Publicado: 25.06.2013
Michelle
Bachelet ha señalado cuáles serán los pilares de su política
educacional en caso de que vuelva a asumir la Presidencia: fin al lucro,
calidad, fin a la segregación y avance “sustantivo” hacia la gratuidad
universal. Aunque no ha entregado el detalle de sus propuestas, los
investigadores del Centro de Estudios de la FECH analizaron los anuncios
de la candidata. En esta columna de opinión los desmenuzan y contrastan
con lo que ha hecho hasta ahora la Concertación en materia educacional.
Basados en lo que ha sido la política histórica de esa coalición, los
autores dudan de que efectivamente las propuestas de Bachelet
fortalezcan la enseñanza pública y terminen con el lucro y la
segregación. Asimismo, señalan las condiciones que deben darse, a su
juicio, para que se cumplan esos objetivos.
Respondiendo a la
campaña para las primarias presidenciales, la candidata Michelle
Bachelet ha dado a conocer algunas propuestas de Educación. Pese a que
no existe aún un documento consolidado que permita analizar
pormenorizadamente sus ideas en esta materia, lo que ha anunciado en sus
discursos y apariciones en la prensa y en debates, muestran un
derrotero que es necesario abordar. Para ese efecto usaremos
fundamentalmente la presentación de la propuesta hecha el día 7 de junio, que representa el abordaje más global que ha realizado esa candidatura respecto a la cuestión educacional hasta la fecha.
EDUCACIÓN PREESCOLAR
Entre
las “áreas” en las que la candidata enfatiza está la Educación
Preescolar. Su propuesta es mejorar la cobertura y la calidad. Sin
embargo, pese a la importancia que le da a este tema, no menciona
siquiera cómo mejorará las condiciones de los educadores de párvulos,
asunto clave para cualquier mejoría (Young (2002), UNESCO (2004, 2007,
2010) y la OCDE (2006 y 2012)). Actualmente, las condiciones de estos
profesionales distan mucho de ser acordes a la importancia que se le
asigna a este nivel educativo en el discurso. Según declaración pública
de mayo del presente año, la Organización Mundial para la Educación
Preescolar (http://www.omep.cl/)
reconoce como parte de los problemas la baja remuneración de la
profesión, el poco incentivo para contratar apoyo técnico para las
educadoras de párvulos o la infraestructura en la que trabajan, entre
otros aspectos (por ejemplo, el recién publicado DFL 115 elimina la
obligatoriedad de contratar auxiliares de aseo en los jardines, labor
que, en los hechos, recaería en los propios educadores, sin que se
traduzca en sus remuneraciones). Ni en la presentación de la candidata
sobre la cual se basa este artículo ni en ninguna de sus diferentes
apariciones en prensa ni documentos presentes en su sitio oficial, se
visualizan propuestas en esta dirección.
Otro aspecto no mencionado dice relación con la regulación y las
políticas de fiscalización. La Educación Parvularia está aún más
desregulada que la Educación Escolar y Superior. Actualmente, poco más
de 30 mil niños se educan en establecimientos empadronados por la JUNJI
(que son de propiedad privada), mientras que cerca de 200 mil lo hacen
en jardines infantiles privados, sin empadronamiento, que no pueden ser
multados ni clausurados por esta institución. Además, la Ley General de
Educación confirió la labor de fiscalización a los niveles primero y
segundo de transición (pre-kínder y kínder) a la Superintendencia de
Educación Escolar, que no cuenta con los profesionales idóneos para
dicha labor.
La candidata también propuso un “sistema de acreditación de salas
cunas y jardines” y fijar “estándares más exigentes” para los
establecimientos, sin que quede claro si se trata de un sistema de
acreditación como el que ha funcionado en la Educación Superior (ver análisis hecho por CEFECH a este respecto en CIPER) y que tantos problemas ha ocasionado al ser, básicamente, un sistema “ex post”,
es decir, que interviene frente a instituciones ya creadas y no para
impedir la proliferación indiscriminada y con muy bajos requisitos de
instituciones educativas. Es decir, un sistema que interviene cuando ya
la mayor parte del daño está hecho y que, por tanto, no se hace cargo de
la profunda desigualdad existente en la calidad de las prestaciones
educativas.
