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JESUS Redondo, director del Observatorio Chileno de Políticas Educativas.
Jesús Redondo, 57 años, sicólogo y doctor en filosofía y
ciencias de la educación de la Universidad de Deusto, España; director
académico de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de
Chile y coordinador del Programa de Doctorado en Sicología, forma parte
del comité directivo de Clacso y de la Comisión Institucional de
Educación de la Universidad de Chile. Es director del Observatorio
Chileno de Políticas Educativas (Opech) y especialista en sicología
educacional y pedagogía social. Sus investigaciones, artículos, libros y
tesis, suman decenas.
Sobre la crisis de la educación, el profesor Jesús Redondo ha
dicho: “La educación pública en Chile está declarada en estado de
extinción por el efecto combinado de cuatro razones: la ideológica, que
se relaciona con la decisión de privatizar los colegios; la política,
cuyo efecto se agravó tras los veinte años de la Concertación, que
quiso mejorar el sistema pero dentro de la misma lógica del gobierno
militar; la económica, en que los grupos más acomodados han hecho
buenos negocios y la social, dada por la falta de articulación
coherente de las protestas desarrolladas sobre estos temas que se han
realizado a lo largo de estos años”.
A este especialista pedimos su opinión sobre la anunciada reforma educacional.
¿La desmunicipalización resuelve la crisis de lo que se llama la educación pública?
“Es un elemento necesario, pero no suficiente. La crisis del sistema
educativo es más amplia que la mera ubicación de dónde se va a
gestionar el sistema público. Lo de fondo es sacar la educación pública
de la gestión regida por parámetros de mercado. Este es el tema
nuclear. El sistema actual no garantiza el derecho a la educación ni
consigue mejorarla. Cuando se habla de municipalización, se habla de lo
que se hizo para abandonar la educación pública. Algunos municipios
han hecho cosas interesantes pero dada su distribución, diversidad y
financiamiento, en el fondo ha sido una forma en que el Estado dejó de
hacerse cargo de la educación. La LGE, que no resolvió el problema
porque no lo abordó en el fondo, llevaba como segunda ‘patita’ la ley
de reforzamiento de la educación pública. Pero eso nunca llegó. En este
caso el orden de los factores sí altera el producto. Puede ser correcto
exigir gratuidad, desmunicipalización, carrera docente, fin al lucro,
etc. El problema es que la secuencia en que eso se haga, va a definir
resultados distintos”.
¿Y cuál sería ese orden?
“Primero hay que crear el aparato público de educación. Mientras
tanto, es inútil hablar de terminar con el copago, por ejemplo. Un
Servicio Nacional de Educación debe ser descentralizado. Tiene que
haber un financiamiento estatal del cien por ciento para la educación
pública y que desaparezca la subvención, porque se trata de un servicio
público. Luego, tendrá que haber financiamiento al colegio particular
subvencionado sobre la base de que cumplan una función social. Un buen
servicio público no niega la libertad de enseñanza. Hay que valorar a
la educación subvencionada, pero con un eje de educación pública de
alto nivel. Si todo acto educativo es un derecho, deberíamos tener una
regulación que impida el lucro, incluso en los colegios pagados”.
Eso apunta al corazón del criterio de la derecha que defiende la educación como actividad económica…
“La educación es una actividad que tiene aspectos económicos. Pero no
puede ser un negocio, por la naturaleza del bien. Hay un tema que se
discute a nivel mundial luego de cuarenta años de neoliberalismo: hay
cosas que son bienes públicos tradicionales, administrados por el
Estado, y bienes privados que se rigen por el mercado. Pero hay otros
que son los bienes comunes, que no son ni del Estado ni del sector
privado. Un bosque, el agua: nadie puede ser propietario de esos
bienes”.
LA DEMOCRACIA SOMETIDA A SECUESTRO PERMANENTE
¿Pero se puede pensar en un sistema de esa naturaleza
en Chile? Porque aparecería como una excepción dentro de un sistema
consolidado…
“Chile tiene muchas excepcionalidades a nivel mundial; y las tiene,
aparte de su tradición histórica, por ser demasiado ‘aristocrático’.
Las llamo ‘sistema de fundos’. La dictadura tomó decisiones que en
ningún otro país se habrían podido adoptar. Pero treinta años después,
existe la evidencia de que el proyecto no funciona. No es solo una
discusión teórica. Tenemos pruebas de que no funciona. Y lo que impide
que se cambie, es el mismo grupo que impuso este modelo. Tenemos una
democracia sometida a un secuestro permanente”.
