Publicado: 29.07.2013
El
académico Edoardo Tosti-Croce acogió en su familia a una niña de 15
años proveniente de un hogar de menores. Hoy, la joven tiene 28 años,
una carrera profesional y formó su propia familia. Frente a los graves
abusos a menores internados en hogares, constatados recientemente por la
“Comisión Jeldres”, el docente cuenta su experiencia y propone crear
“un sistema de llamado y evaluación de familias dispuestas a acoger a
estos menores, para ayudarlos a transitar hacia una vida adulta,
independiente y digna. Si en mi familia fuimos capaces de hacerlo, no
veo por qué no puedan hacerlo otras”.
Por intermedio de
este prestigioso medio, me permito escribir en forma pública al
Presidente la República, a todos los parlamentarios y a todas las
personas de buena voluntad para que estén muy atentos a lo que está
sucediendo con el tema del informe de la llamada Comisión Jeldres y voy a
explicar el por qué.
Lo que actualmente se busca es necesariamente la adopción y si ésta no resulta, normalmente porque el niño/a es declarado “adoptable” cuando ya es “muy grande” (por lo tanto, con menos o ningún interesado por él o ella), a este menor no le queda otra que seguir institucionalizado o bien rebelarse (…), optando muchas veces por la llamada “situación de calle”
Junto con un grupo de colegas, profesionales vinculados a los
Tribunales de Familia y personas de buena voluntad, seguimos de cerca la
temática de los menores “en residencias”, desde hace más de 13 años, no
sólo desde un punto de vista académico y comparado con las soluciones
que se han dado en otros países, sino también a través de la concreta
vivencia que, en el caso nuestro como familia, comenzamos a tener en el
2000, cuando acogimos, bajo el régimen de tuición, a una chica de 15
años. Esta niña había llegado a un hogar de La Araucanía, con una medida
de protección emanada de un tribunal, cuando sólo tenía 3 años. Es
decir, cuando esta adolescente se viene a vivir con nosotros, había
estado 12 años viviendo de manera “institucionalizada” y ella no era de
las que más tiempo llevaba en esa incomprensible condición. En efecto,
en ese mismo hogar había otras chicas, mayores que ella, que llevaban
aún más tiempo.
En consideración a la realidad que fuimos conociendo y a que nuestra
experiencia con esta chica resultaba exitosa y muy gratificante, en el
año 2002 elaboramos, con un grupo de colegas, una concreta propuesta
para dar más fluidez a la desinternación de menores desde los hogares
institucionales, ya que esta triste y cruel realidad de las “largas
permanencias”, con todo lo que ello significa en cuanto a los riesgos
psicosociales, es algo que todos los organismos internacionales
preocupados por la infancia, partiendo por la UNICEF, han condenado de
manera explícita desde hace años.
Chile es firmante de todas las convenciones que se han hecho para
proteger a los menores vulnerados en sus derechos. Sin embargo, al poner
en práctica dicha protección, por la manera en que lo hace,
paradójicamente termina igualmente vulnerando esos derechos, por lo
menos para un número no insignificante de menores.
Naturalmente, nuestra propuesta fue canalizada a través del SENAME
regional e incluso después fue entregada en la oficina de partes de La
Moneda, para que el ex Presidente Lagos la conociera. Algo que repetí
durante el gobierno de la ex Presidenta Bachelet y con el ex ministro
Teodoro Ribera apenas asumió el cargo de Ministro de Justicia del actual
gobierno, con quien había tenido la oportunidad de conversar
anteriormente sobre la grave situación social de estos miles de menores,
cuya única culpa es haber nacido en una condición social
desestructurada o que sus progenitores no pudieron o no quisieron
hacerse cargo de ellos como corresponde.
Si bien al comienzo nuestra propuesta no fue mayormente considerada
por las instancias señaladas, en abril de 2004 tuvo una muy buena
acogida por el dr. Egidio Crotti, el encargado de la época de la UNICEF
para el Cono Sur, como consta en la muy conceptuosa carta que tuvo a
bien escribirme, una vez que conoció nuestros planteamientos. Sin
embargo, ni adjuntando esa carta a nuestra propuesta tuvo mayor acogida
cuando la entregamos a nuevas instancias oficiales.
Los años han pasado y hoy nuestra “hija afectiva” es una realizada
profesional de la educación, con dos diplomados, está felizmente casada y
además de estar trabajando part time, está disfrutando de la
crianza de sus dos hermosos hijos de una manera conmovedora y difícil de
describir, por lo tanto tenemos una legítima satisfacción y orgullo por
lo que ha logrado con su esfuerzo, al igual como sentimos orgullo por
nuestros cuatro hijos biológicos, ya que todos por igual son personas de
bien y preparados para enfrentar la vida.
Cabe destacar que lo que se logró con esta chica fue sin haber
llegado a una verdadera adopción, simplemente, como ya dije, solicitamos
y obtuvimos la tuición legal de ella, con todo lo que implica, cuando
había recién cumplido 15 años.