Actualmente, está en trámite legislativo un proyecto que crea la
“autorización de funcionamiento de jardines infantiles” y que representa
un avance para comenzar a regular el sector. Sin embargo, adolece de
múltiples falencias. Entre ellas, el hecho de que no establece
requisitos mínimos para trabajar en un jardín como técnico o educador de
párvulos (estudios mínimos, test psicológico, etc.).
Y quizás lo más grave es que en lugar de crear una agencia estatal
para estos efectos (como curiosamente sí lo hace el proyecto de
Acreditación para Educación Superior, que caracterizamos en columna en CIPER el pasado 10 de Abril),
el proyecto establece como posibles certificadores para el
reconocimiento oficial del Ministerio de Educación a agencias privadas,
cuestión que se presta para conflictos de interés y, por tanto, para
flexibilización de requisitos, cohecho y un sistema que constituya un
negocio, tal como lo denunció CIPER a fines del año pasado
respecto a la famosa CNA en Educación Superior, y tal como poco después
lo evidenciaron las lamentables imágenes de autoridades universitarias
desfilando por tribunales.
No es claro -y sólo cabe plantearlo a modo de pregunta- si la
propuesta involucra avanzar con este proyecto tal cual o se plantea un
proyecto nuevo.
EDUCACION ESCOLAR
Lo público y lo subvencionado. ¿Cómo se “fortalece la educación pública”?
La candidata ha remarcado con fuerza dos grandes pilares en educación
escolar: “fin al lucro y al financiamiento compartido” y
“fortalecimiento de la educación pública”. Un solo vistazo al
comportamiento de la coalición que la sustenta arroja múltiples dudas de
la viabilidad política real de este tipo de planteamientos: las
reiteradas críticas a este tipo de propuestas de parte de actores como
Mariana Aylwin, Sergio Bitar o José Joaquín Brunner; la actuación de
alcaldes concertacionistas que han cerrado liceos públicos (como en La
Cisterna) y una numerosa lista de militantes partícipes del negocio
educativo en colegios y universidades.
Sin
embargo, a efectos de lo que compete a este artículo, que es un
análisis estrictamente programático, incluso dentro de ese orden de
cosas el planteamiento de Bachelet genera dudas. En particular, porque a
pesar del rimbombante titular “fin al lucro”, lo que se plantea más
bien es fin al lucro con recursos públicos (“no queremos que con los
recursos públicos se hagan negocios privados”).
Fin al lucro efectivo y fin al lucro con recursos públicos son
cuestiones distintas y no es pertinente tratarlas como si fuesen lo
mismo. Mientras un fin efectivo al lucro significaría que ningún
establecimiento pueda tener lógicas como las que tenía la Universidad
del Mar o las de colegios que no permiten tirar la cadena de sus baños
para ahorrar gastos en agua, hablar de fin al lucro con fondos públicos
constituye algo mucho más acotado, orientado más bien a cuidar un poco
mejor el uso de los recursos del Estado (“que cada peso se gaste en
calidad”). Se trata de un ajuste dentro de la misma lógica imperante y
no de una transformación de dicha lógica, que ha estado en el corazón de
las demandas del movimiento social por la educación.
En lo que respecta al “fortalecimiento de la educación pública”,
hasta ahora solo ha anunciado de manera genérica el desarrollo de un
“plan inmediato para el fortalecimiento”, sin aclarar cómo se
materializa en los hechos. Por lo pronto, la candidata no ha dicho una
sola palabra de algo clave para fortalecer la educación pública: la
desmunicipalización, cuestión que ha sido central en el planteamiento
del movimiento en general y muy especialmente de los estudiantes
secundarios.
