Patricia Muñoz Garcìa

Patricia Muñoz Garcìa
Departamento Nacional Profesores Jubilados DEPROJ

martes, 1 de mayo de 2012

EL OCASO DE LA CUT


El ocaso de la CUT

LUNES, 30 DE ABRIL DE 2012 10:28 JUAN PABLO CÁRDENAS S
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La corrupción de la política tiene su correlato en la descomposición de nuestros referentes sindicales. 
La misma forma en que se toman decisiones en los partidos y la falta de representatividad de los mismos 
se reproduce en la Central Unitaria de Trabajadores y otras mínimas expresiones de los trabajadores chilenos.


Lo primero que se debe consignar es que en más de dos décadas de post dictadura, los índices de 
sindicalización en nuestro país apenas superan el 15 por ciento de la masa laboral. Esto es, que de 
los 5 millones de trabajadores, menos de 800 mil pertenecen a alguna agrupación sindical. Al mismo
 tiempo que un porcentaje ínfimo de sindicatos está afiliada a la CUT, entidad que ya no tiene 
nada de unitaria, ni ejerce liderazgo importante según lo evidencian, incluso, sus paupérrimas 
convocatorias para conmemorar el Primero de Mayo. Si no fuera por la presencia en éstas 
de los estudiantes, medioambientalistas y luchadores por los Derechos Humanos, lo cierto es 
que la concurrencia laboral a las mismas resultaría aún más  bochornosa, en medio de un 
clima nacional marcado por las movilizaciones sociales, cada vez más masivas y extendidas por 
todo nuestro territorio.

La CUT es una entidad que le ha resultado muy conveniente a los gobiernos de la Concertación como, 
también, al actual. Para cada uno de los ministros de Hacienda ha resultado cómodo tener interlocución
 con dirigentes completamente ilegitimados dentro del mundo laboral y sin capacidad de ejercer presión
 real para imponer las justas aspiraciones, derivadas de una estrategia política y económica que
 fomenta el salario paupérrimo, el empleo precario y las colusiones de la clase patronal. La negociación 
anual respecto del salario mínimo se ha constituido en un trámite cada vez más ignominioso para
 la dignidad de los trabajadores, quienes en cada oportunidad deben comprobar la distancia existente
 entre el reajuste que solicitan y el que resulta de la imposición de las autoridades, la decisión de los 
partidos y los acuerdos parlamentarios.

En el país donde las diferencias salariales son las más pronunciadas del mundo, nuestros representantes 
sindicales vienen perpetuándose en sus directivas, como lo está la camarilla de dirigentes de la CUT y de 
otras organizaciones, gracias al arreglo cupular y las cuotas de poder que les asignan los comisarios 
políticos e infectan sus resoluciones y renuncios. Personajes todos que, sin rubor alguno, administran
 la alcancía sindical en viajes, suculentos almuerzos y viáticos, tanto que para nadie resulta ya un 
misterio que los fondos que manejan son el resultado de asignaciones de los gastos reservados del
 Ejecutivo, como de los sobornos empresariales abiertos o disfrazados que premian su buena conducta y 
“espíritu patriótico” en consentir siempre reajustes que consolidan el deterioro del poder adquisitivo de
 la mayoría de los chilenos, especialmente de los más pobres. En esto es que tiene base, seguramente,
 el reciente acuerdo de “cuello y corbata” entre la CUT y la confederación patronal de la producción
 y del Comercio (CPC), en que unos y otros han manifestado un conjunto de “voluntades comunes”.

Cuando se reconoce que el sindicalismo chileno vive en estado de crisis es por la incapacidad demostrada 
por los dirigentes dignos y limpios para imponerse a las maquinarias electorales de sus organizaciones, 
donde la cupularidad y el autoritarismo es todavía más escandaloso que el que campea en los propios 
partidos políticos. Mientras que en los verdaderos regímenes democráticos, los procesos eleccionarios
de los sindicatos y otras instancias sociales es reglamentada por ley y vigilada por las autoridades y
 la prensa, aquí éstos se suceden en el más inaudito secretismo, cuanto que  ya es tradicional que las
 pugnas se resuelvan en la repartición de prebendas y la suscripción de compromisos que prometen
renovación y transparencia. El país no sabe de sus registros y procedimientos electorales, salvo 
cuando trascienden las prácticas del acarreo de votantes, la desaparición de sufragios y el arreglo 
final mediante pactos celebrados entre cuatro paredes. De esta forma es que la burocracia sindical 
de la CUT vuelve a urdir sus comicios internos de agosto próximo, donde lo más seguro es que 
aquellos que todavía creen posible corregir “desde dentro” a las instituciones descompuestas vuelvan a
 sufrir una nueva y dramática decepción.

Después de tantos años en lo mismo, es preciso dejar morir a las instituciones arcaicas y proponerse 
nuevos referentes y propósitos. Que busquen, por cierto, una afiliación sindical masiva y un nuevo 
uestros recursos naturales y empresas productivas y estratégicas. Que ponga a los trabajadores a l
a vanguardia de aquellas organizaciones sociales que le han dicho BASTA al régimen político y 
económico que nos rige, y suman esfuerzo por hermanar a Chile con aquellos procesos destinados 
a recuperar soberanía nacional, impedir la concentración de la riqueza e imponer equidad social. 
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