Reyes Jedlicki, Leonora
Subdirectora
Dep. Estudios Pedagógicos
F. Filosofía y Humanidades
Universidad de Chile
Subdirectora
Dep. Estudios Pedagógicos
F. Filosofía y Humanidades
Universidad de Chile
Reyes Jedlicki, Leonora
Cada
año se cierra un número importante de escuelas públicas: entre 1990 y
2012 fueron 750 los colegios y liceos públicos municipales cerrados, y
sólo en 2013 fueron clausurados 42. De acuerdo con la legislación
vigente, los alcaldes tienen en sus manos la posibilidad de decidir
sobre el cierre o reapertura de colegios sin consulta ni acuerdo previo
con las comunidades que representan.
El
cierre de colegios públicos devela la lógica que subyace al modelo
vigente de administración y financiamiento escolar: el fin de la
educación pública. Lo público es entendido como una anomalía de lo privado. El modelo de Estado subsidiario vigente desde 1980 asegura que la libertad de enseñanza —entendida como
libertad individual para emprender en educación— esté por sobre el
derecho a la educación. Gerardo Jofré, ex asesor de Hacienda del
ministro Büchi, supo expresarlo con franqueza en su artículo “El sistema
de subvenciones en educación: la experiencia chilena” (1988): la
universalización del sistema privado subvencionado requiere que la
educación pública provista por el Estado sea de menor calidad que la
pagada por las familias, pues “si no existiera esta diferencia, nadie
asistiría a escuelas pagadas”. Así, el cierre de colegios públicos no es
un defecto del modelo, sino parte de este.
Frente
al cierre de colegios, diversas comunidades han venido ocupando
establecimientos escolares e impulsando experiencias de auto-educación.
Entre ellas, la experiencia de los liceos autogestionados de 2011 y la
reapertura por parte de un grupo de madres y apoderados de la Escuela
República Dominicana en La Florida, en 2013. Este año pareciera
repetirse el proceso en escuelas de Cerro Navia y de otras comunas. Una
realidad invisible para las actuales autoridades y ausente del programa del próximo gobierno.
No
se trata, entonces, de corregir el modelo de mercado existente ni de
volver a un pasado mítico donde todo el poder residía en el Estado, sino
de reflexionar sobre nuestra propia historia social, como aquellas
voces civiles representadas en la Asamblea Constituyente de Obreros e
Intelectuales de 1925, en que fue acordada una definición de educación
pública según la cual “El Estado debe proporcionar los fondos para la
enseñanza pública, que debe ser gratuita desde la escuela primaria hasta
la universidad. A los consejos de maestros, padres y estudiantes
corresponden la plena dirección de la enseñanza”.
Hoy,
cuando se debate una revitalización de la educación pública, resulta
clave rescatar el protagonismo histórico de las comunidades en la
educación.
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