A mi manera de ver, la madre de todos los problemas que rodean a
estos poco afortunados hijos de Chile es que, al no ser adoptados, con
el paso del tiempo se van haciendo residentes permanentes de esos
hogares y, por lo tanto, sin la posibilidad de conocer lo que es vivir
en una familia.
Para tener los datos concretos sobre este delicado asunto e invocando
la Ley de Transparencia, hace más de un año solicité formalmente por
escrito al SENAME de la Región de La Araucanía que se me informara en
detalle cuántos menores estaban institucionalizados hace más de un año,
cuántos hace más de dos, cuántos hace más de tres, etc. Hasta hoy no se
me ha dado respuesta, pero, por las cifras que se han conocido en estos
últimos días, la falta de eficiencia del “sistema de protección del
Estado” es más grave de lo que uno hubiera podido imaginar.
En efecto, se sabe que anualmente en Chile el promedio de adopciones
es aproximadamente de 600 menores, lo que muchas veces se presenta como
un gran logro, pero lo que no se dice es que el universo de niños
institucionalizados es de cerca de 15.000.
Es decir, la búsqueda de una familia sustituta para esos niños, como
perentoriamente recomienda la UNICEF cuando no es posible que vuelvan
con sus familias biológicas de origen, tiene una “eficiencia” cercana al
4% de los casos y al restante 96% se le dice tácitamente algo así como:
“Tú no, tú debes seguir aquí hasta que cumplas 18 años y seas
egresado/a del sistema de protección”. ¿No será mucha la crueldad? ¿Por
qué el “sistema de protección” se conforma con una eficiencia tan
escandalosamente baja? ¿Hay grupos de presión que buscan mantener así
las cosas? De ser así, ¿a quiénes responden esos grupos?
En mi modesta, pero muy convencida y fundada opinión, esto es una
grave violación de los derechos humanos de estos miles de menores, lo
que de por sí bastaría para emprender una reingeniería completa del
sistema de protección que actualmente el Estado da a los menores en
riesgo.
En efecto, no se trata de que el Estado se transforme en un ente
criador de niños/as, aun con el concurso de las más nobles y altruistas
instituciones y un ejército de profesionales, todos con la mejor
intención, se trata de dar a esos menores, lo más pronto posible, el
natural espacio para ser criados: una familia.
Es de Perogrullo decir que todo niño/a debe tener referentes adultos
significativos lo más permanentes que se pueda y no la rotativa de
directores de hogares, psicólogos, asistentes sociales, cuidadores,
cocineras, etc. que estos menores van conociendo a lo largo de su
(excesiva) permanencia en esas instituciones, ya que cada vez que una de
estas personas se va (algo frecuente por los sueldos que reciben), los
menores las van viviendo como duelos. Así, muchos, aprenden que no hay
que establecer lazos afectivos con nadie, lo que no es algo muy
alentador en la formación de una persona.
En este extraño “sistema de protección” ni siquiera se plantea la posibilidad de difundir la alternativa de la tuición o de la colocación familiar permanente como vías válidas para la salida a estos menores: sencillamente si no fue adoptado cuando era chico/a, entonces lo “lógico” es que siga institucionalizado/a
Es por eso que nuestra propuesta (todavía no considerada por el
sistema oficial de Protección que da el Estado) apunta justamente a
reclutar un suficiente número de familias sustitutas, con demostrables
competencias parentales y sin el interés por el pago de una subvención
mensual, pero sí con un sistema de apoyo económico para el/la menor,
para cuando quieran ingresar a la educación superior. La idea es crear
un sistema de llamado y evaluación de familias dispuestas a acoger a
estos menores (uno, máximo dos por familia), para ayudarlos a transitar
hacia una vida adulta, independiente y digna. Si en mi familia fuimos
capaces de hacerlo, no veo por qué no puedan hacerlo otras familias.
La verdad es que esa visión en blanco y negro que tiene el SENAME y
todo el sistema legal actual relacionado con la “protección” de los
menores vulnerados en sus derechos, no ayuda a reducir los tiempos de
permanencia en los hogares. En efecto, lo que actualmente se busca es
necesariamente la adopción y si ésta no resulta, normalmente porque el
niño/a es declarado “adoptable” cuando ya es “muy grande” (por lo tanto,
con menos o ningún interesado por él o ella), a este menor no le queda
otra que seguir institucionalizado o bien rebelarse y entonces comenzar a
fugarse de esa institución, optando muchas veces por la llamada
“situación de calle”, realidad que ha sido reiteradamente denunciada por
muchos reportajes en distintos medios de comunicación o como podemos
tristemente constatar con nuestros ojos en nuestras ciudades.
En este extraño “sistema de protección” ni siquiera se plantea la
posibilidad de difundir la alternativa de la tuición o de la colocación
familiar permanente como vías válidas para la salida a estos menores:
sencillamente si no fue adoptado cuando era chico/a, entonces lo
“lógico” es que siga institucionalizado/a.
