Habla el creador de la cláusula más cuestionada del Crédito con Aval del Estado
Publicado: 20.12.2011
El
ministro de Educación Harald Beyer anunció hoy que el gobierno creará
una agencia pública para que administre el Crédito con Aval del Estado
(CAE), tal como lo reclamaron los estudiantes en 2011, y sacará a los
bancos del negocio. En este reportaje de CIPER, publicado en diciembre
pasado, se explican en detalle los principales problemas que ha tenido
este sistema, entre los que destaca el pagarle a los bancos $150 mil
millones sólo por actuar como intermediarios. El peor año fue 2009
cuando el Fisco les canceló una suma que podría haber financiado
educación gratis a los 72 mil estudiantes que ese año pidieron el
crédito. Vea aquí una radiografía inédita del CAE con estadísticas y
testimonios desconocidos sobre su origen y aplicación.
Mucho antes de que el
Crédito con Aval del Estado, el famoso CAE, haya producido una sola
camada completa de jóvenes egresados de la educación superior, los siete
bancos que han participado como intermediarios en su financiamiento ya
han obtenido una ganancia de $150 mil millones entre 2006 y 2011.
$150 mil millones es lo mismo que siete teletones como las de este
año. Y equivalen también a un tercio de los US$1.800 millones anuales
necesarios para financiar la educación superior gratuita en Chile, según
proponían los estudiantes reunidos en la Confech.
Los bancos han acumulado ese dinero gracias a la “recarga”, un ítem
poco conocido del crédito CAE y cuyo origen se explica más adelante. En
esencia la recarga implica que los bancos le prestan a los 350.000
estudiantes que hoy financian su educación superior desde 2006 usando
CAE, a cambio de que luego el Fisco compre algunos de esos créditos con
un sobreprecio. Es decir, si un banco le da a un estudiante un crédito
por $1.000.000, esa institución tiene derecho, unos meses después, a
vender ese crédito al Fisco por $1.200.000. En este ejemplo la recarga
es de un 20%; y es una recarga moderada, pues en los seis años de vida
del sistema se han registrado recargas de hasta 69 por ciento.
Usando este mecanismo los bancos le han vendido al Fisco préstamos de
alumnos por un monto de $443 mil 720 millones y el Fisco les ha pagado
$591 mil 887 millones, obteniendo en esas operaciones los $150 mil
millones de los que se hablaba al comienzo de este reportaje.
Los
favorecidos con estos procedimiento han sido: Scotiabank (6 años),
Estado (6 años), BCI (3 años), Itau (2 años), Falabella (5 años),
Santander (2 años), quienes han ganado las licitaciones que cada año se
hace para financiar el CAE. A ellos se agrega Corpbanca, entidad que
recién se incorporó al sistema en 2011 (Ver detalle de recarga cobrada por cada banco).
Estas entidades han cobrado miles de millones sólo por participar en el
sistema: más adelante cobrarán, además, lo que les corresponda por el
servicio de la deuda. Los bancos que más recarga promedio han cobrado en
estos seis años han sido el BCI (62,8%) y Banco Estado (35,2%). Los que
han recargado menos han sido Banco Falabella (7,9%) y Corpbanca (6%).
Para Alejandra Contreras, directora ejecutiva de la Comisión Ingresa,
institución que administra el CAE, la recarga es solo un incentivo para
que los bancos participen en el riesgoso negocio de financiar la
educación de jóvenes pobres y de clases medias bajas (Ver recuadro).
Pero hay datos que indican que la recarga ha excedido todos los
presupuestos. El ejemplo más crudo ocurrió en 2009, cuando los bancos Scotiabank, Estado, BCI y Falabella,
otorgaron el CAE a 72 mil alumnos, entregándoles un total de UF
4.169.000 para pagar sus estudios. Luego el Fisco les recompró a estos
bancos 49 mil créditos, cancelando por ellos UF 4.226.540. Esto
significa que por esos 49 mil préstamos, el Fisco pagó a los bancos más
que si hubiera financiado la educación completa de los 72 mil alumnos
que necesitaban ese dinero. ¡Le habría salido más barato financiar todos
los créditos!
El sociólogo Alberto Mayol, subrayó esta paradoja en una presentación ante los empresarios en la última ENADE: “en 2009 el CAE pasó de ser un diseño ineficiente a ser absurdo”, concluyó.
Similar opinión expresó el Banco Mundial en un informe dado a conocer a comienzos de este año: “La
manera en que está construido el sistema actualmente le permite a los
bancos acumular una rentable cartera libre de riesgo cargándole al
Estado un segmento de alto costo y cobrando primas exageradas”.
El economista Christian Larraín, uno de los profesionales que diseñó
el CAE -con la recarga incluida-, cree que se trata de ganancias
excesivas e injustificadas. Al contrario de lo que sostienen los
actuales administradores de este crédito, Larraín señala que “el Fisco
no debió nunca pagar un sobreprecio superior al 6% que se canceló a
Corpbanca en 2011”. En un informe entregado a la comisión de Educación
de la Cámara de Diputados en octubre pasado, agregó: “El sobreprecio ha sido la real fuente de la ganancia para los bancos”.
