Vivian Lavín Almazán
El Premio Nacional de Literatura es uno de
los intelectuales que de manera más valiente dice sus verdades, esas que
de tan sinceras tocan al alma nacional, desnudándola, despojándola de
sus mitos y mentiras. Su indignación respecto de Chile tiene raíz moral,
social, sicológica y espiritual…pero también económica
Recibe, como siempre, en su amplio departamento duplex
frente al Parque Forestal. Esta vez, sin embargo, la conversación no se
desarrolla en el living de reminiscencias minimalistas, sino que en su
dormitorio-biblioteca. Allí, sobre una cama, yace recostado, vistiendo
un terno negro y enfundado en una tela negra, donde destacan libros por
doquier, fotografías y trabajos artísticos de su amada y difunta esposa
Cecilia Echeverría. Lo enfrenta una enorme fotografía de sí mismo,
adusto, con esa mirada inquisidora que no perdona.
Advierte que una afección pulmonar, debido al tabaco, le impide hablar mucho.
Para quien piense que Armando Uribe Arce está en actitud de
contemplación esperando la muerte, se equivoca. Durante dos horas,
apenas permite interrupciones. Su cultura, manejo de información y,
sobre todo, su mirada crítica y sarcástica sobre el mundo y las ideas
las despliega con vigor e inteligencia.
Abogado, diplomático, profesor, ensayista y poeta, Premio Nacional de
Literatura 2004, Armando Uribe Arce es uno de los intelectuales que de
manera más valiente dice sus verdades, esas que de tan sinceras tocan al
alma nacional, desnudándola, despojándola de sus mitos y mentiras.
A su propia obra publicada, la llama “librillos de segunda clase”, y a
pesar de eso, sigue escribiendo porfiadamente, “buscando lo que no
encuentra”, y con más fuerza mientras más pasan los años. Con todo, lo
que más defiende es su “valor moral de la indignación razonada”, que
despliega al referirse a una de las marcas más profundas de su vida: el
destierro. “ No pude regresar porque se me estaba prohibido por un
Decreto Ley de la Dictadura de octubre de 1973 cuyas penas, para quienes
lo hacían, era de cinco años y un día hasta la muerte. Incluso hubo un
Decreto Ley en el que se me quitaban la nacionalidad, pero quedó sin
efecto porque también incluía a la viuda del señor Allende y a su
familia, lo que produjo una escandalera internacional, pese a que mi
último antepasado europeo, ajeno a América, llegó hace más de 300 años a
Chile, de modo que mis antepasados chilenos han existido desde el siglo
XVI y el más reciente es de 1702. Entonces, esos pillastres que
provocaron el Golpe de Estado, quisieron quitarle la nacionalidad a una
persona, repito, que era chileno desde el comienzo de la palabra Chile.
La prohibición de estar físicamente en el país es una de las cosas más
graves que le pueden pasar a los seres humanos. Lo dijo el Papa de la
época, cuando vino a Chile, cuando se refirió al destierro, como lo
prefiero llamar en lugar de exilio por ser más antigua, que el destierro
es la muerte civil. Y es completamente cierto. Es como si lo declararan
o transformaran a uno en un muerto, un cadáver. Porque no es sólo la
prohibición de no estar en el propio país, sino que es como no estar en
ninguna parte”.
Ese Chile que le duele, que le avergüenza ha dejado una huella profunda en su obra, como lo escribía en 2010, en su libro NUNC, que alude a la palabra latina “Ahora”:
“Mi país me da vergüenza.
Desde el golpe de Estado el 73
a través de la continuidad
de 1990 hasta hoy, setiembre
de 2010. No es “vergüenza
ajena”; es “propio” este impudor
sin culpa real. Seguirá hasta
morir. Es lastimoso, vergonzante”.
…y contraataca. “Sigo sosteniendo lo que escribí entonces. Resulta
que sentíamos orgullo de ser chilenos y que este país fuera deformado,
no transformado, sino deformado como ocurre con la ruptura más grande
que ha tenido Chile desde la Independencia como es el golpe de Estado,
que humilló a Chile de tal manera que pasó a darnos vergüenza de ser
chilenos”, recuerda quien fuera diplomático de carrera con el cargo más
alto que se pueda tener por ley, como es el de ministro consejero de
primera clase, cuestión que aclara latamente a los despistados que
pudieran creer que lo suyo fue un nombramiento político del gobierno de
Allende, por quien tampoco votó por estar fuera de Chile.
