean desde el principio
aquellos que tengan mayor probabilidad de abandono (Selección Adversa,
George Akerlof, 1970).
Los datos disponibles a la fecha, sugieren que el mecanismo de
garantía por deserción académica no funciona, transformándose en una
generosa fuente de transferencia de recursos a las instituciones de
educación superior privadas por la prestación de servicios incumplidos.
En la actualidad, los ingresos por CAE de las instituciones de educación universitaria privadas superan los 2,5 millones de UF ($65
mil millones). Solo en el primer año, tres de cada diez personas de
dichas universidades privadas abandona su carrera, lo que implica
comprometer garantías por más de 750 mil UF ($19.500 millones).
Sin embargo, como muchos de los estudiantes que desertan se
matriculan en otra institución, las cifras efectivas por deserción
académica no superan el 2%, lo que en monto representa la ejecución
efectiva de garantías por cifras inferiores al 4%: es decir, alrededor
de 100 mil UF ($2.600 millones). El margen de ganancias para la
institución es de 650 mil UF (17 mil millones), lo que genera altos
incentivos por recibir postulantes sin el “mérito académico” suficiente.
Este fenómeno podría explicar, en parte, el vertiginoso crecimiento
de la matrícula en el sistema privado y el consiguiente aumento de la
utilización del sistema de crédito con garantías CAE.
Con estas cifras es entendible el calificativo de “el mejor crédito
del mundo” que acuñó una de sus creadoras y que ahora desempeña un alto
cargo en el sistema privado de educación superior.
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