Toda
esta indefinición se explica, fundamentalmente, en la dificultad de las
nuevas autoridades de encontrar consenso al interior del bloque de
partidos oficialistas, donde una Democracia Cristiana, por ejemplo,
exige que cualquier proyecto que se despache al Congreso Nacional sea
discutido y visado previamente por quienes integran la coalición
gubernamental. Sabidos son también los disensos entre socialistas,
pepedés y radicales, así como las expectativas más acuciantes de un
Partido Comunista que quiere mantener “un pie en la calle”, en el
compromiso con las organizaciones sociales.
En
este cuadro de indefiniciones, se ve que para la Presidenta de la
República será difícil “golpearle la mesa” a los partidos como a los
viejos caudillos de la Concertación que han vuelto a ocupar espacios
decisivos en el Gabinete y los poderes regionales. A esta altura es
nítido que en la definición de nombres y cargos son los viejos
operadores los que están cortando el mazo y definido las cuotas de
poder; en una tarea, por lo demás, poco prolija y en que no ha primado
la idoneidad de los designados sino, más bien, las cuotas de poder
reclamadas por las distintas colectividades o, lo peor, exigidas por sus
caudillos internos.
Se
ha conformado un equipo de ejecutores y asesores que ya ha manifestado
posiciones divergentes, sensibilidades distintas y conflictos de interés
que muy probablemente no expresen consenso a la hora de definir a la
principal de todas las demandas, cual es una nueva Constitución Política
que reemplace a la de 1980 impuesta por la Dictadura. En este sentido,
ya son públicas las diferencias que existen entre quienes quieren
redactar una nueva Carta Fundamental y los que se conforman solamente
con hacerle modificaciones o retoques al texto vigente. De esta forma es
que se puede explicar la decisión de proponer, con carácter de urgente,
una nueva Constitución para hacer más expedito el voto de los chilenos
en el exterior, cuando sería mejor esperar por lo que defina un nuevo
texto en esta y otras materias.
En
esta misma dirección estaría el deseo de algunos de reponer en el
Congreso la discusión sobre modificar el sistema electoral binominal,
desahuciando la idea de que una nueva Carta Fundamental defina un
ejercicio más democrático en la elección de nuestros parlamentarios. En
este sentido, parece evidente que en la denominada Nueva Mayoría hay
quienes se conforman solamente con hacerle correcciones al binominalismo
vigente, mecanismo que incluso algunas figuras de la Derecha se
muestran propicios a cambiar por uno más proporcional.
De
esta forma es que la idea de una Asamblea Constituyente se diluye
dentro de los propósitos planteados en la campaña presidencial, incluso
dentro del comando de Michelle Bachelet. Haría falta que aquellos
connotados juristas que la apoyaron volvieran a manifestarse en favor de
un sistema que, a todas luces, sería el más democrático para definir un
texto constitucional. De esta forma podríamos despejar las dudas que
existen respecto de que ésta fuera, entonces, una posición sincera en
estos actores, y no un mecanismo propagandístico para asimilarse a las
fuertes demandas callejeras y que llegaron a la inédita decisión
transversal adoptada por miles y miles de ciudadanos de marcar el voto
con la leyenda de ese emblemático A.C.
Lo
peor sería mantenerse a la espera de que la Presidenta y sus
colaboradores opten por el camino de la Asamblea Constituyente cuando
tantos parlamentarios lo único que quieren es ser ellos los encargados
de un desafío que no ha prosperado casi en un cuarto de siglo de
posdictadura. Es evidente que una entidad elegida por el pueblo para
definir una nueva Carta Fundamental pudiera poner en entredicho la
estirpe democrática de nuestros legisladores que, como se sabe, han sido
elegidos por un sistema electoral cuestionado, por los arreglos
cupulares de la política y el poder del dinero. Pues, claro: desde que
exista una constitución y un diseño más representativo del Parlamento
obviamente que muchos de los actuales diputados y senadores tendrían que
dejar sus curules y prebendas.
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