Tampoco se la ha oído plantear aumentos sustantivos en la inversión
en establecimientos públicos, ni la creación de nuevas instituciones
educativas. La única inversión fuerte que se anuncia es un incremento en
las subvenciones escolares, cuestión que, en la práctica, constituye
una medida compensatoria al sector particular-subvencionado, una suerte
de “suma cero” ante los efectos que el fin al lucro y el financiamiento
compartido puedan tener para este sector.
Persiste entonces la pregunta acerca de cómo se fortalece la
educación pública en estos términos, considerando que en la actualidad
el sector particular-subvencionado está compuesto en más de un 75% por
establecimientos con fines de lucro (ver
“El impacto de la elección de escuelas y la política pública contra la
segregación: evidencia para Chile”, presentación de Gregory Elacqua,
2010) y que la evidencia indica que contribuye sustantivamente a aumentar la segregación del sistema educativo (Dante Contreras et al., 2011).
La pregunta se acrecienta al constatar que no se propone tampoco como
horizonte la construcción de un sistema hegemónicamente público y que
esto tenga correlato en la composición de la matrícula de un sector
público hasta hoy altamente castigado. Según datos del Mineduc
(extraídos de su base de datos pública)
desde 1990 la matrícula en el sector municipal ha pasado de un 78% a un
39%, mientras la educación particular-subvencionada ha subido
explosivamente del 32% al 51%. Idéntica es la tendencia al considerar el
período desde 2006 hasta hoy: la baja del sector municipal (de 47% a
39%) y el alza del sector subvencionado (45% a 51%). El desplazamiento
ha sido activamente promovido desde la política pública, aún cuando la
evidencia empírica en general (a modo de ejemplo consultar Dante Contreras et al., 2011)
refleja que no existen mayores diferencias en resultados en uno u otro
sector, e incluso en igualdad de contextos muchas veces la educación
pública se logra imponer.
Finalmente, en la línea de combatir la segregación del sistema
escolar, sorprende no encontrar ninguna propuesta en materia de
selección en los establecimientos educacionales. La Ley General de
Educación (LGE) del año 2008, vigente desde que fuera anunciada con
bombos y platillos y brazos al cielo en el salón Montt-Varas de La
Moneda, prohibió hasta 6° básico la selección académica o por
antecedentes socioeconómicos de los padres en todas las escuelas que
reciban financiamiento del Estado. Sin embargo, además de ser una
prohibición muy restrictiva (¿por qué sólo hasta 6° básico?), esta ni
siquiera se cumple de manera efectiva, constituyendo en la práctica poco
más que letra muerta (“Otra ilegalidad educativa tolerada”, M. Waissbluth, La Tercera, 15 de mayo de 2013).
“Incentivos al profesorado”: La zanahoria y el garrote.
La candidata ha planteado “mayores incentivos económicos” a los
profesores. Sin embargo, no presenta mayores antecedentes acerca del
carácter de estos incentivos. Estos pueden ser de dos tipos: aumentos
generalizados de salario a la labor docente, o los llamados “pagos por
mérito” ya sea individuales o a nivel de colegio (o ambos coexistiendo).
La implementación del Sistema Nacional de Evaluación Docente (SNED)
desde el año 2003 representa un caso paradigmático de este segundo tipo
de incentivos.
El modelo que ha predominado largamente hasta la fecha en Chile ha
sido indudablemente el segundo. Además del ejemplo del SNED, nada más en
el verano del año 2011 (antes de las movilizaciones sociales que han
remecido Chile) fue aprobada la Ley Nº 20.501 de “Calidad y Equidad de
la Educación” que establece una “evaluación adicional” a los docentes,
un nuevo sistema de premios y castigos. La nueva normativa le otorga
amplias facultades a los sostenedores, principalmente en lo que
concierne a contratación y despido de profesores y directores (hasta un
5% anual de profesores), precarizando y haciendo más inestable la labor
docente y promoviendo una lógica de competencia dentro de los
establecimientos por obtener logros para subir sueldos, todo lo cual
atenta contra la colaboración y el trabajo en equipo al interior de las
comunidades educativas.
