Opinión
La
directora del Centro de Estudios de la Fech, Camila Miranda, enumera
las áreas que, a su juicio, continúan en la nebulosa respecto de los
alcances de la reforma educacional propuesta por el nuevo gobierno: “En
las intervenciones recientes del ministro Eyzaguirre ya pueden
identificarse diferencias con las líneas del movimiento estudiantil y
elementos que no quedan del todo claros, pero que es necesario develar,
pues la política de los 100 primeros días de gobierno podría llegar a
ser la política de los próximos diez años en la materia”.
La “reforma
estructural a la educación” implica un proceso de creación de
instituciones, de transformación de varias existentes, pero sobre todo
implica adoptar definiciones, responder como sociedad preguntas
fundamentales como para qué educamos, qué se enseña o cuál es el
carácter de la educación pública. El sentido de la reforma será
relevante porque tendrá efectos concretos sobre la realidad. De ahí que,
más allá de las lógicas gradualidades, estas deben sí o sí apuntar
hacia un horizonte claro, que no es otro que aquel que el movimiento
estudiantil y la ciudadanía en general ha asumido como propio: una
educación como derecho social y no como objeto de negocio.
La oposición entre una educación entendida como derecho o como
negocio no es antojadiza ni opera solamente en el plano de las ideas. Su
sentido se expresará y tensionará en todas las dimensiones de la
política educacional que se pondrá en discusión y en las reformas que se
lleven a cabo. Será a partir de cómo se resuelva esta oposición que se
dará forma al sistema mismo, se autorizarán acciones concretas y se
estimarán los términos en que los cambios ocurran. Así lo reconoció
Alfredo Prieto, el ministro de Pinochet que condujo las
“modernizaciones” educativas en 1981 que rigen hasta hoy: “Las
modernizaciones no constituyen sólo un conjunto de medidas pragmáticas
para resolver problemas concretos. Es la expresión, en el campo
educacional, de una determinada concepción del hombre y la sociedad”.
El cuestionamiento del 2011 demuestra que este modelo específico no
sólo incumple en la tarea de dar educación de “calidad” a todos, sino
que además genera un daño suficiente como para sacar a cientos de miles
de personas a la calle. El nuevo campo de la educación está fundamentado
en una demanda democrática, cualquier cambio que se quiera hacer en
nombre del derecho a la educación debe hacerse cargo de restarle
influencia a los principios del actual modelo: el negocio educativo debe
retroceder. Así, que la educación sea un derecho social implica que no
pueda ser comerciable, pero además, que sea esencialmente democrática,
pues la educación debe ser un espacio público por excelencia.
Si la campaña electoral de la actual presidenta estuvo marcada por la
promesa de una reforma educacional de la que sólo se conocían los
titulares mientras el resto permanecía ambiguo, ya asumido el nuevo
gobierno han comenzado poco a poco a develarse detalles más concretos.
En las intervenciones recientes del ministro Eyzaguirre ya pueden
identificarse diferencias con las líneas del movimiento estudiantil y
elementos que no quedan del todo claros, pero que es necesario develar,
pues la política de los 100 primeros días de gobierno podría llegar a
ser la política de los próximos diez años en la materia.
EDUCACIÓN PÚBLICA
Desde el punto de vista del financiamiento a las instituciones de
educación superior, la definición de lo público ha sido conflictiva. El programa de la Presidenta Bachelet señala que las exigencias para la gratuidad en el trato del Estado con las instituciones son: estar
acreditada; acatar estrictamente las normas que no permiten la
existencia de lucro; estar incorporada a las nuevas normas sobre acceso
de equidad; desarrollar programas de reforzamiento y acompañamiento
para los alumnos vulnerables, y que se rija por el sistema de aranceles
que determine el Mineduc.
El ministro sostiene que “la educación pública es lo que esencialmente define los contornos de un país”, mientras que la educación privada “es subsidiaria”. Lo
anterior, más allá de la fraseología de buena crianza, continúa en un
plano excesivamente ambiguo para definir el carácter público de una
institución. Entender la educación como un derecho social y a la
enseñanza pública como su tronco central, implica construir un modelo en
que las instituciones estén basadas en la demanda democrática que las
funda. Desde esta lógica, difícilmente podría considerarse plausible que
pueda financiarse una institución que, en primer lugar, no rinda
cuentas frente a su propia comunidad, escogiendo democráticamente a sus
autoridades y generando espacios de participación y control por parte de
los actores de su comunidad. Y, en segundo término, tampoco puede
concebirse como tal a una institución que no responda frente al país,
sometiéndose al control financiero de la Contraloría General de la
República, y orientando su investigación, docencia y extensión, hacia
las necesidades del país y no simplemente hacia la acumulación inconexa
de papers para fortalecer posiciones en el ranking
internacional que esté de moda. Aquellas resultan cuestiones de sentido
elemental para recién comenzar a abrir este debate.
