Patricia Muñoz Garcìa

Patricia Muñoz Garcìa
Departamento Nacional Profesores Jubilados DEPROJ

domingo, 20 de junio de 2010

¿Para qué se inventó la escuela?.

Más de algún estudiante, molesto por tener que ir al colegio, se habrá preguntado alguna vez ¿Para qué inventaron la escuela?. Es una sana pregunta, que todos aquellos que nos dedicamos a educar debiéramos hacernos; sin embargo, su respuesta nos parece tan obvia, tan natural, que ni siquiera se nos ocurre plantearnos la pregunta. Grave ¿no?
Un intento de respuesta a esta pregunta supone atender, en primera instancia, al propósito u horizonte de sentido de la escuela su para qué.
En segundo lugar, implica hacerse cargo de su condición de construcción humana -situada e histórica - en tanto dispositivo, o si se prefiere, máquina que que ha sido diseñada con algún propósito específico. Es decir, implica desnaturalizarla (no es obvio que tengan que existir escuelas) y hacerse cargo de su condición de invención humana. En momentos en que la escuela apareciera estar en crisis, y se levantan muchas voces proponiendo soluciones, conviene recordar las diferentes explicaciones de para qué se inventó la escuela.
Antes que nada hay que despejar algunos ideas, la primera es que esta máquina de educar, a la que llamamos escuela tiene una historia bastante reciente. Es cierto que, a lo largo de la historia, aparecen formas de educación a las que denominamos del mismo modo. Sin embargo, no se refieren al mismo objeto al que hoy llamamos escuela. Baste decir, a este respecto, que la escuela es un invento de la modernidad. Para analizarla esta escuela, la de la modernidad, hay tres ideas que son claves: Socialización de los individuos, reproducción de las formas de producción y normalización de la población.
1. Socialización de los individuos:
Pablo Pineau, historiador de la escuela, plantea que será Durkheim quien condensó y logró dar cuerpo definitivo a la definición moderna de educación:
La educación es la acción ejercida por las generaciones adultas sobre las que todavía no están maduras para la vida social. Tiene por objeto suscitar y desarrollar en el niño cierto número de estados físicos, intelectuales y morales, que exigen de él la sociedad política en su conjunto y el medio especial, al que está particularmente destinado (Durkheim en Pineau, op cit)
Durkheim escribe en medio de la turbulencia de la revolución industrial. Período de fe en el progreso pero también de crisis sociales importantes. Si releen con atención, lo que hace Durkheim es interesante: Iguala educación a escuela, y su finalidad es la integración social. No sólo eso, sino que lo naturaliza. Esto último llega a tal punto, que para muchas personas hablar de escolarización y hablar de educación es prácticamente un sinónimo.

En palabras del sociólogo F. Dubet:
la educación republicana, ha sido considerada como una paideia que permite a los niños acceder a una cultura universal y construir con ésta una autonomía personal. Dicho aprendizaje estaba destinado a realizarse en una institución “neutra”, regida por leyes propias, independientes de las formas de dominación y de las culturas sociales.
Está mirada tendrá su continuación tras la segunda guerra mundial, con los funcionalistas, para quienes la finalidad de la escuela, no será la transformación de los social, sino la búsqueda del orden social y las normas que lo regulan. Esto tendrá un fin: la defensa de la propiedad privada y la evitación del conflicto social (Lezcano en Carli). Hay así, algunas instituciones que garantizan la satisfacción de algunas necesidades, entre ellas la escuela, y solucionan algunos conflictos...mientras cada uno ocupa el lugar que le esta destinado.
2. Reproducción de la desigualdad:
Serán Bourdieu y Paseron, quienes mostrarán las fisuras en este relato: la escuela tiende a la reproducción de las desigualdades sociales. El para qué de la escuela, se asociará a esta función.
Es cosa de mirar el sistema educativo chileno y su violenta discriminación por clase social e ingreso económico para confirmar en parte esta mirada: La escuela ejerce violencia sobre los más pobres al negar al presentar como universales unos valores y culturemas que son selección del grupo dominante, y en esa selección, niega su arbitrariedad. (Cfr. Berstein)
Nuevamente Dubet:
Desde este punto de vista, y para que la inculcación cultural resulte eficaz, conviene que los actores, especialmente los profesores, o ignoren tal compatibilidad o la redefinan. El enceguecimiento de los actores es una de las condiciones del funcionamiento del sistema.
3. Normalización de la población:
Una tercera respuesta, no la última, la dará Michael Foucault: la escuela, en conjunto con las fábricas, hospitales y cárceles, son instituciones de secuestro.
¿Puede extrañar que la prisión se asemeje a las fábricas, a las escuelas, a los cuarteles, a los hospitales, todos los cuales se asemejan a las prisiones? (en Vigilar y Castigar)
La invención de la escuela y su para qué, se explican desde un tipo de poder que se aplica al cuerpo dócil de los niños, no sólo de modo individual, sino también grupalmente; es una forma, dirá Foucault, de adueñarse de las vidas gobernando los cuerpos y las almas. Se busca el control moral, físico e intelectual de la población, se busca producir individuos mediante ciertas tecnologías específicas - tecnologías del yo - para su inserción social. Ojo: no cualquier inserción, sino aquella que permita la reproducción del sistema económico.
La normalización implica generar una norma general en términos de la cual se puede medir cada una de las singularidades individuales, e identificar si cada uno cumple con ella o se desvia del parámetro común. (I. Dussel)
A modo de epílogo baste afirmar que la escuela, en tanto máquina de la modernidad, está enfrentando un cambio profundo. No hay vuelta a atrás, no se trata de parcharla como a un neumático, se requiere re significarla; pues son los mismos marcos que le daban sentido y misión los que están en entredicho, son sus fundamentos los que se han agotado.
Cómo a todo invento, a la escuela le queda poca existencia - medida en tiempos históricos - es menester de todos en pensar las alternativas. Esto no ha de llevar a una desesperación pedagógica. El ejercicio de pensar el para qué de la escuela, con categorías tal vez diferentes a las que estamos acostumbrados no debiera llevar al pesimismo y a la inacción, sino a ayudarnos a pensar nuevos para qué y, por qué no, nuevos inventos para educar.

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