Patricia Muñoz Garcìa

Patricia Muñoz Garcìa
Departamento Nacional Profesores Jubilados DEPROJ

martes, 30 de diciembre de 2014

Instituto Nacional sufre chaqueteo nacional

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Basta una rápida revisión en Wikipedia para constatar que por las aulas del Instituto Nacional, el segundo colegio más antiguo del país aún en funcionamiento, han pasado (entre otros) 18 presidentes de Chile (y uno del Perú) y al menos 15 premios nacionales en distintos ámbitos. En cualquier país, una institución así sería motivo de orgullo de toda la ciudadanía, un ícono del desarrollo de la nación. Pero Chile es muy especial…
Estos últimos meses, en la prensa se ha vertido una serie de cuestionamientos a este liceo y, en general, a todos los denominados “emblemáticos”. Y si bien las comunidades educativas de éstos nunca han pretendido aseverar que no presenten problemas (o más bien, que no evidencien falencias sistémicas), han sido ellas mismas las que han alzado estos cuestionamientos, realizando así un ejercicio que les vendría muy bien a los colegios privados y subvencionados. Por lo mismo, lo que hoy se afirma a diestra y siniestra es francamente delirante:
Con total desparpajo, se dice que los liceos emblemáticos son “privilegiados”. ¿De qué privilegio se habla? ¿La de ser un liceo municipal con recursos que no alcanzan para pagar una fotocopiadora o mantener un espacio deportivo? ¿Sabrán quienes hablan de “privilegios” que la Academia de Matemáticas para alumnos talentosos del Instituto Nacional (IN) no cuenta con ningún soporte económico y que, para financiarse, debe hacer una colecta entre exalumnos, a pesar de que desde sus aulas han salido 3 de las 8 medallas de oro en Olimpiadas Iberoamericanas que ha obtenido nuestro país, y que el IN se ha adjudicado 10 de las 12 versiones del Campeonato Escolar de Matemáticas? ¿Sabrán quienes hablan de “privilegios” que las alumnas de liceos emblemáticos (como el Liceo 1, de donde egresó nuestra actual presidenta, Michelle Bachelet) deben ducharse con agua fría en pleno invierno tras clases de Educación Física, tal como lo hacen miles de niños de liceos municipales a lo largo del país?
Sin mayor pudor se dice que los liceos emblemáticos se dedican a “preparar exclusivamente a sus alumnos para la PSU”. ¿Cómo puede afirmarse tal inexactitud cuando en la gran mayoría de las actividades extracurriculares no estandarizables –Olimpiadas de Ciencias, Academia de Debates, Academia de Letras, encuentros de teatro, etc.- son precisamente estos liceos los que se adjudican los mejores resultados? ¿Ignoran acaso, quienes hablan de esto, que son los colegios particulares los que en mayor grado tienen horas asignadas a preparación de la PSU, y que (las familias de) sus alumnos cuentan con los recursos para pagar, además de mensualidades que fácilmente pueden llegar al equivalente de cuatro sueldos mínimos, preuniversitarios anexos a la jornada estudiantil?
Con total libertinaje conceptual se habla de la “discriminación” de los liceos emblemáticos, pese a que la más horrorosa discriminación –aquélla que nace de los ingresos económicos de la familia- la ejercen los colegios particulares, muchas veces confesionales. Y si bien es cierto que en los liceos emblemáticos aún subsiste la lamentable exclusión por sexo, nadie puede sanamente pretender que la selección académica por mérito sea equivalente a un acto de discriminación, especialmente si ésta les permite acceder a una educación de calidad a jóvenes talentosos cuyas familias no pueden costear un colegio privado. ¿O acaso quienes despotrican contra la selección se atreverían a mantener en pie su discurso con igual vehemencia después de visitar países del primer mundo (como Francia o Japón) con sistemas educacionales basados en la selección y la meritocracia y en cuyos liceos emblemáticos han sido formados decenas de premios Nobel?
Frente a errores de diagnóstico tan aberrantes, no deja de ser llamativo que muchos de quienes los han emitido y se permiten malamente enarbolar la bandera de lucha de la “inclusión” nunca han integrado un liceo emblemático (ni ninguno municipal) en calidad de alumn@, y menos aún como profesor(a). Y aquí no se escapa ni siquiera la elite de izquierda, cuyos colegios, en su gran mayoría, están vedados al ciudadano común, pues sus mensualidades son comparables a las de muchos colegios de la cota mil.
Pero esto no puede explicarlo todo… Si autoridades con gran nivel de formación y con cargos de altísima responsabilidad se permiten afirmaciones sin un mayor proceso previo de reflexión y desconociendo antecedentes de conocimiento público, con el agravante de que estas aseveraciones tocan (entre otras) a una institución anclada en nuestra historia republicana, es porque hay un elemento de irracionalidad que subyace en ello. ¿Y qué puede ser eso que genera tanta molestia a ciertas elites? ¿Por qué incomoda la existencia de esos puñados de niñas y niños humildes que se plantean como objetivo la búsqueda de la excelencia y que, con un mínimo de recursos –pero siempre guiados por un cuerpo de profesores comprometid@s-, trabajan duramente por querer ser (y muchas veces ser) l@s mejores? Se lo dejo como ejercicio de reflexión. Personalmente, yo tengo una opinión muy clara al respecto, y no trepido en decirla: eso se llama envidia.
(El autor es ex-alumno del Instituto Nacional (promoción 1992) y Premio del Consejo Matemático de las Américas 2013)

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