En un sentido similar está el proyecto de ley que establece el
“sistema de promoción y desarrollo profesional docente” (Boletín
8189-04), que ya ha sido duramente criticado por el profesorado en tanto
obliga a competir duramente entre docentes y baja relativamente los
sueldos (pueden llegar a ganar más, pero a un plazo aproximado de no
menos de cinco años). Concretamente, el proyecto establece una nueva
carrera docente obligatoria para profesores que ingresen a los
establecimientos municipalizados, estructurada a partir de un sistema de
“tramos” de remuneraciones relativas a través de evaluaciones
periódicas obligatorias.
En definitiva, no es claro en el documento si la apuesta programática
de la candidata sería continuar en un modelo de incentivos competitivos
entre docentes o avanzar en una dignificación salarial universal a las
pedagogías. Y el escenario que existe actualmente es de una primacía
significativa de lo primero. A lo anterior además, se suma la extraña
omisión hasta ahora -en su discurso y sus apariciones en prensa- de la
formación de profesores: hasta la fecha la candidata no ha formulado
ninguna propuesta en materia de carreras de pedagogía ni ha aparecido
mención alguna a este respecto en el paquete de medidas anunciado en
Educación.
Finalmente, cabe también señalar que la propuesta de la candidata
considera la idea de disminuir el número de alumnos por sala, necesidad
imperiosa reconocida como tal por diversos actores de todo el espectro
en aras de la calidad de la enseñanza. Sin embargo, considerando lo
dicho en el apartado anterior, es razonable plantearse la pregunta
acerca de cómo se expresaría esta disminución. ¿Será a través de una
apuesta decidida por la creación de nuevos establecimientos públicos? ¿O
será a través simplemente de su reposicionamiento en establecimientos
subvencionados? La duda persiste, pero los contenidos expuestos
anteriormente permiten inferir lo segundo.
EDUCACION SUPERIOR
Acreditación: Cree su universidad sin mayor esfuerzo.
Una
de las primeras interrogantes sin responder dice relación con el
sistema de acreditación. ¿Se tratará de un sistema ex ante, que
establezca requisitos claros a la creación de instituciones educativas?
¿O se mantendrá la lógica imperante desde 1981, de proliferación
indiscriminada de instituciones, en la cual la acreditación es un mero
mecanismo de regulación ex post, que no se hace cargo de un
sistema profundamente segmentado en cuanto a la calidad de las
prestaciones educativas? Por el momento es una incógnita, en tanto la
candidata se limitó a hablar de un “sistema único, obligatorio y con
estándares de nivel internacional”.
En el mismo sentido, llama también la atención que no existan
planteamientos acerca de qué hacer con casos como el ocurrido en la
Universidad del Mar. El proyecto de acreditación del gobierno,
únicamente por un sempiterno y anquilosado prejuicio anti-estatal, no
incorporaba ningún tipo de figura como un administrador provisional que
continuara el giro de las instituciones y tuviese potestad para reubicar
estudiantes, convalidar ramos, cancelar pagarés, etc. En los anuncios
de Bachelet, hasta ahora, no se aprecian señales claras de superar este
ideologismo anti-Estado que ha dominado las políticas públicas en Chile
en las últimas décadas.
Financiamiento: ¿Autonomía o subordinación?
En materia de financiamiento, se plantea un “trato preferente con las
universidades de propiedad del Estado”, el cual se manifiesta a través
de “medidas concretas para el financiamiento directo de las
instituciones, fundamentalmente para actividades de interés público e
investigación”. Cabe esperar mayores precisiones acerca de qué es lo
que se entenderá por “interés público”. Las señales entregadas en años
anteriores permiten alimentar algunas aprensiones.