LA BAJA EN LA TASA DE INTERÉS LA CUBRE EL FISCO
Poner fin al CAE fue uno de los anhelos que movilizaron a los
estudiantes chilenos en las manifestaciones de este año. Hay que tener
en cuenta, sin embargo, que acabar con el CAE es cerrar la única vía por
la que están accediendo a la educación superior los jóvenes más
vulnerables.
En 2010 recibieron el CAE 91.000 estudiantes de los cuales el 85,5%
(78.000 beneficiarios) pertenecían a los tres quintiles más pobres, es
decir, provenían de familias que reciben hasta $140 mil mensuales per
cápita. Dentro de ese grupo destacaban 35 mil mujeres de los primeros
dos quintiles (cuyas familias tenían un ingreso promedio de hasta $90
mil per cápita). Esto implica que las mujeres jóvenes pobres, el segundo
grupo más vulnerable de la sociedad chilena después de los niños,
representan el 40 % de los créditos CAE.
Los
estudiantes que se movilizaron masivamente en 2011 exigían, entre otras
cosas, becas y no créditos para estos jóvenes. Es decir, que recibieran
ayudas que no deban ser devueltas y sin intereses. Pero el sistema
educativo chileno establece que para acceder a becas no basta con ser
pobre, sino que es necesario obtener buenos resultados en la Prueba de
Selección Universitaria (PSU). Es decir, ser alumno “de mérito”. La beca
Juan Gómez Millas, por ejemplo, premia a los alumnos de los dos
quintiles más bajos que obtienen sobre 600 puntos.
Quienes conocen la PSU saben que la exigencia de la beca es un
oxímoron igual que las expresiones “gélido fuego” o “instante eterno”.
Un “joven pobre con buen puntaje en la PSU” es algo extraño, casi
imposible. No por las capacidades de los jóvenes, sino porque la prueba
está hecha de tal manera que los puntajes se correlacionan a la clase
social del alumno. Por eso en 2010 a la beca Gómez Millas solo
accedieron 596 alumnos. (Ver reportaje)
Este año el puntaje requerido para esa beca bajó a 550 puntos. Pero
según argumenta Alejandra Contreras, directora ejecutiva de la Comisión
Ingresa, un 80% de los alumnos del quintil más pobre no lograrán llegar a
ese puntaje.
Así, al distribuir becas y otros fondos según el puntaje de la PSU
(como el Aporte Fiscal Indirecto), la gratuidad queda a disposición de
los sectores medios y altos. Para los más pobres el mecanismo que se
ofrece es el endeudamiento a través del CAE, que les permite ingresar a
las únicas universidades que los aceptan con sus bajos puntajes: las
privadas de reciente creación y cuya calidad académica es fuertemente
cuestionada.
Ante esta única vía de ascenso, los sectores populares se han
agolpado masivamente. El citado informe del Banco Mundial, tan lapidario
en algunos aspectos del CAE, sí reconoce que cumple bien con su tarea
de inclusión social: “No solo ayuda a numerosos alumnos de probado
mérito académico que necesitan apoyo financiero a obtener educación
superior, sino también los está ayudando a recibirse”, consigna el
informe. Destaca, además, que del total de alumnos que estudia hoy con
ese crédito, “147 mil no habrían podido acceder a la educación superior
sin la ayuda del CAE”. Luego proyecta que de los 350 mil matriculados,
al menos 151 mil egresarán: “Es probable que 3/4 partes de estos últimos
alumnos no se hubieran graduado de otro modo y que un cuarto de ellos
probablemente sólo se habría podido graduar sometiéndose a grandes
dificultades para pagar sus estudios. Lo anterior muestra que este es un
programa que está transformando la educación superior en Chile”.
Durante sus años de gobierno la Concertación fue una fiel impulsora
de la idea de que el crédito era una forma de incluir a los más pobres
en el desarrollo. La contra cara de ese optimista análisis la remarca el
mismo Banco Mundial: las deudas de al menos un 20 % de los alumnos van a
superar las posibilidades de pago de los egresados, pues según las
proyecciones del banco, “el 20% de los beneficiarios del CAE ganarán
$286 mil al mes o menos”. Si se considera que una mensualidad por una
carrera profesional no baja de los $100 mil mensuales durante 15 ó 20
años, la posibilidad de proyectarse y de pagar la deuda se vuelven
difíciles.
El problema, consigna el informe, es que las deudas que genera este
sistema son “altas si se comparan con los estándares internacionales”.
