Tras la dura fiscalización de Contraloría, qué hacer con una política clave para la educación chilena:
Publicado: 31.05.2012
La
ley SEP, que busca mejorar la calidad de la enseñanza que reciben los
alumnos más pobres y entrega más de US$ 650 millones al año a las
escuelas publicas, enfrenta hoy su más duro cuestionamiento: Contraloría
detectó que cerca de 1/3 de los recursos entregados a los municipios
que ellos fiscalizaron fueron desviados a otros gastos. Gonzalo Muñoz,
investigador de Fundación Chile, ahonda aquí en los éxitos y fracasos de
una de las más importantes políticas públicas diseñadas por la
Concertación para terminar con la desigualdad. Insiste que pese a los
problemas, la ley SEP está dando los resultados esperados y que el
problema no es su diseño sino la precariedad de los municipios y la
falta de fiscalización.
Vea también nuestra investigación: “Ley SEP: Ranking de las 20 municipalidades más cuestionadas por Contraloría”
La ley de subvención escolar preferencial comenzó a diseñarse en el
año 2004, cuando empieza a tomar fuerza el argumento de que educar a
niños de contextos desaventajados socialmente era más costoso, lo que
debía traducirse en un esfuerzo adicional en materia de financiamiento
para las escuelas que atienden a esos niños. Después de casi 4 años de
trabajo y ajustes a esta idea inicial, en febrero del 2008 se promulgó
la hoy conocida como ley SEP (nº 20.248) que, junto a la reforma
curricular y la creación de la jornada escolar completa, representa una
de las políticas más relevantes dirigidas a mejorar la calidad de la
educación regular de los últimos 20 años.
Tal como establece la propia ley, el espíritu de la Subvención
Escolar Preferencial es “compensar las desigualdades sociales de origen
que afectan a los niños y niñas de los sectores más modestos, entregando
un aporte adicional a los establecimientos que los acogen y
comprometiendo con ellos una estrategia de mejoramiento educativo”. La
SEP tiene el propósito de mejorar los niveles de equidad del
sistema escolar (con un foco prioritario en los estudiantes de enseñanza
básica y parvularia), entregando mayores recursos a las escuelas que
atienden a esos niños.
“El Estado muestra una enorme incapacidad para fiscalizar el uso de los recursos públicos y el cumplimiento de la normativa. Si los recursos de la SEP se han gastado mal, es también porque no se ha inspeccionado como corresponde el cumplimiento del espíritu de la ley”.
El análisis de la SEP tiende a reducirse a los recursos financieros.
No es casualidad, pues en promedio esta nueva subvención aumenta en
cerca de un 60% el aporte estatal para cada niño que cumple con las
condiciones que la ley establece. En concreto, mientras por cada
estudiante las escuelas reciben un aporte hoy cercano a los 45 mil pesos
mensuales, ese aporte llega a cerca de 80 mil pesos cuando se trata de
un niño o niña beneficiado con esta subvención preferencial (un alumno prioritario).
Una escuela municipal promedio, con 200 estudiantes en situación de
vulnerabilidad, puede llegar a recibir cerca de 80 millones de pesos
anuales solo por concepto de SEP. A nivel municipal, a estas cifras hay
que agregarle al menos un cero – en algunos casos dos – para entender la
magnitud del impacto que estos recursos están teniendo en el sistema de
administración de la educación pública, que atiende a 7 de cada 10
estudiantes que reciben esta subvención. El estado chileno, invertirá –
según la DIPRES – este 2012 cerca de 320 mil millones de pesos (cerca de
650 millones de dólares por concepto de esta ley).
La SEP, sin embargo, es mucho más que nuevos recursos para las
escuelas y sus sostenedores. Es también una nueva manera de entregar
esos recursos, con una subvención que deja de ser de “libre disposición”
y con una nueva relación entre el estado, los sostenedores y las
escuelas. La entrega de esta subvención preferencial está por primera
vez asociada a resultados y rendición de cuentas. Se entregan más
recursos a cambio de que los sostenedores y escuelas impulsen procesos
de mejoramiento educativo y obtengan mejores resultados de aprendizaje.
Se entregan más recursos también a cambio de que quienes los reciben
directamente (sostenedores) rindan cuenta sobre su uso, que en este caso
debe estar completamente asociado a la inversión para el mejoramiento
escolar. Para todo lo anterior, además, los sostenedores y escuelas
deben cumplir con un convenio de igualdad de oportunidades. No permitir
cobros adicionales a los niños prioritarios, la no selección de alumnos
en estas escuelas, la obligación de velar por la retención y atención
especial a los niños y niñas que recibirán esta subvención, el apoyo
especial para las escuelas que más dificultades han mostrado, son
ejemplos de las condiciones que este convenio impone a las escuelas y
sostenedores.
“Para quienes trabajamos cerca del sistema escolar, no hay duda que la SEP ha tenido un impacto sustantivo y favorable en el trabajo de las escuelas que han ingresado a este sistema”.
Para quienes trabajamos más o menos cerca del sistema escolar, no hay
duda que la SEP ha tenido un impacto sustantivo y favorable en el
trabajo de las escuelas que han ingresado a este sistema. Un estudio
realizado el año 2010 por Fundación Chile concluyó que esta política es
positivamente evaluada por directivos y docentes en la medida que ha
permitido enfrentar el desafío de la mejora escolar con un horizonte
claro y definido autónomamente (el plan de mejoramiento), con metas
exigentes (no solo en cuanto al SIMCE) y con recursos asociados para
alcanzar dichas metas. Cumplir con las exigencias de la SEP se ha
transformado en prioritario para directivos escolares y sostenedores,
ordenando sus energías, tiempos y recursos –en un sentido amplio- para
lograr salir airosos en esta exigente y nueva tarea, con el impacto
consiguiente en los procesos internos de los establecimientos.