En particular, el hecho de concebir los fondos vinculados
directamente a actividades específicas resulta coherente con la lógica
de financiamiento “por desempeño” que comenzó a ser impulsada en el
anterior gobierno de Bachelet. Es decir, una modalidad de acceso a
recursos a través de mecanismos competitivos en torno a criterios que
responden a una necesaria vinculación con la empresa privada, que
redefina a las instituciones de Educación Superior como meros apoyos
técnicos de la ganancia (en términos de la orientación de su
investigación y formación de “capital humano”).
Un financiamiento de estas características resulta antagónico con
principios que resultan fundacionales de la idea misma de universidad
pública: independencia académica, autonomía y, por lo tanto, libertad
para observar los problemas de la totalidad. La proliferación de
mecanismos de financiamiento por desempeño se contrapone a los fondos
basales de libre disposición que debiese disponer una institución
pública, de modo de asegurar su autonomía para realizar su carácter
público entendido como propiedad social, sin que su investigación y su
vocación pública deban quedar subordinadas a los criterios fijados por
el poder de turno.
¿Estamos entonces ante un fortalecimiento de la educación pública a
través de su autonomía? ¿O más bien estamos ante la proliferación de un
mecanismo por desempeño, principalmente orientado a instituciones
estatales, pero que en los hechos hace mella en la autonomía de estas?
Son preguntas que cabe responder.
¿Gratuidad para quién?
Probablemente el aspecto que lejos ha tenido mayor resonancia
mediática de la batería de propuestas planteadas por la candidata sea la
cobertura de gratuidad al 70% en el período de gobierno y el horizonte
de gratuidad universal a seis años plazo. Sin embargo, pensar la idea de
“educación gratuita” más allá de la consigna implica también hacerse
dos preguntas inseparables: quién paga la gratuidad y quién cobra los
beneficios de dicha gratuidad.
Respecto de lo primero cabe esperar mayor claridad acerca de los
anuncios que realice en materia tributaria (por ahora aún más crípticos
que los correspondientes a Educación). No obstante, en el documento
esboza cifras de entre un 1,5% y 2% del PIB para toda la reforma
educacional, cifras que distan de alterar sustantivamente la realidad de
un país en que el gasto privado en Educación es de los más altos de la
OCDE y muy por sobre el promedio de esta agrupación de países.
Sin embargo, cabe concentrarse sobre todo en quién “cobra” con esta
gratuidad. Un dueño de universidad, instituto profesional o centro de
formación técnica puede considerarse ampliamente satisfecho con una
propuesta de estas características, pues el Estado se encargará de
garantizar su flujo mensual, evitándose así vivir la incertidumbre de
que un estudiante pueda decidir dejar de pagar o desertar. Incluso si se
tratase de una institución que no responda a estándares mínimos de
calidad (al no existir una acreditación ex ante) y que posiblemente
lucre.
La
educación gratuita es fundamental, pero en ningún caso de manera
aislada. Sin alteraciones profundas en la estructura de propiedad en la
Educación, sin un fin efectivo al lucro que propicie dichas alteraciones
y la reinversión de recursos en el proceso educativo, se trataría de
una situación muy similar a la que existe actualmente, pero con un flujo
de ingresos asegurado por el Estado.
La gratuidad juega un rol crucial en el acceso al derecho a la
Educación. Pero no es suficiente para la plena realización de este
derecho. No puede concebirse de manera separada a la persecución de un
Proyecto Nacional de Educación, hegemónicamente público en su
composición, su orientación y su función hacia los estudiantes y hacia
la sociedad.
Dentro de lo anterior, aspectos como el sistema de acceso a la
Educación Superior (más allá de la proliferación de experiencias
focalizadas, tipo propedéuticos o cupos de equidad), la forma de
gobierno interno o la cuota de profesionales necesarios en áreas de
interés público (donde familias invierten tiempo en carreras que no
tienen campo laboral o están saturadas), se vuelven temas centrales para
entender que el sistema de Educación debe verse como uno integrado que
responda a una idea país. Todos aspectos que en el discurso de la
candidata, arrojan por ahora más dudas que certezas.