Hasta hoy los 350 mil jóvenes que han accedido al CAE han recibido
préstamos por $1 billón 128 mil millones, lo que da un promedio de $3
millones por alumno. A esa cifra hay que sumarle 5,6 % de interés anual
que se cobró en 2011. Con esa tasa, una deuda de $25 millones (como lo
que cuesta la carrera de Medicina en la Universidad de Chile) se
transforma en $41 millones.
Fruto de las presiones estudiantiles de este año el gobierno se
comprometió a bajar el interés del CAE del 5,6 % al 2 %, con lo que una
deuda por Medicina queda en $30 millones. ¿Significa eso que el gobierno
intervino para que esa carrera saliera $11 millones de pesos más
barata? Por supuesto que no. Es importante consignar que esos $11
millones de pesos los va a pagar el Fisco a los bancos a través de la
recarga.
Las
masivas manifestaciones estudiantiles, en los hechos, no lograron
alterar la mecánica del CAE, ni sacar a los bancos del negocio, ni
siquiera reducir sus utilidades. Antes el 5,6 % de interés salía del
bolsillo del alumno. En adelante el alumno pagará el 2 % y la diferencia
respecto de la tasa que se fije, la pagará el Fisco. Antes y después el
modelo tiene a los bancos como intermediario. Y parte importante de los
fondos fiscales destinados a este rubro terminarán allí.
Este año se estima que accederán otros 100 mil estudiantes a un
sistema al que el presupuesto de 2012 le entregó $250 mil millones ($20
mil millones menos que el año anterior).
Según Alejandra Contreras, con los 450 mil alumnos que tendrá el
próximo año, el CAE habrá llegado a su máxima expansión. Para entonces
este crédito estará financiando entre el 30 y el 40 % de los cupos
disponibles de la educación superior (Ver Recuadro: Expectativas de
expansión del mercado de la educación superior). A partir de ese momento
cada año deberán empezar a pagar cerca de 50 mil estudiantes, entre
egresados y “desertores” que es como el sistema llama a los que no
terminaron sus estudios y quedaron endeudados.
UNO PARA MÍ, OTRO PARA TI
La recarga no es el único punto controvertido del CAE. Pero para
comprender lo que viene es necesario tener claro algunas cosas básicas
sobre este crédito.
El CAE se puso en marcha durante la administración de Michelle Bachelet,
pero fue ideado en el gobierno de Ricardo Lagos, con Sergio Bitar como
ministro. Sus padres directos fueron el fallecido economista Jaime
Crispi, que por entonces era jefe de estudios de la Dirección de
Presupuestos y Pilar Armanet, entonces jefa de la división de Educación
Superior del Ministerio de Educación.
En términos simples, el otorgamiento del CAE consta de cuatro pasos.
1. El Fisco elabora un presupuesto definiendo a cuantos estudiantes va a
entregar el CAE. Luego, a través de la Comisión Ingresa, que es la
institución pública que administra el CAE, se reciben las postulaciones.
La comisión selecciona únicamente por motivos económicos y ordena a los
beneficiados en listas de miles de alumnos para ofrecerlas a los
bancos, quienes van a financiar el crédito. Todas las listas tienen
igual número de alumnos de quintiles bajos, igual cantidad de
estudiantes que quieren ir a carreras técnicas o universitarias, de
jóvenes que se han matriculado en universidades tradicionales o en
instituciones acreditadas por un año, de modo que los banqueros no
sientan que hay listas mejores que otras. En las bases el Fisco fija el
interés que se podrá cobrar a los alumnos (el próximo año deberá ser de
2%).
2. Los bancos se adjudican las listas. Ganan los que ofrecen cobrar
la menor recarga al Fisco. Luego entregan los créditos a todos los
alumnos sin discriminar a ninguno ni por origen social, dinero de su
familia, carrera que quiere estudiar ni establecimiento elegido.
3. Cuando los bancos entregan los créditos, averiguan todo sobre el
postulante: de qué comuna viene, de qué tipo de colegio egresó, los
empleos y remuneraciones de sus padres. También la carrera que quieren
estudiar y dónde. Es importante tener claro que para los jóvenes el
futuro está abierto, lleno de posibilidades, sobre todo para aquellos
que son primera generación en la universidad y cargan con los sueños de
sus padres. Pero para los bancos el futuro está escrito como las frases
de este reportaje. A lo mejor falta un acento, un énfasis, pero la
esencia es muy difícil de cambiar.
4.
El banco le vende al Fisco un porcentaje de los créditos. Pero no vende
listas cerradas y ecuánimes como las que recibió. El banco elige. Abre
la caja y se queda con las manzanas más prometedoras. Le vende al Fisco
las que tienen magulladuras o que, según su ojo avizor, difícilmente
madurarán. Cruzando los datos obtenidos con los sueldos que obtienen los
egresados de las carreras, estiman si alguien va a ser capaz de pagar o
no. Esos son los créditos que el banco le vende al Fisco cobrándole una
recarga.