Prueba de lo dicho es lo que me dijo la encargada de adopción del
SENAME de la Región de La Araucanía a comienzos de la década pasada, y
ante otros dos testigos, cuando le expliqué lo que estábamos haciendo
como familia con la chica de 15 años que hacía pocos meses se había
venido a vivir con nosotros: “Ah, lo de ustedes es altruismo y eso a
nosotros no nos interesa, nosotros queremos a personas que estén
hambrientos (sic) por ser padres, no como ustedes, que ya tienen hijos
biológicos”. Naturalmente, me sorprendió con esa increíble respuesta y
sólo atiné a preguntarle si sabía que en otros países esa era una
práctica muy difundida y que incluso a las familias sustitutas se les
capacita de maneras específicas para poder acoger y contener a los
menores con diferentes problemáticas: desde las más simples a las más
complejas. Como esta abogada claramente no conocía esas otras visiones
ni menos las directrices de la UNICEF, agregó (terminando de embarrarla)
que la idea para ellos era poder dar niños/as a parejas que no hubieran
podido tener hijos. Es decir, exactamente lo contrario que plantea la
UNICEF y la Declaración Universal de los Derechos del Niño que, como se
sabe, explícitamente en uno de sus artículos dice que “todo niño/a tiene
derecho a tener una familia”: en ninguna parte se dice que uno o más
adultos tienen derecho de tener a un niño bajo su cuidado, para criarlo y
darle afecto. Por cruel que le pueda parecer a los adultos que no
pueden tener hijos biológicos, la idea es que prime el interés superior
del niño, por sobre la realización parental del adulto/a.
Pues bien, ahora que nuestra “hija afectiva” tiene 28 años, puedo
decir que esa funcionaria estaba profundamente equivocada, ya que por
algo la definimos de esta forma y los logros académicos y humanos que ha
alcanzado (mencionados más arriba) le han permitido tener una vida
digna y feliz, lo que no creo sea poca cosa.
Hace ocho meses, logramos sacar a otra chica, de 17 años, desde ese mismo hogar, esta vez por el sistema de colocación familiar, en la que hace de cabeza como “guardadora” una solidaria señora viuda (madre de cuatro hijos ya mayores), luego que solicitáramos la revisión de la causa de la menor ante el Tribunal de Familia correspondiente, dado que en el último de sus 13 años de vida institucional un grupo de sus compañeras había comenzado con un sostenido y grave bullying hacia ella.
Hace ocho meses, logramos sacar a otra chica, de 17 años, desde ese mismo hogar, esta vez por el sistema de colocación familiar, en la que hace de cabeza como “guardadora” una solidaria señora viuda (madre de cuatro hijos ya mayores), luego que solicitáramos la revisión de la causa de la menor ante el Tribunal de Familia correspondiente, dado que en el último de sus 13 años de vida institucional un grupo de sus compañeras había comenzado con un sostenido y grave bullying hacia ella.
¿Por qué nos involucramos con esta otra chica? Muy simple: fue
siguiéndola precisamente a ella y a su hermanito a comienzos del año
2000 (ella de 4 y él 2 años), que llegamos a ese hogar de Lautaro y
empezamos a conocer por dentro el mundo de los niños/as invisibles o
institucionalizados.
Cuando algunos años después de haber tomado la tuición de la primera
chica, supe que la chiquita seguía interna y que su hermanito había sido
“dado” en adopción a una familia extranjera, quise retomar el contacto
con ella y ver si se podría hacer algo. Con la ayuda de varias personas
de buena voluntad, finalmente en noviembre del año pasado la pudimos
desinternar y actualmente hay todo un equipo de personas y
profesionales, en especial de la fundación que media en este caso, que
estamos dándole a esta chica, ahora de 17 años, todo el apoyo que se
merece, para que recupere su autoestima, uno de los aspectos que más se
daña en la mayoría de los menores que viven de manera
institucionalizada. La idea es que ella pueda creer en sus
potencialidades y proyectarse a futuro.
Me permito reiterar que es imperativo conocer de manera desglosada y
transparente los tiempos de permanencia institucionalizada de esos
15.000 menores en “residencias”, ya que estoy convencido que, como pasó
en su momento con el informe de la comisión Jeldres, nos encontraríamos
con situaciones difíciles de creer y por lo tanto de aceptar como
sociedad.
Quedo a disposición de las autoridades u organizaciones que honesta y
desinteresadamente quieran ayudar a la “salida” de estos menores
institucionalizados, ya sea por una “tuición ayudada” o bien por una
“colocación familiar definitiva”, ambas CON SEGUIMIENTO PROFESIONAL,
como alternativas muy válidas a la conocida adopción, pero teniendo
siempre como norte el apoyo a estos desafortunados e inocentes menores y
nunca ver en ellos una posibilidad para aprovecharse, abusar o lucrar.
(*) Edoardo Tosti-Croce A. es doctor en Biología y docente universitario