Su indignación respecto de Chile tiene raíz moral, social, sicológica
y espiritual…pero también económica. “En el caso chileno ocurre algo
que, en general, no se dice. Y es que el Presidente de la República en
Chile tiene, según la revista Forbes, un capital por el que ha
ganado 100 millones de dólares solo en el último año y que asciende a
dos mil 500 millones de dólares. Está en la lista de los más ricos del
mundo y, en Chile, es la décima fortuna. En la reciente elección
presidencial estadounidense, se consideró como un escándalo el que fuera
candidato el señor Romney por poseer una fortuna de alrededor de 200
millones de dólares, y el señor Piñera, en Chile, es candidato y
presidente con dos mil 500 millones de dólares…¡Ojo! ¡Eso no puede ser!
¡Es un escándalo público! Y esto es debido a la aplicación de la
ideología del capitalismo de mercado desregulado, que se traduce no sólo
en lo económico, financiero sino también en el plano político y
cultural. Chile fue el primer país donde se aplicó esta doctrina.
Incluso la señora Thatcher, cuando era candidata a mediados de los 70,
mandó a dos funcionarios de su partido a ver cómo funcionaba este
sistema acá… y lo aplicó después, como lo hizo también Reagan. Esto lo
observé muy bien desde mi destierro en París, donde recibía todos los
días diarios y revistas de la prensa chilena, y conversaba con quienes
viajaban, de modo que estaba lo suficientemente informado para darme
cuenta que la llamada, más tarde, Concertación, no ha sido nunca de
centro izquierda, como sostuvieron. Eso es mentira. Fue siempre de
centro derecha, y la lucha no fue entre centroizquierda y centroderecha,
sino que entre centroderecha y derecha plena. Parece que uno estuviera
inventando cuando dice estas cosas y
¡ yo lo podría argumentar durante días!”, vocifera.
Chile: Un Estado fallido
Con sus manos sobre el pecho, friccionando levemente sus dedos unos
contra otros, Armando Uribe va dando larga cuerda a los temas. No está
para diálogos breves, ni esgrima intelectual. Explica con respeto y
particular afán didáctico, recordando al profesor titular y profesor
extraordinario de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile,
como también de la Universidad de Paris I, la Sorbonne Panteón, “la
verdadera Sorbona”, como se apura en aclarar. “En Chile, el Estado fue
destruido a partir del golpe de Estado y ha continuado así. Lo que
existe hoy, es el aparato estatal, la administración. Para que el Estado
exista requiere de una participación colectiva, incluso sicológica, de
la población. Y en Chile esto no existe. Se hacen preguntas absurdas,
pseudo sociológicas, como, ¿por qué existe este malestar en Chile? ¡Por
esto, pues! Porque la población se da cuenta que esto está fallado, es
trampa, es ilusión…”, dice.
Se jacta de su sangre indígena porque es la que le permite
identificarse con la mayoría del pueblo chileno que es mestizo. “Es un
honor porque en el resto de América hispana, Chile fue aquél donde la
conquista duró más tiempo. Y esto sirve para entender el origen de las
diferencias, sicológicas, por lo menos, y no sólo raciales, entre los
chilenos criollos mestizados respecto de los habitantes del continente.
Donde hubo más resistencia, que duró 60 años, fue en el norte de México.
En Chile, esa resistencia duró 300 años y más. Como también es el único
país americano que nace con un poema, como es la epopeya de La Araucana
de Alonso de Ercilla y Zúñiga”, apunta. Con profundo conocimiento de la
Historia de Chile, moteja de metecos, a ciertos historiadores
por su posición sobre el tema, en particular a Sergio Villalobos, a
quien considera, de paso, mal escritor. “Los mapuche nacen de la lucha
contra el extranjero. Por eso se vieron obligados a organizarse con
instituciones estatales, no del tipo estado-nación del siglo XIX, sino
que según los estados tal cual existían en el siglo XVI, por lo que
tenían una organización de carácter estatal, sin duda ninguna. Y eso lo
conservan culturalmente, de manera inconsciente, por eso tienen la
noción de que han tenido y deben tener instituciones estatales.
