27 de mayo de 2014
Son múltiples y de diversa naturaleza las señales
que dan cuenta de que nuestro país inició su entrada a un nuevo ciclo
político. No se trata solamente de un momento distinto en la dinámica
política, como pudo ser la llegada de la derecha al gobierno luego de 20
años Concertación. Se trata de algo más profundo en relación con las
dinámicas políticas, sociales, culturales y, en parte, económicas que se
están desplegando a un ritmo acelerado en nuestro país.
Somos hoy testigos del agotamiento de un pacto político suscrito por
la derecha y la Concertación a fines de los 80, sobre la base del cual
se impulsó la construcción de una sociedad postpinochetista. Es decir,
una sociedad que, como lo explica el sociólogo Manuel Antonio Garretón,
ha permanecido atada a la dictadura tanto por su modelo socioeconómico
como por su modelo político-institucional.
La desaparición del postpinochetismo y la configuración del nuevo ciclo histórico es lo que hoy está en juego en Chile.
Son muchas las señales explícitas que dan cuenta de las dinámicas de
cambio, por ejemplo, una incipiente reconfiguración del sistema de
partidos que se refleja, entre otros, en el paso de la Concertación a la
Nueva Mayoría; la aparición de nuevos referentes con representación
institucional, como el PRO, Amplitud, Revolución Democrática, Izquierda
Autónoma; el arrinconamiento y aislamiento intenso de la derecha
pinochetista, la UDI, etc. Este nuevo ciclo histórico lo desencadenaron e
impulsaron los sectores sociales excluidos del sistema institucional
con las intensas y masivas movilizaciones protagonizadas por ellos entre
2011-2012. Dichas movilizaciones cambiaron la agenda, obligando a los
medios y a la elite a discutir temas como la reforma constitucional,
educacional y tributaria hasta entonces silenciados, ninguneados y
ridiculizados por el postpinochetismo aliancista-concertacionista: “Esas
cuestiones no le interesan a la gente”, era una de sus respuestas
favoritas.
Y, como bien lo explicó Gramsci hace 80 años, una de las cosas que
caracteriza a los períodos de transición es “lo nuevo que no termina de
nacer y lo viejo que no termina de morir”. Se trata de una tensión
conflictiva, de una lucha donde lo viejo –en nuestro caso el
postpinochetismo– se aferra con fuerza y con insistencia al ciclo
antiguo, y sus defensores se resisten a lo que viene, pues ahí no hay
lugar para ellos. Cuentan con importantes recursos acumulados durante el
fulgor de su momento histórico para enfrentar la lucha en esta etapa
transicional, por ejemplo, la tribuna del campo mediático, el mismo que
se consolidó durante la etapa postpinochetista en Chile.
Como todo ciclo esta moribunda etapa tuvo sus intelectuales orgánicos
que, como Tironi, orientaron política, cultural y comunicacionalmente
en relación con los límites de lo (in)aceptable y de lo (im)posible. Fue
su modo de ejercer influencia a favor del postpinochetismo (“El argumento de que algo fue creado por la dictadura y por eso hay que descartarlo de plano es absurdo”) y de acumular capital simbólico.
O Escalona, que sin ser un intelectual sí está orgánicamente ligado a
Tironi al formar parte nuclear de aquellos sujetos políticos que se
hacen cargo de la defensa militante del postpinochetismo, entendido éste
como etapa histórica por la que transitó nuestro país. A pesar de
provenir del socialismo tradicional, Escalona se instaló rápidamente
como vocero en desprestigiar la catarsis que los movimientos sociales
desencadenaron en Chile a partir del 2011 (“pedir Asamblea Constituyente
es fumar opio”) y en difamar la nueva problemática histórica que ésta
implica: superar el postpinochetismo y convertirnos en una sociedad
realmente democrática.
En este contexto de tensión y cambio, la guerra de posiciones en
defensa de lo viejo está a cargo hoy de actores como Escalona y Tironi,
que alguna vez fueron de izquierda. Cada uno a su manera defiende al
pinochetismo en su versión post y se resisten a lo nuevo que no los
considerará, no importando su pasado rojo
En su defensa recordarán su exilio, su clandestinidad, sus compañeros
caídos. Esa letanía con aires de Síndrome de Estocolmo para lo único
que puede que sirva es para mecer el sueño de los dinosaurios.
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