Una estructura injusta que alienta la elusión: el impuesto a la renta en Chile
Cómo la reforma de Piñera profundizará los problemas de justicia y no recaudará más impuestos
Publicado: 30.03.2012
El
presidente Piñera ha anunciado que su Gobierno subirá “moderadamente el
impuesto de las empresas” y disminuirá “el impuesto a la personas y a
las Pymes”. Ha precisado también que “este esfuerzo” tiene como objetivo
financiar una reforma educacional. En Hacienda se esperan U$ 700
millones gracias a estos cambios. En esta segunda columna Francisco
Saffie explica didácticamente cómo operan los tributos y aclara por qué
las reformas anunciadas por el Presidente no producirán ni más recursos
ni implicarán esfuerzo alguno para las compañías. Dado que los cambios
propuestos no tocan la estructura del sistema, Saffie cree que lo que sí
ocurrirá es que aumentará la planificación tributaria y la elusión; que
a los “emprendedores” les irá mejor; y que “ser empleado se volverá
cada vez más un peor negocio”.
Ver columna anterior: “Por qué no basta con subir los impuestos a las empresas”
Ver Glosario de términos tributarios
Para mostrar los defectos centrales del sistema de impuesto a la
renta vigente en Chile y cómo la reforma que propondría el presidente
Piñera puede empeorar el panorama, analizaremos tres casos.
1. El empleado
La persona contratada, en adelante “Empleado”, ofrece el ejemplo más simple de tributación a la renta pues solo debe pagar el impuesto de segunda categoría, un tributo que se aplica a los ingresos que se reciben por el trabajo.
Asumamos que Empleado tiene una remuneración mensual de $1.500.000.(*)
Para determinar el impuesto que debe pagar, debemos descontar el costo
de la seguridad social (AFP, ISAPRE, Seguro de Cesantía), lo que para
este nivel de sueldo equivale a unos $300.000. Tenemos entonces que la base imponible (el monto sobre el que se calcula el impuesto) es de $1.200.000. A este nivel de ingreso le corresponde una tasa efectiva de impuesto cercana al 3%, es decir, $33.900, que su empleador descontará por planilla.
Transcurrido un año, Empleado habrá recibido una remuneración bruta
de $18.000.000 de los cuales se habrán descontado $3.600.000 en
seguridad social y $407.000 en impuesto.
Conforme a la ley chilena, si Empleado tuviera un sueldo menor a
$530.000 mensuales, estaría exento –no pagaría– impuesto a la renta. Por
el contrario, si su sueldo mensual fuera de $5.000.000, cada mes le
retendrían $790.000 por impuesto a la renta.
Es interesante señalar que de los 8.213.592 personas que están en la situación de Empleado y están afectas al impuesto de segunda categoría,
un 81,2% está exento pues reciben menos de $532.000 mensuales después
de descontar la seguridad social. En la práctica este impuesto lo pagan
solo el 18,8% de los Empleados (dependientes), es decir 1.548.133
personas. De ellos solo 20.889 personas (el 0,25%) paga el impuesto en
el tramo más alto, pues gana sobre $5.900.000 después de descontar la
seguridad social.
Estas cifras nos dicen al menos dos cosas muy importantes sobre
nuestro sistema: primero, que una reducción de la tasa del impuesto a
las personas beneficiará a pocos (pues la mayoría tiene ingresos tan
bajos que no paga nada); segundo, que la mayoría de los que sí paga este
impuesto (un 12,3%, equivalente a 1.005.822 de personas) tiene una
base imponible mensual de entre $532.000 y $1.182.380. Vale decir, pagan
menos impuestos que los $33.900 del personaje de nuestro ejemplo. Esto
significa que la mayoría de los que paga este impuesto gasta más en el
plan de un celular que en financiar la operación del Estado.
Evidentemente, con un panorama así, es imposible pensar en un Estado que
se haga cargo de las demandas sociales que han ido apareciendo.
Con estas cifras queda claro también que el impuesto a la renta de
las personas no implica un pago muy alto. Ocurre, sin embargo, que
muchos empleados “sienten” (y se les incentiva a pensar así) que es
culpa de los impuestos el que cada mes tengan pocos recursos líquidos.