Requieren por esto que haya un reconocimiento de pueblo por parte de la
Constitución vigente en Chile, lo que van a obtener”.
La Estupidez
La muerte, la religión, el amor y también la estupidez son los
tópicos que atraviesan su obra completa, poesía que nació cuando era El Joven laurel y que fue madurando al son de El engañoso Laúd a pesar de Los Obstáculos
con los lo que ha ido rabiando…parafraseando algunos de sus títulos. A
pesar de que en el año 2008 anunció que dejaría de publicar, ha seguido
haciéndolo profusamente. “Yo no pido que me publiquen, sino que me
ofrecen…y como los libros los tengo hechos”, dice mostrando su colección
de las clásicas libretas Moleskine en las que cada día va escribiendo a
modo de diario de vida con letra angulosa y tinta negra, sus
pensamientos, reflexiones y esos versos que conforman su obra. A pesar
de que en su libro A peor vida decía: ““Publicar hoy libros en
nuestro país es tirar una piedra al fondo de un pozo seco. Arrojémosla”.
Y es que está desilusionado de la cultura chilena actual, “una
decadencia que acompaña a esta ruptura histórica desde el 73´ hasta hoy,
pero que también está sucediendo en otros países, como una de las
consecuencias de la ideología capitalista desregulada. En París, ya no
se ven lectores como antes en el Metro, por ejemplo…esto es a nivel
mundial”, reflexiona desencantado.
Y, ¿qué lee hoy Armando Uribe Arce? A pesar de estar rodeado de
libros, confiesa que su lectura son, principalmente, recortes de la
prensa europea que le envía su hijo de París, “muestra de mi propia
decadencia y la cultura magazinesca en la que estoy inmerso. Esto es
culpa de la televisión. Aunque sean canales culturales franceses o
ingleses – la televisión chilena no la veo- , o programas culturales,
todo siempre es magazinesco. La televisión no permite transmitir lo
profundo y esto tiene gran influjo en lo que se publica luego en la
prensa, incluso en los libros”, dice.
La estupidez es otro de sus tópicos favoritos y lo considera el gran
tema literario del último siglo. “Esto lo vio Flaubert, ya en el siglo
XIX, cuyo último libro trata de dos escribientes que se dedican a
dilapidar la herencia que ha recibido uno de ellos en los sueños que
siempre habían tenido y en los cuales fracasan. Terminan…es la gran
novela inicial de la estupidez. Aunque pensándolo bien, todas las obras
de Flaubert apuntan a esto. Madame Bovary no es sino la historia de ¡una mujer tonta! De esto se dio cuenta, en el siglo XX, Ezra Pound quien dijo también que el Ulises
de Joyce no es más que una galería de retratos de puros tontos. Las
obras más importantes del siglo XX son, en general, vidas y vicisitudes
compuestas de tonterías o fallas humanas que también tienen su expresión
de idiotez”.
Sus reflexiones llegan claro, al amor, otro de sus grandes
inspiraciones, a la que considera “una de las idioteces que se
justifican en el género humano”. Como es un tema sobre el cual ha
reflexionado mucho expone su pensamiento: “En el fondo, el amor, no sólo
hombre-mujer, sino que también el amor filial o el amor a Dios, tienen
necesariamente odio. Sin odio no hay verdadero amor duradero, tiene que
haber ambos…las proporciones es otra cosa. Freud decía de manera
correctísima que el enamoramiento es una psicosis transitoria. Mi
descripción del amor, la más exacta que he podido elaborar, es que el
amor es una adhesión brutal a ciegas, donde lo brutal viene de lo corporal, de la animalidad”.
¿Y la muerte? Es la que ha estado llamando desde tan joven, como
cuando ya a las 17 años, en esa publicación de la Academia Literaria de
su colegio, El joven Laurel, que hizo Roque Esteban Scarpa y decía:
“(…)
Porque yo soy la imagen de la muerte.
Yo soy el amor extraído del agua
donde pudren y pudren ramos de tallos verdes”.
A esa, de tanto, llamarla y vestirla, no le teme: “Menos mal…esa es la gracia de creer”.
Fotos: María Paz Nassar