Los primeros créditos en ser traspasados son los de aquellos alumnos
que se embarcan en la aventura de la educación superior con deudas
impagas y están en Dicom. Se estima que en 2011 había entre 10 y un 12%
de jóvenes en esa situación. Después de deshacerse de estos estudiantes,
los bancos le venden al Fisco los que se matriculan en carreras largas.
Según las cifras de la Comisión Ingresa, elaboradas especialmente para
este reportaje, entre 2006 y 2011 los bancos se quedaron con el 78% de
los créditos de alumnos que cursaban carreras de 2 años; y con el 74% de
los créditos para financiar carreras de 3 años. En cambio, vendieron el
56% de las carreras de 5 años, que es la duración clásica de un título
universitario.
Un dato adicional: los bancos no tratan a todas las universidades de
igual manera. Las estadísticas disponibles sugieren que también se
deshacen de los créditos entregados para estudiar en algunas
universidades privadas. Por ejemplo, en 2010 la Universidad Católica
recibió 778 créditos CAE por un total de $1.182 millones. De ese total,
los bancos le vendieron al Fisco 351 créditos ($410 millones) y se
quedaron con 427 créditos ($772 millones). Muy distinta situación
vivieron los préstamos para estudiar en la Universidad Autónoma, de la
cual el ministro de justicia Teodoro Rivera fue rector. En 2010 la UA
recibió 4.680 créditos CAE (por un monto de $7 mil 580 millones). De
esos 4.680 CAE, los bancos decidieron venderle al Fisco 4.000 ($6.600
millones), conservando solo el 14% de los créditos de los alumnos de la
UA.
Lo mismo ocurre con la Universidad Las Américas, de la que Pilar
Armanet es ahora vicerrectora académica. En 2010 sus alumnos recibieron
5.126 créditos con aval del Estado. Pero unos meses después los bancos
vendieron al Fisco el 63% de esos créditos (equivalente a $5.085
millones).
El mismo trato de los bancos recibieron los estudiantes que
escogieron a la Universidad Santo Tomás: le vendieron al Fisco el 76,8%
de los CAE, equivalentes a $6.100 millones; los de la Universidad San
Sebastián: le vendieron al Fisco 77% de los créditos, equivalentes a
$6.259 millones y los de la Universidad Andrés Bello: los bancos se
deshicieron del 71,5 %, equivalente a $6.433 millones, los que vendieron
al Fisco.
De acuerdo a estas mismas cifras, los bancos prefirieron las deudas
de los jóvenes que estudian una carrera técnica y corta en el Instituto
Duoc: vendieron al Fisco solo el 10,8% de los CAE y se quedaron
administrando $10.668 millones. También conservaron los créditos del
Instituto Inacap: vendieron al Fisco sólo el 12% y retuvieron el resto,
que equivale a $3.709 millones.
La preferencia de las instituciones financieras es aún más evidente
cuando se compara una misma carrera impartida en distintas
universidades. Entre 2006 y 2010 los bancos vendieron solo 77 créditos
de alumnos de Derecho de la Universidad Católica (el 20,2%), pero se
deshicieron del 51,5% de los créditos de alumnos de Derecho de la
Universidad Autónoma.
Hay carreras que a los bancos les interesa financiar, como las
pedagogías. La prueba es que retuvieron el 61% de los créditos en esa
área. Pero no les interesan todas las pedagogías. Mientras vendían sólo
el 28,3% de los créditos de Pedagogía de la Universidad Católica, los
bancos se deshicieron del 58% de la Pedagogía Básica “Executive” de Las Américas.
Los
datos oficiales muestran que la Universidad Las Américas es mal
considerada por los bancos: entre 2006 y 2010 los bancos vendieron el
74% de los créditos de Arquitectura, el 67% de los de Derecho
“Executive”, el 72% de Enfermería, el 68,9% de Ingeniería “Executive” y
el 75 % de los créditos de Trabajo Social, entre muchos otros. Similar
situación ocurre con la Universidad Autónoma (ver cuadro con venta de
créditos por instituciones y carreras).
Cuando el banco vende un crédito al Fisco, el alumno ni se entera.
Tampoco la universidad recibe un perjuicio. El único afectado es el
Fisco, que se queda con la acumulación de los créditos que los bancos
estiman difíciles de cobrar. La pregunta se impone: ¿Puede recuperar el
Fisco el dinero otorgado en esos créditos?
Hasta ahora, las cifras no son alentadoras. De acuerdo a la Comisión
Ingresa, actualmente debieran estar pagando 13 mil 972 alumnos. De los
créditos en poder del Fisco (cerca de 4.000 y cuyo cobro también
administran los bancos), el 61,6% de los deudores cae en la categoría de
“mora dura”. En cambio, los que están en manos de los bancos (más de 9
mil), la cifra de los en “mora dura” desciende al 53,8 por ciento.
-En los últimos meses empezó a aumentar la deuda del Fisco que
también administran los bancos -reconoce Alejandra Contreras. La razón
no la sabemos bien, pero los bancos han sido hasta ahora más eficientes
para cobrar sus créditos que los del Fisco que ellos administran.