En sintonía con lo anterior, es posible apreciar una mejora
significativamente mayor en los resultados de aprendizaje de los
establecimientos que ingresaron a la SEP respecto a los que no lo
hicieron, en el período 2007-2011, tanto en el SIMCE de lenguaje como en
matemáticas. Este análisis, que solo puede hacerse para el mundo
particular subvencionado (pues prácticamente no hay escuelas municipales
sin SEP), muestra una tendencia clara y favorable del posible impacto
de esta ley, que deberá monitorearse los próximos años.
Interesante es preguntarse en qué invierten los recursos las escuelas
para ir en la búsqueda de sus metas de aprendizaje. La evidencia indica
que parte importante de ellos se destinaron a fortalecer los equipos
especializados de apoyo, a mejorar las condiciones de aprendizaje (sobre
todo para los niños con mayores desafíos socioeducativos) y a
fortalecer también la información con la que cuenta la escuela para el
proceso escolar (evaluaciones de aprendizaje). No es casualidad entonces
que sean las escuelas más desaventajadas socialmente las que más avance
muestren en el período 2007-2011.
Con todo, la SEP hoy enfrenta uno de los cuestionamientos más
importantes que ha recibido desde su creación, sobre todo debido al mal
uso de los recursos que algunos sostenedores han hecho, lo que
finalmente se traduce en un alejamiento evidente del espíritu de la ley.
La investigación de CIPER, derivada de un estudio previo de la
Contraloría (que venía recibiendo hace ya algunos años información sobre
estos problemas) lo plantea claramente: una parte importante de los
recursos de esta ley se han destinado a fines distintos a lo que la
norma establece. Otra parte no despreciable no pudo ser siquiera
auditada, lo que podría estar indicando un uso de estos recursos incluso
en áreas que no tienen que ver con educación.
“Es posible apreciar una mejora significativamente mayor en los resultados de aprendizaje de los establecimientos que ingresaron a la SEP respecto a los que no lo hicieron, en el período 2007-2011, tanto en el SIMCE de lenguaje como en matemáticas”.
La pregunta central que conviene hacer en este momento es cuáles son
los factores que están detrás de esta grave situación, sin la cual los
logros de la SEP serían todavía mayores. Más allá de que deben existir
casos excepcionales en los que pueden darse situaciones de corrupción o
conductas éticamente reprochables (tanto en el seno de la administración
pública como privada de la educación), todo indica que los problemas
asociados a la implementación de la SEP son un síntoma de otras
debilidades estructurales del sistema escolar chileno que no se han
tomado debidamente en serio en los últimos años:
1. La educación municipal hace rato que viene en un proceso de
deterioro que nadie ha atendido responsablemente y que no tiene
precisamente que ver, como tratan de argumentar algunos, con un problema
de calidad. La fuga de matrícula al sector privado (sector con el que
compite en condiciones desiguales diariamente), el marco normativo en el
que trabaja el sector municipal, y la evidente crisis financiera del
sistema, hacen que las condiciones institucionales en las que se ha
recibido la subvención preferencial sean francamente precarias. Es esto
lo que explica – no justifica – que muchos de los municipios lleven los
recursos de la SEP finalmente a “gastos corrientes” y deudas con su
sistema escolar local (donde por lo demás, más del 90% del gasto se
destina a pagar las planillas de sueldo de los docentes).
2. El estado chileno hace rato también que viene mostrando una enorme
incapacidad para fiscalizar el uso de los recursos públicos y el
cumplimiento de la normativa. Si los recursos de la SEP se han gastado
mal, es también porque no se ha inspeccionado como corresponde el
cumplimiento del espíritu de la ley. La lentitud en el proceso de
implementación de la superintendencia de educación ha sido además un
espacio fructífero para un cierto “relajo” en la manera en que los
sostenedores han interpretado y ejecutado lo que la ley mandata.
3. Junto con esta incapacidad de fiscalización, no existe en nuestro
país una estructura sólida para apoyar a los establecimientos. La SEP ha
traído consigo una serie de desafíos que muchas de las comunidades
educativas no han sabido resolver por sí solas, y es en estos casos
donde hace agua un sistema que ni desde el sector público ni privado ha
dado el ancho para entregar soporte al trabajo de las escuelas, un punto
crítico para el éxito de cualquier reforma educativa.
“La educación municipal hace rato que viene en un proceso de deterioro que nadie ha atendido responsablemente… Esto lo que explica – no justifica – que muchos de los municipios lleven los recursos de la SEP finalmente a “gastos corrientes” y deudas con su sistema escolar local”.
No se trata de justificar lo que está ocurriendo con parte de los
recursos de la SEP. Sí de entender y pensar en políticas que logren
revertir esta situación. La SEP permite visualizar con toda claridad
que el problema del sistema escolar es y será cada vez menos una
dificultad de recursos financieros disponibles. Más bien, cada vez será
más riesgoso seguir entregando nuevos recursos sin trabajar seriamente
en la línea de modificar la institucionalidad y estructura de
financiamiento del sistema de educación pública municipal, sin
implementar eficientemente la nueva institucionalidad reguladora
(Superintendencia y Agencia de Calidad), y sin crear un sistema de apoyo
a los establecimientos que verdaderamente se encargue de desarrollar
las capacidades en la base del sistema.
La SEP ha comenzado a mostrar sus frutos. Pero es indispensable
avanzar en resolver estas debilidades estructurales del sistema para que
estos recursos se traduzcan en mejores procesos y resultados
educativos, sobre todo ahí donde más se necesita.