Patricia Muñoz Garcìa

Patricia Muñoz Garcìa
Departamento Nacional Profesores Jubilados DEPROJ

sábado, 28 de febrero de 2015

Profesores patiperros


Migraron de Chile en búsqueda de mejores expectativas y hoy ejercen en diversos rincones del mundo. También hay profesionales que ocupan cátedras universitarias extranjeras debido a sus investigaciones y trayectoria.

por Noelia Zunino
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En noviembre del año pasado la profesora Daniela Pérez recibió en su sala de clases a Nicolás Eyzaguirre, Ministro de Educación de Chile. Ella es una chilena que desde hace tres años imparte clases en el colegio bilingüe Käpylä Peruskoulu en Helsinki, Finlandia. 
El ministro, quien viajó al país europeo junto a una gran comitiva para analizar el sistema educacional  local, le comentó a Pérez que le llamaba la atención que hubiera dos profesores por sala y sólo 20 alumnos. En cambio, la profesional -quien dicta clases desde primero a cuarto básico- le hizo hincapié en otro punto: la formación que tienen los profesores. “Yo le dije que una de las cosas importantes era hacer una buena selección y que no cualquiera fuese profesor”, dice.
Con Pérez concuerdan varios maestros nacionales que han emigrado a varios continentes. Actualmente, en rincones del mundo tan diferentes entre sí como Japón, Alemania o Turquía hay dos tipos de académicos representantes de Chile.  Por un lado están los que tienen pergaminos más reconocidos: aquellos que han ganado premios por sus investigaciones y trayectoria y  que han logrado  instalarse en reconocidas universidades para desarrollar su trabajo. 
Por otro lado, están los más desconocidos. Ese grupo integra Daniela Pérez. Aquellos que se fueron del país por distintas circunstancias de la vida y con el objetivo de buscar mejores expectativas laborales, tras encontrarse  en Chile con realidades como poca oferta laboral, malos sueldos y poco reconocimiento social.
La tarea de llegar a otros países y ejercer la profesión requiere su tiempo. Muchas veces el idioma es parte del problema, por eso llegan a dictar clases de español, que es una asignatura cada vez más popular en Estados Unidos, Europa y zonas como Australia.  Sin embargo, el principal problema son las exigencias que ponen esas naciones para poder ejercer, sobre todo en colegios, requisitos que varían en cada país, pero cuya tendencia es inducir a que los profesionales convaliden sus títulos.
En ese sentido, Finlandia, el país que el gobierno estudia para aportar ideas a la reforma educacional, es uno de los más exigentes. Yasna Bravo lo sabe bien. Esta profesora en educación física quiso convalidar su título para ejercer en colegios. Le exigieron perfeccionarse. Para eso tuvo que mejorar su finés y dio las tres pruebas de idioma que exigen. En 2013 postuló a la carrera de filología española en la Universidad de Helsinki. Se presentaron 131 alumnos y sólo aceptaron a 16. Ella fue una de ellas. “Acá es muy difícil ser profesor porque la profesión tiene un gran prestigio y por lo mismo también tiene alta demanda”, comenta. 
Además, ese país, al igual que naciones como Israel, realizan estudios para evaluar permanentemente la oferta laboral: si hay pocos puestos de trabajo, las universidades reducen el número de alumnos. 
El mismo año que Bravo entró a filología, para educación básica postularon 2.200 personas a la universidad más prestigiosa de Finlandia. Sólo entró el 6% de ellos. En Chile, en cambio, esta semana ingresarán al primer año de pedagogía 4.500 alumnos. El 75% de ellos sacó menos de 600 puntos en la PSU.
La selección de profesores, el reconocimiento social de ellos, el trabajo con los directivos y la relación con los alumnos son algunos de los aspectos que analizan estos dos tipos de académicos chilenos que ejercen en otro país y que tienen la doble experiencia laboral, tanto internacional como local. 