La cantidad de estudiantes con CAE ya egresados y en situación de
empezar a pagar su crédito -13 mil 972 alumnos- es muy menor respecto de
los que debieran haber ya egresado. La cifra abre nuevas interrogantes:
-A mí me preocupa lo que están demorando los jóvenes en egresar. En
2006, que es nuestra cohorte más antigua, entraron 21 mil alumnos y
tenemos todavía un 45 % ciento de los jóvenes estudiando en 2011, es
decir, que no han egresado ni desertado después de seis años de
estudios. Un promedio muy alto. Básicamente es por repitencia. Vamos a
hacer un estudio para saber dónde está ese 45 % y qué universidades o
centros de formación técnica tienen los mayores problemas -explica
Alejandra Contreras, directora ejecutiva de la Comisión Ingresa.
En esta situación irregular parece estarse expresando uno de los
mayores problemas en el diseño del CAE. Quienes lo pensaron creían que
con facilitar los recursos financieros se abría la puerta a la inclusión
social de los más pobres. Pero hoy son muchos los que opinan que eso no
es suficiente. Al grueso de los alumnos que estudian con el CAE no les
faltan solo los recursos para entrar a la educación superior. Les faltan
los conocimientos, pues su formación básica y media fue muy
deficitaria. El CAE los transformó en clientes habilitados -gracias a su
endeudamiento- pero no los hizo estudiantes universitarios.
Uno de los expertos que participó en la creación del CAE describe el
cambio de perspectiva: “Cuando se diseño el CAE se pensó que lo más
importante era el punto de llegada, no el punto de partida. Es decir,
que no importaba tanto el origen del alumno sino la carrera a la que
accedería porque ésta permitiría dar un salto en su historia familiar y
aumentar su capacidad de pago. Pero los datos están mostrando que la
precariedad de los alumnos de los quintiles más bajos es muy grande, al
punto que puede impedirles alcanzar la meta para la que se diseñó todo
esto”.
EN DEFENSA DE LA RECARGA
Hay
un momento dramático en la historia del CAE y que explica el origen de
la citada recarga, el mecanismo que le ha reportado a los bancos
ingresos por $150 mil millones. Ocurrió a fines de 2005, cuando ya se
había promulgado la ley que daba vida a este crédito y se había
anunciado que a través de la alianza del Fisco con los alumnos, las
universidades y los bancos, los jóvenes pobres podrían convertirse en
estudiantes de la educación superior. Fue entonces que los bancos
informaron que no querían participar.
Con la ley en la mano los equipos del gobierno de Ricardo Lagos se
abocaron a construir las licitaciones que tenían como característica que
los bancos debían prestarle a jóvenes de bajos recursos, sin exigirles
garantía de sus familias y a tasas bajas. El chocolate era uno muy
potente: el Fisco garantizaba esas deudas. Se reunieron con estudiantes,
instituciones de educación superior y bancos. La respuesta de las
entidades financieras fue que no veían dónde estaba el negocio para
ellos: eran créditos muy riesgosos. Así de simple.
-Al hacer la ley se pensó, inocentemente, que bastaba con que el
Fisco avalara a los jóvenes pobres para que los bancos quisieran
participar del sistema. Pero no fue así -explica Alejandra Contreras.
Los funcionarios tomaron nota de esta actitud cuando ya se había
llamado a los estudiantes a postular y 10 mil de ellos habían sido
notificados del beneficio.
Según recuerda Alejandra Contreras, a ese escenario se sumó otra
situación compleja: los primeros 10 mil créditos CAE anunciados estaban
mal otorgados. Por un error computacional se les había dado prioridad a
los postulantes con más ingresos, dejando fuera a los con menos
ingresos. La solución fue dar otros 10 mil créditos, esta vez a quienes
más lo necesitaban.
La amenaza del fracaso estaba sobre las cabezas de todos los
involucrados. Porque la ley había sido hecha específicamente para que el
Fisco no financiara directamente. La banca era imprescindible: si no
participaba, no podían hacer nada.
Fue en esas circunstancias que el economista Christian Larraín
-primer director de la Comisión Ingresa- pensó en una solución: la
compra de parte de la cartera con la famosa recarga. Hay que recalcar
que ese mecanismo no estaba en el proyecto de ley ni se discutió en la
Cámara ni en el Senado, tampoco fue analizado en ninguna instancia de
debate público. La decisión se tomó internamente en la Comisión Ingresa
con la supervisión y el visto bueno de Hacienda, la dirección de
Presupuesto y del Ministerio de Educación.
