La figura del diputado de Izquierda Autónoma Gabriel Boric creció durante 2014, opacando a la de sus pares herederos del movimiento estudiantil. Boric marcó un espacio a la izquierda de la Nueva Mayoría y busca alianzas para afianzarlo.
por Oscar Contardo
La primera pregunta al diputado Gabriel Boric tiene que ver con la sombra de las generaciones pasadas, esa izquierda que le antecedió, que alguna vez fue rebelde y hoy lo contempla a él y a sus coetáneos desde una vereda diferente. Boric, el orgullosamente magallánico, el independiente, el que este año despuntó primero por su aspecto, luego por sus intervenciones rotundas y finalmente por su crítica a la conducción de la reforma educacional, responde con un rictus imperturbable bajo la sombra de una gorra con el logo de Nine Inch Nails en un café de Bellavista. Le pregunto sobre una entrevista a Enrique Correa, José Antonio Viera-Gallo y José Miguel Insulza publicada hace un par de semanas, donde los tres baluartes de la Concertación recordaban su propio pasado de revolucionario.
Dijeron que eran más revolucionarios que ustedes. ¿Qué piensas tú de esa generación?
Le tengo mucho respeto a esa generación por varios motivos. Soy muy consciente de que para bien o para mal somos sus herederos y que quienes estamos hoy día en la lucha política no partimos de cero. Hay un tronco histórico importante. Ahora, me parece triste identificar a esa generación con esos personajes en particular. No creo que sea la única manera de ver a esa generación.
¿A qué te refieres? Hay diferentes tipos de tristeza. Está la tristeza que me inspiran los que instalan una consultoría y, por otro lado, está la tristeza de Carlos Lorca, Miguel Enríquez y de Bautista van Schouwen, todos los que no pueden sacarse fotos hoy día. Hay dos tipos de tristeza muy diferentes: una con dignidad y la otra con todo lo contrario. Después que leí la entrevista escribí un tuit: ‘Pareciera que Insulza, Correa y Viera-Gallo piensan que ser revolucionario es como estar afiebrado. Algo que se pasa. Yo tengo otro concepto de ser revolucionario’.
Durante 2014 lograste erigirte como un personaje, alcanzaste visibilidad. ¿Qué has logrado concretamente en el Congreso?
Me he dado cuenta de que el Congreso es un espacio en el que es difícil que se logren cosas. Un profesor me decía que la República es una misa sin Dios y el Congreso es muy expresivo de ese adagio. Todas las discusiones, en particular en la sala, son un gran show, nadie busca convencer a nadie, no hay deliberación, por lo general no se escuchan. En las comisiones es distinto. Pero en general, las decisiones, más allá de que se formalicen en el Congreso con una votación, no se toman en el Congreso, se toman en negociaciones con poderes fácticos, como la Iglesia o, en particular, los empresarios, hay una colonización del mundo empresarial hacia la política muy fuerte o dentro de los mismos partidos en función de intereses que no son siempre transparentes. Por ejemplo, en la discusión del binominal no me cabe ninguna duda de que hubo cálculo y eso evidentemente no se expresó en el debate público. Nuestra capacidad de incidencia -la de la IA- en política institucional es menor, ahora hemos logrado otras cosas.
¿Qué cosas?
En Magallanes se acaba de formar la Unión Magallánica de Trabajadores, una alianza entre diferentes sindicatos, muchos de ellos nuevos, que se crearon en los últimos meses, con el objetivo de tener una política de solidaridad entre trabajadores. En Chile, la tasa de sindicalización es del 12 por ciento; en Magallanes, del 17, nos pusimos la meta de aumentar al 40 por ciento hacia el fin del período en cuatro años.
¿Cómo se concilia tratar de frenar la fragmentación de la izquierda con alcanzar una identidad propia dentro de la izquierda?
Ese es un problema que se arrastra desde hace mucho rato y que poco a poco se está discutiendo en el mundo underground de la izquierda, y cuando hablo de izquierda no me refiero ni al PS ni al PPD, sino a compañeros del Frente de Estudiantes Libertarios, a una parte del Partido Comunista y a la gente de la Unión Nacional Estudiantil.