Por supuesto, tener poco dinero líquido es un problema mayor en un
sistema neoliberal como el nuestro pues es el dinero lo que nos permite
financiar el bienestar de nuestras familias. Menos dinero líquido
implica menos capacidad para optar a servicios en salud, educación y
vivienda, distintos de los mínimos que ofrece hoy el Estado. Sin
embargo, culpar a los impuestos es un error y el ejemplo de Empleado lo
deja en evidencia: su gran “sangría” no son los $407.000 que paga en
impuesto, sino los $3.600.000 que gasta en seguridad social.
Esa situación, por supuesto, no cambiará con la propuesta tributaria que hará el Gobierno.
2. El emprendedor
Veamos ahora qué ocurre cuando nuestro personaje decide “emprender”.
Empleado devenido ahora en “Emprendedor” decide crear una sociedad de
responsabilidad limitada –prestadora de servicios o de inversiones– a
la vez que sigue trabajando como dependiente.
Al final de un año de esfuerzo tenemos lo siguiente: Emprendedor
obtuvo como dependiente la misma remuneración bruta que tenía como
empleado ($18.000.000 anuales). Pero ahora le sumó lo que retiró desde
su sociedad, que para este ejemplo fue $4.500.000.
Esto quiere decir que Emprendedor recibió $22.500.000 en el año. ¿Cómo se calcula el impuesto en este caso?
“Lo que ocurrirá, con una reforma como la que propondrá el Presidente, es que los impuestos finales serán menores. Tal como lo lee; en Chile se pagarán menos impuestos a la renta”.
Partamos por la sociedad. Asumamos, para simplificar, que la sociedad
sólo tuvo utilidades anuales por $4.500.000. La renta de esta sociedad
estará afecta con el impuesto de primera categoría,
que es el tributo que grava las rentas que provienen del capital. En
este ejemplo usaremos una tasa del 20%, que estuvo temporalmente vigente
y que es la tasa que el proyecto del Gobierno buscaría establecer, por
lo que la sociedad “pagará” $900.000 por el año.
En el caso de Emprendedor, ocurre lo siguiente. Durante el año su
empleador retuvo y pagó $407.000 por sus remuneraciones como empleado,
mientras que su sociedad pagó $900.000 por las utilidades obtenidas.
Esto da un total de $1.307.000 en impuestos pagados durante el año.
Al final del periodo Emprendedor debe informar al Servicio de
Impuestos Internos cómo le ha ido con esta nueva vida laboral. Para ello
debe declarar el impuesto global complementario
que es un impuesto progresivo por tramos. Dado que la base imponible de
Emprendedor es $22.500.000, se le aplicará una tasa efectiva del 5%
aproximadamente, lo que implica $1.217.000 en impuesto.
Pero como Emprendedor ya pagó durante el año $1.307.000 en impuestos, el Estado le devuelve $90.000.
Al final de este proceso podemos notar varios asuntos importantes.
Uno de ellos es que Emprendedor, al pagar su impuesto personal, descontó
(en términos técnicos se dice: “usó como crédito”)
lo que ya había pagado como empleado y también lo que su empresa había
pagado. Esto último es sumamente importante: los $900.000 pesos de
impuestos que pagó la sociedad de Emprendedor, se descontaron del
impuesto que pagó Emprendedor como persona. Eso implica que su sociedad
NO pagó nada como contribuyente independiente de su dueño. Vemos aquí
que el impuesto de primera categoría
mal llamado “impuesto de las empresas” no es sino un adelanto, un
anticipo, del impuesto a las personas (sus dueños). No se trata de un
impuesto a la renta de las empresas propiamente tal.
Todo esto deja en evidencia por qué se dice que nuestro sistema
beneficia la acumulación del capital. Por una parte tenemos que el impuesto de primera categoría es un adelanto del impuesto global complementario. Y como dijimos en la columna anterior,
el dueño de una sociedad no pagará impuestos por el total de las
utilidades de ésta, mientras no las retire. De esta forma, el
“incentivo” del sistema es mantener esos dineros en las sociedades y no
retirarlos. Eso es lo que la ley permite y busca.
Desde una perspectiva de justicia esto es cuestionable, porque como
veremos en el ejemplo que sigue, lo que ocurre con este “incentivo”
económico es que, en Chile, la ley reconoce a los “Emprendedores” más
“libertad” que a los empleados para determinar cuánto impuesto deben
pagar. En la práctica el sistema nos enseña que es “económicamente
conveniente” ser Emprendedor antes que Empleado. Pero el problema es que
la “conveniencia económica” deriva de la idea de que sin impuestos
estaríamos mejor.