-El modelo, tal como estaba en la ley del CAE, es muy genérico. Y
cuando se empezaron a redactar las bases de licitación, y se empezó a
hablar con los bancos y a explicarles cómo debía funcionar el sistema,
ellos dijeron: “no, esto no vuela, vamos para atrás, no podemos
participar en estas condiciones”. La presión aumentó cuando se otorgaron
mal los primeros créditos y hubo que subir a 20 mil. Teníamos 20 mil
créditos que colocar y los bancos no querían participar. Entonces hubo
que idear algo y ahí es donde surgió la idea de comprarle la cartera al
banco -relata Alejandra Contreras.
-¿Diría que los bancos vieron al Fisco aproblemado y se aprovecharon?
-No lo sé. Yo lo veo como que necesitaban más seguridades para entrar en un negocio nuevo cuya operatoria se desconocía.
Christian
Larraín argumenta que la compra de parte de la cartera con un
porcentaje de recarga era el único mecanismo posible dadas las
condiciones que se le exigían al banco: prestarle a jóvenes a los cuales
jamás les habrían prestado y no exigirles garantía de sus familias. En
esas condiciones y con una tasa de interés del 5,6%, “no había ninguna
garantía de que los bancos quisieran participar del sistema”, dice
Larraín. (Ver entrevista a Christian Larraín).
El economista reconoce que al idear ese mecanismo no imaginó que los
bancos pudieran explotarlo de la manera en que lo hicieron. Pero a
diferencia de la interpretación que hacen en la Comisión Ingresa,
Larraín no cree que el Fisco estuviera obligado a aceptar los
sobreprecios que ofrecían los bancos. Argumenta que había mecanismos
para no aceptar las ofertas de los bancos, salvo cuando fueran
convenientes. Y que si las reglas de la licitación no parecían
convenientes, se podían cambiar. Larraín no entiende por qué el
Ministerio de Hacienda autorizó todos estos años pagar sobreprecios que
no eran convenientes para el Fisco. También cree que el sistema ha ido
evolucionando hacia un equilibrio:
-Si las tasas se mantienen en torno al 6 %, la que pidió Corpbanca en 2011, me parece que el sistema funciona bien -explica.
No obstante el progreso que anota Larraín, el problema de fondo sigue
sin respuesta: ¿Por qué había que recurrir a los bancos para hacer
funcionar los créditos para estudiantes de los quintiles más bajos? Una
de las respuestas es que no se pensó nunca en un sistema que incluyera a
los más pobres de otra manera que no fuera con crédito. La educación
gratuita para ellos estuvo descartada.
En las discusiones parlamentarias sobre el CAE entre 2003 y 2005, la
propuesta de educación gratuita para los más pobres apenas se sugirió.
Pero muy rápido se impuso el modelo actual, donde los alumnos de los
quintiles más bajos se educan usando créditos bancarios que pagarán
mañana con los mejores sueldos a los que accederán. En este modelo, el
rol del Fisco sería el de aval por si algo fallaba y los jóvenes
tropezaban en sus pagos.
El CAE fue descrito por el ex ministro Bitar como revolucionario. Por
una parte, involucraba a los bancos en el financiamiento de la
educación superior, con lo que los recursos disponibles para los
estudiantes iban a multiplicarse (“como hizo el sistema de concesiones
que permitió a los privados aportar recursos y eso produjo un
crecimiento acelerado del sistema”, dice una fuente que participó en el
diseño del CAE). Por otra parte, los bancos harían que la morosidad
bajara porque a diferencia del Estado ellos sí “saben cobrar”.
El espíritu de la época era que el Fisco no iba a administrar los créditos. Así lo explica Christian Larraín:
-La ley 20.027 dice con claridad: “Los créditos con garantía estatal
no podrán ser otorgados por el Fisco”. Más allá de lo que yo piense, la
lógica de la ley apunta a no tener una agencia estatal administrando los
créditos, dejando al Estado en un rol de garante. La idea, por ende, es
que los privados administren y ojalá financien los créditos. Si me
pregunta hoy, se puede considerar teóricamente una agencia estatal que
haga ese trabajo. Pero la experiencia es pésima cuando se observa a las
agencias estatales administrando créditos, tal como lo hizo la Corfo en
el pasado e Indap en el presente. En cambio, los bancos cobrando una
sobrecarga razonable, liberan al Fisco de toda esa carga.
¿PODRÁN PAGAR?
Cuando
el año 2005 el entonces ministro de Educación Sergio Bitar anunció el
CAE, afirmó que la alianza con los bancos permitiría recuperar los
créditos, pues en adelante iban a cobrar los que saben cobrar.
Transcurridos seis años de funcionamiento del CAE, el hecho de que un
45% de la generación que entró a estudiar el 2006 sea repitente, hace
recelar de la capacidad del sistema de cumplir esa meta de pago. Y ello,
porque la posibilidad del deudor de pagar no depende solo de que el
banco le cobre, sino de que el joven encuentre un empleo. Y esto está
directamente relacionado con la calidad de la educación que recibió.