¿Cuál es el punto en donde alguien deja de ser de izquierda?
Quiero ser cuidadoso con esto, porque no me interesa que esto sea una competencia de quién es más de izquierda. Esa pelea es muy tonta, porque no lleva a ninguna parte y es sólo estética, y las peleas estéticas le han hecho mucho daño a la izquierda
Hay grupos que ven en cualquier intento de negociación una traición.
Sí, ese es finalmente el gran triunfo de gente como Correa o Insulza, que tengamos miedo a ser como ellos y terminar con una empresa de consultoría. Al final, no querer juntarse con nadie termina en un individualismo radical.
¿Provocó conflictos internos tu decisión de pedir la renuncia del ministro Eyzaguirre?
No. Esa no fue una decisión personal, fue producto de una elaboración.
¿Cuánto duró esa elaboración?
Harto rato. Yo creo que hay un consenso en que el gobierno lo ha hecho muy mal en la conducción política de la reforma educacional. En su mejor momento, durante el 2011, tenía un 80 por ciento de apoyo, ahora todos los actores que podrían haberla apoyado se dividieron y tienen visiones críticas. Lo que dije creo que generó un conflicto y quedamos más aislados que antes, pero creo que sirvió y fue parte de una línea coherente generar una oposición desde la izquierda.
¿Qué pasaría si cambian a Eyzaguirre por alguien más conservador?
Sería una expresión de la correlación interna de fuerzas de la NM y la influencia que tienen los sectores más conservadores.
¿No te sentirías, en parte, responsable?
En absoluto. Yo estoy a favor de la reforma, criticar a Eyzaguirre no es estar en contra de la reforma.
¿Cambió tu opinión después de la interpelación?
No. Yo creo que en la interpelación el desempeño de la derecha fue un espectáculo patético. Eyzaguirre, en cambio, lo hizo bien, pero claro, quizás no calculé bien lo que dije luego. Yo dije que “nobleza obliga, ministro: estuvo muy bien hoy”, pero eso no quitaba que yo considerara que lo había hecho muy mal con la reforma. Mi objetivo era decir que nosotros somos capaces de reconocer cuando hay cosas que se hacen bien. La única forma de sacar esto adelante es a través de un acuerdo social: volvamos a convocar a los profesores, a los estudiantes, a los apoderados, que en un momento estuvieron a favor del movimiento estudiantil. Eso el ministerio no lo ha hecho.
¿Y por qué no los convocaron?
Porque les tienen desconfianza, porque no los controlan. Pensaron que como el movimiento estudiantil está a la baja, como los bonos del movimiento estudiantil ahora se transan más bajo que los de la Iglesia, entonces invitémoslos a una mesa “challa” de participación. La gente que está elaborando la reforma todavía no ha visto las conclusiones de esa mesa de participación. Era para la foto. Todavía sigue imperando la lógica de que esta reforma la pueden hacer “los que saben”. Un grupo de técnicos.
¿Quiénes forman ese grupo de técnicos?
(Se toma su tiempo para responder) Yo creo que evidentemente son un aporte la gente de Revolución Democrática, la gente de Educación 2020, todo ese mundo, evidentemente, es un aporte al debate, pero solos encerrados en el ministerio no la van a hacer.
¿Qué aprendiste este año en el Congreso sobre cómo hacer política como representante? Aprendí que las instituciones son muchas veces cáscaras vacías y que el Congreso no es el espacio deliberativo que debiera ser y que, por lo tanto, las disputas más importantes no están ahí. Eso lo sospechábamos, pero estar ahí dentro, toparse con eso es otra cosa. El nivel de debate en general es bajo, salvo excepciones. La política está muy desprestigiada, en parte por la torpeza misma de quienes hacemos política, ahora eso no significa que todos los políticos sean flojos o roben, pero creo que hay un ensimismamiento en el Parlamento muy grande. Yo estoy haciendo política y a mí me interesa reivindicar la política, y eso se hace defendiéndola.
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