EL ROL DE LOS PROFESORES
Ruth Acuña, Australia
“Me acuerdo que una profesora había hecho un monito muy lindo para Navidad. Le pedí que me dijera cómo se hacía para enseñarles a mis niños. Su respuesta me dejó atónita: ‘¿Por qué compartírtelo si lo vendo?’. En los seis años que ejercí la docencia en Temuco, a fines de los 90, me llamó la atención la rigidez mental en cuanto a compartir ideas. Sentí muchas veces que el profesor chileno considera al conocimiento como poder: si tengo algo, por qué entregártelo. 
En Australia no es así.  En la universidad enseñan la importancia de compartir con el otro. Es parte de la ética profesional. Detrás de eso hay un concepto noble que es parte de la sociedad: se comparte por el bien común. Chile, en cambio, es más bien individualista.
Recuerdo que una vez me puse a limpiar la sala porque faltó la señora que hacía el aseo. Un profesor me dijo que él no lo haría porque no estaba para obras de caridad. Aquí no te haces mayores problemas, porque la finalidad es que el sistema funcione”. 
Yasna Bravo, Finlandia
“Quedar en la carrera de pedagogía es muy complicado en Finlandia. Primero porque la imagen del profesor acá es muy prestigiosa y por lo mismo hay mucha demanda, pero el gobierno todos los años hace un estudio para analizar cuántos postulantes por carrera pueden ingresar para que el mercado no se vaya atochando. 
En pedagogía, son pocos cupos. Hacen una entrevista. Si los encargados no ven vocación en ti, no entras. Es contrario a lo que pasa en Chile. Allá entran los de puntajes medios o bajos. 
 Yo soy profesora de educación física. Cuando ingresé a estudiar allá, no me fue ni bien ni mal, mi papá me decía que mejor desertara porque era mucho trabajo y no me alcanzaría para comer. Tuvo razón. Trabajé como profe hasta que ya no me dio. Es frustrante cuando es tu vocación.
Hoy mi papá se ríe. Me dice que de algo me sirvió el título. Al final acá me lo reconocieron y eso hizo que mis estudios aquí se acortaran. Es difícil estudiar todo en finés, pero es necesario para trabajar en un colegio”.
Paulina Salas, Haití
“Hasta el año pasado, los niños estaban de rodillas bajo el sol cuando eran castigados. Sentí que volvía al pasado. Desde que llegué en julio, a través de América Solidaria, capacitamos a los profesores para hablar de temas básicos: convivencia escolar, algo que acá no existe, o el niño como sujeto de derecho. 
Es un cambio de paradigma para ellos, pero la recepción ha sido buena. Creo que la clave está en el apoyo de los directivos. Se preocupan de cómo está el profesor, la relación es horizontal y eso ayuda a que no nos vean como un peligro. En Chile falta eso. El directivo chileno es a veces autoritario y  es una relación más jerarquizada que tiene con el profesor, quien trabaja en un contexto de mucha crítica. Incluyendo al director. Por eso suelen estar a la defensiva. Cuando trabajé  como jefa de unidad técnico pedagógica en un colegio me dijeron ‘cómo vas a venir siendo cabra chica a enseñarme si llevo 20 años haciendo clases’. Tuve que trabajar con humildad para que vieran que mi rol era un apoyo”.
EL PERFIL DE LOS ALUMNOS
Francisco Sepúlveda, Inglaterra
“Por ser un científico multidisciplinario he dictado clases en temas como neurofisiología, electrónica, y computación gráfica, en países como Estados Unidos, Reino Unido y Brasil, y a alumnos desde el primer año universitario a doctorados. Es difícil generalizar, pero mi impresión, quizás injusta, es que el alumno brasileño pide menos y da más. El danés da mucho, pero espera mucho también del sistema y sus profesores. El británico, en cambio, espera mucho pero da poco. Sin embargo, esta impresión puede tener raíz en otros factores. Por ejemplo, aquí en Essex es notable la caída del nivel de los alumnos en los más de 12 años que llevo aquí.  Creo que el joven de hoy quiere todo muy rápido, sin tener que poner mucho de su parte. 