Algunos plantean que toda modificación al financiamiento, a la
carrera docente y a la desmunicipalización, colisiona con la
Constitución.
“Puede ser, según cómo se enfrente el proceso. La LGE dice que es un
delito que los particulares subvencionados lucren. Pero todos sabemos
que las universidades llevan treinta años lucrando, y no se han puesto
en marcha los dispositivos para sancionarlas. El Ministerio de Educación
presta muchos servicios a la educación privada.
Los padres llevan a sus hijos al colegio que creen mejor. Se
vuelcan a los colegios en donde hay más ‘orden’, ‘seguridad’,
‘garantías’. Pero si hubiera un buen sistema público, el 70% preferiría
ese sistema”.
Algunos piensan que este proceso será muy largo y que las
trabas constitucionales, las colisiones políticas y los intereses en
juego son tan grandes, que no se puede esperar mucho de lo prometido.
“El sistema tal como está, ha sido capaz de procesar las protestas
sociales como un elemento que favorece la desaparición de la educación
pública: después de cada año de protestas, el número de padres que
cambian a sus hijos de colegios municipales a los subvencionados,
aumenta”.
UN PROCESO CONSTITUYENTE
¿Entonces el movimiento social debería dar un salto cualitativo, hacer propuestas más concretas, estructurase de otra manera?
“Creo que el movimiento social se ha dado cuenta que no se puede
resolver el problema de salud, de educación, de AFPs, de leyes
laborales, etc., porque el límite que pone la Constitución no permite ir
rápido. El asunto entonces es hacer un gran proceso constituyente. Ese
tema está claro en todos los grupos sociales”.
Pero plantear hoy un proceso constituyente corre el riesgo que
esa idea la coopte el sistema, como hizo con el cambio de Loce a LGE…
“La LGE se hizo desde los parámetros de la Constitución actual y con
una correlación de fuerzas del sistema binominal, por lo tanto, la
derecha se impuso en los temas orgánico-constitucionales. Por eso creo
que la LGE no es una ley de educación, sino de ‘fundos educativos’, los
sostenedores están a cargo de todo.
Sin eliminar el concepto de Estado subsidiario, es inviable
todo cambio serio. Eso es un elemento nuclear. Pero un Estado no
subsidiario no quiere decir que no pueda ejercer subsidiaridad respecto a
los intereses particulares. Todo Estado es subsidiario respecto de los
intereses, pero no puede ser subsidiario respecto de los derechos. Esa
es la diferencia. Y hay que tener claro que la educación es un
derecho, no es un interés. Eso es lo que tiene que garantizar el
Estado”.
Volviendo a la Constitución, la duda consiste en que dentro
del marco binominal -y con la desarticulación del movimiento social-,
un intento de reforma constitucional se realice en las condiciones que
impone el mismo sistema…
“Ese fue el intento que hicieron con la LGE y no funcionó. Creo que
tampoco les va a funcionar ahora, en la medida en que esos procesos
políticos son posibles cuando la ciudadanía no tiene información. Pero
hoy, a pesar que controlen los medios de prensa, no es posible un
control absoluto. Es mucho más difícil ‘un proceso constituyente
engañoso’”.
Algunos países de América Latina hicieron procesos
constitucionales profundos, sólo después de ganar importantes cuotas de
poder. Aquí los movimientos sociales, antes de articularse y sin logra
ningún grado de poder formal, están impulsando un proceso
constituyente. Puede suceder que una “nueva” Constitución cambie algunas cosas, pero mantenga el legado…
“Sí, puede ocurrir. Puede haber gente que intente hacer un cambio
aparente. Para un cambio constitucional serio se requiere hegemonía. El
tema es cómo se logra. Los movimientos sociales están trabajando por
ganar hegemonía en distintos frentes. El abandono por parte del Estado
de las problemáticas del país ha sido de tal nivel, que todo ayuda a
ganar esa hegemonía. Es el rol de la auto organización. La opinión en
un sentido amplio, se divide entre los que dicen: no más Estado, mejor
lo hacemos nosotros. Pero al mismo tiempo, se da la razón al que dice:
Yo tampoco quiero más Estado, prefiero la iniciativa privada. Luego
ambos se tocan, porque no quieren que los controle nadie. Eso sí, que
los financien, porque todos quieren que el Estado los financie.
No veo una hegemonía suficiente que diga: hagamos un Estado
razonable, que permita la libertad pero bajo reglas claras. Hay que ir
aprisa, pero haciendo algún tipo de cambios. Hay que llegar a un acuerdo
que creo que es al que se está llegando, como mínimo, al ordenar el
tema fiscal, que no va a hacer más que eso. Pero ya es mucho.