LÓGICA DE FINANCIAMIENTO
En su intervención en el programa “El Informante”
de Televisión Nacional, el ministro explicó cómo sería el
financiamiento de la educación superior y escolar en su reforma (sobre
la educación técnica y parvularia no ha hecho referencias sustantivas).
En cuanto a la Educación Superior sostuvo que “hay
un financiamiento a la oferta, a la universidad, que tiene que ver con
la investigación que hace, que viene del Estado, que es financiamiento
basal. Y hay otro financiamiento, que viene por parte de los estudiantes
que eligen a esa institución”. Es decir, se puede anticipar que se mantendrá un sistema de vouchers,
complementándose con los convenios de desempeño para la investigación
que incentiva la competencia entre las instituciones para obtener la
venia del ministerio. De ahí que es urgente que el ministro aclare si el
sistema mantendrá el financiamiento basado en becas y créditos, que es
completamente opuesto a lo que el movimiento estudiantil ha planteado,
en la medida que continúa sometiendo a las instituciones a competir
entre sí, e incentivándolas a reducir costos y gastar más en publicidad
para captar estudiantes que en insumos para mejorar la educación que
imparte.
Sobre la educación escolar, mantiene la lógica de subvención,
refiriéndose al incremento que se efectuará para poner fin al copago.
Sin duda, para desmercantilizar la educación hay que invertir dichas
lógicas, proyectándose a una de financiamiento a la oferta (como
traducción de la educación como derecho social). Si las medidas no apuntan a atacar y revertir los objetivos que desplegaron y materializaron sus ideólogos, entonces no estamos hablando de una reforma transformadora.
FIN AL LUCRO
Actualmente la prohibición de lucro sólo existe en la educación
superior (no en los CFT e IP), declarándose que en el ámbito escolar el
78% de los colegios particulares subvencionados tiene fines de lucro,
como lo sostienen las últimas investigaciones. Al respecto, el programa de la Presidenta señala que “no se podrá lucrar con recursos públicos”,
y así lo ha confirmado en sus intervenciones el ministro de la cartera,
señalando que el proyecto buscará que ningún colegio que lucre reciba
recursos públicos.
Pero una prohibición tan particular se contradice con la idea de la
educación como derecho social, en cuanto ésta desempeña una función
social que no debe ser reducible al origen de su financiamiento, pues en
su calidad de derecho fundamental no puede ser comerciable. Claramente
esta propuesta deja más de un ámbito abierto en que los privados puedan
seguir desarrollando negocios al alero de la educación.
CIERRE DE INSTITUCIONES
La creación de dos nuevas universidades regionales durante los
primeros 100 días de gobierno ha sido uno de los compromisos de la
presidenta (Aysén y O ́Higgins), sin embargo, la reforma no sólo
implicará la creación de instituciones, sino que también el cierre de
varias.
El caso de la Universidad del Mar en el ámbito universitario y el
cierre de colegios en Cerro Navia, da cuenta de la inexistencia de
mecanismos para que el Estado se haga cargo. Si bien en el ámbito
escolar existe la figura del interventor, ésta solamente responde a la
lógica de “lo malo se bota” y no es extensible a la mayoría de casos por
los que los colegios se cierran (proceso de renuncia voluntaria por
parte del sostenedor al reconocimiento oficial), mientras que en la
educación superior no existen figuras ni procedimientos asociados a su
cierre, así como tampoco para dar respuesta a los estudiantes de las
instituciones que no resulten acreditadas, requisito para recibir ayudas
del Estado. Una reforma sustantiva no puede omitirse ni tener medias
tintas frente a este tema, que está en el sentir cotidiano de muchas
familias que, aún compartiendo las demandas del movimiento estudiantil,
temen razonablemente que sus hijos terminen viviendo los mismos dilemas e
incertidumbres padecidos por los estudiantes de la Universidad del Mar.
UNA NUEVA INSTITUCIONALIDAD ESCOLAR
La cartera de Educación ha confirmado que, como se describe en el
programa de la Presidenta, la desmunicipalización se realizará a través
del reemplazo de la administración municipal por “una nueva
institucionalidad pública, cuya estructura contempla la creación de un
Servicio Nacional de Educación Pública descentralizado y Servicios
Locales de Educación Pública”, ambas entidades relacionadas al Mineduc.
