06 Febrero, 2014
Tags: FECH, mercado en educación,
El problema en
cuestión es una disputa contra el actual modelo de educación. No es
casualidad entonces que hayan vuelto a aparecer los viejos argumentos
del establishment político para defender la nominación: “el gobierno no
puede ceder a grupos de presión, lo hace débil” o, en la defensa de José
Joaquín Brunner al nombramiento, “hay un narcisismo en el movimiento
estudiantil”. Cuando en realidad, es aquél establishment el grupo de
presión más minoritario del país, que toma decisiones a veces sin
siquiera sostener un cargo formal, con el sólo peso de su supuesta
autoridad ¿existe algo más narcisista que eso?
La agenda educacional de estos últimos días ha estado marcado por el
nombramiento de Claudia Peirano en la subsecretaría de educación y su
posterior declinación producto de los reparos que desde el movimiento
social aparecieron. Sin embargo y a pesar de que mucho se habló del
tema, conviene volver a preguntarse qué era lo realmente impresentable
de su nominación.
Se habló de conflicto de interés debido a que la susodicha es dueña
de una agencia de Asistencia Técnica Educativa (ATE), lo que
efectivamente significaba que en el desempeño de sus funciones podría
tomar decisiones que afectaran directamente el futuro de su negocio (la
ley permite que las ATE sean un negocio). Sin embargo, nunca se manejó
como una opción plausible que Peirano se desvinculara de dicha agencia,
lo que comúnmente es una solución para los conflictos de intereses.
¿Cuál era entonces el problema realmente? Tampoco lo fue, sin duda, el
vínculo existente con su ex-marido Walter Oliva; lo que, dicho sea de
paso, es abiertamente machista sostener.
En mi opinión, lo realmente problemático del nombramiento de Claudia
Peirano no se relaciona con uno u otro estándar de probidad
administrativa sino que era un problema estrictamente político: Bachelet
centró su campaña en el cambio, Peirano representa la continuidad. La
encrucijada era, por tanto, de Bachelet. ¿Quiere renunciar tan rápido la
presidenta electa, aún sin siquiera haber asumido, al gran relato de su
campaña? Ya sabemos la respuesta. Lo mismo podría decirse -y se ha
dicho- del futuro ministro Nicolás Eyzaguirre. Lo que sin duda será un
conflicto permanente a la hora de discutir la reforma educativa del
nuevo gobierno.
En efecto, el problema en cuestión es una disputa contra el actual
modelo de educación. No es casualidad entonces que hayan vuelto a
aparecer los viejos argumentos del establishment político para defender
la nominación: “el gobierno no puede ceder a grupos de presión, lo hace
débil” o, en la defensa de José Joaquín Brunner al nombramiento, “hay un
narcisismo en el movimiento estudiantil”. Cuando en realidad, es aquél
establishment el grupo de presión más minoritario del país, que toma
decisiones a veces sin siquiera sostener un cargo formal, con el sólo
peso de su supuesta autoridad ¿existe algo más narcisista que eso?
Hoy la crítica a estas políticas educativas -¡ojo, no sólo a la
“forma” de hacer política, si no a las políticas mismas!- es compartida
por amplios sectores de la sociedad chilena. Crítica que por lo demás,
se ha articulado propositivamente tras la de idea de concebir la
educación como un derecho social universal. Por tanto, existen
condiciones para que dialoguemos y construyamos un nuevo consenso
democrático en educación, una decisión soberana sobre cómo queremos que
sea nuestro modelo educativo. En dicho diálogo por supuesto que todos
tienen algo que decir, pero para ello sería más saludable que en vez de
realizar ataques oblicuos al movimiento estudiantil, los representantes
del establishment político -y quienes defendieron a Peirano- defiendan
lo que creen, defiendan el mercado.
* Sebastián Aylwin Correa es vicepresidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile y Senador Universitario
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