He tenido contacto con estudiantes chilenos de posgrado  y me parece que tienen buenas bases pero les falta  independencia intelectual. Sería interesante  hacer las carreras más intensas, con más énfasis en proyectos, autoaprendizaje y solución de problemas reales. Hay aspectos de la capacitación en Chile que pueden beneficiarse de un espíritu más creativo. Me preocupa que el país todavía importe casi toda su tecnología. No tengo  duda de que el chileno tiene capacidad intelectual para un día ser líder en tecnología, pero para eso hay que tener el espacio para arriesgar”.
Elizabeth Catalán, Alemania
“Fue uno de mis primeros días. Estaba en la plaza de juegos y un niño no podía bajar el resbalín. Me subí al juego para ayudarlo y ahí llegó la directora. Me dijo que  lo dejara solo y que él experimentara. Me sentía perdida. Fue lo que más me ha costado: ser más observadora y menos asistencialista en la sala. En Kindergarten no los preparan para el colegio. Se le da más importancia a la convivencia entre ellos, al experimentar,  al aire libre y  la parte lúdica, pero sobre todo se les incentiva la independencia. 
Por eso hay un concepto abierto. Hay una esquina de Legos, otra de cocina, de  disfraces y los niños se mueven como quieren. Se manejan solos. Eso como educadora chilena cuesta mucho porque uno está más acostumbrado a tener el control. 
Sería bueno rescatar estas ideas porque el niño es responsable y conoce a su ritmo. Ya tendrá tiempo para las letras. Eso sí, a mí me gusta mucho el sistema en Chile, sobre todo el dividir por edad. Acá están todos juntos entre los dos a seis años. Hay veces que es difícil hacer actividades con edades tan diversas”.
Arturo Escandón, Japón
“El año pasado fui a Chile para dar un seminario en la U. de Santiago. Me gustan los estudiantes chilenos. Son personas maduras que están pisando con los pies en la tierra, pelean por sus ideales. En Japón son lo opuesto. Desde los 60 que los estudiantes no protestan. Es una sociedad que tiene todo resuelto. Hay mucha superficialidad. Importa el maquillaje, la vestimenta o parecerse a tal persona.
Como profesor es muy duro enfrentar eso. No suelen existir las preguntas en clase. Hay profesores que pasan por serias depresiones por lo mismo. Yo tuve la mía. No sabía qué sentido tenía enseñar si no querían aprender. El punto de quiebre fue una vez en que sonó un celular en clase y el alumno contestó. 
En el último tiempo he podido reencontrarme con ellos en una clase de composición, a través de la escritura. Pero el contraste es grande. El chileno vive en una sociedad en donde hay que competir más, pensar más. Más dura y desigual. Quizás dentro de lo malo, eso es bueno: crea alumnos críticos. Eso se agradece”.
Jorge Ulloa, Japón
“La presión que tienen los alumnos japoneses en sus últimos años de escolaridad es muy fuerte.  A las nueve de la noche es común ver por la calle a los estudiantes que están volviendo a sus hogares. En Japón lo que importa es quedar en una buena universidad, por eso preparan mucho la prueba. Las empresas buscan empleados de las mejores universidades, da lo mismo la profesión.
Por eso es más estresante el colegio que la universidad. Está comprobado con estudios. De hecho hay altos índices de depresión, incluso de suicidio. Es un sistema muy exigente para los alumnos,  pero sí creo que tiene un punto valorable que Chile no posee. A los 17 años el chileno tiene que decidir qué estudiar y a qué dedicarse el resto de su vida. Puede ser una decisión apresurada. Es algo que en Japón no se encuentra. Da lo mismo lo que se estudió porque la empresa perfecciona y capacita. Por ejemplo un familiar estudió literatura inglesa y trabaja en finanzas. Esa versatilidad hace que los despidos y deserción laboral sean bajos”.

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