Bella Asma, ¿qué haces mientras masacran a tu pueblo?
El silencio de Asma el Asad, primera dama de Siria, ante los horrores de su país confunde a la opinión internacional. ¿Es cómplice de su dictador marido o está obligada a callar?
ENRIC GONZÁLEZ
Asma carece de importancia dentro del clan El Asad. Ni siquiera es
alauí. Pero eso es lo que tiene de interesante. ¿Qué piensa la esposa
del presidente sobre lo que ocurre en Siria? En 2005, cuando aún vivía
en un cuento de hadas, rodeada de sonrisas complacientes en un país
supuestamente feliz, la antigua banquera fundó una organización llamada
Massar para promover la "ciudadanía activa" y la participación de los
jóvenes en la política. Siete años después, la "ciudadanía activa" lucha
a muerte contra su marido. Y ella calla.
En verano, The Daily Telegraph publicó que Asma el Asad
había huido a Inglaterra, su país natal. Hace pocos días, la oposición
siria la ubicaba en Rusia, exiliada junto a su marido. Asma, sin
embargo, no se ha movido de Damasco. El pasado 11 de enero, para acallar
los rumores, apareció en un acto público junto a dos de sus hijos,
Hafez y Zein. Bachar el Asad arengaba a los suyos desde el estrado y
denunciaba por enésima vez la "conspiración extranjera" que asolaba
Siria. Asma, de pie en primera fila, sonreía y acariciaba la cabeza de
sus niños.
Asma, nacida en Londres el 11 de agosto de 1975, debía conocer a qué
se exponía cuando se casó con el presidente de Siria. No era una más
entre las novias de Bachar, criadas en Damasco y educadas en el fervor
hacia el régimen de los El Asad. Sus padres, el cardiólogo Fawas Akhras y
la diplomática Sahar Otri, emigraron a Reino Unido en los años
cincuenta, mucho antes de que Hafez el Asad, padre del actual
presidente, alcanzara el poder. Se habituaron a vivir en una sociedad
liberal e hicieron lo posible para que su hija creciera como una
inglesa.
En casa se hablaba árabe, pero Asma fue a un colegio anglicano y
luego obtuvo en el King's College londinense una licenciatura en
Informática y un diploma en Literatura Francesa. Trabajó para el
Deutsche Bank en Europa y Extremo Oriente como gestora de fondos, en
1998 fue fichada por el banco JP Morgan para ocuparse de fusiones y
durante esos años demostró ser una profesional competente y bien
informada sobre asuntos geopolíticos. No podía ignorar la brutalidad de
la dictadura siria.
Conocía a Bachar, 10 años mayor, casi desde la infancia. Su familia
pertenece a la élite mercantil suní, aliada con el régimen alauí de los
El Asad, y tenía abiertas las puertas de palacio en Damasco. En 1992,
cuando Bachar se licenció en Medicina y se trasladó a Londres para
especializarse en oftalmología (según su propia confesión, eligió esa
rama porque siente horror a la sangre y los ojos son poco dados a
hemorragias), establecieron una relación amistosa. Su relación
sentimental solo empezó después de 1994, cuando Basil, el hermano mayor
de Bachar, ya había muerto y el oftalmólogo estaba claramente destinado a
heredar del padre la presidencia de Siria.
Asma, por tanto, no se casó con un médico que llegó accidentalmente a
presidente. El día de la boda, en diciembre de 2000, Bachar llevaba
tres años en la jefatura del Estado, elegido por el 97% de los
ciudadanos. A Asma le pareció normal ese porcentaje. Como le pareció
normal la omnipresencia de la policía secreta por todos los rincones del
país. Incluso bromeaba con que sus amigos Angelina Jolie y Brad Pitt
habían decidido contratar "guardaespaldas sirios" después de comprobar
durante una visita la absoluta seguridad de que disfrutaba ella en
Damasco.
En marzo del año pasado, en una entrevista concedida a Vogue
justo antes de empezar las sangrientas revueltas (la revista retiró al
poco tiempo de su web el texto y las glamurosas fotos y procuró que se
olvidara el desafortunado titular, Una rosa en el desierto),
declaró que en casa había establecido una democracia y que el voto de
cada uno de sus hijos valía tanto como el suyo o el de su marido. A la
entrevistadora no se le ocurrió preguntarle por qué lo que valía para su
casa no valía para su país.
En cualquier caso, muchos atribuyeron a su influencia las tímidas
promesas reformistas lanzadas por Bachar el Asad al principio de su
mandato. Bachar no tardó en olvidar sus promesas. Asma creó varias
organizaciones no gubernamentales para la atención a los niños,
siguiendo el modelo de Rania de Jordania, y en 2005 dio un paso un poco
más audaz: fundó Massar, una ONG destinada a promover la actividad
política entre los jóvenes y, de forma apenas disimulada, a crear una
generación de sirios habituada a los mecanismos democráticos.
La violencia que consume el país desde hace casi un año ha dejado
Massar en el olvido. Pero Asma sigue teniendo contactos entre los
jóvenes y en octubre convocó a varios de ellos, asistentes sociales,
para que le explicaran las dificultades de su trabajo. Lo que le
explicaron los jóvenes fue lo que hacía el ejército de su marido. Le
hablaron de manifestaciones ametralladas, de ambulancias detenidas para
que los heridos no pudieran llegar al hospital, de torturas y
asesinatos. "No reaccionó, fue como si le contáramos una historia
cotidiana sin demasiado interés", dijo uno de ellos al diario londinense
The Independent.
¿Le parece bien lo que ocurre? ¿Le parece mal, pero se ve obligada a
callar? Es imposible saber lo que piensa Asma. No pertenece al círculo
familiar en el que se discute y se toman decisiones (su suegra y su
cuñada la detestan e hicieron lo posible por evitar que Bachar se casara
con ella, una suní como los Hermanos Musulmanes), solo ha sido vista
dos veces en público desde que comenzó la crisis y ya no circula por
Damasco al volante de su todoterreno. No viaja en su jet privado ni impulsa proyectos para la recuperación de las glorias arqueológicas sirias. Si hace algo, no se sabe qué es.
En la sombra
La revista 'Elle' la proclamó más estilosa que Michelle Obama y Carla
Bruni. 'Vogue' publicó en los días previos al estallido de la
'primavera árabe' una entrevista ensalzando su imagen aperturista (y
después bajó el reportaje de su web y trató de borrar su rastro en
Internet). Asma el Asad exportó una imagen de perfecta defensora de los
derechos de mujeres y niños. Hoy, la ONU contabiliza en 5.400 las
víctimas mortales de la represión del Gobierno de su marido, Bachar el
Asad (entre ellos, unos 400 niños). Y los miembros de su Consejo de
Seguridad buscan un consenso para obligarle a abandonar el poder. Entre
tanto, la primera dama permanece invisible.