En el tema educación también se puede avanzar en ordenar el sistema público. Ahí está el punto central”.
Sería como esperar que se vaya extinguiendo el sistema particular subvencionado…
“Extinguiendo no, acomodando al ‘no al lucro’. Puesto que va a tener
un cien por ciento de fondos públicos, debería ordenarse para
constituir fundaciones no lucrativas”.
SABER QUÉ PASA CON LA PLATA
¿Para desincentivar a aquellos que buscan el lucro?
“Exactamente. Decirles: mire, usted hizo su inversión, bueno ahora
tiene diez años para recuperarla. En ese sentido no podría alegar un
menoscabo económico.
En la Constitución los derechos sociales prácticamente no
existen, y en el caso del derecho a la educación hay una mezcla entre
lo que es el derecho a la libertad de enseñanza con el derecho a hacer
negocio con ella. Esa mezcla en otras Constituciones no se produce. Una
de las pocas cosas interesantes que tiene la LGE es que obliga al giro
único. Ahora, por lo menos, se puede saber qué pasa con la plata. Antes
ni siquiera se podía saber eso”.
Hay varias ideas de desmunicipalización, pero no se ve claro que se considere esa temporalidad y gradualidad que usted plantea…
“Una ley de no al lucro y gratuidad, pero de mediano y largo plazo,
establecida con fechas. Pero la primera etapa es el sistema público de
educación, concentrarse ahí. Luego, viene el detalle: qué entendemos
por público, y en ese sentido la discusión con las universidades es muy
interesante. Una cosa es que toda la educación sea pública, por lo
tanto cualquiera que la hace está haciendo un bien público, y otra es
el sistema público, que jurídicamente es del Estado. Da igual la
organización que adopte, eso no es el tema. Lo primero es el
financiamiento basal y con presupuesto estatal, ahí no corre subvención
sino un financiamiento de la estructura misma y habrá que delimitar
cómo se considera la estructura en cada territorio. El valor de un
servicio de calidad no puede ser igual para un niño de una zona
desértica que para uno de la comuna de Providencia. Por lo tanto, hay
que financiar para que tengan el mismo nivel de calidad; cueste lo que
cueste en cada caso”.
CAMINANDO HACIA LA LOCURA
Usted comentaba las experiencias de gestión municipal
en el mundo. Si consideramos la extensión y diversidad del territorio
chileno, la Municipalidad debiera jugar un rol…
“Creo que debe jugar un rol la sociedad territorial, a través de la
Municipalidad, el gobierno regional, la universidad pública, los
sindicatos, los estudiantes, los padres, los profesores, las
organizaciones empresariales, las organizaciones sociales. En un sistema
público, debiera haber alguien con atribuciones ejecutivas, pero el
Consejo Escolar del Territorio, por llamarlo de alguna manera, debe
contar con la participación de todos y ser deliberativo y decisorio,
con facultad para evaluar el sistema. No se trata de estándares y
logros, sino qué pertinencia guarda la gestión con la realidad del
territorio.
Un buen estándar puede ser un mal criterio de progreso
educativo en un territorio determinado. La escuela tiene que volver a
la tradición en su sentido de fondo; tiene que hacerle sentido a la
comunidad: es su escuela. No es la escuela globalizada que rinde
estándares.
Para activar la educación pública y desactivar la educación
como mercado, es necesario eliminar el Simce como planteamiento sensal,
aunque se mantenga como muestral. Que sea un indicador, pero no un mazo
para darle a la escuela todo el día. Este año hay diecisiete pruebas
distintas. Hemos estado yendo hacia la locura. En ningún otro país del
mundo ocurre eso. La educación se desarrolla solo cuando la gente se
involucra. Y la gente se involucra cuando las políticas tienen sentido.
La escuela se convierte en un aliado del desarrollo local. Esto es más
importante que los estándares fabricados con base en comparaciones
internacionales tan alucinantemente distintas, que siempre ganan los
mismos.
Hay un tremendo miedo al cogobierno, y resulta que este país
está cogobernado con los empresarios y los militares; las empresas
dirigen la salud desde las Isapres y laboratorios; la educación desde
los negocios, y a nadie esto le hace problemas.
Prefiero un cogobierno donde la mayoría se exprese. Aparecerán
diferencias, y seguramente los padres serán rigurosos en lo que
exigirán a los profesores. Pero serán rigurosos razonablemente, desde la
pertinencia social. No desde un abstracto que no sabemos a quién está
sirviendo”
RICARDO CANDIA CARES
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