Serie: reforma tributaria
Publicado: 22.04.2014
En
su tercera columna acerca del debate tributario, el académico de la
Universidad de Maryland abre la discusión sobre las bondades de
establecer un impuesto a las exportaciones de materias primas minerales,
que en la práctica gravaría mayoritariamente los envíos de cobre. Según
sus cálculos, un tributo de 10% (equivalente al porcentaje que Codelco
traspasa a las Fuerzas Armadas) generaría al Fisco ingresos equivalentes
a un tercio de lo que pretende recaudar la reforma tributaria que se
encuentra hoy en el Congreso. Tendría además otros efectos positivos,
como fomentar la exportación de cobre con mayor valor agregado, y podría
ser considerado un impuesto verde.
Existe consenso de
que los mercados internacionales de minerales, particularmente cobre,
hierro y varios otros, se mantendrán débiles en los próximos años. Estas
son malas noticias para Chile, que es un gran exportador de materias
primas minerales, especialmente cobre. Chile produce más del 35% de la
producción mundial de este metal, lo que significa que el país tiene
poder de mercado y por lo tanto afectar los precios internacionales del
cobre. Esto implica que si la producción nacional baja, el precio
mundial del cobre sube.
Esta es una oportunidad de hacer algo para mitigar mayores caídas del
precio del cobre, en lugar de simplemente quedarse de brazos cruzados
esperando el embate de estas caídas, y al mismo tiempo de empezar a
beneficiar al país de las grandes utilidades que la industria genera
usando la herramienta obvia, un impuesto a las exportaciones de materias
primas minerales.
En el pasado el país se ha beneficiado de manera insuficiente de los
retornos del cobre; nuestros políticos han permitido a las grandes
empresas extractoras, mayoritariamente extranjeras, embolsarse una gran
proporción de las enormes ganancias generadas en los últimos 12 años. Si
queremos mejorar de verdad la vergonzosa distribución del ingreso, y
además financiar las urgentes reformas a la educación y la salud, así
como también expandir el gasto social, la actual reforma que se tramita
en el Congreso no va a ser suficiente, aun en el mejor de los casos. Hay
necesidades sociales urgentes que ya no pueden esperar, y las
organizaciones sociales han madurado lo suficiente para entender que la
razón por la cual estas masivas necesidades no son satisfechas tiene
mucho que ver con la tendencia de nuestros políticos y economistas a no
tocar los grandes intereses económicos, que son los únicos que pueden
realmente proveer los recursos financieros necesarios para lograr estos
objetivos. Las presiones sociales, lejos de aplacarse, van a ir en
aumento en la medida que esto se entienda cada vez mejor. Por lo tanto,
es necesario obtener mayores recursos fiscales por encima de los que
pueda proveer la actual reforma tributaria, para lo cual la introducción
de un impuesto a las exportaciones de materias primas minerales es un
mecanismo obvio que solo el fanatismo ideológico ultra liberal y los
intereses creados no dejan ver.
Las exportaciones de minerales sobrepasan los US$45.000 millones al
año, y en este momento entregan al fisco una recaudación por impuestos
de alrededor de US$6.000 millones incluyendo los pagos de Codelco, que
alcanzan a más de la mitad de esta cifra. Del total de la producción de
cobre en el país, alrededor de 5,5 millones de toneladas, el 70% se
exporta como cobre con un mínimo de procesamiento en el país (lo que se
denomina “concentrado”), y casi todo el resto se exporta como cobre
refinado, mientras que exportaciones de manufacturas de cobre con un
valor agregado mayor son casi insignificantes.
El gran valor de las exportaciones totales de cobre significa que aún
un modesto impuesto a las exportaciones de minerales podría causar un
gran aumento de la recaudación tributaria. Al mismo tiempo, el impuesto
causaría una reducción de las exportaciones de cobre sin procesar, lo
que generaría un alza del precio mundial del cobre, mejoraría los términos de intercambio de Chile
o por lo menos mitigaría su eventual deterioro, que ocurriría
principalmente a causa de la desaceleración de China, el principal
comprador de cobre en el mundo.