Como el CAE se entrega solo a los alumnos de las instituciones
“acreditadas”, a los problemas ya mencionadas, se agrega otro eslabón de
este círculo vicioso: el deficiente sistema de acreditación de las
instituciones de educación superior, criticado por su poca capacidad de
eliminar o corregir instituciones que mantienen planteles de profesores
de baja calidad y que no invierten lo necesario en los otros pilares que
forman la educación superior.
En 2010, por ejemplo, cuando 35 mil muchachas de estratos más pobres
pidieron CAE para estudiar en la educación superior, no hubo ni una sola
institución que las informara y guiara sobre donde no convenía
estudiar. Y ello porque a pesar de sus evidentes deficiencias, ese mismo
año todas las instituciones que pidieron acreditarse fueron aprobadas.
(Vea reportaje: Así opera el escandaloso sistema de acreditación de las universidades).
-O estamos ante una mejoría notable en las instituciones de educación
terciaria en Chile o, simplemente, los niveles de exigencia han caído a
niveles lamentables -dijo a CIPER Emilio Rodríguez, rector de la
Universidad Tarapacá y ex presidente de la Comisión Nacional de
Acreditación, comentando la masiva aprobación de 2010.
Nadie cree en una sorpresiva y súbita mejoría de todo el sistema. La
explicación más recurrente es que los cuantiosos recursos del CAE han
llevado a las instituciones a presionar a la Comisión de Acreditación
para obtener los millones que llegan con ella. Y la Comisión habría
dejado de hacer su trabajo.
-La calidad de la educación es un punto clave para el CAE, pues va a
repercutir en las remuneraciones futuras que el egresado pueda conseguir
-admite la abogada Contreras-, sin embargo, el sistema de
financiamiento no se puede hacer cargo de esa arista. Claramente en
nuestro país hay una crisis que va mucho más allá del financiamiento.
Tiene que ver con los aranceles o la duración de las carreras, temas de
los que nadie habla, pero que las instituciones conocen perfectamente y
que ellas deben resolver. Deben modificar sus currículos y se han
atrasado en eso. Tienen a alumnos por seis años en circunstancias que
podrían estar cuatro. Todo eso influye directamente en el endeudamiento
de los alumnos. El problema de la calidad no podemos resolverlo en la
Comisión Ingresa. Existe una entidad que se creó por ley y todos
coincidimos en que no ha funcionado como debiese. Que la Comisión de
Acreditación diga que el tema del crédito provocó que funcionaran mal,
me parece que es lavarse las manos. A uno lo pueden presionar mucho pero
si tiene claro cuáles son sus obligaciones, no puede dejar de
cumplirlas por presiones. La norma debiera ser que una institución que
no califica, no puede ser acreditada. Porque cuando llegan con la
acreditación, aquí nosotros no podemos rechazarlas, debemos darle el
crédito.
La
pregunta que en este punto se abre es dramática: ¿Podrá el CAE ayudar a
que una generación de jóvenes de estratos pobres logre dar el salto en
la historia para el que sus familias se endeudaron? ¿O producirá una
gran masa de egresados incapaces de pagar las millonarias deudas
contraídas porque la educación que recibieron no era de calidad y les
fue vendida a precios prohibitivos?
Esa disyuntiva es para Banco Mundial la gran evaluación por la que
será medido finalmente el CAE: “El más importante impacto del CAE para
Chile vendrá en la forma de egresados profesionales con carreras más
productivas, contribuyendo más efectivamente en el ámbito público y
gozando de una mayor satisfacción personal; egresados que de otro modo
no podrían haber accedido a la educación superior, o que no habrían
podido graduarse”.
Otro aspecto poco tomado en cuenta, pero que el Banco Mundial repara con preocupación es que los cuantiosos y seguros recursos que proporciona el CAE a las instituciones de educación
superior han promovido la expansión inmobiliaria de éstas a niveles
inéditos. En los hechos, muchas instituciones esconden su dudosa calidad
académica tras suntuosas edificaciones que resultan atractivas para los
alumnos. Las instituciones esperan financiar esas inversiones con la
constante llegada de nuevas camadas de estudiantes con CAE.
El Banco Mundial advierte: “El Estado debiera llevar a cabo una
apropiada supervisión financiera y de gestión de estas instituciones
para asegurar que lo créditos del CAE no están alimentando prácticas de
expansión desacertadas que al final podrán resultar en la insolvencia”.
Tras la advertencia, el Banco Mundial urge a que desde el Estado se
monitoree y audite a las instituciones de Educación Superior.
Lea en los próximos días la segunda parte de esta investigación.
Recarga cobrada por los bancos entre 2006 y 2011
Detalle de la recarga cobrada por los siete bancos que han financiado al CAE.
(Los datos provienen de la Comisión Ingresa. Los porcentajes de recarga
que se señalan son el promedio del periodo. Por ejemplo, en el caso del
Scotiabank su porcentaje de recarga promedio es de 33,7%, pero en 2006
la recarga que cobró fue de 69% mientras que en 2007 la recarga fue de
27%).