Existen
diversas perspectivas, la propia Presidenta Bachelet envió un proyecto
durante su anterior gobierno, lo mismo hizo el ex presidente Piñera el
año 2011, sin prosperar ninguna de ellas. Por su lado, desde el Colegio de Profesores, la Asociación Nacional de Municipalidades y la ACES,
han construido sus respectivas propuestas. Un punto en común es la
necesidad de una nueva institucionalidad, sin embargo, de quién dependa,
el tamaño de la institucionalidad, sus atribuciones y la forma de
financiamiento (por vulnerabilidad de la localidad, vía presupuesto,
por el tamaño de la matrícula, etc), su vínculo con la comunidad, entre
otras, son cuestiones que hoy están en el debate y frente a las cuales
no ha existido hasta la fecha un posicionamiento claro del nuevo
gobierno.
Es necesario que el ministro profundice estos temas, pues el fin al
copago se encuentra conectado con el fortalecimiento de la oferta
pública que se traduce, por ejemplo, en la creación de establecimientos y
su distribución racional. Además, de poco sirve una institución sin una
idea acerca de cómo educar y qué enseñar. En tal sentido, la definición
de los currículos, el rol del profesor, la regulación de su quehacer,
son cuestiones que responden a la pregunta por el “para qué” educamos,
discusión adeudada en estos anuncios.
LA EDUCACIÓN TÉCNICA Y LA AUSENCIA DE CLARIDAD
El programa de la Presidenta respecto a educación técnica solamente
se refiere a la creación de Centros de Formación Técnica públicos con
presencia en todas las regionales, agregando que estos deben vincularse a
una universidad pública. Llamativamente, agrega que “en los
primeros 100 días de Gobierno se firmarán los cinco primeros convenios
con universidades para la creación de CFTs públicos en regiones”, cuestión que no ha sido profundizada hasta ahora, pero que sin dudas es un ámbito escasamente discutido a nivel nacional.
Poco se ha dicho e investigado sobre la educación técnica en Chile, pero desde ya podemos resaltar algunos aspectos preocupantes:
por ley el lucro está permitido, el Estado actualmente tiene prohibido
abrir Institutos profesionales, a la fecha sólo cerca de un tercio de
IPs y CFTs se encuentran acreditados y, además, concentran el 42,2% de
la matrícula de la educación superior compuesta mayoritariamente por
estudiantes de escasos recursos.
No basta, y puede incluso resultar contraproducente, crear CFTs del
Estado para que ingresen a competir como un actor más en el mercado de
la educación superior técnico profesional. Es preciso, en primer lugar,
vincular la cuestión de la educación técnica con la planificación
nacional y el desarrollo regional, aspectos que permiten responder
preguntas como qué técnicos formar, dónde y para hacer qué.
Asimismo, debe también trabajarse la coherencia de todos los niveles
de educación técnica: por un lado, aquella que se imparte en la
enseñanza media, hoy escasamente vinculada a su continuidad en el ciclo
superior; por otra parte, dentro del nivel superior, también deben
considerarse las universidades (UTFSM y USACH por ejemplo) que hoy
cuentan con numerosas carreras técnicas, de modo de hacerse cargo del
sector de manera integrada, coherente y no simplemente desparramando
instituciones para competir entre sí, duplicar esfuerzos y en esa
dinámica contribuir escasamente al desarrollo del país. Todos estos son
aspectos frente a los cuales la posición del gobierno no ha pasado de
escuetos y ambiguos titulares.
UNA BRÚJULA PARA NAVEGAR EN LA REFORMA
Tal como hemos repasado en esta columna, podemos decir que hay una
enorme cantidad de temas pendientes por discutir. Por mientras, el
ministerio entrega señales: el retiro de los proyectos de ley
presentados por la administración de Piñera deja claro que es preciso
diferenciar regulación con prohibición. Sin embargo la experiencia
indica que las señales no siempre se presentarán con total nitidez y
muchas veces vendrán escondidas las letras chicas detrás de los grandes
titulares de prensa.
Y no será solamente el gobierno: no son pocos los actores interesados
en utilizar el lenguaje para toda clase de giros copernicanos que
parezcan convocar las consignas del movimiento estudiantil y aún así
mantener todo como estaba antes de la reforma. Así como Carlos Peña
quiere convertir las universidades privadas en bienes públicos por obra y
gracia de su retórica, la derecha apuesta a repetir la consigna de la
calidad y abusar del embrujo lingüístico para seguir solapando el lucro.
De ahí que resulta fundamental para los tiempos que vendrán tener un
horizonte claro, que sea como una brújula que permita navegar a través
de la reforma, permitiendo diferenciar qué aspectos constituyen
efectivamente avances y cuáles, en cambio, responden a meros
gatopardismos orientados a dejar todo como está. Así pues, una
reforma cuyo centro sea el desplazamiento del sentido mismo de la
educación desde un bien de mercado hasta un derecho social, debe saber
que todos los metros que retroceda el mercado serán avances para
ensanchar la democracia.
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