Aparte del aumento en la recaudación tributaria (y
de remediar por lo menos en parte el enorme daño que se le hecho a todos
los chilenos al permitir que su riqueza mineral sea apropiada por unas
pocas grandes empresas), existen otras razones importantes que
justifican la introducción de dicho impuesto. Una de ellas es la falta
de diversificación de la economía chilena lo que le
otorga una gran vulnerabilidad. Chile es uno de los países más
dependientes de los productos primarios en el mundo. La falta de una
política industrial ha sofocado la emergencia de nuevas industrias, lo
que ha creado una economía bipolar con dos sectores, el sector productor
de materias primas y el sector servicios, muy monopolizado (bancos,
AFPs, súper mercados, etc.). Dado el nivel de ingreso per cápita, el
desarrollo industrial en Chile está muy rezagado. Un impuesto más alto a
las exportaciones de cobre en bruto puede constituir un incentivo para
aumentar la parte que se procesa en Chile, incrementando la
industrialización de cobre en el país, y aumentando así el valor
agregado de las exportaciones.
Los sectores productores de materias primas tienden a causar
importantes externalidades negativas sobre el medio ambiente, causando
significativos impactos sobre la disponibilidad y calidad de las aguas y
el aire, así como sobre otros recursos naturales, incluyendo flora y
fauna, como consecuencia de la gran cantidad de residuos tóxicos que
generan. Un impuesto a la exportación de materias primas minerales
tendería por lo tanto a mitigar estos efectos al inducir menores niveles
de producción de estos productos. Así, el impuesto a las exportaciones
de materias primas minerales juega también un rol de impuesto verde, lo
cual es muy importante dado el poco desarrollo de los impuestos medioambientales en Chile.
Una parte de los recursos obtenidos del impuesto a las exportaciones
puede ser utilizado para subsidiar las mejoras en prácticas ecológicas
(como obtención de aguas, evacuación de aguas contaminadas, disposición
de residuos tóxicos etc.) del sector minero, incluyendo también a los
pequeños y medianos mineros. Así, aun cuando el impuesto a las
exportaciones recae en las grandes empresas mineras, éstas tendrían
algunos beneficios a través de estos subsidios verdes. Además, como se
verá más adelante, el impuesto a las exportaciones causa un aumento del
precio mundial del cobre, lo cual también mitiga en parte el costo del
impuesto para las empresas mineras.
Así, tenemos cuatro razones fundamentales para promover la
instauración de un impuesto a las exportaciones de materias primas
minerales:
1. Mejorar los términos de intercambio del país al causar un alza del precio del cobre;
2. Aumentar la recaudación tributaria, permitiendo al país
compartir una mayor proporción de las enormes rentas económicas
generadas por la explotación de estos recursos sin violar los convenios
de invariabilidad tributaria firmados por los gobiernos anteriores con
la empresas cupríferas;
3. Aumentar la diversificación de la producción y el empleo
al promover la expansión de otros sectores, particularmente industrias
procesadoras de las materias primas;
4. Contribuir a mitigar la destrucción ambiental causada por las industrias de extracción de minerales.
La propuesta.
La propuesta es muy simple: establecer un impuesto de 10% ad-valorem sobre
todas las exportaciones de materias primas minerales, con una
compensación completa para los pequeños mineros a través de la ENAMI.
La razón para proponer un impuesto de este nivel es que las
exportaciones de Codelco han estado sometidas a un impuesto de 10% a
través del impuesto para las Fuerzas Armadas. Así, aplicar un impuesto
similar a las exportaciones del sector privado no hace más que
homogenizar el tratamiento a los sectores productores de propiedad
pública y privada.
Método de evaluación.