3. El emprendedor elude impuestos
“(Con las reformas tributarias que se esperan) no es temerario presagiar que muchos preferirán adoptar el modelo del Emprendedor que planifica, es decir, recibir todos sus ingresos como empresa. Ser empleado se volverá cada vez peor negocio”.
Después de hacer el mismo cálculo que hasta ahora hemos hecho,
Emprendedor se da cuenta que no está aprovechando el sistema, porque el
pago de impuestos no se expresa como “beneficio económico” inmediato
para él. De hecho le parece que le hubiese sido mejor seguir como
empleado(**). Pero un amigo contador (o abogado u otro emprendedor con más experiencia) lo saca de su error. Le dice que sólo le falta “planificar” sus impuestos, es decir, ordenar de tal modo sus ingresos que pague el menor impuesto posible.
Lo primero que Emprendedor nota es que el pago de su impuesto global complementario
depende de cuánto retire de su sociedad y del nivel de sus ingresos
totales: mientras menos retire, menor será el impuesto que deberá pagar
(hay que recordar aquí que en Chile esto es ley: el impuesto no se cobra
respecto de lo que Emprendedor tiene, sino de lo que retira de la
sociedad).
Para aprovechar bien esta característica del sistema tributario,
Emprendedor decide que su sociedad de ahora en adelante “prestará
servicios”. Ya no tendrá contrato de trabajo en la empresa en que
trabajaba, sino que ahora la empresa de Emprendedor será la que prestará
el mismo servicio, por el mismo sueldo ($1.500.000). Esta figura es la
que usan miles de profesionales en Chile. Según la ley, pueden recurrir a
esta alternativa todos los que ejercen una profesión liberal o
cualquier actividad “en que predomine el trabajo personal basado en el
conocimiento de una ciencia, arte, oficio o técnica sobre el empleo de
maquinarias, herramientas, equipos u otros bienes de capital”.
Paralelamente Emprendedor decide incluir a dos de sus hijos en esta “empresa familiar”.
Hay que notar que con todos estos cambios Emprendedor no se ha vuelto
más productivo, ni más eficiente ni ha generado más trabajo. Y no es
necesario que lo haga. En lo que sigue se verá como ganando los mismos
$22.500.000 al año, la “planificación” lo hará inmediatamente “más rico”.
Primero, esta vez todo el dinero que recibió Empleador le llegó como
ingresos de su empresa. Segundo, la utilidad de su empresa se
distribuyó entre los 3 “socios”, cada uno de los cuales retiró a fin de
año $7.500.000. A este retiro se le descontó el 20% correspondiente al impuesto de primera categoría ($1.500.000).
Lo interesante ocurre al mirar las finanzas de cada “socio”. Tenemos que la base imponible
de cada uno es de $7.500.000. Con ese ingreso anual (que significa poco
más de $600.000 al mes) el impuesto que le corresponde pagar a cada uno
es de apenas $54.000. Pero como cada socio ya ha adelantado $1.500.000,
el Estado le devolverá $1.445.000 a cada uno.
En otras palabras, planificando “correctamente”, Emprendedor pagará
en impuestos $162.000, mientras que como empleado debía pagar $850.000 y
como “emprendedor” sin “planificar” $1.217.000.
¿Se imagina usted todas las posibilidades que se abren si se conocen
bien todos los rincones de la ley de la renta? En ese mundo del que solo
se discuten hoy unos porcentajes más o menos, además de injusticia
estructural hay cientos de “incentivos tributarios”: deducciones,
ingresos no renta, exenciones, y a todo eso sume cientos de
posibilidades de “planificación”. Es una pieza llena de artilugios y lo
que hemos visto aquí es una muestra de lo más simple del sistema.
“El actual sistema de impuesto a la renta grava inmediatamente la renta de los empleados asalariados que no pueden “eludir” impuestos; y solo exige una pequeña contribución temporal de los dueños del capital”
Pero eso no es lo más grave. Algo peor podría ocurrir con una reforma
como la que, según ha trascendido, planteará el Gobierno en abril y que
en lo central propone aumentar el impuesto de primera categoría a un
20% y bajar los impuestos de segunda categoría y global complementario.
¿Se da cuenta usted qué pasa si en los tres ejemplos vistos se bajara el
impuesto a las personas?
Lo que ocurrirá, con una reforma como la que propondrá el Presidente, es que los impuestos finales serán menores. Tal como lo lee; en Chile se pagarán menos impuestos a la renta.