*Scotiabank: entre 2006 y 2011 vendió al Fisco
créditos de estudiantes por $187 mil millones y cobró por ellos $250 mil
millones. La recarga en este caso fue de un 33,7% equivalente a $62 mil 954 millones.
*Banco Estado: entre 2006 y 2011 vendió al Fisco $81 mil 341 millones en créditos y cobró por ellos $110 mil millones. La recarga fue del 35,2%, equivalente a $28 mil 657 millones.
*BCI: entre 2009 y 2011 vendió al Fisco $58 mil 211 millones en $94 mil 200 millones. Recarga de 62,8%, equivalente a $36 mil 555 millones.
*Itau: en 2010 y 2011 vendió $37 mil millones y cobró por ellos $48 mil millones (recarga de 29,8%, equivalente a $11 mil 51 millones).
*Falabella: vendió entre 2007 y 2011, $5 mil 233 millones en $5 mil 704 millones (recarga del 7,9%, equivalente a $471 millones).
*Santander: vendió en 2010 y 2011 $14 mil millones en $19 mil millones (recarga del 34,1% equivalente a $4 mil 840 millones).
*Corpbanca: en 2011 vendió $60 mil 591 millones en $64 mil millones, es decir, una recarga de 6%, equivalente a $3 mil 635 millones.
Alejandra Contreras, directora ejecutiva de Comisión Ingresa: “Es injusto evaluar un sistema por los resultados de un año”
-Los
bancos han obtenido $150 mil millones en estos seis años de
funcionamiento del CAE. ¿Qué representa esa cifra para usted? ¿Un
escándalo o un costo razonable?
La cifra en sí misma es difícil de evaluar. Pero mirándola en relación a
la cantidad de créditos que se han otorgado, me parece un costo
razonable. Porque ha implicado que los bancos pongan en el CAE $700 mil
millones en la educación de jóvenes que no tenían acceso. Son recursos
que el Fisco no habría podido poner en estos años. Yo trabajé en el
Ministerio de Educación muchos años y sé lo que era la discusión
presupuestaria para poder aumentar año a año el presupuesto.
-Sin embargo, el Fisco ha dispuesto $400 mil millones para
este rubro además de lo que gasta en el Aporte Fiscal Indirecto (AFI).
El Estado ha hecho un gran esfuerzo en educación. ¿Es necesario que
parte de ese esfuerzo que sale de los impuestos de todos los chilenos se
vaya a la banca?
Ese es el punto que se cuestiona. Respecto de los costos del CAE hay que
entender que un sistema de esta naturaleza, que no existe en el mundo,
requiere de un período de instalación. Los actores financieros son
bastante conservadores en su toma de decisiones, y no estaban muy
convencidos de participar en el financiamiento de un grupo de
estudiantes que según sus criterios no reúne las condiciones para
otorgarles créditos. Por otra parte, no existían los recursos públicos
para permitirles a todos esos estudiantes acceder a una educación con
financiamiento directo. Por eso pienso que si bien ha habido un costo
publico importante, probablemente más allá de lo previsto, el sistema se
ha desarrollado hacia niveles convenientes para el Fisco.
-En 2009, hace sólo dos años, el CAE produjo una situación paradójica y escandalosa en los pagos de “recarga” a los bancos.
Si. Pero me parece injusto analizar el éxito o fracaso de un instrumento
por un año específico. En 2009 se dio un contexto de crisis financiera
mundial y eso encareció los recursos disponibles de los bancos. No es
correcto evaluar el CAE a partir de eso. En ese momento la única otra
opción era no dar todos los créditos para ajustarse.
-¿Qué decisiones se tomaron, qué resguardos legales se
implementaron para que el Fisco no se vea obligado en una futura crisis a
pagar nuevamente esos sobreprecios excesivos?
Lo que hubo fue un análisis de entender el contexto en que se tomaron
esas decisiones, entendiendo que este era un mecanismo que estaba en su
puesta en marcha. Si se fija, en 2010 y 2011 la situación empezó a
revertirse y el modelo mostró que, tal como estaba estructurado, tenía
las capacidades para irse equilibrando.
-¿Pero qué resguardos legales se tomaron?
No ha habido un espacio para conversar reformas legales hasta ahora.
Expectativas de expansión del mercado de la Educación Superior
Actualmente hay un millón de estudiantes en la Educación Superior de
los cuales más de 600 mil son universitarios y más de 300 mil estudian
en centros de formación técnica o institutos profesionales. Según
“Educación 2020” ese millón corresponde a la mitad de los jóvenes de
entre 18 y 24 años, que son el grupo que mayoritariamente cursa en este
estamento educacional. En los países de la OCED la cobertura para esta
franja llega al 65 %, por lo que el mercado aún puede crecer más. Y
todos saben que el crecimiento vendrá en las clases medias bajas, pues
la mayoría de los jóvenes de los otros grupos sociales ya están en
alguna institución de Educación Superior.