Hemos analizado cuantitativamente los efectos de este impuesto con
referencia fundamentalmente al cobre. Hemos evaluado el efecto del
impuesto de 10% sobre las exportaciones sobre el precio mundial del
cobre, la producción nacional y sobre la recaudación tributaria neta.
Para esto hemos usado los siguientes parámetros de consenso estimados empíricamente en la literatura moderna:
Primero, por cada 1% de aumento del precio
internacional del cobre, la demanda mundial de cobre cae en 0,2% (es
decir, en términos técnicos, se usa una elasticidad de largo plazo de
demanda por cobre de -0,2).
Segundo, por cada 1% que baja el precio después del
impuesto recibido por las empresas de cobre en Chile, la producción
nacional se reduce en 0,8% (o sea, la elasticidad de largo plazo de la
oferta de cobre en Chile es 0,8).
Tercero, los demás países productores de cobre
también responden a un aumento de precio mundial del cobre. Por cada 1%
que sube este precio, la producción de éstos sube 0,8% (si Chile
introduce el impuesto a sus exportaciones causa un aumento del precio
mundial, los otros países productores de cobre responden subiendo su
propia producción y por lo tanto reduciendo el aumento del precio
mundial).
Aplicando estos parámetros y además utilizando los niveles de
producción de Chile y el resto del mundo promedio de los últimos 5 años
para calibrar el modelo, hemos simulado el efecto de un impuesto de 10% a
las exportaciones de cobre de Chile.
Resultados de la simulación.
Un aumento de 10% del impuesto a las exportaciones de cobre de Chile causa los siguientes efectos:
(i) El precio mundial del cobre sube 3,5%; el
impuesto a la exportación causa una baja de las exportaciones de Chile,
lo que impacta el precio mundial al disminuir la oferta, aun si los
otros países productores responden aumentando su propia producción. El
efecto neto de estos dos efectos es sin embargo negativo, la producción
mundial cae y, consecuentemente, el precio sube en el largo plazo un 3,5%.
Es importante señalar que el alza del precio mundial en el corto plazo,
digamos en los próximos 5 años es mayor, del orden de
aproximadamente4,5%.
(ii) La producción nacional en el largo plazo cae
alrededor de 5%; si bien el precio mundial sube, el precio neto recibido
por los productores nacionales después del impuesto cae en alrededor de
6,5% (disminuye en 10% por el efecto directo del impuesto, pero como el
precio internacional sube 3,5% el efecto neto es de solo 6,5%). Esto
causa una caída de la producción en el largo plazo de aproximadamente 5%. En el corto plazo, sin embargo, la baja de la producción es menor, aun cuando las exportaciones caen también en el corto plazo.
(iii) La recaudación tributaria neta proveniente del
sector productor privado (considerando que la caída de la producción
reduce los impuestos a la renta generados por la minería y además
sustrayendo los costos de compensar a los pequeños productores) sería de
US$ 2400 millones anuales. Esto es, se lograría que la
gran minería privada, que obtiene utilidades netas de US$11.000
millones anuales y que en este momento paga menos de $3.000 millones
anuales en impuestos existentes (incluyendo impuesto a la renta y
royalties) aumente su contribución a la economía nacional en 80%, de los
US$ 3.000 millones actuales a US$ 5.400 millones anuales, una vez que
el impuesto a las exportaciones se implemente. Y sin violar los
compromisos contraídos con las empresas del cobre.
(iv) Finalmente, el empleo directo en las grandes minas cae en el largo plazo alrededor de 1%
(o sea en menos de 900 puestos de trabajo), pero este efecto sería más
que compensado por el aumento del empleo en las industrias procesadoras
de minerales que se expandirían significativamente.
En resumen, esta simple medida: un impuesto a las exportaciones de minerales en bruto de 10%, genera
recursos fiscales equivalentes a un tercio de los recursos adicionales
que se espera obtener con la compleja reforma tributaria, hoy debatida en el Congreso.
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