Lo que ocurrirá, con una reforma como la que propondrá el Presidente, es que los impuestos finales serán menores. Tal como lo lee; en Chile se pagarán menos impuestos a la renta.
La explicación es ésta: aumentar la tasa del impuesto de primera categoría, con una baja para los impuestos a las personas
y PYMES, no producirá un aumento de la recaudación fiscal por concepto
de impuesto a la renta, pues todo lo que se adelante por impuesto de
primera categoría, será crédito contra menos impuestos finales.
En la práctica la reforma que se espera aumentará los “incentivos”
para “planificar” creando sociedades de inversión. Y no es temerario
presagiar que muchos preferirán adoptar el modelo del Emprendedor que
planifica, es decir, recibir todos sus ingresos como empresa para luego
retirar utilidades retenidas pagando menos impuestos.
Ser empleado se volverá cada vez peor negocio.
En mi opinión aquí radica el problema central de justicia que plantea el actual sistema de impuesto a la renta. Grava inmediatamente
la renta de unos pocos: los empleados asalariados que no pueden
“eludir” impuestos; y exige una pequeña contribución temporal de los
dueños del capital: el impuesto de primera categoría. Sin cambios en esa
estructura, la reforma que propondría el Presidente nos terminará
obligando a todos a convertirnos en “emprendedores”. Pero no del tipo
que ofrece la publicidad neoliberal (innovadores, arriesgados,
eficientes) sino emprendedores únicamente preocupados de pagar menos
impuestos.
En un escenario como ese se cumple una promesa más del
neoliberalismo: con menos impuestos usted puede vivir mejor. Por
supuesto, eso implica asumir que vivir mejor depende sólo de cuánto
obtenga del mercado y que en esa batalla estará solo.
Es en esa línea que va la propuesta que en estos días hace el
instituto Libertad y Desarrollo y parte de la UDI. No sólo se oponen a
subir cualquier cifra, como pedían universitarios y la oposición, sino
que les parece mucho lo que hay y quieren bajarlo.
Bajar los impuestos a las personas supone necesariamente disminuir la
recaudación fiscal por impuesto a la renta. Con esto se da por
descontado que el Estado necesita menos impuestos para financiar el
gasto público. También proponen descontar de los tributos los gastos que
se hagan por educación, salud, y otros conceptos familiares. Eso busca
convencernos de que lo correcto es que esos gastos sean de cuenta de
cada familia (y por eso no se paguen impuestos que podrían destinarse a
cubrir esos “servicios”). Si materializan esa agenda, el sistema
neoliberal habrá terminado por consolidarse y perfeccionarse.
“Sin cambios estructurales, la reforma que propondría el Presidente nos terminará obligando a todos a convertirnos en “emprendedores”. Pero no del tipo que ofrece la publicidad neoliberal (innovadores, arriesgados, eficientes) sino emprendedores únicamente preocupados de pagar menos impuestos”.
La agenda del gobierno parece no ser esa. Al menos así se ha dicho
públicamente. Sin embargo sería bueno que el Ministro de Hacienda
explicara con más detalle cómo piensa recaudar los U$ 700 millones extra
que, según ha dicho, espera obtener con la reforma tributaria. Al menos
por concepto de impuesto a la renta, como se ha expuesto aquí, parece
difícil que lo logre.
Tal vez el gobierno funda su esperanza en los mal llamados “impuestos verdes”.
Por supuesto eso es igual que admitir que la reforma no mejorará en
nada los problemas de justicia del sistema tributario chileno.
*En todos estos casos, las cifras que corresponden a pago de impuestos se han aproximado de forma tal de hacer más simple la lectura. Ninguna cifra establecida por ley se ha modificado y todos los montos iniciales son “brutos”, vale decir, antes de impuestos.
**En el segundo caso hemos visto que si un empleado recibe una remuneración anual de $22.500.000 pagará menos impuesto que Empresario antes de planificar. Esta situación no siempre es así, por diversos factores. Pero en este punto me interesa atacar una falsa apariencia: que Empleado tendrá más dinero líquido que Emprendedor. Aquí es importante recordar que sólo estamos calculando impuestos, sin incluir la seguridad social que, en Chile, es un gasto privado compulsivo, lo que significa que Empleado tendrá que sumar a sus impuestos el pago obligatorio de seguridad social.